La Segunda Guerra Púnica en la península ibérica
Baecula: arqueología de una batalla
La Segunda Guerra Púnica
en la península ibérica
Baecula: arqueología de una batalla
Editores científicos:
J P B R, A R R,
M M M, C R G
F G C
Colaboración en la edición:
M I M P, M Á L C
A R M
La segunda Guerra Púnica en la península ibérica : Baecula: arqueología de
una batalla / editores científicos, Juan Pedro Bellón Ruiz… [et al.] ; colaboración en la edición, María Isabel Moreno Padilla… [et al.]. -- Jáen : Servicio
de Publicaciones, Universidad de Jaén, 2015
688 p. ; 27 cm
ISBN 978-84-8439-914-8
1. Guerra Púnica, 2ª, 0218-0201 a. C. 2. Historia 3. Siglo 3 a. C. Santo
Tomé (Jaén)4. España I. Bellón Ruiz, Juan Pedro, ed. lit. II. Moreno Padilla,
María Isabel, col. III. Universidad de Jaén, ed. IV. Título
931(460.352)
© Autores
© Universidad de Jaén
Primera edición, diciembre 2015
D M
Servicio de Publicaciones
ISBN
----
D L
J--
C
CAAI Textos, 7
E
Publicaciones de la Universidad de Jaén
Vicerrectorado de Proyección de la Cultura, Deportes y Responsabilidad Social
Campus Las Lagunillas, Edificio Biblioteca
23071 Jaén (España)
Teléfono 953 212 355 – Fax 953 212 235
servpub@ujaen.es
I
Gráficas «La Paz» de Torredonjimeno, S. L.
Avda. de Jaén, s/n
23650 Torredonjimeno (Jaén)
Teléfono 953 571 087 – Fax 953 571 207
Impreso en España / Printed in Spain
«Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo
puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO
(Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias
digitales de algún fragmento de esta obra».
J. P. Bellón Ruiz, A. Ruiz RodRíguez, M. Molinos Molinos, C. RuedA gAlán y F. góMez CABezA
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN ..................................................................................................................................
7
CONTEXTUALIZACIÓN DE LA SEGUNDA GUERRA PÚNICA ................................................
1. BRIZZI, G.- Qualche riflessione a proposito delle guerre puniche ...................................
2. DOMÍNGUEZ MONEDERO, A. J.- Los autores antiguos y la Segunda Guerra Púnica:
una visión sesgada ...................................................................................................................
3. MARTÍNEZ HAHNMÜLLER, V. y LÓPEZ CASTRO, J. L. - El comercio en Iberia durante la Segunda Guerra Romano-Cartaginesa ...................................................................
4. NOGUERA GUILLÉN, J., BLE GIMENO, E. y VALDÉS MATÍAS, P.- El campamento
de la Palma-Nova Classis y la Segunda Guerra Púnica en el norte del río Ebro ..............
5. ARANEGUI GASCÓ, C.- Sagunto en la encrucijada. Topografía de las fortificaciones
del oppidum ................................................................................................................................
6. OLCINA DOMÉNECH, M. y SALA SELLÉS, F.- Las huellas de la Segunda Guerra
Púnica en el área contestana ...................................................................................................
7. RAMALLO ASENSIO, S. F. y MARTÍN CAMINO, M.- Qart-Hadast en el marco de la
Segunda Guerra Púnica ...........................................................................................................
8. CANTO, A. Mª- La importancia estratégica del Alto Guadalquivir durante la Segunda
Guerra Púnica, y el sitio de Ilorci-Amturgi ............................................................................
11
13
LA SEGUNDA GUERRA PÚNICA EN EL ALTO GUADALQUIVIR: EL CASO DE BAECULA
9. MOLINOS MOLINOS, M., RUIZ RODRÍGUEZ, A., BELLÓN RUIZ, J. P., GÓMEZ
CABEZA, F., RUEDA GALÁN, C., SÁNCHEZ VIZCAÍNO, A. y GUTIÉRREZ SOLER,
L. Mª.- El Proyecto Baecula: historia de una investigación .................................................
10. BELLÓN RUIZ, J.P., GÓMEZ CABEZA, F., RUIZ RODRÍGUEZ, A., MOLINOS MOLINOS, M., RUEDA GALÁN, C., LECHUGA CHICA, M. A. y PÉREZ CANO, F.- Una
metodología arqueológica para el estudio de campos de batalla......................................
11. CÁRDENAS ANGUITA, I.- Análisis SIG de un escenario arqueológico de batalla .......
12. MOLINOS MOLINOS, M.; BELLÓN RUIZ, J.P.; RUEDA GALÁN, C.; RUIZ RODRÍGUEZ, A.; GÓMEZ CABEZA, F.; LECHUGA CHICA, M.; PÉREZ CANO, F. y RODRÍGUEZ MARTÍNEZ, A.- El Cerro de las Albahacas: configuración y secuencia ..............
13. RUEDA GALÁN, C.; BELLÓN RUIZ, J.P.; RUIZ RODRÍGUEZ, A.; GÓMEZ CABEZA,
F.; MOLINOS MOLINOS, M. y LECHUGA CHICA M. A.- Un contexto excepcional:
las áreas campamentales en la Batalla de Baecula ................................................................
14. QUESADA SANZ, F.; GÓMEZ CABEZA, F.; MOLINOS MOLINOS, M. y BELLÓN
RUIZ, J.P.- El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula ....
15. GARCÍA-BELLIDO, Mª P.; BELLÓN RUIZ, J. P. y MONTERO RUIZ, I. - La moneda de
un campo de batalla: Baecula...................................................................................................
5
29
49
63
91
107
129
163
193
195
233
261
277
289
311
397
La Segunda Guerra Púnica en la península ibérica Baecula: arqueología de una batalla
16. BELLÓN RUIZ, J.P., RUEDA GALÁN, C., RUIZ RODRÍGUEZ, A., GÓMEZ CABEZA,
F. y MOLINOS MOLINOS, M.- El oppidum de Los Turruñuelos .......................................
17. MONTES MOYA, E. y PRADAS BALLESTEROS, C.- Aportaciones desde la arqueobotánica a la agricultura y el entorno vegetal del oppidum de Los Turruñuelos..................
18. TUÑÓN LÓPEZ, J., SÁNCHEZ VIZCAÍNO, A., MONTEJO GÁMEZ, M.; MÁRQUEZ
LÓPEZ, F. y PARRAS GUIJARRO, D.- Análisis de decoraciones en cerámicas iberas
del oppidum de Los Turruñuelos mediante microespectroscopía Raman.........................
19. RUEDA GALÁN, C., RODRÍGUEZ MARTÍNEZ, A., MORENO PADILLA, Mª I, GÓMEZ CABEZA, F., GUTIÉRREZ SOLER, L. Mª, ARJONILLA BUENO, A., MARTÍNEZ
CARRILLO, A., MORA MONDÉJAR, Mª C. y RUIZ RODRÍGUEZ, A. - La cerámica
en el Cerro de las Albahacas y en el oppidum de Los Turruñuelos ....................................
20. GÓMEZ CABEZA, F.- El territorio de Baecula: análisis de la evolución del poblamiento
en el curso medio-alto del Guadalquivir ..............................................................................
21. BELLÓN RUIZ, J. P., RUIZ RODRÍGUEZ, A., MOLINOS MOLINOS, M., RUEDA
GALÁN, C., GÓMEZ CABEZA, F. y QUESADA SANZ, F. –Conclusiones y propuestas
sobre el desarrollo de la Batalla de Baecula ...........................................................................
22. QUESADA SANZ, F. La Batalla de Baecula en el contexto de los ejércitos, la táctica
y la estrategia de mediados de la Segunda Guerra Púnica: una acción de retaguardia
reñida..........................................................................................................................................
23. RUIZ RODRÍGUEZ, A., BELLÓN RUIZ, J. P., MOLINOS MOLINOS, M., RUEDA GALÁN, C. y GÓMEZ CABEZA, F.- La visibilidad arqueológica de un acontecimiento:
las contradicciones de la arqueología histórica ....................................................................
427
457
469
477
521
537
601
621
UN ESCENARIO METODOLÓGICO DE REFERENCIA ................................................................
24. ROST, A. y WILBERS-ROST, S.- Looting and scrapping at the ancient battlefield of
Kalkriese (9 A.D.)......................................................................................................................
637
BIBLIOGRAFÍA ......................................................................................................................................
651
6
639
14. EL ARMAMENTO HALLADO EN EL CAMPO DE
BATALLA DE LAS ALBAHACAS-BAECULA
Fernando Quesada Sanz1
Francisco Gómez Cabeza2
Manuel Molinos Molinos
Juan Pedro Bellón Ruiz
1.- OBSERVACIONES PRELIMINARES
Al abordar el estudio de las armas encontradas en la zona del Cerro de Las Albahacas, que supone ya un lote extraordinariamente numeroso,
es necesario realizar una serie de observaciones
de partida, que en principio pueden parecer contra-intuitivas, e incluso –en un primer análisis–
contrarias a la lógica. Estas consideraciones son
necesarias ya que permiten explicar los patrones
observados en nuestro análisis arqueológico, y
además responden satisfactoriamente a algunas
objeciones que se nos han realizado en estos años
sobre el número, tipo y dispersión espacial de las
armas localizadas, de acuerdo con las prácticas
militares del mundo antiguo, bien documentadas
por las fuentes literarias y, de modo creciente, por
la ‘arqueología de los campos de batalla’3.
1
2
3
1.a.- Proceso postdeposicional
En primer lugar, los tipos de armas que
cabe esperar encontrar en un campo de batalla
dependen del proceso postdeposicional, inmediato y a largo plazo (Figura 1). En el mundo
antiguo (como en el medieval), lo normal es
que el bando vencedor, que ocupaba el campo
de batalla al concluir ésta, emprendiera una
recogida más o menos sistemática de las armas
utilizables, tanto de las propias como de las de
los vencidos. Por poner un ejemplo de estos mismos años, Polibio es explícito al indicar que los
cartagineses de Italia despojaron a los romanos
caídos en Trasimeno de sus armas, y que Aníbal
equipó con ellas a sus tropas africanas (Polibio,
3,114,1). En el caso de Baecula, sabemos además
por las fuentes literarias que Escipión se quedó
unos días sobre el terreno (Polibio, 10, 40, 11;
Livio, 27, 19), por lo que la recogida de armas
debió ser más exhaustiva. No es sólo que los romanos tuvieran una larga tradición de adoptar
las armas de sus enemigos para configurar su
panoplia (Arnim, 1892; Couissin, 1926; Briquel,
1986, Quesada, 2007: 379-381, etc.), sino que en
este periodo las armas de los iberos y cartagineses eran compatibles con las romanas, como
veremos enseguida (infra, Apdo. 1.d.).
Universidad Autónoma de Madrid, Dpto. de Prehistoria y Arqueología, fernando.quesada@uam.es.
Instituto Universitario de Investigación en Arqueología Ibérica de la Universidad de Jaén, fgcabeza@
ujaen.es, mmolinos@ujaen.es, jbellon@ujaen.es.
Un marco conceptual y aplicado de estas consideraciones puede encontrarse desarrollado en Quesada,
(2008a). Ver además –y sobre todo– Geier, Babits,
Scott, Orr (2011); Scott, Babits, Haecker (2009); Freeman, Pollard (2001). El salto que se ha producido
para los estudios del mundo desde el trabajo de J.
Coulston (2001) es evidente.
311
El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula
Figura 1. Procesos postdeposicionales de las armas en un campo de batalla antiguo.
del Little Bighorn en 1876, son bien explícitos al
respecto en sus hallazgos y en su interpretación
en la misma línea que avanzamos. Por ejemplo,
en el caso de las prospecciones y excavaciones
de Kalkriese, los excavadores insisten en que de
los aproximadamente cinco mil objetos romanos
hallados en las excavaciones en el Oberesch están en un estado muy fragmentario y que esto
es resultado de “body stripping by the Germans
who plundered the battlefield […] the looters
carried away nearly everything as they could use
it or melt it down […] Therefore we do not find
complete armour, not even a complete gladius
was discovered, but only those pieces which the
Germans who plundered the battlefield failed
to notice” (Rost y Wilbers-Rost, 2010:123 ss.;
ver también las consideraciones sobre el mismo
tema en Rost, 2008: 222 ss.). Exactamente lo mismo ocurrió en el Little Bighorn, ya cerca de dos
milenios después (Scott et al., 1989:90).
¿Qué armas eran las que se recogían?: lógicamente las más costosas, fundamentalmente
corazas de todo tipo, cascos, escudos no dañados y espadas, armas que no se podían fabricar
en campaña e incluso podían ser de compleja
reparación; otras armas como lanzas y pila eran
también visibles y se podían recoger fácilmente. Esta recogida no sólo permitía abastecer al
propio ejército, sino que impedía que otros (los
propios enemigos huidos, campesinos potencialmente hostiles, bandidos y saqueadores de
todo tipo) pudieran recogerlas luego, creando
un peligro futuro.
Los estudios de arqueología militar realizados en campos de batalla que abarcan un amplio
periodo, desde los restos de Kalkriese (muy
probablemente la batalla de Teutoburgo en 9
d.C. o en todo caso no después de las campañas
de Germánico del 14-15 d.C.) y hasta la batalla
312
FeRnAndo QuesAdA et al.
La utilización de parte de las armas capturadas para la erección de trofeos in situ (Gabaldón,
2002-2003) o en santuarios como ofrendas (como
se dice que los germanos hicieron en Teutoburgo
(Tacito Ann., 161) debe también tenerse en cuenta, aunque no es algo que se mencione en Baecula,
y en Kalkriese no se han localizado restos interpretables en este sentido (Rost y Wilbers-Rost,
2010: 133 n.7), quizá porque los romanos de la
expedición de Germánico los desmontaran.
aquello que restara y tuviera algún valor en
el mercado del coleccionismo ilícito. Esto supone, con absoluta seguridad pues lo hemos
documentado en la tradición oral local y en
diversas colecciones particulares, la pérdida de
una importante cantidad de monedas, fíbulas,
broches de cinturón, puntas de flecha llamativas,
y por supuesto las pocas armas completas que
pudieran quedar tras los procesos anteriores.
Estas búsquedas, cuya magnitud y atención al
detalle no exageramos en absoluto, sin duda
han supuesto una importantísima pérdida de
material, la más importante en siglos desde que
los últimos saqueadores abandonaran el campo
semanas después de la batalla.
Pero el proceso postdeposicional del campo
de batalla no acaba con la recogida de las armas
caídas por parte de los vencedores. Cuando éstos
abandonaran el terreno, la población local de la
zona caía como aves carroñeras sobre el campo
de batalla, para saquear a los heridos y muertos
no enterrados y recoger cualquier cosa de valor,
un fenómeno que se ha dado hasta la actualidad4. De este modo, buena parte de lo que los
ejércitos hubieran abandonado sería recuperado
y reutilizado en muy breve plazo.
Así pues, las armas que cabe esperar hallar
mediante trabajo arqueológico sistemático y empleando herramientas de detección sofisticada
(en caso contrario nada o casi nada se hallará)
en un campo de batalla antiguo son, en primer
lugar, una muy pequeña fracción de las inicialmente abandonadas o perdidas. En segundo
lugar el conjunto se limitará a unos tipos claramente sesgados por todo el proceso descrito.
Con el paso de los años, décadas y siglos,
la erosión, el trabajo de los campos, y hallazgos casuales suponen un desgaste adicional,
especialmente de todos aquellos elementos
realizados en materia orgánica, como madera de
escudos, textiles de cuero de atalajes, corazas y
otros elementos de material orgánico y también
de elementos metálicos frágiles, como vainas de
espadas, cantoneras de escudos, etc.
1.b.- Grupos y tipos de armas esperables
En consecuencia con lo dicho en el apartado
anterior, no cabe argumentar que ‘Las Albahacas’ no puede ser el resto de una importante batalla donde se enfrentaron quizá hasta cuarenta
mil hombres, porque ‘no aparecen’ ni espadas,
ni cascos, ni corazas, ni apenas lanzas o escudos5.
Como consecuencia del proceso ‘tafonómico’
analizado, lo que realmente cabe esperar hallar
Finalmente, con especial relevancia en el
caso de Andalucía, y en particular en el Cerro
de Las Albahacas, las depredaciones de los
excavadores ilegales a lo largo de las últimas
décadas han ido despojando el paraje de todo
4
En general, Stephenson (2013: 116). Un ejemplo
peninsular y bien documetando es por ejemplo el de
la batalla de Albuera (1811) (Dempsey, 2011: 209-210,
citando testigos presenciales). En el Little Bighorn,
al año siguiente del combate, quedaba ya muy poco
visible que saquear (Scott et al., 1989: 90). De los más
de doscientos sesenta soldados estadounidenses
muertos, solo han quedado para la arqueología seis
fragmentos de armas de fuego, y ninguna completa,
sabiendo que cada jinete del 7º de caballería llevaba,
además de su carabina, pistolas, sable y quizá otras
armas (Scott et al., 1989:94). El horror de lo que
ocurría en la noche de una batalla fue magistralmente
descrito por Victor Hugo en Los Miserables (II Parte,
Libro Primero, cap. XIX).
5
313
El examen de los restos hallados en KalkrieseTeutoburgo muestra grandes similitudes, aunque la
extensión de las excavaciones realizadas en el punto
nuclear de la batalla (ausentes en Las Albahacas a una
escala remotamente similar) multiplica el número
de hallazgos. Es particularmente significativa la
reconstrucción sobre un maniquí de los elementos
hallados: sólo mínimos fragmentos permiten trazar
la existencia previa de cascos, corazas o espadas
(ver Rost, 2009a: Abb,6, p. 108 y Rost, 2009b: 69). Ver
igualmente las categorías de objetos, muy similares a
las de Baecula, en Harneker (2009: 94 ss.), Moosbauer,
Wilbers-Rost (2007).
El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula
en éste, o en casi cualquier otro un campo de
batalla6, son otros restos, en concreto:
les empleados en su momento, muchas
decenas de millar, hace que todavía hoy
se conserve en el terreno una muestra
relativamente numerosa.
a. Un número elevado de piezas metálicas
pequeñas no necesariamente fragmentarias o en mal estado. Se trata de elementos
de equipo militar perdidos de manera
involuntaria e inadvertida, y de poco o
nulo valor, como piquetas de tiendas de
campaña o tachuelas de la suela de las botas militares (clavi caligares) desprendidas
en la marcha. Son piezas despreciadas o
no detectadas por los saqueadores antiguos y por los excavadores clandestinos
modernos7.
d. Un número reducido de elementos metálicos de armas de asta como moharras
de lanza (hastae) o jabalina (veruta), regatones y conteras, pila y soliferrea. Las
armas originales eran grandes y visibles,
y por tanto susceptibles de ser recogidas
en los días o semanas posteriores a la
batalla. Son además piezas atractivas
para el coleccionismo, de manera que los
ejemplares supervivientes son detectables
y atractivos para los excavadores clandestinos, limitando la muestra que nos llega.
b. Un número elevado de piezas fragmentarias corroídas de escaso valor tanto para
los saqueadores antiguos como para los
modernos: fragmentos de cantoneras
de escudo, trozos de vainas de armas
(vaginae), elementos de atalaje o adorno
personal desprendidos de las guarniciones de cuero, elementos metálicos no
identificables con facilidad, etc. En un
contexto que no es de basurero, y al ser
partes pro toto, cuando es posible identificar a qué tipo de objeto pertenecieron
(y a menudo es muy difícil), estos restos
son prueba de la existencia de las piezas
originales completas.
c.
6
7
e. Un número extremadamente reducido
de armas elaboradas o costosas, como
cascos, corazas metálicas, grebas, espadas
y puñales, etc. La gran mayoría serían
recuperadas en el plazo de unas semanas tras la batallas, y dado su volumen y
atractivo, a lo largo de los siglos es posible
que las restantes hayan sido localizadas
casualmente o en trabajos clandestinos
recientes.
Como veremos de inmediato, estos son
precisamente, y en grandes cantidades gracias
al empleo sistemático de detectores de metal,
los tipos de objeto localizados –junto con otros,
como algunas monedas– en el campo de batalla
que estudiamos (Figura 2).
Un número sustancial de proyectiles
de pequeño tamaño: puntas de flecha
(saggittae) y glandes de honda de escaso
interés para su recogida al final de la batalla y, en el caso de los glandes de honda
de plomo, no muy fáciles de localizar
por los saqueadores antiguos. Aunque
son de cierto valor para los depredadores
modernos, el gran número de proyecti-
Sobre una muestra de 766 armas y piezas
directamente relacionadas con armamento
localizadas en los trabajos de prospección sistemática en la zona del Cerro de Las Albahacas,
además de muchos otros centenares de pequeños fragmentos metálicos no identificables, el
69%, una proporción elevadísima, son pequeñas
tachuelas de hierro, en su gran mayoría clavi
caligares, pero también remache para objetos
variados de cuero y madera, que se desprendían
en grandes cantidades, que carecen de valor
para el coleccionismo ilegal, y que no son casi
invisibles en el terreno por su pequeño tamaño
y porque su forma ‘recoge’ pequeñas pellas de
barro que las ocultan.
Hay, por supuesto, excepciones: tras la batalla
de Wisby el 27 de julio de 1361 muchos de los
campesinos arrojados a las fosas comunes llevaban
consigo parte de sus armas defensivas (no las
ofensivas) y vestimenta. Probablemente el calor
aconsejó un enterramiento rápido, y las elementales
corazas de los vencidos no tenían mayor interés para
los defensores (Thordeman, 1939: 24-25; 93-95).
No ocurre en todos los casos. En el Little Bighorn la
rebusca moderna de casquillos y munición puede ser
un problema (Fox, 1993: 128).
314
FeRnAndo QuesAdA et al.
Figura 2. Categorías funcionales y grupos de armas. Cerro de Las Albahacas.
puntas de lanza, jabalina y pilum, regatones,
espuelas y apenas algunos fragmentos aislados
de conteras de vaina de espada o puñal. Hasta
ahora no se ha localizado ninguna espada o
casco enteros, aunque sí algunos fragmentos
muy dañados que pueden corresponder a estas
armas.
Otro 23,5% de los objetos son proyectiles,
sobre todo (17,8%) un tipo de punta de flecha
fusiforme o bipiramidal alargada de hierro, que
también es utilizable como punzón si se enmanga, pero que en este contexto, como en otros
similares, sin duda corresponde a puntas de
flecha sencillas (‘dardos’). Las puntas de flecha
en bronce o hierro más elaboradas constituyen
un subgrupo menor (3,7%), en parte porque se
usaron en número menor, en parte porque sin
duda han sido saqueadas con mayor entusiasmo. Lo mismo ocurre con los proyectiles de
honda en plomo (2%), más atractivos desde la
antigüedad por su materia prima, posibilidad de
reutilización y, en la actualidad, por su atractivo
para los excavadores clandestinos.
Por último, el restante 2,5% de las piezas
incluye otros elementos de equipo militar, como
piquetas de tiendas de campaña, cadenas, chisqueros metálicos para encender fuego, etc.
Este patrón es exactamente el que cabe
esperar en un lugar como el Cerro de Las Albahacas, donde dos grandes ejércitos acamparon
unos días y se enfrentaron en campo abierto
durante unas horas. En las zonas identificadas
como campamento cabe esperar la existencia de
estructuras excavadas y basureros que podrían
Sólo 42 piezas, un número absoluto estimable pero que supone sólo un 5,5% del total de la
muestra, corresponde a armas más elaboradas:
315
El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula
contener una proporción algo mayor de restos
de armas más complejas8.
metros como máximo, lo que es irrelevante en un
campo de batalla que puede superar las 450 ha.
Por tanto, el patrón de dispersión de los objetos
es relevante y significativo de cara a reconstruir
movimientos tácticos. Un desplazamiento de
algunos metros es, en este sentido, irrelevante,
toda vez que el frente pudo superar los 1.700
metros y más de 4.000 la profundidad del área
de movimientos tácticos (Bellón et al., 2013: 329).
1.c.- Dispersión espacial esperable de las armas
Otra observación, en apariencia contra-intuitiva, es que la mayor concentración de armas
más elaboradas, si llegaran a documentarse en
cierto número (espadas, elementos de casco,
escudo o armadura, lanzas…) se localizará no
en la zona de mayor intensidad de la batalla,
sino precisamente en zonas algo más apartadas,
donde el número de bajas sería inferior y donde
no habría compensado, tras la batalla, el esfuerzo de una rebusca y recuperación sistemáticas.
Además, es un hecho muy observado que los
heridos en combate tienden a buscar para morir
un lugar lo más apartado posible, a menudo
en una vaguada, junto a un arroyo, tras unas
rocas, o entre arbustos, fuera del área nuclear
del combate9. En este sentido, la prospección
con detector de zonas aparentemente marginales
podría llegar a ser provechosa, aunque se trata,
casi literalmente, de buscar agujas en un pajar.
En cambio los proyectiles (flechas, glandes
de honda) se localizarán en las zonas de mayor
intensidad del combate, y por tanto su localización topográfica individual es muy relevante,
teniendo en cuenta lo indicado en el párrafo
anterior. La dispersión de esos proyectiles puede
indicar la posición de determinadas unidades
especializadas (por ejemplo, los honderos baleares), e incluso sus movimientos11. Debe tenerse
en cuenta que en la mayoría de los casos los
proyectiles se localizarán en la zona de caída, y
que por tanto su distribución puede emplearse
para (a) indicar zonas de avance enemigo y (b)
determinar, teniendo en cuenta el alcance conocido de las armas12 la posición de las unidades que
Los indicios documentados hasta ahora
llevan a pensar que el desplazamiento de los
objetos desde la antigüedad a nuestros días es,
en las zonas de pendiente limitada, bastante
reducido, como se ha analizado en detalle en
otros yacimientos10. En Las Albahacas muchas
zonas no han sido objeto de labranza intensiva,
y en todo caso los movimientos de vaivén de los
arados tienden a arrastrar los pequeños objetos
en un área reducida y en un movimiento de ida y
vuelta. Los hoyos para plantar olivos pueden remover pequeños objetos, pero del mismo modo
su desplazamiento se puede estimar en unos
8
9
10
11
Ver el trabajo de Rueda et al. en este mismo volumen.
E.g. y por observación directa, Capitán Thomas
Browne, ‘The Napoleonic War Journal of Captain Thomas
Henry Browne 1807-1816. “Los hombres, cuando resultan
heridos de gravedad, tratan de hallar el refugio de una
piedra o un arbusto hacia el cual se dirigen antes de
tumbarse, en busca de apoyo y seguridad, tal como hacen
los pájaros o las liebres en una situación de sufrimiento
semejante” (cit. por. Holmes (2004: 398).
En el Little Bighorn se prestó especial atención a la
tafonomía, con conclusiones similares a las indicadas
aquí (Fox, 1993:127ss.). Ver también Scott et al. (1989)
para un estudio integral, no sólo de vainas y balas.
12
316
El caso paradigmático de este tipo de estudios es el
análisis de las balas y las vainas metálicas empleadas
en el campo de batalla del Little Bighorn (Fox, 1993:
53 ss.;79 ss.). Es un caso especial, sin embargo, dado
que cada vaina tiene unas marcas específicas de
disparo (Scott, Haag, 2009) que permiten incluso
trazar el movimiento de individuos concretos, y
tanto balas como vainas permiten identificar el arma
con que se dispararon, permitiendo identificar los
bandos. La ausencia de cultivos en la zona y la falta
de un saqueo sistemático de estos elementos han
ayudado también mucho. Sólo, quizá, los glandes
de honda con pesos estandarizados e inscripciones
del periodo sertoriano en adelante permitirían una
aproximación similar al desplazamiento de unidades
concretas, pero el expolio de yacimientos como el
Cerro de las Balas en Écija hace difícil que tal cosa sea
ya posible. Desde las excavaciones y prospecciones
en el Little Bighorn los trabajos de campo utilizando
las municiones como base para un estudio SIG se
han multiplicado (e.g. Reeves, 2011; Pratt, 2009,
etc.). Estos estudios de caso se apoyan en excelentes
fuentes presenciales, pero sus enfoques pueden ser
de utilidad para su aplicación al mundo antiguo, caso
del asedio de Olinto en 348 a.C. (Lee, 2001).
Tema complejo en el que no entraremos ahora, cf.
Quesada, 1997: 476, Fig. 282. Sobre los alcances y su
concepto hay una amplísima bibliografía, a menudo
contradictoria, cf. Mc Leod, 1965, 1972; Knecht, 1997;
Ratznisch, 2000: 33, etc.
FeRnAndo QuesAdA et al.
disparan. Esta posibilidad que se abre no es muy
frecuente; en el caso de Kalkriese, por ejemplo,
los excavadores anotan enfáticamente que los
pocos proyectiles encontrados no aparecen en
función de movimientos de unidades (Rost y
Wilbers-Rost, 2010: 134).
exclusiva en el combate cerrado (e.g. Polibio, 18,
28-30; Livio, 9,19,7-8). En particular, no debemos
olvidar tampoco que el ejército romano de los
siglos III-II a.C. no se componía únicamente de
infantes pesadamente protegidos con lorica hamata, como ocurriría desde Mario a César, sino
que la coraza de mallas era una rareza que sólo
se permitían los más pudientes con un censo
superior a diez mil dracmas (Polibio, 6,23,15),
mientras que la mayoría se conformaban con
un pectoral metálico (Polibio, 6,23,14), y hasta
un 30% de la legión quizá no llevaba protección
corporal alguna (al menos a mediados del s.
II a.C. y probablemente también en época de
Escipión el Africano) (Polibio, 6,22).
1.d.- Atribución de las armas a contendientes
La atribución de las armas halladas a uno u
otro de los bandos contendientes es un problema
bastante más complicado de lo que pueda parecer a primera vista. Es cierto que había armas
características de los distintos pueblos, y Polibio
por ejemplo es explícito al respecto (3,113); pero
también lo es que estas armas características eran
muy permeables si demostraban su eficacia, y
sobre todo en condiciones de campaña13.
Esta esencial compatibilidad de tácticas es
la que facilitó la adopción por parte del ejército
romano republicano de distintas armas de la Península Ibérica (incluyendo el gladius hispaniensis
y el pugio) (Quesada, 2006b: 77-80; 2007 passim
para análisis detallado). Además, sabemos
que tipológicamente un pilum del tipo ligero
descrito por Polibio y una falarica son armas
idénticas o casi idénticas (discusión detallada
en Quesada, 1997: 334 ss.); y funcionalmente
un soliferreum y un pilum cumplen la misma
función con eficacia similar (alcance, capacidad
perforante etc.) (Quesada, 1997: 341-342). Por
tanto, es perfectamente normal que a menudo
los ejércitos contendientes emplearan armas
similares: las fuentes, por ejemplo, mencionan
el uso de soliferrea por tropas romanas (o en el
bando romano) en varias ocasiones, aunque en
épocas posteriores a la que nos ocupa aquí (e.g.
en Pydna en 168 a.C., cf. Plutarco, Aem. Paul.
19,9; en la batalla naval de Cumas en el 38 a.C.,
Apiano, Bell. Civ. 5,82).
La investigación reciente ha mostrado que
el combate individual y la táctica de pequeñas
unidades del ejército romano de finales del s. III
a.C. era sustancialmente similar a la de los ejércitos ibéricos de la época14. Se basaba sobre todo
en que al combate inicial con armas arrojadizas
(jabalinas y armas propulsadas empleadas por
unidades auxiliares) seguía la lucha decisiva
de las tropas de línea, que intercambiaban primero salvas de armas arrojadizas pesadas (pila,
soliferrea, falaricae) lanzadas a corta distancia y
luego buscaban el combate cuerpo a cuerpo, el
combate con espada (Livio, 28,2,5-6; 34,14,10;
cf. Quesada, 2006a: 257 ss.; 2003a: 189-192). En
este sentido, las tropas romanas se parecían
más a los ejércitos del Mediterráneo occidental
que a los ejércitos de piqueros helenísticos del
Mediterráneo oriental que se basaban en la pica
(sarissa) de más de cuatro metros como arma casi
13
14
Y no sólo eso: dadas las dificultades de comunicación entre la Península Itálica e Iberia en
los años de la Segunda Guerra Púnica e incluso
en décadas posteriores, los romanos utilizaron
artesanos armeros locales, tanto iberos como
púnicos para reponer sus existencias. Así, las
fuentes nos indican explícitamente que tras la
toma de Carthago Nova el año antes de Baecula Escipión puso a los armeros locales a trabajar para
él (cf. Polibio, 10,17,6-9; 10,20,6-7; Livio, 26,47,2;
26,51,7). De hecho, las campañas de Escipión en
Iberia pueden estar en la base de la aparición de
Incluso en momentos tan recientes como 1876 las
tribus indias no sólo contaban con armas variopintas
y antiguas, sino que por distintos medios se hicieron
(incluso en el mismo campo de batalla del Little
Bighorn) con armas de reglamento del ejército más
modernas (Fox, 1993:77-79), lo que complica la
interpretación de la dispersión de vainas y balas
(ibídem, p. 87; 115 ss.).
Por supuesto, esta similitud no se extiende a la
disciplina, estructura organizativa, cadena compleja
de mandos y otros elementos que proporcionaban
a los ejércitos romanos su habitual superioridad en
batalla campal (cf. Quesada, 2006a: 260).
317
El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula
armamentaria que a finales de la República ya
equipaban a menudo a los soldados, sobre todo
cuando combatían largos periodos en provincias
(cf. análisis detallado en Quesada, 2006b: 81-87).
Floro cuenta incluso cómo en 137 a.C. los celtíberos exigieron a Mancino sus armas como botín,
y no cabe pensar que fuera necesariamente para
destruirlas (Floro, 1,34,6).
En paralelo, ya hemos visto que los cartagineses no hacían ascos, antes al contrario, a reutilizar las armas y armaduras romanas capturadas
(supra). Probablemente también empleaban ya
por esa época escudos ovales y cascos de bronce
de tradición tanto itálica como céltica, aunque
su panoplia en este periodo no es bien conocida
(Quesada, 2002-03a: 72-84). En particular, y en el
caso de los ejércitos de Iberia, tras una década
en el terreno no sólo sus contingentes hispanos
se armarían con su panoplia local, sino probablemente también algunos de los contingentes
africanos. Incluso es probable que los arsenales
de Cartagena tuvieran tantos hispanos como
cartagineses entre las 2000 personas que trabajaban en sus armerías.
Por tanto, en lo que se refiere a armas defensivas activas y pasivas16 y armas ofensivas
de astil, su hallazgo en un punto concreto del
campo de batalla no nos permite asegurar su
pertenencia a uno u otro bando. Ciertamente,
un pilum de lengüeta plana (como el hallado en
Las Albahacas) es tipológicamente romano, y lo
más probable es que en Baecula fuera portado
por un legionario, pero no podemos tener la
seguridad. Y un pilum de cubo (como el hallado
en Las Albahacas) puede haber sido usado al
50% por un combatiente del bando romano o
del cartaginés. Lo mismo ocurre con las puntas
de lanza y jabalina halladas en la zona; luego lo
analizaremos en detalle tipo por tipo.
El caso de los proyectiles es también complejo. En este escenario y en esta época, parece
(y solo parece) que los únicos que empleaban
glandes de honda eran los contingentes de
mercenarios baleares, que en este periodo sólo
sabemos que estuvieran al servicio de Cartago.
Por tanto, con la documentación disponible podemos pensar con razonable seguridad (aunque
nunca con certeza) que en Las Albahacas estos
proyectiles de plomo pertenecen a unidades
del bando cartaginés. Mucho más complicado
es el caso de las puntas de flecha, tanto de la
variedad de tipos más elaborados como de los
denominados ‘dardos’ fusiformes o bipiramidales alargados. Hay tipos, como las puntas de
bronce con arpón lateral, que podrían incluso ser
mucho más antiguos, de época orientalizante,
y no tener nada que ver con la batalla (infra),
aunque lo probable es que perduraran, y en
ese caso serían cartaginesas casi con seguridad.
Otras piezas, como las puntas de gran aleta
asimétrica, suelen atribuirse a tropas romanas
o aliadas. Otras, finalmente, podrían incluso
ser de periodos muy posteriores, ya que son
tipológicamente indistinguibles.
En otros contextos militares comparables,
como en Alesia, se ha observado un fenómeno
similar y, como ha señalado Deyber, en el campo de batalla uno ‘tira de lo que tenga a mano’
(Deyber, 2008: 177), lo que dificulta las atribuciones de armas a contendientes concretos incluso
en un contexto tan preciso. En ese sentido, la
tipología de puntas de flecha de Duval (1970)
que prescindía de atribuciones étnicas viene a
resultar más eficaz que el intento de caracterizar
armas ‘galas’ y ‘romanas’ (Sievers, 2001: 175 ss.
y Figs. 13 y 14), cuando todas ellas fueron casi
sin duda alguna empleadas por ambos contendientes, con independencia de su origen inicial
(e.g. Sievers, 2001: 175).
Los descubrimientos arqueológicos hispanos son especialmente consistentes con este
panorama de préstamo, intercambio y en general
de permeabilidad de las panoplias. Por ejemplo,
en el yacimiento ibérico de Castellruf (Álvarez y
Cubero, 1999) aparecen pila de lengüeta de tipo
inequívocamente romano en un contexto que
puede ser de reparación y uso (o incluso copia)
por los habitantes locales (Álvarez y Cubero
1999: 140)15, y hay otros casos similares desde
finales del s. III a.C. y hasta época sertoriana.
15
En consecuencia, y salvo algunos tipos muy
concretos (glandes de honda, puntas de arpón
Pero ver infra para otra posibilidad: el encargo por
autoridades romanas.
16
318
Para el concepto, Quesada, (1997: 483).
FeRnAndo QuesAdA et al.
halladas en Las Albahacas no tienen en su gran
mayoría una datación precisa, ya que se trata
de tipos de larga perduración. El armamento
romano de la época de las guerras púnicas es
muy mal conocido arqueológicamente y, por
ejemplo, hasta ahora las tachuelas de suela más
antiguas que se conocían no iban más allá de
época cesariana; lo mismo ocurre con varios
de los tipos de punta de flecha o de jabalina. El
conjunto de Las Albahacas, considerado aisladamente, podría ser incluso considerado de época
sertoriana de no ser por la ausencia de los tipos
diagnósticos del s. I a.C., y sobre todo por la
presencia del pilum antiguo de lengüeta plana
hallado en 2012 (infra), de algunas puntas de
flecha, y del conjunto de monedas que abrazan
al de armas y que consolidan la datación de fines
del s.III a.C.
lateral, pilum de lengüeta plana) la gran mayoría
de los tipos de armas hallados no son ‘marcadores’ étnicos utilizables con fiabilidad.
1.e.- Qué puede y qué no puede decirnos el
estudio de las armas en el campo de batalla
En este capítulo no haremos alusión a la
dispersión espacial de las armas localizadas,
que es objeto de un análisis específico en otro
lugar en combinación con las monedas y otros
objetos. Nos limitamos aquí a un análisis tipológico y funcional. Desde el punto de vista de la
batalla, insistimos, la potencialidad del conjunto
de armas en su contexto espacial detallado es
inmensa, y de hecho es de lamentar la pérdida
sin duda producida de una información valiosa
por las rebuscas clandestinas recientes. Con
todo, lo hasta ahora hallado permite trazar la
línea de avance del ejército romano, el lugar de
su despliegue, y mucho más (Bellón et al., 2012,
2013 y otros capítulos de este mismo libro). Incluso permite asistir a la argumentación de que
la batalla fue una reñida acción de retaguardia
cartaginesa, más que una lucha a muerte en lo
alto del cerro (Quesada, 2013).
El conjunto hallado adquiere una extraordinaria importancia para comenzar a rellenar arqueológicamente el vacío que, insistimos, existía
hasta hace muy pocos años sobre las armas de
fines del s. III a.C., en particular las romanas. De
hecho, ayuda a proponer –incluso a probar– que
muchos elementos hasta ahora considerados
característicos del s. I a.C. pueden remontarse
hasta fechas más de un siglo anteriores, como
los propios clavi caligares o tipos de jabalina de
punta piramidal alargada.
El análisis de las armas puede ayudarnos,
con limitaciones, a precisar la cronología. Pero
al contrario que muchas monedas, las armas
2.- PILA
nervio. La pieza, casi completa, mide 25,5 cm, de
los que 4,9 corresponden a la punta y 6 a la lengüeta, dejando apenas 14 para el vástago o astil
férreo. La lengüeta tiene un ancho de 3,9 cm. El
orificio de remache proximal tiene un diámetro
de 1,1 cm; el distal, de 0,6 cm. Están separados
por apenas 0,9 cm. La punta, restaurada, pesa
113 gramos.
En Las Albahacas han aparecido hasta el
momento cuatro pila reconocibles, de tipos diferentes (Figura 3).
Nº cat. 9459. Hierro de pilum corto con
enmangue por lengüeta plana. La lengüeta presenta dos pliegues o pletinas laterales en sentido
opuesto para asegurar la fijación (una rota), y
dos orificios grandes para remaches. El vástago,
corto, es de sección cuadrada en su recorrido,
virando a sección circular en el extremo distal
(i.e. la más lejana al astil y al cuerpo del portador), que remata en la punta. Esta es gruesa, de
forma losángica con anchura máxima en el tercio
proximal (i.e., la más cercana al astil), muy gruesa hasta tener casi sección piramidal con fuerte
Nº cat. 9450. Hierro de pilum corto con enmangue de cubo (aplastado) y punta prolongación del astil de sección circular que se transforma en sección cuadrada por forja. Corresponde
pues a un tipo Quesada, IIIB pequeño, común
en el mundo ibérico (Quesada, 1997: 328 y Figs.
189, 190). No es pues un tipo canónico romano,
319
El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula
Figura 3. Puntas de pilum (Dibujo: Paloma Serrano).
320
FeRnAndo QuesAdA et al.
término que implica una connotación como
arma típica y exclusivamente romana, que está
lejos de ser correcta.
aunque es perfectamente compatible con el
modelo más conocido de pilum ‘ligero’ romano
republicano. Longitud máxima, 35 cm; Longitud
de la punta 4,8 cm; Longitud del cubo, 5,8 cm;
Diámetro del cubo 1,3 cm; Diámetro del astil,
0,9 cm; Peso 113,1 gr. Doblado en ángulo abierto
hacia su mitad, quizá por impacto.
Suele utilizarse a Polibio como la autoridad
más experta y explícita sobre el pilum empleado
por las legiones romanas, pero ahí está parte de
la raíz del problema. De Polibio 6,23,8 ss. (y con
menor detalle y mucho tiempo después también
Dionisio de Halicarnaso, 5,46,2) se extrae que
a mediados del s. II a.C. (no sabemos desde
cuándo, y suele asumirse tácitamente que esto se
aplica también a las Guerras Púnicas) los hastati y
principes legionarios llevaban un ὐσσὀς ‘grueso’
(παχύς) mejor que ‘pesado’ como suele traducirse; y otro que Polibio denomina igualmente
pilum, pero ahora λεπτός ‘delgado’ (mejor que
‘ligero’), similar a un venablo de caza (σιβύνη).
Los arqueólogos desde siempre han identificado
el pilum grueso (o ‘pesado’) con los ejemplares
conocidos en los que el elemento férreo se embute en la madera, mediante una lengüeta o una
espiga (una de las dos grandes familias de pila
clasificadas en arqueología, cf. Figuras 4 y 5),18
y el ‘ligero’ con el tipo de cubo.
Nº cat. 1069 (Mus. Jaén inv. 5249). Hierro
de pilum incompleto con hoja plana de forma
foliácea losángica de sección romboidal a cuatro
mesas, bastante aplanada, sin arista marcada. La
longitud máxima conservada es de 37,9 cm. La
mayor parte es el vástago de sección cilíndrica
con un diámetro medio de 0,8/0,9 cm. La longitud de la punta propiamente dicha es de 5,9
cm (se estima el tamaño original en 6,2 cm) con
una anchura máxima en su tercio proximal de
2,1 cm. Lo conservado pesa 109,1 gr, aunque tal
valor es engañoso al faltar parte del hierro. Se ha
perdido el extremo proximal para el enmangue,
que pudo ser pues de cubo hueco o de lengüeta
plana para insertar en la parte lígnea del astil.
El astil férreo está doblado una sola vez, en un
ángulo obtuso abierto de unos 150º respecto a la
recta original. Pudo doblarse y perder el extremo
de la punta por impacto. La forma, tamaño y proporciones de la punta y el aspecto del astil nos
llevan a descartar que se trate de un fragmento
distal de soliferreum, aunque no puede obviarse
por completo esa posibilidad.
Sin embargo, de esta identificación entre descripciones texuales y objetos surgen problemas,
como suele ocurrir. Por un lado, y como varios
investigadores han advertido, los pila de cubo de
gran tamaño (Figura 6) pueden ser tan pesados
como los de lengüeta o espiga (e.g. Connolly,
2001-2: 1), y en muchos casos, más pesados; desde luego resulta difícil considerar el modelo más
antiguo de pilum de lengüeta (Fig. 5 o 6.5) como
más ‘pesado’ que los enormes pila de Vulci o Renieblas que normalmente se describirían como
‘ligeros’ de acuerdo a la terminología al uso,19
que probablemente debamos revisar (Figura
6.A y 6.C frente a Fig. 6.5). Una comparación
a la vez de tamaño y de cronología demuestra
la similitud de piezas fabricadas con siglos de
Nº cat. 9979. Punta de hierro de probable
pilum. Hoja foliácea de tendencia losángica con
ancho máximo en el tercio proximal. Sección
lenticular con fuerte nervio. Conserva el arranque de un vástago de hierro de sección circular,
macizo, que sirve para catalogar la punta como
de pilum. La hoja mide 4,7 cm, y el fragmento en
conjunto, con el arranque del astil, alcanza los
6,1 cm. La punta tiene una anchura máxima de
2,4 cm, y el ancho del vástago en su arranque,
corroído, es de unos 0,5 cm, aunque su diámetro
original alcanzaría los 0,9 o 1 cm.
18
El estudio y catalogación tipológica, cronológica y sobre todo cultural de estas piezas sufre
ya de partida de un problema en la definición
misma de estas armas empleando el latín pilum,17
17
Nadie usa el equivalente griego ὐσσὀς que es el que
emplea Polibio como traducción griega, junto con el
19
321
genérico βέλος para venablos.
La variante de espiga, quizá originaria del valle del
Po y en general del ámbito de la conquista de la Galia
(cf. Feugère, 1994: Fig. 11; Connolly, 1997: 49 y Fig.
5; 2001-2: 2) es marginal en época republicana antes
de César, aunque llegaría a ser predominante en el
Imperio.
Por ejemplo, Vicente et al., 1997:181; García-Dils y
Menéndez Argüin, 2006; Bonacina, 2007, etc.
El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula
Figura 4. Organización tipológica de las diversas familias, tipos y variantes de pila documentados arqueológicamente, romanos o no.
diferencia, y la gran variabilidad de tamaños,
que irían desde el apropiado para la jabalina
de un infante ligero hasta un pilum ‘grueso’ (cf.
Bonacina, 2008: Fig. 1, tipo ‘a incavo’).
En tercer lugar, no hay dos tipos de pila romanos,
sino varios (Figuras 4 y 5), de entre los que el más
antiguo de lengüeta (el llamado tipo Talamonac-
Por otro lado, Polibio nada dice del sistema
de inserción como criterio para distinguir los dos
tipos de pilum, más allá de que el astil metálico
se fija20 con ‘numerosos’ remaches (el término
λαβίς suele referirse sobre todo a abrazaderas)
para asegurar que no se desprenda al impacto21.
no es cierto en absoluto, cf. Junkelmann, 1986: 1889&Taf. 51a; Connolly, 2002-2: 6-7; Bonacina, 2007:
41-42; Quesada, 2008b: 226-228; McDonnell-Staff,
2010; Grab, 2011: 92). Polibio sí especifica, por el
contrario, que sólo la jabalina ligera (γρόσφος βέλος)
empleada por los velites (νεώτατοι ο γροσφομάχοι)
se diseñaba con un hierro delgado para doblarse
al impacto y asegurar que no pudera devolverse
(Polibio, 6,22,4). En todo caso, la famosa reforma de
Mario permitiría, en pila republicanos muy tardíos,
que la parte metálica del pilum rotara libremente
sobre el remache de hierro al partirse el remache
de madera, dejando el arma momentáneamente
inutilizada. Y es evidente, a partir de los pila de espiga
de época sertorianas de La Almoina (Valencia) o de
Caminreal (Teruel) que muchos pila post-marianos
seguían sólidamente fijados al astil lígneo (Ribera,
1995: Fig. 15; Vicente et al., 1997: Fig. 24).
20
21
Otro problema: el término πυθμήν que Polibio
utiliza para referirse al extremo proximal del pilum
fijado mediante remaches (¿o abrazaderas?) tiene más
connotaciones de ‘cubo’ (socket en las traducciones
inglesas) que de lengüeta plana, pero puede referirse
simplemente al extremo o base.
Esto tiene relación con el mito, ampliamente
desmentido pero persistente, de que el hierro del
pilum se diseñaba para doblarse al impacto; esto
322
FeRnAndo QuesAdA et al.
Figura 5. Evolución de los principales tipos de pilum romano entre la Segunda Guerra Púnica y época julio-claudia (de Connolly, 1997: Fig. 4). En la parte superior, pila de cubo, y en la inferior pila de inserción con lengüeta plana.
323
El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula
Figura 6. Pila romanos e indígenas, de tipos de cubo (izquierda) y lengüeta (derecha) en la Península ibérica entre c. s. V a.C. y
c. 50 a.C. Con letras, piezas itálicas o de contexto romano; con números, piezas en contexto indígena hispano. Se aprecia que
las piezas de cubo son comunes; la de espiga, salvo en el caso excepcional de Castellruf, se adscriben a contextos romanos.
A.- Vulci (s. V a.C. probablemente); B.- Montefortino (s. III a.C.); C.- Campamento III de Renieblas (mediados s. II a.C.).
D.- La Almoina de Valencia (c. 75 a.C.) =Quesada 2692; E.- Numancia (mediados s. II a.C.); F.- La Almoina de Valencia (c. 75
a.C.); G.- La Caridad (Teruel), c. 75 a.C.
1.-Perelada= Quesada 2735 (s. V a.C.?); 2.- Almedinilla =Quesada 958 (s. IV-III a.C.; 3.-.Cigarralejo Sep. 532 (=Quesada 532)
(s. II a.C.); 4.-Mirador de Rolando (=Quesada 1434) (s. IV a.C.); 5.- Castellruf (fin s. III a.C.). Pese a la similitud funcional y
tipológica básica, los dos grupos de los llamados pila (de cubo y espiga) tienen un desarrollo paralelo independiente, aunque
su origen remoto en la I Edad del Hierro pudiera ser común (a partir de Quesada 2007: Figs. 1 y 2 modif.).
madera relativamente corto al que se fija (de
diferentes maneras), y un tramo de astil férreo
de sección cuadrada, circular o mixta, de en
torno a un cm de lado, vástago que puede ser
tan corto como 20 cm o tan largo como 100 cm,
en todos los tipos.
cio), fechable entre el s. III a.C. con perduraciones
ocasionales quizá hasta el I a.C. se aleja mucho de
la idea general que solemos tener del pilum como
un arma de largo astil metálico (de sesenta cm o
mucho más) fijado a un corto astil de madera.
En efecto, se entiende por pilum no sólo el
archiconocido tipo legionario llamado Oberaden,
sino todo un conjunto de armas arrojadizas a
corta distancia (alcance menor de unos treinta
metros) y función perforante, que en realidad se
fabricaron en diversas variantes y tamaños a lo
largo de muchos siglos, y con distintos nombres
en diversas regiones (Quesada, 1997: 331 ss.). En
esencia (y ya desde Lindeschmitt 1865: 388), se
vienen caracterizando tipológicamente los pila
a partir de los siguientes elementos: un astil de
Esta pieza férrea remata en una punta muy
pequeña y compacta en relación al resto del
hierro, que puede tener diferentes variantes (de
antigua a moderna esencialmente: plana y lanceolada con o sin aletas; lanceolada con nervio,
piramidal maciza).
Para analizar pues las armas de Las Albahacas es pues necesario comprender claramente
que (Figuras 4 y 5):
324
FeRnAndo QuesAdA et al.
a. En la bibliografía arqueológica, y con independencia de Polibio, se distinguen dos
grandes familias denominadas pila por
la forma de unión del vástago de metal
al astil de madera (Connolly, 1997; Quesada, 1997: 327 ss.; Pernet, 2010: 63 ss.).
En el primer grupo (Fig. 4, Fig. 5 parte
inferior), la fijación se hace embutiendo
el metal en el astil de madera, y fijándolo
con remaches, virolas o una combinación
de ambos (figura 5, parte inferior)22. En el
segundo grupo tipológico (Figura 5, fila
superior), el vástago metálico arranca en
su parte proximal con un cubo hueco en
el que se inserta el astil de madera.
caracterizados, en modo alguno, como
‘marcadores étnicos’ (Figura 6).
d. Las fuentes grecolatinas se caracterizan
por su extrema inconsistencia en la denominación de las armas, y ello incluso
entre los autores más técnicos (e.g. Quesada, 1994). En particular, el caso de las
armas arrojadizas es un verdadero campo
de minas (Quesada, 1997: 331-343 con
discusión detallada). Por ejemplo, es más
que probable que el pilum de cubo, con variantes formales escasas o incluso nulas,
se conociera en Etruria, la Galia e Iberia
bajo diversos nombres, como falarica en
Iberia (cf. Quesada, 1997: 334 ss., a partir
de Livio, 21, 8, 10)24; o gaesum en la Céltica
(cf. pila romana sunt quia gaesa gallorum,
Serv. Gram. ad Aen. 8,661, donde gaesa
y pila pueden ser piezas muy similares,
no solo funcional sino tipológicamente,
por limitaciones prácticas de las formas
posibles; ver discusión y bibliografía
específica en Quesada, 1997: 331-332 y
339). Ejemplares muy similares abundan
en contextos ibéricos desde antes de la
presencia romana, como veremos. En
consecuencia, es tarea casi estéril precisar
con exactitud la denominación de un tipo:
probablemente variaría, para la misma
pieza, en diversas regiones y momentos.
b. Ambos grupos pueden tener el hierro
corto o largo, y diversos tipos de punta.
Aunque hay algunas tendencias cronológicas, distan mucho de ser exactas o
precisas. En términos generales las puntas
evolucionaron de más anchas a más compactas, piramidales; los hierros tendieron
a alargarse en los pila de lengüeta, y a
reducirse en los de cubo.
c.
22
23
Mientras que los ejemplares de lengüeta
y de espiga (Figura 5, debajo) son casi
exclusivos del mundo itálico, y en particular del romano23, los pila con emangue
de cubo aparecen en contextos hispanos,
galos, etruscos y latinos desde el s. V a.C.
e incluso algo antes, sin aparente relación
entre ellos. No pueden ser por tanto
e. Como se ha detallado antes (Apartado
1.d), la similitud en las formas de combate
individual y de pequeñas unidades entre
hispanos y romanos hace que ambos ejércitos, en la época de la Guerra de Aníbal
y décadas posteriores, pudieran emplear
indistintamente sus armas o las capturadas al enemigo o fabricadas en armerías
locales. Por tanto, todos los pila hallados
en Las Albahacas (incluyendo el que en
principio sería más característicamente
romano, el núm. 9459) pudieron haber
sido llevados allí por combatientes romanos, hispanos o cartagineses de toda
procedencia. Sin embargo, dado que estamos a comienzos de la campaña anual, las
armas más características (como el pilum
En realidad, esta familia tiene a su vez dos tipos
(Figura 4): en el más común el extremo proximal del
astil metálico es una lengüeta plana (que a su vez
puede ser rectangular o con escotaduras centrales
que le dan un perfil de ‘reloj de arena’) y que puede
(o no) tener los laterales doblados en un característica
sección en ‘S’ para mejorar la fijación. En el segundo
tipo el astil de hierro arranca, en lugar de con una
lengüeta, con una punta afilada que se inserta en el
astil de madera, reforzándose (o no) la unión con
un virola o capuchón metálico. Este último tipo de
espiga aparece sobre todo en contextos cesarianos
en Alesia, y luego en contextos imperiales a partir
de época augustea (no incluidos en la Figura 4, ver
Connolly, 1997: 49 y Fig. 5; 2001-2: passim).
Las piezas romanas de espiga con un solo remache
podrían ser originarias del valle del Po, en el norte
de Italia (Connolly, 2001-2).
24
325
Contra, en un trabajo confuso, Melgares (1982).
El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula
9459) normalmente procederían de su
usuario inicial, en este caso, un romano.
tipo (Kranj en Eslovenia, Bishop y Coulston,
2006: 51) debe también datarse probablemente
en la primera mitad del s. II a.C.
Con estas consideraciones, morosas pero
imprescindibles, podemos entender más cabalmente la clasificación de los pila hasta ahora
catalogados en Las Albahacas.
Más significativa aún es la aparición reciente
en Iberia de algunos ejemplares de este tipo de
pilum de lengüeta antiguo. Los más importantes
son los (entre seis y diez) del poblado ibérico de
Castellruf (Gerona), fechados muy a fines del s.
III a.C., es decir, en plena Segunda Guerra Púnica,
del mismo tipo que el de Las Albahacas (Álvarez
y Cubero, 1999; García Jiménez, 2013: 45)25.
En principio, sólo el ejemplar 9459 de lengüeta podría ser considerado como ‘romano’.
Por su carácter diagnóstico es una de las armas
más importantes de las halladas en Las Albahacas, ya que, por su tipología y tamaño, corresponde perfectamente a un tipo de pilum romano
antiguo, característico sobre todo de fines del s.
III a.C. A grandes rasgos, puede decirse que los
pila de este tipo son piezas cortas, de entre 25 y 30
cm de longitud total, achaparradas, con lengüetas cortas y anchas de dos remaches y pletinas
dobladas; las puntas son triangulares, con barbas
o sin ellas, o lanceloadas con gruesos nervios.
Si la asociación de estas armas a un pequeño
taller metalúrgico local es correcta, y no se trata
de restos de una destrucción por asalto al poblado
(Álvarez y Cubero, 1999: 140), es más que probable
que las posibles explicaciones proporcionadas
por estos autores a la presencia del lote de pila
(reparación o reaprovechamiento del material,
armas capturadas) ya de por sí algo forzadas26,
podrían ser sustituidas por una explicación más
económica, esto es, que estas puntas estaban siendo fabricadas en el poblado, quizá por orden de
autoridades romanas locales, necesitadas de toda
la capacidad productiva por parte de pueblos aliados y/o sometidos; o por imitación local de armas
conocidas. Sabemos que en diversos momentos
de la República los romanos recurrieron a fabricae
o armamentaria locales, bien en enclaves púnicos
como Carthago Nova en la Guerra de Aníbal (Polibio, 10, 17, 6 y 10, 20, 6-7; Livio, 26, 47, 2,; 26, 51, 7),
bien en otros iberos (en época sertoriana, cf. Livio,
91: “Había publicado [Sertorio]un edicto en toda
la provincia disponiendo que se fabricasen armas
según los recursos de cada pueblo” (trad. F. Villar,
BCG)27 (Quesada, 2006b: 95 ss.). Dado lo que hemos dicho sobre la compatibilidad de armas (por
ejemplo soliferreum/pilum; espada recta hispana/
espada recta romana), la navaja de Occam apunta
a esta explicación.
Un buen ejemplo son las piezas de Talamonaccio, procedentes de un depósito votivo
tradicionalmente (cf. Couissin, 1926: 190 ss.) asociado a la batalla de Telamon contra los galos en
225 a.C., y cuyos ejemplares más característicos
han dado nombre al tipo (Luik, 2000; Connolly,
1997: Fig. 2). De hecho, las decenas de casos de
especímenes funcionales de la Variante 1 de Luik
(2000: Abb, 1) son casi idénticos al ejemplar de
Las Albahacas en dimensiones, proporciones
achatadas, y características de la lengüeta (incluyendo plegado y número de perforaciones).
En los ejemplares de Telamon sólo su punta,
plana, sin nervio, es más sencilla y débil –menos
perforante, pues que la de Las Albahacas–, como
correspondería en el primer caso a un modelo
ligeramente más antiguo (unos veinte años).
A este contexto de c. 225 a.C. pueden añadirse
varios otros ejemplares antiguos, pero datados
ya hacia el 180 a.C., y procedentes del importante conjunto de Smihel (Eslovenia) (Horvat
1997, 2002), así como otros ejemplares similares
procedentes del nekromaneion de Ephyra en
Epiro, datados c. 167 a.C. (Volling, 1997: Abb
11a-11b; Connolly, 1997: Fig. 2.F-J, ec.); y otro
de Entremont en la Galia, datable ya a fines del
s. II o incluso principios del s. I a.C. (Arcelin y
Girard, 2013) (ver Connolly, 1997; Horvat, 1997;
Luik, 2000 para síntesis). Otros ejemplares del
25
26
27
326
Hay en Castellruf variantes con y sin escotadura
y con y sin aletas en la punta, indicativo de la
contemporaneidad de estas variantes (ver Fig. 6).
Lo mismo ocurre con Talamonaccio, donde conviven
estas variantes en las mismas fechas (Luik 2000, Abb.
2).
Las armas no estaban especialmente dañadas en
principio, y la reutilización de la materia prima es, en
el caso del hierro ya forjado y de este tipo de vástagos,
problemática.
A partir del palimpsesto Vaticano Lat. 24, 91.4.
FeRnAndo QuesAdA et al.
Aunque son los más significativos y cercanos
a Albahacas 9459, los de Castellruf no son los
únicos ejemplos de tipo ‘Talamonaccio’ en Iberia.
El más completo y problemático es el procedente, sin contexto ni origen preciso, de la Penya del
Aguila en el macizo del Montgó, en Denia, conservado en el Museo de Jávea28. El arma, corta, de
lengüeta plana y punta con aletas, corresponde
a un modelo antiguo, pero el problema es que
el conjunto de las armas documentadas como
procedentes del Montgó (aunque sin contexto
preciso), suelen asociarse a las fuentes literarias
que identifican el punto como una base naval de
época sertoriana, hacia el 75 a.C., lo que parece
confirmarse por la datación de los materiales
cerámicos del yacimiento, estos sí prospectados
in situ (Sala et al. 2013:197 ss.). Si la datación
sertoriana es correcta (aunque las armas localizadas hasta ahora permitirían una horquilla
hasta el final del s. III a.C.) y atribuyéramos al
contexto sertoriano la punta, se convertiría esta
pieza en la más moderna conocida del tipo, casi
cuatro décadas posterior a la pieza, hasta ahora
la más reciente, de Entremont, fechada c. 123
a.C. (Luik 2010:275; Arcelin y Girard, 2013:335338). En cambio, la lengüeta rectangular con dos
remaches del Tossal de la Cala, en Alicante (Bayo
2010:125 ss. y Fig. 75.3) podría tanto pertenecer
a un pilum de vástago corto o largo, y su cronología podría ir por tanto, per se, desde el final del
s. III a principios del s. I a.C.29.
El segundo ejemplar de pilum, nº 9450, pertenece a la otra gran familia de este grupo de
armas, caracterizada por su enmangue de cubo
y normalmente calificada como ‘ligeros’, caracterización que ya hemos analizado (Figuras 4, 5
parte superior y 6). Tipológicamente, su ausencia
de punta elaborada lo incluye en el tipo Quesada,
IIIB corto, es un modelo tan frecuente en contextos romanos como indígenas, en Iberia al menos.
En el depósito de armas romanas de Smihel,
datado como sabemos en las primeras décadas
del s. II a.C., se asocian hasta 47 puntas de este
tipo a otras del modelo de lengüeta corto o
‘Talamonaccio’ (Fig. 5; Hovat, 1997: Fig. 6, 111;
2002: Pl.). El diámetro interior de estos pila (1,3
cm) y la longitud de la mayoría (entre 30 y 38
cm) coincide plenamente con el de Albahacas, y
correspondería con el tipo ‘delgado’ y por tanto
liviano de Polibio. En contextos posteriores y
asociados al ejército romano siguen apareciendo estos pila de cubo con punta simplificada
desde c. 133 a.C. Así, en Numancia, tanto en
los campamentos del cerco como en Renieblas
III (Luik, 2002: 76 ss, en concreto Abb.85.136
o Abb. 183.145). El modelo perdura en época
sertoriana como en Caminreal (Teruel, Vicente
et. al, 1997: Fig. 27).
A menudo estos hierros de pila de punta
simplificada pero eficaz alcanzan una longitud
mucho mayor, hasta 90 cm de hierro, aunque sin
llegar nunca a los tres codos (πἠχεις), (c. 130 cm)
mencionados por Polibio (6,23,10)30. Pueden aparecer en contextos romanos (Numancia, Luik,
2002: Abb.183.143), pero también en contextos
ibéricos como la necrópolis de Íllora en Granada
(Quesada, 1997: nº cat. 1565).
En conjunto, pues, consideramos que el
pilum 9459 de Las Albahacas (Bellón et al. 2013a:
327; 1013b: 31) es un ejemplar de morfología
típicamente romana, característico del periodo
de las Guerras Púnicas aunque pudo perdurar
en el tiempo hasta el s. II o incluso (muy dudoso)
principios del I a.C.
28
29
Ahora bien, pila sencillos de este tipo, indistinguibles de los ‘romanos’ son muy abundantes
en la Península Ibérica en contextos indígenas
desde el s. V a.C. (Figura 6). En 1997 catalogábamos en torno a 42 piezas del tipo III (pila de cubo
con punta elemental) (Quesada, 1997: 862ss.) en
fechas muy variadas.
Por donación de J. Cardona (núm. Inv. Mus. Javea
2184a), cf. VVAA, 2004: 88). Long. Max. 41 cm,
algo mayor que la media. Dos posibles orificios de
remache en la lengüeta (obsv. personal).
Existe otro posible ejemplar de este tipo procedente
de Ampurias (Mus. MAC-Girona, n.inv.13866,
cortesía Gustavo García Jiménez), del que sólo se
conserva punta (plana y lanceolada, sin aletas ni
nervio) y un corto tramo de astil con ensanchamiento
proximal quizá indicativo del arranque de la
lengüeta. No tiene contexto, ya que procede de
colecciones privadas.
30
327
Coincidimos con Luik en que las medidas que
proporciona Polibio no son realistas, y en que su
descripción es muy problemática al casarla con los
datos arqueológicos contemporáneos a este autor, en
particular Numancia (Luik, 2002: 81).
El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula
Así, hay contextos que llegan al siglo V a.C.,
como en El Bovalar (Castellón de la Plana) (Sep.
2, Quesada, nº cat. 2333) o el Puig de Benicarló
(Quesada, 1997: nº cat. 2362 y otros) y otros
ejemplos, que podrían también ser considerados como los grandes regatones de hasta 40 cm
que corresponden a las grandes lanzas arcaicas
de hierro (en Mianes, Solivella, etc.). Lo mismo
ocurre con el probable pilum multiuso de Prados
Redondos (Guadalajara) (Quesada, nº cat. 3610)
del s. V a.C. En el otro extremo de la horquilla
cronológica, probablemente a fines del s. III, o
quizá un poco después, hay ejemplos celtibéricos de este tipo en Arcóbriga (Zaragoza) (Sep.
C, Quesada, nº cat. 3042, actualizado en Lorrio
y Sánchez 2009: 56 ss.). En el ámbito ibérico, y
con una datación de fines del s. III a.C. tenemos
ejemplos en Cabecico del Tesoro (Murcia) (Sep.
69, nº cat. 203), Cabrera de Mar (Quesada, 1997:
nº cat. 2632) y su equivalente de gran longitud
(80 cm) nº cat. 2644. Quizá a caballo con el s. II
a.C., y en un contexto interesante, podemos citar
el pilum de la necrópolis emporitana (Quesada,
nº cat. 2772) que quizá algunos preferirían considerar romano. Ya en la primera mitad del s.
II a.C. contamos con ejemplares en Cigarralejo
(Murcia) (Sep. 198, nº cat. 532); Cabecico del
Tesoro (Sep. 49, nº cat. 202; Sep. 141, nº cat. 204),
llegando a mediados de esa centuria e incluso
más allá (Cabecico, S 41, Quesada, nº cat. 202).
En la otra gran área geográfica tenemos un panorama similar; en Uxama (Soria) hay piezas
similares en tipo y datación (e.g. Sep. 3, Quesada,
nº cat. 4299).
imposible precisar si corresponderían a puntas
de cubo o de lengüeta.
En el primer caso, si fueran piezas de cubo,
el ejemplar Albahacas 1069 sería un pilum de tipo
Quesada, II (Quesada, 1997: 327 ss.), de tamaño
mediano o grande, con punta lanceolada sin
nervio marcado, con sección lenticular o a cuatro
mesas. De nuevo es un modelo que puede atribuirse tanto al ejército romano como a pueblos
peninsulares. Así, hay pila romanos republicanos
de este tipo en contextos itálicos antiguos, siempre anteriores a mediados del s. II a. C., como el
ejemplar de Vulci de los Museos Vaticanos, de
cronología debatida que podría subir hasta el
s. V a.C. (Connolly, 1997: 44 y Fig.1.A); o el de
Montefortino de c. 250 a.C. (Connolly, 1997: Fig.
4, ver Figura 5). En cambio, Horvat no recoge
puntas de este tipo en Smihel en contexto de c.
170 a.C. (Horwat, 1997), ni Luik en Numancia
en contexto de c. 133 a.C.31 (Luik, 2002). Sin embargo, y para complicar las cosas, hay también
pila de cubo con punta de hoja ancha y plana en
momentos muy muy tardíos, de época cesariana,
como en el ejemplar de Osuna (Sievers, 1997a:
núm. 68, que también podría ser indígena dados
los tipos de armas hallados, cf. Quesada, 2008:
17 y Fig. 4B).
En casos de piezas nuevas sin contexto,
como la de El Guijo (Écija, Sevilla), la atribución
de pila de este modelo32 a un contexto romano
en periodo cesariano es posible (García-Dils
y Menéndez, 2006), pero igualmente podría
remontarse a época sertoriana o (menos probablemente por su gran longitud, 74,6 cm) a la
época de la Segunda Guerra Púnica.
Valga esta tediosa enumeración para demostrar que este tipo de armas de manufactura
elemental abarca un amplio marco cronológico
(toda la Segunda Edad del Hierro) y cultural
(toda la Península Ibérica, además del mundo
romano, y también buena parte de la Galia,
donde no queremos entrar ahora). El pilum
Albahacas 9459 es pues perfectamente compatible con el contexto cronológico de la batalla
de Baecula, pero no podemos saber a qué bando
pudo pertenecer.
Por lo que se refiere a contextos peninsulares
no romanos, en 1997 conocíamos ocho ejemplares de tipo II (pilum de cubo con punta lanceolada sin nervio), fechables desde fines del s. V a.C.
(Alpanseque, Sep. 27, Quesada, nº cat. 4071) y
el primer cuarto del s. IV a.C. (Cigarralejo, Sep.
277, Quesada, cat. 628; Serreta de Alcoi, Sep. 1)
31
Los otros dos restos de pila de Las Albahacas
(Figura 3), con números 5249 y 9979, presentan
una problemática en cierto modo similar al de
Albahacas 9459. Al estar ambos incompletos, es
32
328
El problema de la cronología de Renieblas V
(sertoriano o anterior) afortunadamente no nos
afecta aquí por ausencia de piezas relevantes en ese
contexto.
Aunque la punta es sospechosamente débil por su
desmesurada longitud y ausencia de nervio.
FeRnAndo QuesAdA et al.
En conclusión, pues, el grupo de pila de Las
Albahacas es consistente con un arco cronológico
máximo de c. 225-75 a.C., pero el ejemplar de
tipo Talamonaccio es diagnóstico para llevar la
fecha a fines del s. III a.C.
a los que ahora cabe añadir algunos más del
Puig de Sant Andreu (Ullastret, Gerona, MAC
Ullastret 2753, cortesía G. García); o de Arcóbriga
(Lorrioy Sánchez, 2009: Fig. 162).
Por lo que se refiere al otro fragmento de
probable pilum con punta ancha pero ahora
con nervio marcado (Albahacas 9979, Figura
3), el problema es el mismo al del caso anterior,
agravado por la práctica ausencia de astil. De
nuevo hay paralelos anteriores a mediados del
s. II a.C. para este tipo de punta ancha en contextos romano-republicanos; pero también, y con
mayor claridad, aparece este tipo en contextos
plenamente indígenas, y en fechas del s III a.C. o
incluso anteriores. La punta lanceolada con nervio marcado es base del tipo de pilum Quesada
I, que aparece en contextos indígenas hispanos
con tamaños de entre 20 a 70 cm (Quesada, 1997:
Fig. 192). En 1997 conocíamos como mínimo
tres ejemplares del tipo, fechables en el s. IV
a.C. (Mirador de Rolando, Granada, cat. 1434)
o de fecha imprecisa y gran tamaño (Meca en
Valencia y Galera en Granada, nº cat. Quesada,
5017 y 2741). A ellos se pueden añadir ahora
varias piezas de S. Julià de Ramis31, halladas en
un contexto de destrucción (Burch et al., 2001: 20)
de fines del s. III o muy principios del s. II a.C.
(García Jiménez, 2006: 284; 2012: 537).
Además, ayuda a sostener una fecha antigua
la presencia de dos puntas anchas y planas, con o
sin nervio, combinada con la completa ausencia
de puntas piramidales macizas alargadas, que
son con mucho las más características de los
contextos de c. 130 y c. 75 a.C. (además de, por
supuesto, los cesarianos y altoimperiales). Estas
puntas piramidales macizas y alargadas serán
con el tiempo las más caracerísticas tanto en las
familias de cubo como en las de lengüeta (en general ver Connolly, 1997, 2001-2002; Luik, 2002).
En época sertoriana son en Iberia casi exclusivas,
como en la Almoina de Valencia (Ribera, 1995:
Fig. 15), en Cáceres el Viejo (Ulbert, 1984: Taf.
24); o en Bordegasos (Vilopriu, Gerona) (Nolla
et al., 2010: 165-166 y Fig. 10.2.2.10); en época
cesariana, c. 45 a.C., son igualmente predominantes en Osuna (Sievers, 1997a: 63 ss.) y quizá
en el Castro de la Dehesa de la Oliva (Cuadrado,
1991: 226 y Fig. 38).
Culturalmente hablando, el pilum más antiguo de lengüeta de Las Albahacas fue muy
probablemente romano. Los otros tres pudieron pertenecer a cualquiera de los dos bandos
enfrentados.
Estos datos impiden pues que podamos atribuir el arma a un bando concreto, pero de nuevo
son un indicio de cierta antigüedad comparativa.
3.- ¿VERUTA O TIPO 11A (=X)? (Figuras 7 y 8)
Quizá el conjunto más compacto tipológicamente de armas procedentes de Las Albahacas
es el de cinco (quizá hasta siete) puntas de arma
arrojadiza perforante más ligera que el pilum
(Figura 8)34. Se trata de puntas de unos 15 a 20
33
34
cm de longitud total, con cubo circular de un
diámetro interno cercano a los 1,3 cm, dotados de
un orificio para un pasador de fijación. El cubo
de forma cónica se prolonga en sección circular
hasta que, en su extremo distal, se transforma
por forja para adoptar una sección cuadrada de
en torno a 0,8-1.0 cm de lado. En el punto de
transición suele haber un ligero resalte, siendo
el extremo circular del cubo, ya macizo en este
punto, ligeramente menor que el arranque de
la punta cuadrada, que es pues piramidal, muy
Algunas perdidas, MAC Gerona.
Aunque algún autor como Poux (2008: 333) los
incluye inicialmente entre los pila, luego muestra
sus dudas para clasificarlos genéricamente como
‘proyectiles’ dependiendo de su tamaño (ibid.: 358
ss.). Pernet agrupa por su parte en una categoría los
pila cortos de cubo y estas jabalinas, por su tamaño
menor y su carácter arrojadizo perforante (Pernet,
2010: 68), con independencia de que los primeros
tienen cubo, astil y punta independizados, y los
segundos en realidad no.
329
El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula
Figura 7. Puntas de verutum (Dibujo: Paloma Serrano).
330
Peso Gr.
AnMxHj
Ø. Cb. Ext
Lg. Cb
Lg. Hj.
Lg. Mx.
Tipo
Metal
Núm.Cat.
FeRnAndo QuesAdA et al.
1474
Fe
11a,Var.X
21,0
12,6
8,4
1,5
1,0
65
195
Fe
11a,Var.X
18,4
9,5
8,9
1,4
0,9
59
3088
Fe
11a,Var.X
16,3
8,8
7,5
1,2
0,9
44,1
9550
Fe
11a,Var.X
19, 2
13,2
6
1,4
0,8
60
4754
Fe
11a,Var.X
>13
>7
>5,8
2379
Fe
2258
Fe
¿11a,Var.X? >9,5
0,9
0,7
¿?
Observaciones.
Cubo deformado y muy abierto con sutura
abierta. Una perforación para pasador.
Faltan unos mm. de la punta. Mus. Jaén
5343.
Un orificio de pasador. Sutura abierta y
visible en toda la longitud. Mus. Jaén 5346.
Perforación opuesta a la sutura visible.
Mus. Jaén 5415.
Extremo cubo aplastado. Conserva orificio
de pasador, opuesto a línea de sutura, que
es visible hasta el inicio de la punta. El
cubo se estrecha hasta un diámetro de 0,8
en el arranque de la punta.
La parte hueca parece corta, unos 2,7
cm, y se prolonga en vástago macizo de
sección circular antes de llegar a la punta
piramidal alargada de sección cuadrada.
El extremo de la punta está ligeramemente
aplastado y deformado por impacto. Arranque cubo aplastado.
Ver 2258. Punta maciza de hierro sin señal
de arranque de cubo y sección subcircular
irregular con marcas de foija. Sin embargo,
presenta un muy ligero estrangulamiento en lo que podría ser el arranque de
una punta piramidal alargada de sección
cuadrada. Lo que correspondería al asttil
es de sección circular maciza. La ausencia
de señal de arranque de cubo es llamativa.
No es pilum ni soliferreum claro.
Ver 2379.
Figura 8. Tabla de dimensiones y clasificación de veruta.
alargada y maciza (Figura 7). El peso oscila en
torno a los 50-65 gr. Se trata pues de un tipo de
arma arrojadiza a mano, dotada de una notable
capacidad perforante en especial contra escudos
y protecciones como la lorica hamata, cuyos anillos remachados se abrirían con más facilidad
ante el impacto de estas puntas muy estrechas
y compactas que frente a otras anchas y planas.
(De genere armorum 19, ed. Lindsay), pero sobre
todo por la descripción del lexicógrafo del s. II
d.C. S. Pompeyo Festo (de sign. verb. s.v. verutum)
quien, resumiendo a Verrio Flacco (de época
augustea), escribía: “veruta pila dicuntur, quod
veluti verua habent praefixa”; esto es, “llaman...
veruta a pila que tienen fijada [por punta] una
a modo de asador”35. Otros autores que se han
Hemos empleado para el epígrafe de clasificación el término latino verutum, que hemos
preferido al genérico tela (Isid. Etym. 18, 7, 1-11)
precisamente por su significado como telum breve
et angustum, según el léxico de Nonio Marcelo
35
331
Sobre la compleja transmisión del léxico de Varrón
vía Festo y Paulo Diacono, ver recientemente http://
www.ucl.ac.uk/history2/research/festus/index.
htm
El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula
fijado en detalle en el término36 traen a colación el
Corpus Glossariorum latinorum (vol. V Ed. Goetz,
p. 253.11) donde, de manera curiosa, el verutum
sería un genus telum… in quo ferrum solidum est
atque productum, un hierro sólido y alargado en
forma de cuña. Convendremos en que estas descripciones se adecúan perfectamente a nuestro
tipo 37. Además, Livio dice (1,43) que el verutum
fue el arma arrojadiza de los infantes ligeros de la
cuarta clase censitaria serviana, por lo que debió
de ser un arma sencilla. Podría ser equivalente
del griego ἀκὀντιον (empleado normalmente
como sinónimo de iaculum y de telum) o incluso
del polibiánico γρόσφος.
del mundo ibérico, lo más notable es que la
mayoría de estas puntas han aparecido en lotes
o ‘manojos’ de seis puntas (Cabecico del Tesoro,
Murcia, Sep. 102, Quesada, 1997: nº cat. 208 y
210-214) o de doce (Cigarralejo, Murcia, Sep.
147, Quesada, 1997: nº cat. 474 a 486).39 Ambas
sepulturas son tardías, y se pueden fechar en
la segunda mitad o incluso finales del s. II a.C.
(respectivamente Quesada, 1989: vol. I p.317
y vol. ΙΙ p. 151; y Cuadrado, 1987: 302 y Fig.
123). Otras puntas sueltas aparecen en diversos
yacimientos, con y sin contexto, desde Cataluña
a Córdoba (Quesada, 1997: 382 y Fig. 231) y Navarra, en un contexto ya casi augusteo en Eraul
(Castiella, Sesma, 1988-89: Fig. 227.3).
Pero en realidad no podemos saber si nuestra propuesta es correcta o no, dada la notoria
falta de precisión y consistencia de los autores
clásicos en el uso de los términos técnicos,
incluso de los más conocedores de la terminología militar (Quesada, 1994). La alternativa es
la escueta clasificación tipológica de acuerdo a
criterios formales y numéricos. En tal caso, y
teniendo en cuenta que –y como ocurría en el
caso de los pila– hay en Iberia más ejemplares
de este tipo de punta en contextos locales que
romanos, la alternativa es emplear nuestra denominación en la clasificación de las armas de astil
lígneo hispanas: tipo Quesada, 11a (variante X)
(Quesada, 1997: 382 ss. y Figs. 244 y 245).
La más llamativa, porque es la única que
puede sin duda llevarse al s. IV a.C., es la procedente del Dpto. 100 del oppidum de La Bastida (Mogente) cuya datación anterior a fines
del s. IV a.C. no debe ponerse en duda, y que
por tanto lleva a retrotraer mucho el origen de
estas puntas en Iberia (Fletcher et al., 1969: 289
y Quesada, 2011: passim). No podremos entrar
aquí en el origen del tipo, itálico, hispano o
por convergencia, pero la pieza de Bastida es
más antigua que la mayoría, si no la totalidad,
de las conocidas en contexto romano. Por otro
lado, la forma del arma es lo suficientemente
elemental como para consentir un diseño independiente en varias regiones distintas en
distintos momentos.
Con este tipo ocurre como con las puntas
de pilum estudiadas antes: aparecen tanto en
contextos ibéricos como romanos38. En el caso
36
37
38
Si este tipo de punta no sólo está muy
presente en el mundo hispano, sino que tiene
ejemplares muy significativos, por contexto y
antigüedad, es en el ámbito romano dónde resulta más conocido, hasta el punto que resulta
Reinach (1907: 434); Couissin (1926: 121 ss.; 214 ss);
Schulten (1943). Para este último, verutum es un
sustituto de pilum en su variante ligera. Ver síntesis
de la discusión en Quesada (1997: 332).
Otro candidato plausible para este tipo de hasta
velitaris sería precisamente el modelo de pilum de
cubo con punta simplemente aguzada que hemos
clasificado antes (tipo Quesada, III).
Debemos indicar también que piezas aparentemente
muy similares se fabricaron en otros contextos mucho
más tardíos, por ejemplo en el Medievo hispano.
Algunas (Soler, 1986: Fig. 5.2; Izquierdo, 1994: Fig.
28.3) son reconocibles como distintas por la factura
y tosca forma de plegar el cubo, que no se da en
estas piezas en época romana. Otras (Soler, 1986:
Fig. 5.4) son aún más difíciles de reconocer, salvo por
no presentar el engrosamiento en el arranque de la
punta piramidal. Los hallazgos del campo de batalla
de Alarcos (Zozaya, 1995: 176-182) permiten fechar
39
332
su recorrido medieval al menos en el s. XII-principios
del XIII, aunque las piezas de Alarcos sean mucho
mayores que las antiguas. Sirvan estas líneas para
recordar las dificultades de fechar objetos metálicos
simples procedentes de prospección superficial.
Volveremos sobre este problema, a mucha mayor
escala, al analizar las puntas de flecha de Las
Albahacas (infra).
Quizá no sea del todo ocioso recordar en este peculiar
contexto y números que seis asadores (οβελὀι)
forman un manojo (δράγμα), el número mayor que
cabe en una mano, y que tanto δράγμα como δραχμἠ
tienen su raíz en δρἀσσομαι, ‘coger con la mano’,
‘agarrar’; mientras que ὀβολὀς deriva de ὀβελὀς.
FeRnAndo QuesAdA et al.
Yacimiento
Cronología
Bibliografía
Observaciones
Telamon
c. 225 a.C.
Reinach (1907:Fig. 6);
Couissin (1926:Fig. 53)
Muy probable.
La Palma (Tarragona)
c. 215-209 a.C.
Noguera et al. (2013:Fig.18.1)
Sin engrosamiento basal.
Smihel
c. 180-160 a.C.
Horvat (1997:Fig. 9)
Al menos 11 ejemplares,
claramente distinguidos de
los tipos de catapulta.
Numancia-asedio y Renieblas III
c. 133 a.C.
Luik (2002:Abb. 87.151- 154)
Luik (2002:Abb.183.147; 186187)
Renieblas V
c. 100 o c. 75 a.C?
Luik (2002:Abb.183.147)
Alesia
c. 52 a.C.
Osuna
c. 45 a.C.
Kalkriese
c. 9 d.C.
Kalefeld
c. 250 d.C.
Brouquier-Reddé (1997);
Reddé-Schnurbein (2001:167)
Engel, Paris (1906); Sievers
(1997:n.75); Quesad (2008c:Fig.
5c)
Moosbauer, Wilbers-Rost
(2007:29); Moosbauer, Wilbers
Rost (2009:ABb. 3)
Geschwinde et al. (2009;Abb.4)
Numerosos ejemplares.
Versión simplificada sin
apenas escalón basal.
Conserva orificio de pasador.Mus. St. Germain.AM
1243-1249,71.
En 2007 clasificados como
regatones; en 2009 ya
como jabalinas.
¿empleadas como proyectiles de catapulta?
Figura 9. Ejemplos de veruta de tipo Quesada 11a en contextos romanos de distinta cronología.
característico en muchos lugares y contextos
(Luik, 2002: 81-82), de los que ofrecemos en
la Figura 9 un resumen no exhaustivo pero sí
muy significativo, que demuestra su existencia
desde fines del s. III a.C. hasta el s. III d.C. por
lo menos. Es especialmente relevante el caso del
campamento de campaña romano de La Palma,
en la desembocadura del Ebro, fechable a fines
del s. III (Noguera, 2008, 2012), en los mismos
años que Baecula, y donde el ejemplar de este
tipo conocido se asocia a otras armas similares
a las de Las Albahacas, incluyendo puntas de
flecha y una gran punta de pilum o de jabalina
fragmentada en la base, además de glandes de
honda (Noguera et al., 2013: Figs 18-19).
mont (Arcelin y Girard, 2013) o más tarde en el
oppidum de La Cloche, en un contexto cesariano
hacia 49 a.C. (Chabot y Feugère, 1993: 37 ss.) y
en Alesia (Sievers, 2001: Pl. 70.373-374). En el
interior continental galo estas puntas, sin ser
frecuentes, son conocidas en diversos yacimientos indígenas de época ‘republicana’ en el valle
del Ródano (Desbat y Maza, 2008: Fig. 7.59), y al
interior como la Butte Saint-Geneviève (Meurthe
et Moselle), o Bibracte, donde los investigadores se preguntan también por el origen del tipo
(respectivamente Dechezleprêtre, 2008: 99-100 y
Fig. 5.4; Pernet et al., 2008: 105). La idea de Pernet
(2010: 107) de considerar estas puntas ‘galas’
como de origen romano es discutible a la vista
de los casos hispanos antiguos. El modelo tuvo
larguísima perduración, e incluso encontramos
anomalías como su producción en bronce en
campamentos militares romanos de la Dacia a
mediados del s. III d.C., con una tipología muy
próxima a la de ejemplares seis siglos anteriores
(Petulescu, 1991).
Por otro lado, y además de en Hispania,
este tipo es frecuente en contextos ‘provinciales’ no estrictamente romanos, pero sí, como
en la mayoría de los casos hispanos, asociados
al momento de la conquista romana. Aparecen
así en lugares tan distantes entre sí como en un
depósito de c. 180 a.C. en Smihel en Eslovenia
(Horvat, 1997, 2002); en una sepultura de un
reyezuelo númida en Es Soumaa de c. 130-110
a.C. (Ulbert, 1979: Abb. 203; Pernet, 2010: 51), o
el sur de la Galia, como circa 123 a C. en Entre-
Existe una cierta confusión entre estas puntas alargadas y relativamente largas (si cogemos
la muestra completa, no solo la de Albahacas,
oscilan en torno a los 15-28 cm de longitud y los
333
El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula
50-80 gramos de peso) que aquí denominamos
veruta, y otro grupo de puntas tipológicamente
similares y quizá derivadas de aquellas, pero
reducidas a la mínima expresión en su longitud
(solo 8-12 cm), y de función muy diferente: proyectiles de artillería neurobalística (Poux, 2008:
354 para la más reciente síntesis). Estas puntas
cortas y macizas aparecen a su vez en dos tipos
principales:
•
con un cubo muy corto, cónico, y una
cabeza engrosada y más ancha, mucho
más cuadrada, de aspecto muy macizo y
compacto (40-50 g) (e.g. Luik, 2002: Abb.
50, Horvat, 1997: Fig. 8, nº 1-5).
•
con cubo más estrecho y punta menos
regruesada con respecto a él, y más alargada. Es como una miniatura de nuestros
veruta, pero de menor tamaño y peso
(20-40 g). (Luik, 2002: 82-83 y Abb. 188;
Horvat, 1997: Fig. 8, nº 6-12).
prolongados (en Numancia, por ejemplo, Apiano Iber. 92) y más tarde en batallas campales41.
Por otro lado, tampoco se debe confundir
los veruta con unas puntas de flecha (caracterizadas obviamente por su pequeño tamaño, en
torno a 4-9 cm, con cubos de menos de 1 cm, y
sobre todo con pesos de 10 a 15 g), que tienen
un aspecto similar y pueden ser confundidas
si no se presta atención especial a la escala42.
Corresponde al tipo A de Duval (1970: Pl. 1), su
origen propiamente galo parece dudoso dado a
su amplia zona de aparición43.
41
Este grupo de puntas cortas –en sus dos tipos
principales– aparece ya en los sitios militares
romanos clásicos del s. II a.C. (depósitos, campamentos, asedios, etc.) como Smihel, Ephyra,
Entremont, Numancia, etc…, y perdura sin
apenas cambios en el s. I a.C. (Osuna, Alesia, cf.
Poux, 2008: 308 ss.; Sievers, 1997a, 1997b)40 e incluso en época imperial (ss. I-III d.C.), como en la
mayoría de los campamentos militares romanos
del limes altoimperial (e.g. Varusschlacht, 2009:
275, 352) llegando al s. III d.C. (Harzhorn/Kalefeld, cf. Geschwinde et al., 2009: Abb.4). Estas
piezas cortas y macizas son, sin duda, puntas
de proyectiles de artillería (Luik, 2002: 81-82;
Poux, 2008: Fig 1 y 308 ss.), y no hay problema
al respecto, sobre todo en contextos de c. 145
a.C. en adelante, donde las fuentes testimonian
explícitamente el empleo de artillería en asedios
42
40
Resulta llamativo que, sin embargo, junto al
armazón de catapulta de época sertoriana de
Caminreal (Teruel) no se hayan documentado sus
correspondientes puntas de proyectil, cuando sí
aparece un completo repertorio de otras armas
romanas e indígenas (Vicente et al., 1997) lo que junto
a las características incompletas del propio hallazgo,
pueden apuntar a que la pieza estaba parcialmente
desmontada (junto a otros datos llamativos, Vicente
et al., 1997:169), quizá en reparación, en el momento
de la destrucción del poblado.
43
334
La primera vez que se documenta el uso de artillería
en una batalla campal, bien que en un terreno
cuidadosamente preparado con tiempo, es en 354
a.C., en Tesalia, en un enfrentamiento entre Filipo II
y Onomarco (Marsden, 1969: 59). Sin embargo, sólo
desde c. 100 d.C., en época de Trajano, los romanos
contaron con artillería que podría transportarse
montada al campo de batalla (Marsden, 1969:
165); anteriormente se llevaban desmontadas en
carromatos y por tanto su uso en batallas campales
era complicado. Alejandro la empleó también a fines
del s. IV en ocasiones como cruces de ríos (Arriano,
Anab. 1,6,8). Pero incluso en época de César el uso
de artillería en campaña era excepcional (Marsden,
1969: 167 ss.). El ejército romano comenzó a adoptar
la maquinaria de guerra y sobre todo la artillería en
una cronología bastante avanzada, muy posterior
a su empleo en el mundo griego o cartaginés, y es
un obvio anacronismo la tradición de la Venus Calva
que remontaba al 390 a.C. la introducción de la
artillería de torsión, antes incluso de su invención
en Macedonia hacia mediados del s. IV (Marsden,
1969: 83; Saez, 2005: 137 y Apéndice I). Livio (6,9,1-3)
comenta también que en el 386 a.C., cuando Camilo
intentó tomar la capital de los volscos, hubo de
renunciar ‘por carecer de artillería pesada’ (magno
apparatu tormentis machinisque); pero como en esta
época tampoco existía tal capacidad ni siquiera en el
mundo griego, hay que pensar en otro anacronismo.
Ya documentados en Smihel en la primera mitad
del s. II a.C. (Horvat, 1997: Fig. 8, nº 13-17) pero muy
frecuentes en contextos galos de época republicanacesariana, como en Clermont-Ferrand (Pouxet al.,
2008: 218-129) o Bourgingnon-lès-MMorey (HauteSaône) (Dubreucq, 2008: 170).
Finalmente, cabe la posibilidad de que algún
ejemplar modificado del tipo, como la pieza de la Sep.
28 de la necrópolis vaccea de Las Ruedas (Valladolid)
(Sanz Mínguez, 1998: 77 y Fig. 76.N,) fuera, pese a su
similitud, un regatón de tamaño mediano/pequeño
(long. 9,4 cm).
FeRnAndo QuesAdA et al.
Nuestras puntas largas de veruta aparecen
a menudo asociadas en contextos de los siglos I
a.C. a III d.C. junto con las cortas de catapulta44
y las de flecha. Sin embargo, y aunque los veruta
de 13 a 25 cm a menudo se han considerado
erróneamente estas piezas como proyectiles de
artillería (o se han planteado dudas, como en
Luik, 2002: 81; Desbat y Maza, 2008: 248-249;
Poux, 2008: 358; Desbat y Maza, 2008: 248 y
Fig.7.59), a nuestro juicio no cabe duda de que
se trata de jabalinas, en lo que coincidimos con
otros investigadores (Sievers, 1997a; Horvat,
1997, Poux, 2008, Pernet, 2010 etc.). Eso no quiere
decir que, en algún momento u ocasión, no pudieran ser empleadas las puntas de veruta de 20
cm de tal modo, como proyectiles de catapulta,
pero no sería su uso normal por ser demasiado
largas y pesadas.
y maquinaria en asedios, uso bien documentado
en este momento.
Descartada la función como proyectiles
de catapulta, debemos recordar que lo más
llamativo de los hallazgos de Cigarralejo y Cabecico ya mencionados antes en Iberia, o el de
Es Soumaa en Numidia, es que se trata de lotes
de armas, manojos, sin duda las que un combatiente, infante o jinete ligero46, podría llevar a la
lucha para arrojar a distancia en un combate en
orden abierto. Hace ya algunos años (Quesada
y García-Bellido, 1995) llamamos la atención
sobre una de las acuñaciones de la peculiar ceca
de Ikalensken (Ripollés, 1999; Luján, 2003, Pérez
Vilatela, 2009), en la que la clámide o manto de
un jinete en reverso aparece sustituida por lo que
parece claramente un haz de jabalinas. Poníamos
entonces en relación esa imagen, estos haces de
jabalinas con una representación grabada en una
estela númida de Abizar (Mus. Constantine),
fechada entre finales del s. III y el s. II a.C. (Horn
y Rüger, 1979:581) en la que un jinete porta un
pequeño escudo circular y un manojo de jabalinas cortas. Pensamos que en efecto estos haces
de jabalinas corresponden a la ‘dotación’ de un
infante ligero o de un jinete, y la aparición de ’lotes’ de este tipo en contextos funerarios tanto en
Iberia como en Numidia hace imposible precisar
En todo caso, en el contexto de la Segunda
Guerra Púnica no hay indicio alguno (desde
luego no en las fuentes literarias, que sin duda
lo habrían mencionado), del empleo de artillería
‘de campaña’, ni por parte romana ni por parte
de los cartagineses. Y los autores romanos lo
hubieran narrado sin duda, especialmente en
el caso de Baecula, con el asalto cuesta arriba
y toma del campamento cartaginés. De hecho,
la República romana estaba en el comienzo de
su relación con la artillería, tras la captura del
ingente arsenal de Cartagena (Livio 26,47,5-6),
y no sería hasta años después, ya concluida la
campana hispana, cuando Roma comenzara a
fabricar artillería45. Otro caso es el de la artillería
44
45
De hecho, casi sistemáticamente: Smihel, Numancia,
Alesia, Osuna… Pero también se asocian en todos
esos sitios a elementos de pila o puntas de flecha de
dos o tres tipos muy concretos, y no por ello son todos
proyectiles de artillería.
Roma no parece haber comenzado a enfrentarse con
artillería de manera regular hasta la Primera Guerra
Púnica, y durante décadas los romanos parecen
haberse limitado como mucho a utilizar las numerosas
máquinas –cientos de ellas– capturadas a griegos o
cartagineses. Alguna tradición de inferior calidad
lleva a la I Guerra Púnica el empleo de máquinas
por los romanos, en concreto el ejército de Régulo
en África (Val. Max. 1,8,19; Plinio Nat.Hist. 8,37; A.
Gelio, 7,3): en 256 a.C. los romanos habrían usado
máquinas lanzadardos para acabar con gigantescas
serpientes que devoraban soldados. Marsden (1969:
84) da como buena la base de la noticia. Pero sólo
en la Segunda Guerra Púnica aparecen datos más
46
335
fiables y continuados (Marsden, 1969: 84-85). Las
fuentes enfatizan la captura de catapultas en casos
como la toma de Siracusa (211 a.C.) o Cartagena (209),
y en general se considera que cuando los romanos
usaron artillería en sus asedios antes del final de la II
Guerra Púnica, es porque la conseguían de ciudades
griegas o empleaban las capturadas en lugares como
el gran arsenal púnico de Cartagena. La primera vez
que sabemos que los romanos fabricaron catapultas
(y posiblemente empleando ingenieros griegos)
fue en el asedio de Útica en 204 a.C. (Livio, 29,35,8).
Sólo en el s. II a.C. Roma utilizó ya con regularidad
máquinas lanzadoras en asedios (como en el
depósito de Smihel, o en el asedio de Numancia), y
no fue hasta mediados del s. I a.C. cuando el ejército
romano parece fabricar, reparar y emplear artillería
y máquinas de asedio móviles de manera regular
(César Bell.Gal. 4,25; 7,41,3) (Campbell, 2003: 23;
Sáez, 2005: 139).
Luik (2992: 81), como Ulbert (1979: 338, n. 275), se
inclina por jinetes, y es cierto que la ausencia de
puntas anchas favorece agarrar un puñado de piezas
con facilidad, pero no por ello debemos descartar la
infantería ligera, con las mismas necesidades.
El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula
ligero… la parte de madera de la jabalina tiene
aproximadamente una longitud de dos codos,
y dedo de espesor y su punta mide un palmo;
esta punta es tan afilada y tan aguzada que al
primer choque se tuerce y el enemigo no puede
dispararla; sin esto la jabalina serviría a los dos
ejércitos” (Polibio, 6, 22).
a qué ejército podrían atribuirse (ver también al
respecto García Bellido, 2010: 166 ss.).
La utilidad, necesidad incluso, de llevar en
la mano varias armas arrojadizas en el caso de
las tropas ligeras es evidente, ya que permitirían
a los combatientes combatir en orden abierto
durante un período relativamente prolongado
de tiempo, como parece haber ocurrido en Baecula. Al ser además piezas sencillas y rápidas
de fabricar45, su empleo en masa es más que
factible. Todo ello teniendo en cuenta, además,
que las fuentes son explícitas al respecto. En
el caso concreto de los númidas, por ejemplo,
Livio escribe, hablando de una acción en 193
a.C.: “Nada menos preocupante a simple vista:
caballos y hombres pequeñitos y frágiles, jinetes
desceñidos y sin más armas que las jabalinas que
llevan consigo [iacula], caballos sin brida… ”
(Livio, 35, 11, 7); y Apiano lo confirma: “Masinissa… reuniendo un cuerpo de caballería que tenía
como misión ejercitarse día y noche en disparar
numerosos dardos [akontion]…” (Apiano, Lyb.
11, Segunda Guerra Púnica).
En cuanto a los pueblos hispanos, la utilización de varias jabalinas se demuestra en la
iconografía, por ejemplo en la pintura vascular
contemporánea a las Guerras Púnicas (ver discusión en Quesada, 1997: 415), mientras que las
fuentes literarias son menos específicas a la hora
de determinar cuántos tela o iacula portarían.
Da la sensación, por último, de que la caballería romana y aliada, como por otro lado menciona Polibio, no empleaba haces de jabalinas:
“Por otra parte, si bien la caballería romana, metida en la refriega, donde podía utilizar la lanza,
y en la distancia más corta la espada [ubi cuspide
uti et comminus gladio posset], era más fuerte,
los númidas disparabam mejor desde lejos sus
jabalinas contra ella [Numidae iaculabantur]
…” (Livio, 30,18,7; 203 a.C. , derrota de Magón).
Sobre los velites romanos, las fuentes son
también explícitas: “Estos soldados [velites, 189
a.C:, batalla Mte. Olimpo] tienen un escudo de
tres pies [tripedalem parmam] y venablos [hastas!]en la diestra para usar a distancia, se ciñen la
espada hispánica, y si hay que combatir cuerpo
a cuerpo pasan los venablos a la izquierda y
desenvainan la espada” (Livio, 37, 21, 13); “A
los más jóvenes les ordenan armarse de espada, jabalinas [γρόσφος βέλος] y de un escudo
En conclusión, las piezas de Las Albahacas
deben ser consideradas jabalinas que pudieron
ser empleadas en lotes por infantes o jinetes de
cualquiera de los dos bandos, aunque más probablemente por el lado cartaginés, compuesto
de contingentes púnicos, libios, númidas e
hispanos.
4.- TELA. OTROS TIPOS DE ARMAS ARROJADIZAS (Figuras 10 y 11)
agruparse con el grupo anterior, que al ser más
homogéneo y estar mejor definido tipológica
y culturalmente hemos decidido separar. Se
recogen en las Figuras 10 y 11.
En este apartado vamos a recoger un número
relativamente sustancial de puntas de arma de
astil, en general mal conservadas y en estado
fragmentario. Por su morfología y pequeño
tamaño las consideramos como armas arrojadizas en sentido amplio (tela) 48, y podrían pues
47
48
Como se aprecia en la Figura 10, el estado
de conservación de las piezas es mejor cuanto
más compacta y maciza es la moharra, lo que es
lógico. Esto lleva, sin embargo, a que sea difícil
su clasificación y estudio más allá de la mera
catalogación.
Sim (1992) cita, a partir de piezas pre-formateadas, de
unos ocho minutos para piezas de este tipo forjadas
por él, cinco minutos para un herrero habituado.
Aunque las fuentes, tan inconsistentes siempre,
usan a veces telum para lanzas empuñadas o amas
en general.
336
FeRnAndo QuesAdA et al.
Figura 10. Otros tipos de jabalinas.
337
Lg. Cb
Ø. Cb. Ext
AnMxHj
1,3
1
16 var.
>11,5
c. 8
>5,2
1,3
1,1
Fe
16 var.
>3,2
Ver paralelo 9431, casi completa, Jabalina
corta en torno a 12 cm, similar tipo 16
pero con nervio muy marcado y mesas
muy estrechas
2430
Fe
16 var.
>3,6
Nervio marcado tipo 2. Similar a 9431 y
509.
9410
Fe
12b
(Var.XIB)
16,9
9521
Fe
12b?
>15
6129
Fe
12
(Var.
XIB?)
>5,4
(estim.
11-13
cm.)
>3
>2,4
5934
Fe
12b?
(Var.XIB)
>6,6
(c. 11
cm.?
>3,3
>3,3
4752
Fe
Nuevo
9431
Fe
509
13,5
6,4
1,5
3,2
3,2
Peso Gr.
Lg. Hj.
7,1
Tipo
3,4
Metal
10,5
Núm.Cat.
Lg. Mx.
El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula
Observaciones
Cubo y punta incompletos, el peso es
irrelevante. Cubo cónico muy largo prolongado en vástago de sección circular que
remata en punta romboidal aplanada.
Cubo muy abierto en sutura (perdida).
Baja calidad elaboración.
24,2 Cubo incompleto en su extremo proximal.
Línea de sutura visible. Orificio pasador
no visible.
47,2 Línea de sutura muy visible en todo el
cubo. Conserva pasador de cabeza hemiesférica aplastada, que no es diametralmente opuesto a la sutura, sino lateral.
Hoja casi lenticular a cuatro mesas muy
poco pronunciadas.
Trozo de moharra de jabalina de tamaño
grande, c. 15-20 cm. No conserva ni el
cubo ni el extremo distal de la hoja, a
cuatro mesas casi lenticular.
Fragmento hoja y parte del cubo. Hoja
con nervio tipo 1. Hoja moharra estrecha
de filos paralelos. Deformada lateralmente, en forja. Arranque AnMxHj en tercio
proximal. Al faltar el cubo no es posible
saber la longitud relativa a la punta, y por
tanto el tipo preciso.
>2
Sección lenticular aplanada tipo 5.Factura
tosca. Muy dañada.
Cuando se indica un signo ‘>’ en las dimensiones, expresa un fragmento de esa dimensión, que originalmente
sería ‘mayor que’ la cifra indicada, que tiene valor descriptivo pero no para el análisis de tamaños, etc.
Figura 11. Tabla de dimensiones y clasificación de otras jabalinas.
La pieza más completa (Albahacas 4752, Fig.
10) es también la más interesante y problemática.
Es una punta de unos 11 cm de longitud total,
con un cubo cónico muy ancho en su arranque,
lo que implica un astil de madera con un diámetro de en torno a 1,7 cm, inferior a una lanza
normal (unos 2,0 cm), pero superior a los 1,2/1,5
cm de las jabalinas habituales (Quesada, 1997:
347). Este largo cubo cónico se prolonga en un
vástago corto de hierro, macizo y de sección
circular, y remata en una punta de unos 3,5 cm
de longitud de fuerte sección romboidal, maciza
y perforante.
Este modelo no se corresponde con ninguno
de los múltiples tipos catalogados en la panoplia
peninsular de la Edad del Hierro (Quesada,
1997: 352-406); no conocemos tampoco paralelos
338
FeRnAndo QuesAdA et al.
próximos en el mundo norteafricano, tan mal
conocido por otro lado. En cambio, hay paralelos
cercanos en contextos claramente romanos, bien
que ‘contaminados’ por la segura presencia de
tropas auxiliares.
sertoriana-cesariana (primera mitad del s. I
a.C.) en Hispania, aunque no es éste el lugar de
abordar su catalogación.
En Albahacas se documentan además tres
piezas, dos de ellas muy fragmentarias (nº cat.
9431, 509, 2430), que corresponden a otro tipo de
jabalina (Fig. 10), en este caso de hoja con filos
paralelos, muy estrecha de alas, y con mercado
nervio de tipo 1 (grueso y de sección redondeada, Quesada, 1997: 357, Fig. 208). El arranque
de la hoja (nº cat. 9431) es suave, sin el escalón
característico de los modelos antiguos de lanzas,
de los siglos VI-V a.C. (Quesada, 1997: 360 ss.). El
cubo es largo, y en su arranque (parte proximal,
la más cercana al astil), es incluso más ancho que
la hoja. El diámetro del cubo, en torno a 1,2 cm,
es apropiado para jabalinas ligeras, y es excesivo
para una punta de flecha, como su propio peso
(24,2 g, incompleta, llegaría a los 30/35 gr.)50.
No se puede descartar, con todo, que los dos
pequeños fragmentos de punta corresponden
a un tipo de lanza de hoja muy estrecha pero
tamaño mayor.
Los ejemplos más cercanos en contexto romano e hispano proceden de Numancia, tanto
de los campamentos del cerco como de la base
de Renieblas III y en la posterior de Renieblas
V. Así, los encontramos en el Cerco (Luik, 2002:
Abb. 88-C158) y en Renieblas III (Luik, 2002:Abb.
188-R187, R188) o Renieblas V (Luik, 2002, Abb.
188, R-189)49. Luik tiende a dudar entre catalogar
estas piezas como una variante liviana de dardos de artillería (ver supra Apdo. 3), puntas de
flecha, o incluso regatones de lanza (2002: 84).
Personalmente, y por las razones que hemos
apuntado antes (Apdo. 3), creemos que en el
caso de las puntas mayores de c. 10 cm, nos encontramos ante jabalinas ligeras. La asociación
catapultas no puede ser descartada en absoluto
(pese a lo argumentado en el Apartado 3). Pero
en tal caso, y dadas las condiciones tácticas de la
batalla, esos proyectiles sólo podrían pertenecer
al bando cartaginés. Los romanos, marchando
desde su campamento, trepando por las cuestas
y escarpes, y en una batalla fluida, difícilmente
podrían haber montado y movido las máquinas por las laderas durante kilómetros. Los
cartagineses, desde su campamento, sí, pero
entonces llama la atención que ninguna fuente
haga mención alguna al respecto. Y como luego
tampoco se mencionan durante la épica marcha
de Asdrúbal hasta Metauro, toda la artillería cartaginesa habría sido capturada, lo que sin duda
habría merecido alguna mención en Polibio o
Livio, dado el precedente de Cartagena en la
campaña anterior.
Existen paralelos para la forma general de
este arma en Iberia, en contextos desde el s. IV
a. II a.C. de la Meseta, pero son piezas escasas y
casi siempre de sección lenticular más o menos
aplanada (tipos 5 o 7) o aristada (tipo 4). Se
trata de nuestro tipo16 (= a variante XII) (Quesada, 1997: 387 ss.). Sin embargo, esta forma
de Albahacas se diferencia porque no tiene el
acusado adelgazamiento en la unión entre cubo
y hoja característica del tipo, y por su pequeña
dimensión.
Tampoco es un tipo habitual de contextos
romanos del s. II a.C., ya que no se documenta
en los lugares con grandes conjuntos clave, como
Smihel, Numancia o Es Soumaâ. Tampoco aparece en los contextos más importantes del s. I a.C.,
sea sertorianos (Cáceres el Viejo, La Caridad,
Almoina) como cesarianos (Osuna, Alesia...). En
Alesia hay puntas de funcionalidad semejante
pero sin el característico nervio circular, sustituido por una punta en diamante (romboidal) (cf.
En fechas ya considerablemente más tardías,
cesarianas, puntas de este modelo aparecen
por ejemplo en Alesia (Poux, 2008: 359 y Fig.
41, fila superior, izquierda; Sievers, 1997b), y
probablemente en distintos contextos de época
49
En contextos posteriores, como Cáceres el Viejo,
aparecen ya c. 80/75 a.C. puntas de una variante
del tipo, con la hoja aplanada, que también se dan
en Numancia (comparar Luik, 2002: Abb. 188. R190
y Ulbert, 1984: Taf. 24, 186); pero en ambos casos son
variantes menores, probablemente puntas de flecha.
50
339
Como veremos, las puntas de flecha del periodo
oscilan, según los tipos, en el rango de 8 a 15 gramos,
con excepciones ligeramente por encima y por
debajo.
El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula
núm. 9410, de tipo 12b, son el modelo más frecuente en el ámbito ibérico y celtibérico de fines
del s. III a.C. (Quesada, 1997). No es el lugar de
hacer aquí una catalogación detallada, pero por
citar dos ejemplos señeros, uno en la Iberia y otro
en la Celtiberia, en la necrópolis del Cigarralejo
las lanzas del tipo Cuadrado 9 (Cuadrado, 1989:
60-64), equivalentes a los tipos Quesada, 6c y
12b respectivamente, según tamaño) son las más
tardías del conjunto, a partir del 175 a.C. (Cuadrado, 1989:67)52. Por su parte, en la necrópolis
de Numancia, toda ella fechable entre los siglos
III-II a.C., las lanzas y jabalinas sin nervio son
todas de este modelo. En dicho yacimiento todas
las armas de asta son clasificadas genéricamente
como ‘lanzas’ y divididas en tres grupos por su
tamaño, y correspondiendo las ‘pequeñas’ de
15-16 cm a nuestras ‘jabalinas’ (e.g. Seps. 60, 112,
etc., Jimeno et al., 2004: Fig. 179).
Sievers, 2001: Pl. 69). Es probablemente un modelo hispano que conserva, en una época tardía,
la vieja tradición de hojas con nervios gruesos
propia del ámbito ibérico (Quesada, 1997: 405406) y que en Baja Epoca fue desplazada bien
por hojas de sección lenticular aplanada o, en
su caso, por puntas macizas piramidales, todas
ellas de fabricación más económica.
El tercer bloque de hojas de jabalina se forma por piezas más comunes (nº cat. 9410, 9521,
5934 y 6129). Sólo la pieza 9410 está completa,
pero sirve para marcar el tipo. Se trata de piezas
de uso mixto, como lanzas empuñadas o como
jabalinas, aunque su tamaño reducido (menos de
20 cm de longitud total) nos lleva a pensar en un
uso primario como jabalinas (Quesada, 1997: 404),
como versiones reducidas de piezas mayores de
morfología similar. Los rasgos más característicos
son: hoja lanceolada con anchura máxima en el
tercio inferior, cubo largo en proporción a la hoja,
aunque sin llegar a alcanzar la misma longitud, y
sección aplanada sin nervio ni arista, aunque es
ocasional la presencia de una sección losángica
aplanada a cuatro mesas (Tipo 4) o con nervio
redondeado (tipo 1) (como en nº cat. 6129).
Este modelo de jabalina lanceolada es
también especialmente característico de los
contextos militares romanos republicanos, por
ejemplo en Hispania, con gran ventaja de los tipos sin nervio de hoja lenticular aplanada sobre
las de sección romboidal o con nervio. Así, en
Numancia la mayoría son similares, y alguna
virtualmente idéntica, como un ejemplar de los
campamentos de asedio (Luik, 2002:Abb. 84,
n. C-127). En contextos ya sertorianos son las
armas habituales, como en Cáceres el Viejo (e.g.
Ulbert, 1984: Taf.24, n. 181, 182) y sobre todo en
Caminreal (Vicente et al., 1997: Fig. 28). Siguen
perdurando en estos tipos en época cesariana,
como en Osuna, también con piezas iguales a
las de Albahacas (e.g. Sievers, 1997a: nº 73, 74).
No olvidemos, por último, que en el ámbito
africano del s. II los veruta ya mencionados de
Es Soumaâ (Apdo. 3) se asocian a jabalinas muy
próximas a las que comentamos (Ulbert, 1979;
Pernet, 2010: 51).
Rasgos característicos de las lanzas y jabalinas
de la fase avanzada de la II Edad del Hierro en
la Península Ibérica, a partir de c. 250 a.C. son51:
(a) La tendencia a disminuir su tamaño y peso;
(b) Tendencia a la desaparición de las secciones
con nervio marcado, desplazadas por las hojas
sin nervio que, al ser más cortas, mantienen suficiente solidez y rigidez; (c) Descuido creciente
en la manufactura, visible sobre todo en la sutura
de los cubos, llegándose incluso a las burdas y
débiles producciones del tipo 17 (Quesada, 1997:
382 y Fig. 245), que hasta ahora no están presentes
en Albahacas pero sí por ejemplo en Numancia
(Luik, 2002: Abb. 180 nº R125, R126).
Lo mismo ocurre en el mundo galo desde
mediados del s. I a.C. tanto en contextos indígenas (Pernet, 2010: passim) como romanos (Poux,
ed. 2008: passim).
Todos estos rasgos son visibles en las jabalinas y también en las lanzas (ver Apdo. 5) de
Las Albahacas, pero son también evidentes en
las producciones contemporáneas de otras culturas del Mediterráneo centro occidental, con
excepción de algunas manufacturas galas. Así,
las jabalinas de Las Albahacas, en particular la
51
52
Ver Quesada, 1997:343 ss. para explicaciones
detalladas.
340
Posiblemente desde algo antes según la revisión
cronológica que realizamos algo más tarde, ver
Cuadrado, Quesada (1991) y las tablas en Quesada
(1998).
FeRnAndo QuesAdA et al.
concretas, simplemente no es posible definir si
son romanas, iberas, celtíberas, númidas u otra
cosa, porque son tipos comunes. La situación
en la Galia, para el s. I a.C., en el periodo de la
conquista romana, es muy similar (cf. Pernet,
2010: 106-107 y sobre todo Poux, 2008: 335-338).
En conclusión, el conjunto de jabalinas, pese
a su número limitado y mala conservación, es
consistente con los tipos de armas estudiados
hasta ahora, con una fecha de entre fines del s.
III y principios del s. I a.C., y está próximo tanto
a materiales locales como a los lotes de armas
llamadas ‘romanas republicanas’ conocidos característicos de la República, pero llevando hasta
c. 210 a.C. algunos modelos (Albahacas 4752 por
ejemplo) que hasta ahora se remontaban sólo
hasta c. 180 a.C., por falta de contextos anteriores fiables. Lo que es claro es que en Hispania
ocurre (Quesada, 1997) lo mismo que en la Galia:
las puntas de jabalina y de lanza tardías son
tipológicamente sencillas y, salvo en variantes
En Baecula, Livio habla (27,18) tanto de omnis
generis... telorum como de missilia (incluyendo
pedruscos)53, y la distribución de las armas en
el campo de batalla, tanto en frente como sobre
todo en profundidad, tiende a hacernos pensar
en efecto en un uso intensivo de todo tipo de
proyectiles por ambos bandos.
5.- HASTAE (Figuras 12 a 14)53
La distinción entre arma de astil empuñada
y la arrojadiza es tan difícil en las fuentes como
en el registro arqueológico (Couissin, 1926: 1418; Snodgrass, 1964: 136-137; Quesada, 1997:
347-350 y 432-433; Poux, 2010: 338-339 entre
otras muchas discusiones extensas anteriores).
voces griegas)55, hay excepciones, complicadas
porque incluso estas armas, lógicamente, podían
emplearse empuñadas y no arrojadas si era necesario56. En todo caso, ninguna fuente literaria
establece los criterios de distinción, obviamente
porque daban por supuesto que sus oyentes los
conocían, y probablemente porque en muchos
casos no existía una distinción precisa. Sólo en
armas con una morfología muy precisa y un carácter marcado, como el pilum, encontramos no
una sino varias descripciones. Y cuando un autor
con vocación de etnógrafo describe armas de,
por ejemplo, germanos o hispanos, la confusión
está casi asegurada, caso de la falarica (v. supra).
Desde el punto de vista de las fuentes literarias, aunque hay algunas voces generales para
proyectiles (iacula, tela, missilia tela) bastante
específicas para armas arrojadizas (como pilum,
falarica, soliferreum, tragula, saunion, gaesum,
spiculum) y sus más o menos correspondientes
53
54
55
Emplearemos aquí el uso común y canónico (Livio,
1,43; 8,8,5) de la voz hasta como la lanza empuñada
(el equivalente griego que Polibio emplea para distinguirla lanza empuñada de los triarios es δόρυ,
como también Dionisio de Halicarnaso 4,18 para
distinguirla del σαυνἰον). Sin embargo, el empleo
latino de este término es a veces más irregular. Así, la
jabalina de los velites es descrita por Livio (38,21,12)
como hasta qui eminus utitur, y si esto demuestra que
el uso habitual para hasta es para el combate cominus, hay otros casos –raros– en que hasta se emplea
como sinónimo de jabalina, directamente. Plinio se
descuelga con un hasta velitaris (Nat. Hist. 28,6 (34),
y algún gramático habla de hastae ansatae (i.e., con
amentum, cf. Ennio ap. Non. Marc.).
Pero la imagen de los calones buscando y arrojando
piedras (saxa) en Livio es sospechosa. La imagen es
muy similar a la de Livio 38,21,6, en la que los Galos
recurren al mismo expediente, con similares palabras.
56
341
Discutidas extensamente en Quesada (1997: 331-342).
Hay glosarios antiguos recopilatorios de nombres
de lanzas que pueden llevar a la desesperación del
esforzado investigador, como Isidoro (Etym. 17, 7,
1-11) o el De genere armorum, de Nonio Marcelo XI.
Prueba de que ya en la antigüedad había notable
confusión en este sentido es que en las Noches Aticas,
Aulo Gelio (10,25) cuenta cómo una distracción
durante un viaje aburrido podía ser enumerar, a
modo de juego, cuantos más tipos de lanza mejor…
y su lista alcanza la veintena de nombres.
Incluso el pilum, arquetipo de arma arrojadiza. Hay
ejemplos como Plutarco (Cam. 40) en 367 a.C. Camilo
enseñó a sus legionarios a usar sus pila, con hierros
largos, para desviar las espadas galas, que no podían
cortar limpiamente el largo vástago metálico. Incluso
en época imperial, en el 133 d.C., Arriano (Acies
contra Al. 17 ss.) describe su uso como picas contra
caballería.
El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula
Estos criterios deben, pues, crearse a partir
de los propios objetos arqueológicos, y ya desde
el siglo XIX se emplean los mismos: una combinación de morfología, tamaño y peso. Se suele
aceptar sin discusión, como hemos visto, que
las puntas muy estrechas, macizas y compactas,
a menudo de sección cuadrada piramidal o en
diamante, y de tamaño relativamente reducido,
se empleaban en la Antigüedad para jabalinas57.
Por ello hay determinados tipos que no plantean
demasiados problemas, por ejemplo los que
hemos analizado en los apartados anteriores.
Además, si contáramos con los astiles de madera, los de las jabalinas suelen ser cortos, menores
de 200 cm y a menudo rondando los 160 cm,
mientras que los de las lanzas suelen superar
los 200 y los 250 cm. Del mismo modo, el astil
de la lanza suele superar los 2.0 cm en el cubo, y
el de jabalina se mantiene en torno a los 1.5 cm.
La distinción entre lanza empuñada y arrojadiza es relevante porque tiene importancia
social, en el estudio por ejemplo de ajuares funerarios, para periodos antiguos (ss. VI-III a.C.),
puesto que sabemos que en el Mediterráneo
antiguo, de Grecia a Iberia pasando por Italia,
la organización militar discriminaba por grupos
de riqueza y el armamento que cada uno podía
costearse, de modo que la lanza pesada empuñada era característica de los guerreros mejor
armados de la infantería ‘de línea’ (hoplitas,
hastati, etc.), mientras que las jabalinas eran
empleadas por las tropas ligeras, que no podían
costearse el costoso equipo de las tropas de línea
(psiloi, velites…). A partir del s. III a.C. (estamos
pues en un momento bisagra) esa distinción de
carácter social toma cada vez más un significado
táctico, puramente militar, en conexión con el
progresivo aligeramiento de la panoplia que se
produce incluso en las tropas mejor armadas.
Hay otro criterio que permitiría determinar
un arma arrojadiza: la presencia en el astil de
un propulsor de cuerda enrollado y con una
lazada (gr. ἀγκύλη; lat. amentum)58, que es por
ejemplo visible en una decena de vasos ibéricos
–y en otras culturas– (Quesada, 1997: 350-352).
A la inversa, una espiral de hilo de bronce (o de
cuerda fina) sin lazada, enrollada en torno al astil
era un sistema de evitar que resbalara la mano
con el sudor o la sangre, es una marca de arma
diseñada para luchar cuerpo a cuerpo. Lamentablemente estos criterios no son utilizables en
el mundo de los realia arqueológicos.
En este contexto histórico ya avanzado, las
lanzas pesadas fueron desapareciendo casi por
completo (ver supra, Apdo. 4), y la diferenciación
formal se hace más difícil. Se han propuesto
criterios de tamaño que no se sostienen estadísticamente (por ejemplo, para Iberia Schulten
propuso arbitrariamente (1927: 217) un límite de
25 cm, que no es sostenible [ver Quesada, 1997:
Figuras 202 a 205]). Sólo en determinados casos
podemos, tipológicamente, hacer la distinción,
y en el rango de las moharras con hojas relativamente anchas de entre unos 15 y 25 cm podemos
siempre mantener la duda.
Finalmente, el regatón colocado en el extremo proximal del astil de madera (sobre el que
luego volveremos) suele ser un buen indicador
de lanza usada para el combate cuerpo a cuerpo, ya que no mejora las condiciones de vuelo
y de impacto de la jabalina, y supone un coste
añadido innecesario.
57
58
En Las Albahacas se ha encontrado hasta el
momento un solo ejemplar completo de moharra
de lanza (nº 120 A) (Figura 12), además de escasos fragmentos de cubos que por su diámetro
debieron corresponder a lanzas (nº cat. 1374,
2745 y 2575), y una docena de regatones, sobre
los que volveremos luego.
La punta corresponde al tipo 6b (Variante
VIC), un arma de línea elegante, de 20 cm de
longitud total, con una hoja lanceolada mas
‘de sauce’ que de ‘laurel’ en el que la anchura
máxima, de 3 cm, se alcanza en el tercio inferior
o proximal de la hoja. Presenta un nervio aristado (tipo 9), más característico de las Mesetas,
aunque el tipo aparece en casi toda la Península
Aunque si aplicáramos ese criterio a algunas puntas
de picas del Renacimiento podríamos llevarnos una
sorpresa.
“Amentum vinculum est iaculorum hastilium qui
mediis astis aptatur” Isid. Etym. 18,7,6). El amentum
se documenta tanto en la cerámica ibérica (Lliria,
Alcudia, Tarraco) como en la celtibérica (vaso de los
Guerreros de Numancia).
342
FeRnAndo QuesAdA et al.
Figura 12. Puntas de lanza y regatones
343
Peso Gr.
AnMxHj
Ø. Cb. Ext
Lg. Cb
Lg. Hj.
Lg. Mx.
Tipo
Metal
Núm.Cat.
El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula
Observaciones
Conserva orificio del pasador, no enfrentado a la línea de sutura, que es visible
hasta el arranque de la hoja. Nervio en
arista, suvizado tipo 9, ‘meseteño’. Indice
1=4,5 (var. C).
1374
Fe
Indet.
>1,2
Fragmento de lámina de metal, arranque
de cubo con perforacion para pasador
de sujección, diámetro compatible con
punta de lanza o jabalina, diam cubo 1,2
o mayor. El orificio del pasador está a 0,7
cm. del arranque del cubo.
2745
Fe
Indet.
Posible cubo de lanza por diámetro e
inclinación. No se aprecia perforación de
pasador, pero sólo se conserva medio
diámetro.
2575
Fe
>1,9
Trozo de cubo de lanza de forma cónica,
con doble perforación. Sutura perdida
porque no está todo el diámetro.
N.Inv. Mus. Jaén 5350.
Cuando se indica un signo ‘>’ en las dimensiones, expresa un fragmento de esa dimensión, que originalmente
sería ‘mayor que’ la cifra indicada, que tiene valor descriptivo pero no para el análisis de tamaños, etc.
120A
Fe
6b
(Var. VIC)
20
13,5
6,5
1,6
3
66,9
Figura 13. Tabla de Lanzas.
desde el s. V a.C. pero a partir del s. III a.C.
sobre todo (Quesada, 1997: 373 ss.), con una
concentración en la zona de la Alta Andalucía
(Quesada, 1997: Fig. 240, p. 397). Se diferencia
de las jabalinas del tipo 12 por el tamaño total
(normalmente de 20 cm para arriba en las lanzas y menores para las jabalinas) y el diámetro
del cubo, normalmente cercano a los 2 cm en
las lanzas, y en torno a 1,5 en las jabalinas. En
consecuencia, esta pieza que discutimos está en
el límite –reconocemos que bastante vago– de la
clasificación, y realmente puede ser considerada
como una lanza pequeña o una jabalina grande,
con buena capacidad de uso en ambos empleos,
como arma empuñada o arrojadiza: podría pues
también haber sido incluida en la clasificación
anterior sin demasiada dificultad.
maâ (Ulbert, 1979) durante el s. II, y en Cáceres
el Viejo (Ulbert, 1984: Taf. 24.184), en el I a.C.,
por poner ejemplos. En la Galia son abundantes
en contextos funerarios indígenas asociados a
la conquista romana, lo que refuerza nuestra
postura de su nulo valor como identificadores
(e.g. Pernet, 2010: Pl. 6.1178.16; 18.16; 24.7 etc.).
Es quizá significativo que en Albahacas no
se haya documentado hasta ahora ninguna de
las puntas que consideramos más típicamente
galas o laténicas (en último lugar, García Jiménez, 2012: 278-292), en particular las de filo
ligeramente ondulado y las de hoja ancha que sí
aparecen por ejemplo c. 133 a.C. en Numancia
(Luik, 2002: Abb. 180, R.131 y R.132), ambas
además con nervio de arista característico de la
Meseta Norte (Quesada, 1997: 366) y el ámbito
galo. La combinación que tenemos hasta ahora
es típicamente hispánica y romana, sin una influencia que pudiera atribuirse a tropas galas o
del norte peninsular, lo que es consistente con
el contexto histórico y estratégico de la batalla
de Baecula.
Además de los numerosos paralelos peninsulares, al igual que en el caso de la moharra
de jabalina 9410, la pieza 120A es un modelo
frecuente en contextos militares romanos, por lo
que se aplica a este caso todo lo indicado entonces. Incluso el nervio aristado, menos habitual
en contextos romanos parece presente en Es Sou344
1390
Fe
3074
Fe
5090
Fe
1701
Fe
333
Fe
1748
Fe
3004
Fe
1207
Fe
2320
Fe
Hueco
cónico
Macizo/
Hueco.
Cónico
Peso Gr.
Ø. Cb.
Ext
Lg. Mx.
Tipo
Metal
Núm.Cat.
FeRnAndo QuesAdA et al.
>3
>1,5
9,3
1,8
>3,7
1
Cónico
hueco/
macizo
14,3
1,8
86,5
Cónico,
Hueco
Cónico.
Hueco.
Cónico.
Hueco.
Cónico.
Hueco.
Cónico
Huevo/Macizo
Cónico.
Hueco.
8,6
2,3
52,8
11,8
2
50
Observaciones
>3,8
Extremo romo, redondeado, de contera. Probablemente no
es regatón. Se conservan sólo 3 cm.
Punta o regatón sin sección definida, irregular, con golpes
de forja. Cubo corto, resto macizo. Señal de sutura del
cubo. Long. interior del cubo: 3,8 suficiente para enmangar
con cierta solidez.
Fragmento tubular informe. Lg. cons. 3,7Lg. conservada
3,7 cm. Material interior. oxido y ¿madera? Revisar por
restaurador.
Regatón tosco, marcas de forja visible. Arma.Sutura perdida. Cabeza de remache de pasador visible al exterior.
Considerar posible punta de jabalina tosca. N.Inv. Mus. Jaén
5344.
Orificio de pasador. Extremo de la contera cuadrado. Sutura
muy abierta. N.Inv. Mus. Jaén 5348.
Regatón marcas de forja. Extremo sección cuadrada, en
punta.Ligeramente doblado. N.Inv. Mus. Jaén 5345.
Extremo distal de regatón.
N.Inv. Mus. Jaén 5352.
Extremo de regatón. N.Inv. Mus. Jaén 5351.
>4,9
Extremo distal regatón. N.Inv. Mus. Jaén 5349.
>5.0
43,1
>1,5
Golpes de forja. Posible no regatón sino contera. Sección
cubo circular. Sección extremo facetada tendente a cuadrada. Extremo no afilado.
2148
Fe
Cónico.
4,4
1,4
Contera cuya parte hueca es inferior a 1 cm de long, sin oriMacizo.
ficio de pasador. No conserva la sección circular más allá de
la parte hueca, adoptando en el extremo distal una sección
rectangular irregular,
3265
Fe
Cónico/
5,9
1,9
Aunque es corto y de extremo romo, su diámetro y peso son
Hueco
adecuados para regatón o contera de bastón grueso.
Cuando se indica un signo ‘>’ en las dimensiones, expresa un fragmento de esa dimensión, que originalmente
sería ‘mayor que’ la cifra indicada, que tiene valor descriptivo pero no para el análisis de tamaños, etc.
3096
Fe
5,5
1,3
Figura 14. Tabla de regatones.
era frecuente), rematar a los heridos enemigos
caídos sin necesidad de rotar el arma 180º, y finalmente, en el caso de las lanzas con moharras
largas y pesadas, o de picas, actuar de contrapeso para permitir desplazar hacia atrás el centro
de gravedad del arma y permitir empuñarla
proyectando la mayor parte de su longitud por
delante del combatiente, y no por la mitad59.
Regatones y conteras
A diferencia de la muy escasa evidencia de
puntas de lanza, en Las Albahacas se han documentado hasta una docena de piezas cónicas con
cubo para embutir un astil de madera. Tradicionalmente se han considerado que los regatones
tuvieron una función múltiple, documentada de
una manera u otra en las fuentes o la iconografía:
proteger el extremo inferior de golpes, hincar la
lanza en el suelo en campamento, actuar como
punta de emergencia si el astil se partía (lo que
59
345
Ver análisis más detallado de todas estas funciones
en Quesada (1997: 427-429).
El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula
La identificación de regatones como partes
de armas es relativamente sencilla en el caso
de contextos cerrados como ajuares funerarios,
donde se suelen asociar a puntas, y a menudo
ayudan a distinguir lanzas empuñadas de jabalinas. Además, a lo largo de la Edad del Hierro
se observa una evolución de regatones muy
largos (mayores de 25 cm, hasta 50 o más, y con
un diámetro de 2 cm) a otros progresivamente
menores aunque de diámetro similar, que acompaña a una similar disminución de tamaño de
las moharras. En esos casos, a veces es incluso
difícil diferenciar entre un regatón muy largo
y un pilum de cubo corto. Sin embargo, en el
conjunto de Las Albahacas faltan los regatones
largos (lo que era previsible), y varios de ellos
podrían perfectamente ser partes de otros objetos, como conteras de bastones para caminar, las
horcas para enganchar el equipo en las marchas
(la furca) o incluso palos de tiendas de campaña,
objetos todos que tendrían la misma necesidad
de proteger su extremo con piezas de morfología
idéntica a un regatón. Por tanto, es posible que
todas o varias de estas piezas no correspondieran en origen a lanzas (Figuras 12 y 14).
Todas las piezas de Las Albahacas son del
tipo de cubo hueco y forma cónica. No aparece
ningún ejemplar del tipo de espiga interior para
clavar en el astil, que es rarísimo en Iberia pero
relativamente frecuente en la Galia (García Jiménez, 2012:285-286). Por lo demás, los paralelos
para las piezas que sí están en Las Albahacas son
tan abundantes y genéricos que carece por completo de sentido lanzarse a una enumeración.
6.- GLANDES (Figuras 15 y 16)
latericiae, cf. César, Bell. Gal. 5,43)60, se usaron
como proyectiles desde la Prehistoria (Quesada,
2008b: 116; Kelly, 2012: 278), desde la aparición
de los proyectiles de plomo, probablemente en
Grecia, hacia el s. V a.C., se impusieron rápidamente en los ejércitos regulares, por sus obvias
ventajas (Jenofonte, Anab. 3,3,17), básicamente
mayor alcance y mayor precisión al tener los
proyectiles de plomo pesos estandarizados y
forma aerodinámica61.
De acuerdo con lo dicho en el Apartado 1
sobre la tafonomía –por tomar prestado este
término de la Paleontología en lo que se refiere
a la formación del registro fósil–, en un campo
de batalla como el de Baecula cabe esperar que
las armas arrojadizas propulsadas (proyectiles
de honda y de arco) formen el conjunto más
numeroso. Y ese es exactamente el caso.
El lote de una quincena de glandes (lat. mlans,
gr. μολυβδῖδες) de honda es uno de los más significativos y homogéneos de los hallados en el
yacimiento (Figuras 15 y 16). Sabemos además
por la información local que los excavadores
clandestinos han desenterrado a lo largo de las
últimas décadas conjuntos importantes de glandes (además de monedas y otros materiales) que
se han perdido irremediablemente para su estudio. Es concebible que a los proyectiles plúmbeos
de honda pudieran añadirse numerosos cantos
rodados de piedra empleados del mismo modo,
sobre todo dado que Livio menciona para el
caso de Baecula a los calones, bagajeros del ejército romano, que habrían atacado ladera arriba
arrojando piedras recogidas del suelo –aunque
no especifica que mediante hondas– (Livio,
27,18,11-12). Sin embargo, y aunque las piedras
(e incluso proyectiles de barro cocido, glandes
Es enorme la variedad de tipos de glande de
honda de plomo conocidos en el mundo antiguo,
desde el s. V .C. al III d.C., incluidas formas verdaderamente peculiares como conos o dedales
(Bosman, 1995: Fig.1). Lo mismo ocurre con los
pesos, desde los 20 gramos hasta 160 g y más,
60
61
346
Ver en último lugar Kelly (2012: 281) para su uso en
determinados contextos geográficos
La bibliografía sobre la honda es ingente. Entre
los trabajos básicos posteriores al año 1990, que
suelen recoger la bibliografía anterior, citaremos
especialmente Völling, 1990; Richardson, 1998; Díaz
Ariño, 2005; Pina y Zanier, 2006; Contreras et al., 20067; Benedetti, 2012; Kelly, 2012. El estudio de Rihll
(2009), que propone el uso de glandes de plomo como
munición de catapulta, no ha sido generalmente
aceptado, aunque no negamos un tal uso ocasional
con glandes muy pesados (Apiano Mitr. 5,34).
FeRnAndo QuesAdA et al.
Figura 15. Proyectiles de honda.
347
Peso Gr.
Ø. Máx.
Lg. Mx.
TipoVolling
(1990:34)
Metal
Núm.Cat.
El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula
Observaciones
Superficie muy irregular, rodado y golpeado. No se aprecian
suturas. N.Inv. Mus. Jaén 5362.
Se aprecia sutura molde bivalvo y cizalla en un extremo. N.Inv.
Mus. Jaén 5358.
Golpe ancho y profundo reciente que quita metal (actual 34,8).
Banda decorativa por ambas caras de lado a lado de 0,35 de
ancho. N. Inv. Mus. Jaén 5356.
Muy ligeramente desplazada lateralmente en el molde bivalvo.
Banda decorativa de 0,4 de punta a punta. N.Inv. Mus. Jaén
5355.
Con banda ancha decorativa de punta a punta 0,4 ancho.
Superficie rodada. N. Inv. Mus. Jaén 5360.
Se aprecia línea de unión de dos valvas. Pero en las caras
superior e inferior hay una banda o cinta decorativa de punta
a punta, aplanada y en relieve, de unos 0,4 cm. de anchura.
1008A
Pb
Ib
3,4
1,8
43,3
2364
Pb
Ib
3,7
1,7
33,3
2383
Pb
Ib/Ic
3,6
1,5
37,0
2228
Pb
Ic
3,2
1,9
42,4
2393
Pb
Ic
3,5
1,8
39,5
8000
Pb
Ic
3,2
1,7
41,5
Valores medios parciales
392
Pb
IIa?
3,43
3,9
1,73
1,6
39,5
39,4
237
Pb
IIb
3,8
1,7
34,3
318
Pb
IIb
4,1
1,6
33,0
540
Pb
IIb
4,1
1,5
46,4
2171
Pb
IIb
3,8
1,7
37,2
3119
Pb
IIb
3,9
1,7
36,9
Valores medios parciales
Valores medios totales
2403
Pb
-
3,93
3,68
4,2
1,63
1,68
1,5
3021
Pb
-
-
-
4313
Pb
-
-
-
1000A
Pb
37,87
38,69
25,4 ¿Glande? muy dudoso, de peso muy inferior al normal, formado por una gruesa lámina doblada helicoidalmente y acabada
en punta en un extremo. El otro roto. Tiene la forma y tamaño
general de un glande, pero no su masa ni peso. N. Inv. Mus.
Jaén 5359.
Fragmento de extremo de glande cizallado. Procede de la
zona del campamento.
Fragmento muy rodado de glande de molde bivalvo, cizallado
y cortado, como si hubiera sido desechado. Otro golpe es reciente, de azada. Sin embargo, procede del ‘Cerro del glande’.
353,8 Bloque o lingote de plomo en forma de paralelepípedo. Mide
aprox. 6 x 5 x 2 cm. Si se usara para fundir glandes, daría
para casi exactamente 9 glandes del peso medio total (error
5,5 g).
Bicónico alargado. De molde bivalvo desplazado en el momento de fundición. En una cara, cortas líneas incisas que no
parecen formar letras. Marca de cizalla en un en extremo.
Amigdaloide aplanado por una cara. Gopleado y como martilleado y picado. N.Inv. Mus. Jaén 5354.
Ligeramente desplazadas las valvas. Sutura perfectamente
visible. N.Inv. Mus. Jaén 5361.
No se aprecia marca de molde bivalvo. Superficie rugosa,
como limada toscamente.
No se aprecia sutura clara. Mala fundición. N.Inv. Mus. Jaén
5363.
Se aprecia sutura de molde bivalvo. Ligerísimo desplazamiento lateral en el momento de fundición. Arista en el borde, pero
no banda decorativa.
Figura 16. Tabla de glandes.
348
FeRnAndo QuesAdA et al.
y con las longitudes, entre los 3 cm y los 7 cm62.
Pero si nos limitamos a la Península Ibérica, y
dentro de la variedad que resulta del descuido
con que muchos glandes fueron fundidos, el
uso de cizallas y limas, etc., hemos preferido la
clasificación formal de Völling (1990: Abb. 19)
basada en formas geométricas dibujadas, a otras
clasificaciones recientes, como la de Rihll (2009:
154-55) basada en formas vegetales (‘almendra’,
‘bellota’, ‘aceituna’,) y otras geométricas (‘bicónica’), ya que Völling cubre adecuadamente los
ejemplos ocumentados en la II Edad del Hierro
Peninsular, sin pretender excesivas precisiones
(Figura 16), y además entia non sunt multiplicanda
praeter...
De entre los conjuntos más próximos al
de Las Albahacas en tipología y dimensiones,
el que más llama la atención es precisamente
el del campamento de La Palma (Tortosa), ya
mencionado por la similitud de sus materiales
y su cronología, idéntica a la de Albahacas. Así,
aunque no hay una publicación definitiva, por
ahora se menciona (Noguera et al., 2003: 49-50
y Fig. 19) en la prospección de superficie el hallazgo de hasta 17 glandes de honda de plomo.
El lote principal está formado por piezas de los
tipos Ic, Ia y II (coincidiendo sustancialmente
con Albahacas), y se dan pesos que oscilan en
su mayoría entre 21,4 y 40 g, en lo que coinciden
también, sobre todo porque el valor medio para
14 ejemplares es de 38,6 g de idéntico a Las Albahacas a la décima de gramo65. La exactitud de la
correspondencia es, obviamente, una casualidad
resultado probablemente de la limitación de
la muestra, pero es también extremadamente
significativa, puesto que los conjuntos podrían
incluso corresponder a las mismas unidades y
los mismos años.
El peso medio de los doce ejemplares completos en Albahacas es de 38,7 gramos, sin que
haya mucha diferencia entre los 39,5 gramos de
promedio de los glandes de tipo Völling I (más
ovoides) y los 37,8 g de los de tipo II (tendencia bicónica, aunque muchos de ellos podrían
considerarse de tipo I si los comparamos con los
verdaderamente bicónicos con arista central que
aparecen en algunos yacimientos posteriores)63.
El recorrido es de entre 33 y 46,4, g. Estos pesos
son, en conjunto, los más bajos de las series que
hemos podido recopilar en un trabajo preliminar (Figura 18), ya que incluso los yacimientos
como el Cerro de la Alegría de Monzón (Huesca), cuyos setenta glandes carecen de contexto
preciso pero son posiblemente cesarianos, tienen
valores que suben de los 50 g y llegan a los 94
g (Contreras et al., 2007-7 pero comparar con
López Vilar, 2013)64.
62
63
64
Al correlacionar la longitud y el peso de
los ejemplares de Albahacas, se advierte una
diferencia entre los ejemplares que se pueden
incluir en el Tipo 1b y 1c de Völling, y los que
incluimos en el grupo II (Figura 17). El grupo
Ic y también el Ib (no siempre es fácil, por otro
lado, hacer la distinción en estos productos)
presenta una correlación negativa en apariencia
contradictoria: las piezas más cortas tienden a
ser las más pesadas. Esto se explica porque en
el tipo Ic, más esferoidal, la menor longitud (en
apenas milímetros) se acompaña de un diámetro máximo mayor, y sobre todo de una mucho
mayor masa de plomo. En cambio, en el tipo de
tendencia bicónico IIb la correlación es positiva:
a mayor longitud tiende a aumentar fuertemente
el peso (salvo en el caso del ejemplar nº cat. 318).
Convendrá volver sobre estas observaciones
cuando contemos con una muestra mayor de
materiales, y comparar este análisis con otros
en yacimientos como la Palma.
Datos hispanos en las tablas de Quesada (1997: 478);
romanos imperiales de otras regiones en Völling
(1990: Abb. 31).
Estamos lejos de poder calibrar los posibles patrones
métricos utilizados. Un valor medio de 43,25 gramos
(aceptamos si calculamos desgaste y cortes de cizalla)
sería el de una decadracma ática. Se han propuesto
metrologías basadas en la griega (Noguera et al.,
2013:49) sobre la base de 8 dracmas para los glandes
de La Palma, pero ¿por qué ocho?); Poux (2008:
369) juega con el valor de la uncia romana (onza) de
27,4 gramos para el lote de Numancia y otros galos.
Queda mucho por hacer.
No incluimos éste y otros conjuntos en los datos de la
Figura 17 por su relativa incertidumbre cronológica,
aunque aceptemos una data sertoriana.
Como suele ocurrir, pero en mayor medida
que en el caso de los ejemplares de glandes an65
349
Agradecemos a J. Noguera y E. Ble que nos hayan
proporcionado el detalle del peso de cada glande y
los valores exactos de medias, todavía inéditos.
El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula
Figura 17. Correlación longitud-peso de glandes de honda.
teriores (griegos) o posteriores (romanos tardíos)
con epigrafía, los proyectiles de Las Albahacas
son de una baja calidad de manufactura. Hay
ejemplares con desplazamiento lateral de la
sutura, que indica una fabricación en molde
bivalvo (Figura 15, nº 392), y otros con la unión
de las valvas visible y sin limar (nº cat. 2364).
tiles inscritos se datan a partir de ya avanzadas
las primeras décadas del s. I a.C., a partir de las
guerras civiles, sin que se puedan documentar
en Iberia casos anteriores (Díaz Ariño, 2005:
passim y especialmente p. 221). Un estudio de
pesos y tamaños como el que luego apuntamos
podría ayudar a decidir sobre el caso, negado
por Díaz Ariño y con quien coincidimos, de los
glandes con epigrafía latina en la zona del Gandul (Sevilla) supuestamente fechables c. 210 a.C.
Ningún glande en Las Albahacas (como tampoco en la Palma) es epigráfico, aunque cuatro
de ellos (nº 2383, 2228, 2393 y 8000) tienen una
marca intencional: una banda en relieve –y por
tanto originalmente en negativo en el molde– de
0,4 cm de anchura que recorre la pieza de punta
a punta por ambas caras (esto es, en ambas mitades del molde). Las cuatro piezas son del tipo
I de Völling, todas de la variante Ic, más redondeada y con un solo extremo más apuntado. Los
pesos de estas cuatro piezas oscilan sólo 5,5 gr.
(min. 36,9 g y máx. 42,4 g). La banda podría ser
un signo indicativo de un individuo o de una
unidad, y convendrá seguir la pista a este rasgo.
Queremos llamar la atención además sobre
un pequeño bloque de plomo de unos 6x5x
2cm y un peso de 353,8 gramos (Figura 15), que
permitiría, si se hubiera empleado para fundir
glandes, fabricar exactamente nueve proyectiles
contando con el peso medio de 38,9 gramos que
tienen los glandes de Las Albahacas, con un error
inferior a 6 gramos. Debemos recordar que los
ejércitos en campaña reparaban y fabricaban
numerosas armas, como por ejemplo el de César:
“En consecuencia [César] establecía talleres de
forja, se preocupaba de que se fabricaran muchas flechas y proyectiles, hacía fundir glandes
de honda, preparar estacas….” (Bell. Afr. 20,2),
y desde mucho antes y después (Mutz, 1988;
Quesada, 2006b: 81 ss.). Además, los proyectiles
de honda están entre los de más fácil manufac-
En cuanto a la ausencia de epigrafía, que
creemos es un indicio de antigüedad, recordaremos que el reciente estudio de Díaz Ariño sobre
las glandes inscriptae de la Península Ibérica se
concluye tajantemente que todos estos proyec350
FeRnAndo QuesAdA et al.
Figura 18. Evolución de pesos medios de glandes en distintos yacimientos y periodos.
tura, dado el bajo punto de fundición del plomo
(327,4º C) y el empleo de moldes sencillos (Kelly,
2012: 280 ss.). De hecho, es posible incluso fabricar glandes eficaces en condiciones de emergencia simplemente apretando el pulgar sobre
arena o tierra humedecida, a un ritmo de entre
17 y 37 segundos por proyectil (Bosman, 1995).
estudios más detallados sobre muestras mayores
(y con análisis que han de incluir no sólo pesos
medios, sino recorridos, desviaciones estándar y
subdivisiones por tipos). El resultado preliminar
es que, en conjunto, los valores del lote de Las Albahacas, el más antiguo de la serie, son también
los más bajos, y muy próximos a los de conjuntos
contemporáneos, como el ya mencionado de La
Palma y el lote de glandes hallados en el Dpto.
12 del Puntal dels Llops, un pequeño yacimiento
fortificado ibérico valenciano cuya destrucción
se fecha en torno al 190/180 a.C., en el contexto
histórico del final de la Guerra Púnica y la ocupación romana tras la gran rebelión de 195 a.C. (en
último lugar, Bonet y Mata, 2002: 80-82 y 222)67.
Es uno de los poquísimos lotes de contexto bien
definido –si no el único– contemporáneo o casi
contemporáneo de Las Albahacas o La Palma.
Hemos realizado un primer intento (Figura
18) de comparar los pesos medios de la serie de
Albahacas con los de otros conjuntos contemporáneos y posteriores,66 y parece anunciarse
una tendencia que habrá que comprobar con
66
Por diferentes razones relacionadas con la
heterogeneidad de procedencia o dificultades con la
misma, asociadas a la ausencia de epígrafes omitimos
por ahora lotes muy importantes como el de Asso
(Fontenla, 2005) o el de Sanitja (Contreras et al., 2006)
y el de Monzón (Contreas et al., 2006-07) sobre los que
hay además discrepancias cronológicas (cf. López
Vilar, 2013: 179 ss.). En otras ocasiones, pese a ser
conjuntos homogéneos y bien publicados, carecemos
de pesos, como en Osuna (Le Roux, 1997: 68 solo
menciona un ‘peso medio de 80 a 100 gramos’ lo que
no tiene valor para comparaciones. Agradecemos a
D. Javier Moralejo que nos diera a conocer el trabajo
del Cahimo (Contreras et al., 2006-7).
67
351
Estos glandes han sido mencionados en diversas
ocasiones (especialmente Bonet y Mata, 2002: 160),
aunque no se han publicado en detalle. Agradecemos
a Helena Bonet y Jaime Vives-Ferrándiz que nos
hayan proporcionado los pesos individuales de las
piezas del lote conservado, que hemos empleado
para el estudio.
El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula
Lugar
Fecha
Cerro Albahacas
c. 208 a.C.
Núm. piezas (n)
12
Peso medio
gr.
38,7
Bibliografía
-
La Palma (Tortosa)
c. 210/205
12 (o 14)
38,6 (o 42,8)* J. Noguera, E. Ble (com.pers.)
Puntal dels Llops
c. 190/180 a.C.
32 (o 33)
40,0 (o 40,1)* H.Bonet, J.Vives (com. pers,.)
Numancia (campamentos)
134/133 a.C.
3
32,7
Luik (2002)
Numancia (glandes etolios)
134/133 a.C.
7
48,4
Gómez Pantoja, Morales (2008)
Inscr. Quintus Metelus
c. 80/60 a.C.
3
50
Díaz Ariño (2005)
La Caridad (Caminreal)
c. 80/60 a.C.
6
61
Vicente et al. (1997)
Inscr. Sert. Proc.
(77/72 a.C.)
10
39,7
Díaz Ariño (2005)
Picamoixons, Ta (inscr. SCAE)
49 a.C.
82
60,7
López VIlar (2013)
Inscr. CnMag (Cerro de las Balas, ¿Munda?)
Inscr. CnMag
46/45 a.C.
49
51,3
Pina, Zanier (2006)
46/45 a.C.
4
81
Díaz Ariño (2005)
Pompeius
46/45 a.C..
10
85,8
Día Ariño (2005)
Glandes Perusinae
41/40 a:C.
78
53,3
Benedetti (2012)
(*) Si se incluyen los glandes de >70 gr.)
Figura 19. Tabla de datos de pesos de glandes hispanos.
En el lote del Puntal del Llops hay 33 glandes
completos y otros incompletos. De los completos, uno sólo se sale por completo de los valores
del conjunto con un peso de 70,10 g (nº cat. 7493).
El resto oscila entre 57,49 g y 23,22, pero el peso
medio es de 40,1 g para el total (Figura 18) y de
40 gramos si descontamos el ejemplar 7493.
Estos valores deben contrastarse no sólo con
el peso medio muy cercano de los ejemplares
de Las Albahacas (38,7 g según se ha dicho),
sino con los de La Palma, también citados, muy
similares.
de que pudieron coexistir hacia 200 a.C. dos
metrologías de glandes, una del doble de peso
aproximado que la otra. Si es así, la de 70 g sería
muy rara en el momento –fines del s. III a.C.– en
que nos movemos, y hasta ahora no aparece en
Las Albahacas. En tal caso, si consideramos el
peso medio de todos los ejemplares de La Palma,
y no sólo los de tamaño menor, el valor medio
de las 16 piezas de la Palma pasa de 38,6 g a
42,8 gramos, peso todavía muy inferior al de
los periodos posteriores (Figura 18), y sólo 4 g
superior a los de Las Albahacas, y 2 g superior a
los de Puntal dels Llops, muy poco posteriores.
Los investigadores de La Palma mencionan
e ilustran (Noguera et al., 2013: Fig. 19) dos ejemplares de glande de gran tamaño, muy bicónicos
y de un peso doble a lo normal, en torno a los
70/73 gramos. En una primera aproximación,
opinábamos que esos dos glandes podrían ser
–por su forma y peso– posteriores, de época
sertoriana, momento en el que también se documentan materiales en este lugar estratégico
en la desembocadura del Ebro (a presencia de
numismática de época sertoriana confirma esta
idea, cf. Noguera, 2008: 36). Sin embargo, la
presencia de un ejemplar solitario de 70 g junto
a otros cuarenta menores en Puntal nos lleva a
desechar esa idea, y considerar como sugestiva
la propuesta sugerida por Ble (2013 y com. pers.)
En todo caso, y con independencia de cómo
consideremos los escasos glandes de 70/73 g de
La Palma y Puntal dels Llops, los valores medios
de estos dos yacimientos y de Albahacas oscilan
entre 38,7 y 42,8 g como máximo, con lo que la
Figura 18 muestra una clara tendencia a que con
el tiempo el peso medio de los glandes fuera
aumentando (los tres glandes de Numancia de
c. 133 a.C. suponen una muestra demasiado pequeña), llegando a los valores más altos en época
sertoriana/pompeyana para luego comenzar a
disminuir en época imperial. Este último paso
del proceso no lo hemos incluido aquí, pero se
extrae de lo recogido en la Figura de Völling
(1990: Abb. 31). En ese gráfico, los valores más
altos (con una concentración entre los 45 y los
352
FeRnAndo QuesAdA et al.
75 gramos) se dan en Asculum (c. 88 a.C.), descendiendo bastante en campamentos limitaneos
altoimperiales como Haltern o Dünsberg, para
volver a dispararse hacia pesos mayores siglos
después en el contexto bajoimperial de Krefeld/
Gellep.
nuevo y dramático ascenso de los pesos de los
proyectiles de honda.
Si nos centramos en lo que nos dicen las
fuentes literarias, los honderos fueron, en la
Segunda Guerra Púnica, contingentes pequeños
de especialistas mercenarios, baleares cuando se
menciona su procedencia. El manejo de la honda
exige una larga familiaridad y entrenamiento,
desde la infancia si es posible, y eso se aplica
desde los rodios en el Mediterráneo oriental
(Jenofonte, Anab. 3,3,16) hasta los baleares en el
occidental (entre otros muchos textos, Diodoro,
5,18 o Estrabón, 3,5,1). A cambio, el proyectil de
honda es mucho más peligroso que la flecha,
porque viaja a mayor velocidad y su trayectoria
es invisible (Onasandro Strat. 19,3) y su impacto
puede inhabilitar por conmoción aunque no
penetre un casco o coraza. Es, además, fácil de
fabricar incluso por cada combatiente en condiciones de campaña (supra).
Esta tendencia al crecimiento de pesos a lo
largo de la República se manifiesta también en
el estudio de Poux sobre los glandes galos de
época de la conquista de la Narbonense, a fines
del s. II a.C., de época cesariana y los imperiales del limes renano, con algún añadido como
Numancia como caso más antiguo (Poux, 2008:
Fig. 47, abajo a la derecha). Los pesos medios de
sus glandes romanos de fines del s. II a.C. están
en la gama de los de Albahacas y de Numancia,
mirando hacia el pasado; por el contrario, a partir de entonces el panorama cambia: los pesos
de Alesia (52 a.C.), por ejemplo, están en torno
a 10/15 gramos por encima de los pesos medios
de Albahacas.
En principio, sólo se mencionan honderos
en Hispania entre los ejércitos púnicos, y siempre
en contingentes comparativamente reducidos
de unos cientos, no de millares (e.g. Polibio,
3,33,8-11; 3,33,15-16), y son tropas baleares (Domínguez Monedero, 2005). En el caso de Baecula,
además, Tito Livio los menciona expresamente
(“los jinetes númidas y a los baleares y africanos
de armamento ligero”, 27,18,7). Por tanto, lo
más probable es que los glandes de honda de
Las Albahacas pertenecieran al bando púnico.
Controlando la dispersión de su caída, sería
posible proponer diferentes posiciones para
los lanzadores, calculando alcances eficaces de
combate (muy inferiores a los alcances máximos,
o incluso los prácticos Quesada, 1997: 476, Fig.
282) de hasta 200 metros68.
Insistimos con todo que en este terreno estamos iniciando los trabajos de cuantificación,
ya que buena parte de los lotes principales de
época de las guerras civiles muestran grupos
de glandes de diferente peso, posiblemente
según las unidades que los emplearon, aunque
casi siempre con valores muy por encima de la
mayoría de los proyectiles del s. III a.C.
De todos modos, y si se confirma esta doble
tendencia de pesos medios en torno a 35-40 g en
el s. III, subiendo a los 50/55 g o más en el s. I
a.C. y descendiendo de nuevo en época imperial,
una explicación para el crecimiento de peso de
los glandes de la época de las guerras civiles es
que entonces los proyectiles se iban a emplear
contra otros legionarios bien protegidos en
cabeza y torso, mucho mejor que los pueblos
‘bárbaros’ anteriores y posteriores. Cuando esa
necesidad cesó, y los nuevos enemigos fueron
germanos y otros pueblos con menor capacidad de protección corporal (armaduras, cascos,
grebas, escudos grandes), los pesos de los proyectiles (y por tanto su capacidad de detención)
pudieron volver a bajar poco a poco. A partir del
s. III d.C. (cf. Völling, 1990: Abb. 31), la mejor
protección de los enemigos de Roma (en el Este
pero también en Europa central) llevaría a un
Esto no quiere decir que los romanos no
pudieran haber contado con honderos, aunque
fueran los calones de Livio, pero no formaban
parte de la orgánica de las unidades legionarias,
68
353
Somos plenamente conscientes de que suelen
sostenerse alcances mayores e incluso mucho
mayores (cf. Griffiths, 1989: 262), pero, como ya
se dijo (ver nota 10) éste es un tema complejísimo
en el que no podemos entrar aquí, pero en el que
suelen confundirse alcance teórico, alcance máximo
y alcance eficaz en combate.
El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula
ni de los socii. Sin embargo, la presencia de al
menos una quincena de ejemplares de glande
en el campamento de La Palma, identificado
como romano por el conjunto de la cerámica y
numismática, lleva a pensar en la presencia hacia
el 210 a.C. (no citada por las fuentes literarias),
de honderos entre las tropas romanas, quizá
baleares. Se ha llegado a plantear la fabricación
de glandes in situ (Noguera et al., 2013: 49) lo que
parece probable, más que considerarlos como
producto de un ataque cartaginés o de captura,
todo ello difícil de precisar dada la naturaleza
misma del yacimiento y la superposición de materiales de los más diversos periodos (Noguera
et al., 2013: 32 ss.).
pesos similares. Queremos llamar la atención,
sin embargo, y de nuevo, sobre que los ejemplares occidentales (no nos referimos aquí al caso
griego) más antiguos tienden a ser anepigráficos,
apareciendo la epigrafía, aparentemente, sólo
a partir del s. I a.C. La producción local está
bien documentada en la Caridad de Caminreal,
donde además de unos glandes sueltos aparecen
cuatro bloques procedentes directamente del
molde de fundición, todavía unidos ente sí y con
las rebabas (Vicente et al., 1997: Fig. 39).
En cuanto al dudoso empleo de hondas por
parte de los numerosos contingentes de auxiliares y aliados hispanos (iberos y celtíberos),
ninguna fuente las menciona, ni en el s. III a.C.
ni en los cientos de descripciones de armas y
batallas y asedios durante la ulterior conquista
romana, salvo por la única y notable excepción
de Estrabón (3,4,15) cuando habla de los Celtíberos (por el contexto), aunque menciona el
genérico iberos (Quesada, 1997: 479-480).
Aunque las fuentes literarias no mencionan
nunca en la Segunda Guerra Púnica en Hispania
la presencia de honderos en el bando romano
(ver repertorio de fuentes en Völling, 1990:Liste
3; también Griffiths, 1989: 267 ss.), sí mencionan
honderos al servicio de Roma en 217 a C., traídos
de Sicilia por Hieron (Livio, 22, 37, 8 y 13)69. De
modo que según el viejo principio de que la
ausencia de evidencia no es evidencia de ausencia, los datos de La Palma indican que Escipión
bien pudo haber reclutado honderos, quizá los
cercanos baleares, desde Ampurias o Tarragona,
y por tanto bien pudo haberlos llevado a Baecula
algo después.
La ausencia de iconografía, y el hecho de que
cuando contamos con contextos arqueológicos
la presencia de glandes de plomo se asocia a
contextos romanos o directamente asociados
con la conquista romana, a partir del s. II, pero
y sobre todo en el s. I a.C. en época sertoriana
y cesariana (Díaz Ariño, 2005), nos ha llevado
a sostener que la honda, aunque conocida, fue
un arma menospreciada ideológicamente en la
guerra, y por tanto no digna de ser representada o enterrada en ajuares funerarios (Quesada,
1997: 475 ss.).
En el caso de Hispania, no es hasta Numancia, al comienzo del último tercio del s. II a.C.,
cuando se mencionan honderos en el ejército
romano (Apiano, Iber. 92; Frontino, Strat. 4,27).
La arqueología lo confirma, e indica que al menos en parte debieron ser honderos extranjeros,
griegos etolios a juzgar por las glandes inscriptae
halladas en Numancia (Díaz Ariño, 2005: 224;
Gómez y Morales, 2008).
Pero como es sabido, una cosa es la ideología
y otra que la realidad se imponga, y sin duda la
masa oscura de combatientes empleó la honda,
en la caza y quizá en la guerra, especialmente
desde principios del s. II a.C. y sobre todo en el s.
I a.C., como indica la presencia del lote ya mencionado de cuarenta y un glandes en la estancia
12 del Puntal dels Llops en Valencia, próxima a
la torre de entrada (Quesada, nº cat. 2193).
La búsqueda de paralelos de glandes en la
Península Ibérica o en Italia o la Galia entre los
siglos III y I a.C. sería interminable, ya que aparecen en todos o casi todos los yacimientos que
venimos citando en este trabajo, con tipología y
69
La inusitada presencia de un glande bicónico
en el ajuar de la Sep. 199 del Cabecico del Tesoro,
fechable en el s. II a.C. (Quesada, 1989: vol. II, p.
164) y la de otro en el espacio 11 del santuario
del Cigarralejo (Cuadrado 1950: 49, Quesada, nº
No aceptaremos como válida la otra mención, de Silio
Itálico para Cannas en 216 a.C. (Pun. 8, 521) donde
también habrían combatido, según el poeta, vascones
y cántabros entre otros (razones en Quesada, 2001:
146).
354
FeRnAndo QuesAdA et al.
cat. 1285) son testimonio de esta ambivalencia
ideológica. Pero la prueba definitiva del carácter
propiamente ibérico de algunos glandes es la
existencia de –rarísimas (sobre millares)– piezas
con inscripción ibérica, costumbre epigráfica que
debe interpretarse como de influencia romana
o púnica tardía68. Así, el ejemplar andaluz con
leyenda ibérica incisa sobre el proyectil tras la
fabricación (no en el molde) se asocia a otros con
inscripciones en neopúnico, probablemente del
s. I a.C. (García Garrido y Lalana, 1993: 106). El
glande del Pico de los Ajos de Ayora, en Valencia
(Fletcher, 1985: Fig. 29.3; Quesada, nº cat. 2329)
con inscripción incisa debe también ser tardío.
En conjunto, parece que en Albahacas, y
comparando los datos con los muy próximos
de La Palma, y los posteriores de glandes del
s. I a.C., podemos aproximarnos a unos rasgos
característicos de glandes plúmbeos de fines del
s. III a.C.: ausencia de epigrafía, formas ovaladas
de los tipos I b/c y IIb de Völling, mala calidad
de manufactura, peso medio en torno a los 38/40
gramos y nunca superior a 50/55 gramos. Será
necesario confirmar con estudios más precisos
esas tendencias que se apuntan, en especial la
de un peso de tendencia creciente en las series
posteriores hasta época cesariana.
7.- SAGGITTAE
El estudio de las puntas de flecha es probablemente el más complejo e incierto de este
trabajo. Debemos recordar que nos encontramos
ante el producto de una prospección de superficie realizada sobre un muestreo en un área global
de cientos de hectáreas, y que entre los más de
seis mil objetos metálicos registrados, casi dos
mil quinientos no son identificables, y más de
mil seiscientos pertenecen a otros momentos,
desde la Prehistoria Reciente a la época Moderna. Por ejemplo, hay tantas monedas medievales
y modernas como antiguas en el Cerro de Las
Albahacas70.
durante siglos, o han desaparecido para
volver a renacer dado que determinadas
formas, sistemas de enmangue y dimensiones son a las más eficaces y a la vez las
más sencillas para determinadas tareas:
puntas macizas sencillas con cubo para
perforar, con aletas para herir en la caza,
etc. Por tanto, un modelo muy parecido
puede haber existido en el s. III a.C. y en el
s. XII d.C. (pueden consultarse repertorios
tipológicos medievales (como Serdon,
2005; Jessop, 1996; Hardy, 1976; Soler,
1986) e incluso los detalles de fabricación
(Sainty y Marche, 2006) para apreciar la
pervivencia de tipos y su forja.
En un contexto así, los proyectiles de flecha
presentan un serio problema, por varias razones:
c.
a. El mismo –y en este caso inevitable– carácter de la recogida de la información,
con carencia de contexto estratigráfico.
b. Aunque hay tipos muy característicos de
diferentes periodos, otros muchos modelos, los más sencillos, han perdurado
70
No tenemos claro que los glandes supuestamente
saguntinos con inscripción griega procedan de ese
yacimiento y que puedan fecharse en el s. III a.C.
como propone Aranegui (2003), y menos aún en el s.
IV a.C. (Aranegui, 2003: 50) para lo que no hay ningún dato. Díaz Ariño (2005: 223) también se muestra
escéptico sobre la procedencia y datación de estas
piezas.
En las batallas como Baecula combatieron
tropas de muchas procedencias distintas,
al menos norteafricanos (a su vez con contingentes libios, númidas y cartagineses),
hispanos (iberos de distintas etnias, turdetanos, celtíberos de diferentes regiones)
e itálicos (romanos, aliados latinos…).
Esto implica la existencia de numerosas
tradiciones regionales distintas, y la posibilidad de la existencia de una enorme
variedad de modelos de puntas, a menudo –o casi siempre– poco conocidas.
En el caso de la Roma Republicana, lo que
llama la atención es la ausencia de un buen conocimiento de su armamento en general, y de
355
El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula
las puntas de flecha en particular. Los manuales
al uso, recientes, apenas hacen un intento desganado de recoger alguna idea y desde luego
no ilustran más que un tipo de punta (Bishop
y Coulston, 2006: Fig. 27)71, o casi nada en absoluto (Fischer, 2012: 201). Manuales antiguos,
paradójicamente, prestan más atención al tema,
como las Memorias de las grandes excavaciones como Numancia; pero entonces la misma
antigüedad de los textos y de la metodología
de los trabajos de campo hace que, por ejemplo,
piezas medievales puedan haber sido tomadas
como romanas, dado que por su densidad y
pequeño tamaño son buenos candidatos para
desplazarse en la estratigrafía. Pero incluso los
trabajos especializados en el equipo de arquería
romano apenas son útiles para el estudio de las
puntas de flecha republicanas (Coulston, 1985)
ya que se concentra en el periodo imperial,
debido precisamente a la escasez de buenos
repertorios republicanos, y menos aún anteriores a c. 150 a.C. La presencia de auxiliares
galos al servicio de Roma es improbable en el
contexto de c. 218-c. 106 en Iberia, pero en tal
caso estaremos mejor servidos por repertorios
relativamente completos como los de Duval
(1970) o Poux (2008).
empleado a fines del s. III a.C. Pero si los hubo,
es probable que a estas alturas emplearan los
modelos cartagineses típicos, parte de una gran
familia de las que las puntas de arpón lateral tan
conocidas en Hispania son sólo una parte (Ferrer,
1996, sobre todo Elayi y Planas, 1995; Bartoloni,
1988; Curtis, 1987).
Hecho este caveat, procederemos a analizar
las puntas de flecha halladas en Las Albahacas,
incluyendo todas aquellas que, aunque sean
dudosas, pudieran haber sido de la época del
resto de las armas (rango máximo posible entre
c. 210 a.C. y c. 50 a.C., casi con seguridad c.
208 a.C.). Examinaremos puntas de bronce de
tipología anterior que pueden haber perdurado
(incluso en el caso de las de arpón lateral de tipo
Ramon 11a parece probable que hayan perdurado
desde el s. VII), y otras que posiblemente sean
medievales, aunque quepa la alternativa de que
sean de filiación ibérica/romana/númida/celta
por diversas razones que comentaremos en cada
caso. Hay finalmente otras puntas que pueden
con igual probabilidad ser romanas o medievales, porque el tipo no varió en más de un milenio,
pero en las que la ley de probabilidades indica
que, si la inmensa mayoría de las armas de la
zona son ibero/romanas/cartaginesas, estas
puntas lo sean también.
En el caso de Iberia, es notoria la escasez
extrema de puntas de flecha en buenos contextos
arqueológicos a partir del s. IV a.C. (Quesada,
1997: 459-46) en comparación con contextos anteriores de la Edad del Bronce (e.g. Kayser Aguilar,
2003); y el Orientalizante (Ferrer, 1994, 1996), y
las que hay, aparte de las perduraciones de las
puntas de bronce orientalizantes, pertenecen a
una amplia variedad de tipos herencia de los del
Bronce Final, incluso en bronce en el nordeste,
lo que dificulta o impide la datación de piezas
sin contexto preciso.
Concluiremos añadiendo que, si bien
puede bien haber quien prefiera insistir en
la incertidumbre, y afirmar tomándonos la
palabra, que todas las puntas dudosas (una
fracción del total, en todo caso) pudieran en
efecto ser consideradas medievales, sería más
que improbable, imposible que: (a) estuvieran
los tipos menos frecuentes, y que en cambio
falten por completo los tipos más diagnósticos
de, por ejemplo, los siglos XI-XIII, como son
las puntas piramidales de sección triangular
con enmangue por espiga, características por
ejemplo de los campos de batalla de Alarcos o
de las Navas de Tolosa (cf. Soler, 1986; Zozaya,
1995) y (b) los otros elementos de contexto,
como monedas, fíbulas, cerámica, y el resto de
armas apunten abrumadoramente a una fecha en
el s. III a.C. y no en el s. XIV d.C.
Por lo que se refiere a las tropas norteafricanas, confesamos nuestro desconocimiento
sobre los tipos de punta de flecha que supuestos arqueros númidas o libios pudieran haber
71
“Arrowheads were mostly tanged and of both
flat-bladed (some barbed) or trilobite (triple bladed
forms, and a number of single barbed Celtic-style
arrowheads from Roman contexts may indicate the
use of auxiliary archers…” (Bishop y Coulston, 2006:
58).
356
FeRnAndo QuesAdA et al.
Figura 20. Puntas de flecha ahusadas ’tipo Numancia’ de Deyber.
357
El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula
Figura 21. Selección de dibujos de variantes puntas de flecha ahusadas.
358
FeRnAndo QuesAdA et al.
Se trata de un expediente y tipo extremadamente sencillo pero debemos pensar que eficaz
si es con mucha diferencia el más frecuente en
el campo de batalla (si es que no casi el único).
De hecho, su forma muy puntiaguda y compacta
es ideal para penetrar tanto en los anillos de una
lorica hamata, como para perforar un pectoral
metálico, aunque para esta última función la
masa de las puntas más pequeñas es quizá en
exceso reducida.
Las puntas bipiramidales mal llamadas ‘Numancia’
Excepción hecha de los clavi caligares (infra)
el lote tipológicamente homogéneo de armas
más numeroso es, en Las Albahacas, y con mucha diferencia, el formado por hasta 136 puntas
de hierro forjado de forma bipiramidal (mejor
que ‘fusiforme’) muy alargada y básicamente
simétrica, y sección cuadrada, que termina en
punta afilada por ambos extremos (Figura 20). Se
trata de piezas toscas, y por tanto presentan una
cierta variedad formal, con algunos ejemplares
proporcionalmente más gruesos y otros más
estilizados. Sin embargo, no hemos realizado
una clasificación, una ‘tipología’ siguiendo el
principio de non sunt multiplicanda…, y porque
partimos de la base de que, dada la naturaleza
de la fabricación de estos objetos, una cierta
variabilidad es inherente al tipo.
Donde sí puede haber intencionalidad es
en las longitudes y pesos, siendo la segunda
variable en principio dependiente de la primera72. Pero como demuestran tanto la Figura 22
como los gráficos de las Figuras 23 y 24, sólo
unos pocos ejemplares ‘se salen’ del patrón
general, hasta el punto de que por su gran tamaño y peso deben ser considerados aparte del
resto, bien como puntas de jabalina, bien como
instrumentos tales como punzones, empleados
enmangados en una empuñadura de madera.
Se trata (Figura 20) de las piezas n. cat. 1173 y
5946, y –solo quizá porque están sobre la recta
de regresión– también 1002a, 1033, 9147 y 2497.
Se observará que la diferencia entre estas puntas
y el resto, que se hace tan evidente en la gráfica
de la Figura 22, es en realidad visible también
al ojo desnudo en la Figura 20, donde aparecen
aislados en la parte superior de la fila izquierda.
Debe resaltarse (Figura 20) que aunque estas
piezas son bipiramidales de sección cuadrada,
casi nunca son completa y perfectamente simétricas, de manera que el ancho máximo no
está en el centro, sino algo desplazado hacia un
extremo, que entendemos es el extremo distal
de la punta, que adopta así un aspecto ligeramente ‘cabezón’, mientras que el otro extremo,
el proximal, forma un pedúnculo más largo y
afilado, que suele perder la sección cuadrada
para convertirse en irregular –o de tendencia
circular– en el extremo proximal, que es el que
se embutiría en el astil de las flechas.
Obviamente, el resto de piezas73, el 96%,
forma un grupo muy compacto. La figura 22
muestra un histograma de frecuencias de pesos por intervalos de medio gramo, con una
marcada asimetría a la derecha, y donde queda
clara la agrupación de la gran mayoría de las
piezas en el intervalo de 1 a 3,5 gramos, con
una cola por la derecha entre 4 y 6 gramos, y
dos excepciones (nº cat. 5946 y 1173, con 10,54 y
14,9 g respectivamente). Se apreciará que entre
el peso de estas dos piezas hay casi el mismo
recorrido estadístico (4,36 g) que entre las otras
119 puntas (4,96 g), lo que confirma que deben
tener otra función.
Unas 15 piezas (un 11% del total) presentan
el pedúnculo doblado, casi siempre justo en la
base de la ‘cabeza’ del proyectil, casi siempre
en un ángulo de unos sesenta grados. Podría
pensarse que se trata del resultado de impactos,
donde el metal se habría doblado por su parte
más débil. Sin embargo, esta explicación no resulta convincente, porque esas mismas puntas
no suelen ser las que tienen el extremo distal
aplastado por un impacto tal que además habría
doblado el vástago metálico. Da la sensación
de que están dobladas expresamente, lo que
impediría su inserción en un astil de flecha. Otra
media docena de piezas tienen la punta aplastada por impacto, pero solo una de esas piezas
tiene también el pedúnculo doblado.
72
73
359
Salvo que hubiera un tipo mucho más grueso, en
el que sería el volumen total y no la longitud lo que
aumentaría decisivamente el peso. Pero tal tipo no
se da en Albahacas.
Descartando 15 incompletas, esto es, 119.
El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula
Fig. 22. Histograma de frecuencias de pesos de puntas fusiformes.
Figura 23. Correlación longitud máxima/peso de las puntas fusiformes.
zas completas es de 2,78 gramos, con un valor
máximo de 5,8 y mínimo de 0,84 (muy reducido,
quizá por oxidación).
Eliminando estas dos excepciones, y manteniendo en el cálculo las otras cuatro piezas
ya mencionadas, que se salen del conjunto por
longitud pero no por peso (Figura 22, nº 2497,
9147, 1033 y 1002a)74, el peso medio de 119 pie-
74
La longitud media para el mismo conjunto
de 119 piezas es de 4,4 cm, con un valor mínimo
Porque consideramos que siendo flechas del mismo
perfil aerodinámico, la longitud total que sobresale
del astil –con una diferencia de mm.- tiene mucho
menos efecto aerodinámico y de capacidad de
penetración que su masa total.
360
FeRnAndo QuesAdA et al.
N.inventario
LgMx
LgPt
AnMxHj
Peso gr
1002A
7,6
2,1
0,5
5,5
Observaciones
Pedúnculo muy largo, extremo ligeramente doblado
1003A
4,7
1,7
0,5
3,1
‘Dardo’ bipiramidal
1019
3,5
1,1
0,5
1,69
Sección Rectangular. Aplanado
1027
3,7
1,6
0,4
2,5
Probablemente falta un poco de la punta
1033
7,1
3,6
Pedúnculo doblado en ángulo recto por la mitad. Punta dudosa. Probable punzón.
1038
2,9
1
0,4
1,6
1060
5,1
1,5
0,6
4,1
1122
4
1,3
0,5
1,82
Atípico. El pedúnculo es aplanado, no piramidal
Mucho más masivo que los demás. Además, la punta es igual de larga que el pedúnculo. Dudoso.
1173
8
4,1
0,8
14,9
1223
3,3
0,8
0,4
1,26
1263
4,4
1,2
0,5
3,2
1304
5,3
1,9
0,6
5,1
Pedúnculo doblado en un tercio de su longitud
1371
5,7
1,8
0,5
4,5
La punta es la parte corta
1391
4,6
1,6
0,5
2,9
1433
4,9
1,9
0,4
3,2
1572
3,5
1,4
0,5
1,8
1712
5,3
2
0,6
4,2
0,6
4,4
0,4
2,8
1714
5
2
2013
4,5
1,9
2020
5,3
1,8
2060
4
2079
3,8
1,6
33
0,4
2
0,5
2,09
2083
4,9
0,4
3,5
2110
4,8
1,7
0,5
2,5
Quizá punzón. No es posible definir la punta
Roto por ambos extremos
2112
3,8
1,4
0,5
2,2
2139
4,3
1,8
0,7
4,8
Punta aplastada.
2154
4,8
2
0,4
3,2
Falta extremo de la punta, aplastado
2165
4
1,5
0,6
5,5
Punta aplastada por impacto
2186
5
1,7
0,6
4,4
2220
3,7
1
0,4
2,2
2236
4
2
0,6
3,3
Totalmente simétrico (punta/pedúnculo)
230
4,6
0,4
3,1
No tiene la clara tendencia bipiramidal de los dardos. Probable punzón
2330
4,5
1,2
0,5
2,6
234
4
1,3
0,5
3,1
2347
5,2
1,5
0,7
5,2
236
5,3
1,2
0,5
2,8
2394
5,5
2
0,7
5,8
2401
2,7
1,5
0,5
1,96
Incompleto
2414
4
0,5
3,84
Incompleto
248
4,1
1,5
0,4
1,9
2497
6
1,7
0,5
3,1
Doblado 60º por el pedúnculo.
2528
4,7
3,9
Posible punzón. Difícil diferenciar punta de pedúnculo
2574
2,8
1,6
0,5
2,9
Incompleto
2597
5,8
2,6
0,6
4,9
Punta roma
2604
4,8
1,8
0,5
2,8
2608
5,4
1,9
0,6
5,5
2623
5,2
1,7
0,5
3,1
2640
4,1
1,7
0,5
2,4
2690
4,1
0,5
3,2
2714
3,2
0,5
0,5
1,49
2715
4,8
1,4
0,5
3,71
2731
3,5
1,6
0,5
2,11
2786
3,2
1
0,4
1,1
3063
5
1,5
0,6
4,13
3065
4,5
1,7
0,6
3,03
3077
5,3
3081
4,1
3134
3137
Extremo pedúnculo doblado
Casi simétrico. Imposible distinguir punta de pedúnculo por simetría.
Muy pequeño. Probable punzón.
Punta dificil de distinguir del pedúnculo
0,4
2,6
1,6
0,5
2,48
5
1,9
0,5
2,3
Al forjarla, se ha aplicado una decorativa torsion helicoidal a la pieza. Es dificil distinguir la ‘punta’ del ‘pedúnculo’
3
1,8
0,4
1,27
Incompleto
4036
4,6
1,5
0,5
2,8
4075
4,4
1,8
0,5
2,6
4123
3,9
1,5
0,4
2
413
2,7
1,2
0,5
2,1
4147
3,7
1,5
0,5
2,68
4194
3,7
1,1
0,5
1,58
4205
4
1,8
0,5
2
Pequeño
4272
4,3
1,7
0,5
2,2
Doblado
Incompleto
361
El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula
4284
4
1,4
0,4
2,4
4342
4,6
1,4
0,5
2,55
4356
4,3
1,8
0,5
3,3
4419
4,5
1,3
0,5
1,97
4421
4,1
1,7
0,4
1,76
4425
3,8
1,2
0,5
2,25
4426
4,7
1,6
0,5
2,03
4518
4
1,4
0,5
2,13
4570
4,2
1,1
0,5
2,9
4633
3,8
1,1
0,5
2,1
4736
4,3
2,1
0,6
4,34
4802
3
1,5
0,5
1,49
4834
3,9
1,1
0,5
2,43
4900
3,3
1,6
0,5
2,47
4965
5
1,7
0,5
3,2
4988
5
1,7
0,5
3,2
5099
4
1,4
0,6
3,2
5394
3,8
1,4
0,7
3,15
5417
4,8
2
0,5
3
5425
3,5
0,5
2,36
5438
4
1,4
0,4
1,96
5447
3,5
0,3
1,3
Dudoso. Posible punzón. Lg punta no mensurable
5489
3,6
1,6
0,4
1,5
Muy pequeño, posible punzón.
5497
4,1
1,3
0,5
2,86
5546
3,6
1,3
0,6
2,77
5578
5,7
5946
8,2
6004
0,7
7,1
4,2
1
10,54
5,4
1,8
0,6
4
6088
4,2
1,5
0,5
2,31
6093
4,3
1,6
0,4
1,54
6119
3,6
1,2
0,3
1,3
6143
5,1
1,7
0,5
4,1
6236
3,6
2
0,5
2,68
6291
4,1
1,5
0,5
1,82
6483
2,7
1,2
0,4
1,28
6576
3,7
1,2
0,4
1,6
6578
3,2
1,7
0,5
2,12
6642
3,6
1,6
0,5
2,28
6783
4,8
2,3
0,5
4,21
6939
4,6
1
0,5
2,44
7066
2,4
1
0,4
0,84
7085
4,4
1,5
0,5
3,17
7194
3,1
1
0,4
1,42
7227
5,4
1,7
0,5
4,22
7334
5,2
2
0,5
3,53
7398
4,7
7413
1,7
0,7
5,23
1,4
0,4
1,82
7419
3,6
0,9
0,5
2,1
7515
4,9
1,3
0,4
2,07
7535
4,5
1,5
0,5
2,71
7587
2,9
1,1
0,4
1
7632
2,9
1,7
0,6
2,66
7655
4,6
1,6
0,5
2,9
7663
5,5
7840
4,1
9102
3,9
9135
1,6
0,5
4
0,4
1,9
1,4
0,4
2
1,5
0,5
1,6
9136
4,1
1,8
0,4
2,3
9147
6,5
2
0,4
2,8
9161
3,5
1
0,4
1,2
1,5
0,4
1,8
9191
9194
4,8
1,7
0,5
3,2
9375
5,7
2,2
0,4
3,1
9548
3,5
1,2
0,4
2,2
9567
7
2,1
0,5
3,3
9723
5
1,7
0,6
5,5
9774
3,3
1,6
0,6
1,94
Pequeño.
Incompleto
Aplanado, seccion rectangular
Doblado por impacto
Incompleto
Imposible distinguir la punta del pedúnculo, es simétrico
Aplanado, seccion rectangular
Muy pequeño, posible punzón.
Incompleto
Incompleto
Incompleto
Incompleto
Incompleto
Pequeño. Punzón?
Incompleto
Imposible distinguir la punta
Pedúnculo incompleto
Pedúnculo incompleto
Figura 24. Tabla de datos con dimensiones de las puntas fusiformes.
362
FeRnAndo QuesAdA et al.
de 2,4 y uno máximo de 7,6 cm pero con una
clara concentración (Figura 22) entre los 3 y los
5,5 cm. Se aprecia también a simple vista, aunque no presentamos los estadísticos, la excelente
correlación entre longitud y peso en todas las
piezas (salvo las dos antes mencionadas), indicio
de una buena regularidad de proporciones (relación Longitud/Anchura máxima) del conjunto
de las mismas.
‘vástagos’ (rods) por J. Horvat (1997: 112-113;
2002: 135 ss.), sin atreverse a proponer una función para los mismos en 1997, y considerando
su uso como puntas de flecha de circunstancias (Horvat, 2002:137). En realidad no son
exactamente como las piezas bipiramidales de
Albahacas o Numancia en su forma, aunque
sí probablemente en su función, ya que tienen
un pedúnculo largo susceptible de insertarse
en un fino astil de madera, un tope y una corta
punta, y por tanto podrán funcionar como una
variante de los mismos proyectiles. Su fecha, c.
180/170 a.C., está a caballo entre los dos yacimientos hispanos donde hemos analizado estas
piezas. En cierto modo más próximas a Smihel
que a Numancia y Albahacas están las piezas
de arponcillo de Osuna (Engel y Paris, 1906: Pl.
XXXV; Sievers, 1997a: nº 45 ss.) que pudieron
bien usarse como elementales puntas de anzuelo
con enmangue de espiga, siendo descendientes
del modelo de Las Albahacas.
Antes del hallazgo de Albahacas, el conjunto
más importante de estas puntas era el de Numancia (c. 134/133 a.C.), identificado como de
puntas de flecha ya por Schulten (1927: Taf. 35)
y aceptado por Luik sin demasiado comentario
(Luik, 2002). Se trata de apenas una docena de
ejemplares procedentes tanto de los campamentos de contravalación (Luik, 2002: Abb. 90:
194-198) como de Renieblas III (Abb.19: 206212). Sin embargo, en Numancia estas puntas
aparecen acompañadas de otras mucho más
diagnósticas, como son las trilobadas de espiga
(Abb. 90: 188-191), las de hoja triangular con
engrosamiento basal y espiga, con o sin aletas, de
herencia griega helenística (tipo Olinto D1) (Abb.
89)75, o incluso las triangulares de cubo con aleta
y sección romboidal (Abb. 190 202, 205) documentadas también en Almedinilla (Schule, 1969:
Taf. 72.24, Quesada, 1981)76. Lamentablemente,
hasta ahora ninguna de estas puntas características ha aparecido hasta ahora en Las Albahacas
aunque, de nuevo, la “ausencia de evidencia no
es (todavía) evidencia de ausencia”.
En cambio, en las obras del asedio de Alesia
aparecen puntas tipológicamente idénticas a las
de Las Albahacas o Numancia, en contexto ya
del 52 a.C., que sin embargo fueron clasificadas
por el equipo franco-alemán a cargo de las
excavaciones como ‘alênes ou poinçons’, ‘leznas
o punzones’ (Brouquer-Reddé y Deyber, 2001:
316-317 y Pl. 103, nº 235-238 y 239-242). Sin embargo, con posterioridad, A. Deyber (2008) ha
mutado por completo su identificación, y es con
esta última con la que estamos de acuerdo, aún
reconociendo las más que probable polifuncionalidad de estas piezas de forma tan elemental.
El tipo se ha identificado también en el yacimiento de época de la conquista romana en el
s. I en Altikogaña (Eraul, Navarra), como tipo B,
y descrito también como punta de flecha (Martínez Velasco, 2003: 164 y Fig. 2), anunciando
además el mismo trabajo la presencia de otras
puntas similares en el campamento del Cerro
de la Muela, asociado a las guerras cántabras.
En efecto, A. Deyber (2008) denomina
ahora este objeto una punta de flecha ‘type
Numance’, siguiendo esa peligrosa tradición
de denominar yacimientos epónimos que es
útil para la memoria, pero que arrastra una
serie de connotaciones culturales y cronológicas
que se pueden revelar a la larga erróneas pero
que es muy difícil disipar. Sea como fuere, el
estudio de Deyber nos recuerda la presencia
de estas piezas en la contravalación romana
de Alesia (c. 52 a.C.), pero también la revela
en un contexto galo/romano en Montmartin,
sin remontar más allá del último tercio del s.
II a.C. Recuerda que también en la Galia estas
piezas han sido tradicionalmente consideradas
Más problemas plantea el conjunto de 211
piezas de Smihel (Eslovenia) publicadas como
75
76
Que también se documentan en bronce en Sanita
(Menorca), en un contexto probable de c. 123 a.C.
(Quesada, 2007b: 31). Sobre las flechas tipo Olinto,
Robinson (1941: 378 ss.; para el tipo D1 ver Pl. CXXI).
Que, pensamos, podría estar relacionada con la
destrucción del poblado c. 141 a.C.
363
El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula
ficación con armas, a no ser que se trate de una
elíptica alusión a la caza en tumbas de guerreros.
como instrumentos (por ejemplo como ’leznas’,
o ‘buriles’ Deyber, 2008:174), pero se alinea con
Luik (2002) en la idea de que, por el contexto,
deben considerarse puntas de flecha.
Por tanto, el nexo a un origen hispano, ibérico o celtibérico, se refuerza hasta el s. IV a.C.
para la forma, aunque no necesariamente para
la función (como sostiene, quizá con demasiado
entusiasmo Deyber (2008: 177). Dicho todo esto,
no hemos examinado en el suficiente detalle
otros contextos (como por ejemplo norteafricanos y en especial númidas) como para desechar
otras alternativas.
Una cuestión que quizá convenga plantearse, de manera tentativa, es la del origen de
estas puntas. Su misma sencillez y obvia forma
hace que un origen múltiple pueda descartarse.
Pero lo cierto es que si en 1997 no creíamos que
algunas puntas de este tipo halladas en contextos
ibéricos pudieran ser puntas de dardo o flecha,
y pensábamos que se trataría de punzones para
enmangar (Quesada, 1997: 462), ahora no estamos tan seguros. Es probable que sean útiles polifuncionales, pero al aparecer ejemplares sueltos
en las Sepulturas 161, 204, y 333 del Cigarralejo
en Murcia (Cuadrado, 1987), datadas todas ellas
con bastante fiabilidad en la primera mitad del
s. IV a.C. (cronología revisada, Quesada, 1998:
Apéndice I), o en el siglo III a.C. (Sep. 283), y
todas ellas con armas, cabe al menos replantearse la cuestión. En todo caso, todas las piezas
del Cigarralejo, aunque idénticas formalmente,
son mucho mayores y robustas que las de Las
Albahacas, con longitudes en torno a 6,5 -10 cm,
más apropiadas incluso como puntas de dardo
o venablo ligero (además de, cómo no, como
punzones), mientras que las jiennenses rondan
los 4,5 cm de media.
Otras puntas de flecha de hierro -con enmangue
de cubo
El resto de las puntas de hierro de Las
Albahacas forma un conjunto mucho menos
numeroso (28 piezas frente a 136) y menos
homogéneo que las puntas bipiramidales (al
menos 10 tipos diferentes). Presenta, además,
diversos problemas, sobre todo por la similitud
de muchas de las piezas con modelos medievales
de los siglos XII-XIV.
Se pueden establecer dos grandes categorías,
en ambos casos poco consistentes con lo que
sabemos sobre las puntas de flecha de época
de la conquista romana de Iberia. Por un lado,
las piezas de hierro que, contra lo habitual, son
todas de enmangue de cubo; por otro, las puntas
de bronce.
Por su parte, en el ámbito celtibérico aparecen estas mismas piezas en su variante de mayor
tamaño ya en época antigua, incluso a finales
del s. VI (Carratiermes Sep. 582, ver el contexto
en Lorrio, 1994: Fig. 5F) y quizá de manera más
concreta en Altillo de Cerropozo, asociadas a
armas dentro del s. IV a.C. en las Seps. 9, 15 o
16 (Cabré, 1929: Láms. XII, XVI, XVII).
Por lo que se refiere al primer grupo, el de
piezas forjadas en hierro, comenzaremos con la
punta de gran aleta lateral, nº cat. 5423 (Fig. 26),
que plantea el problema de si originalmente tuvo
otra aleta simétrica hoy perdida. Por el desgaste
del muñón, no es posible asegurarlo, aunque no
lo parece.
Con todo, trabajos recientes como por ejemplo sobre el caso de la necrópolis de Arcóbriga,
siguen considerando estas piezas como punzones bipiramidales, no sin buena razón (Lorrio y
Sánchez, 2009: 61-62; sobre todo 354 ss. donde
inciden sobre la misma idea de la multifuncionalidad). De hecho, su presencia aislada en las
tumbas, en lugar de en lotes amplios como suele
ocurrir en ajuares funerarios cuando se trata de
flechas (como en la necrópolis orientalizante de
la Angorrilla en Sevilla), hace extraña la identi-
Si originalmente tuvo dos aletas, hay que
decir que se habría sido casi idéntica sobre todo
a un modelo medieval de caza de los ss. XIII-XV
(Jessop, 1996: 194, Tipo H3, equivalente al tipo
15 de la clasificación del Museo de Londres, cf.
Hardy, 1976). La única diferencia es que en las
puntas medievales las aletas suelen llegar hasta
la base del cubo, mientras que en este caso (Figura 26) no lo hace. Por otro lado, hay ejemplares
364
FeRnAndo QuesAdA et al.
medievales españoles en los que la aleta no llega tan abajo, siendo muy parecidas a la de Las
Albahacas (Soler, 1986: Figura 1, 3). El problema
es que la pieza (Museo Arqueológico Nacional
de Madrid nº 50835) carece de procedencia, y su
propia adscripción medieval podría discutirse,
dadas las reticencias que muestra el investigador (Soler, 1986: 317-318). Por otro lado, Duval
publica como datables en la Edad del Hierro dos
puntas próximas a las de Las Albahacas, una de
St. Pierre-en-Chatre y otra de Salisbury (Duval,
1970: 49 y Planche III, nos. 13 y 15), aunque con
un nervio ausente en nuestro ejemplar. De nuevo
la pieza gala procede de excavaciones de época
de Napoleón III. En la Real Academia de la
Historia se conserva una punta de dos aletas de
forma idéntica a la de Albahacas, aunque mucho
mayor, casi el doble, por lo que tampoco resulta
un paralelo definitivo (Eiroa, 2006: 91, núm. 93)
9458, 2756, 6153, 5727, 3012, 2102) que comparten como características básicas un largo cubo
de enmangue –mayor que la propia hoja- que
remata en una hoja con forma triangular, romboidal o triangular con aletas más o menos
desarrolladas (muy desarrollados en el caso de
nº cat. 1675) cuya característica más llamativa
es que por el anverso (cara A) tiene nervio o
doble mesa con arista, mientras que la cara B
es por completo plana. No conocemos hasta
ahora puntas con este rasgo en el periodo que
nos ocupa. En cambio, es un elemento tipológico muy distintivo en la Edad Media, entre
los siglos XII-XIV. Aparecen puntas con esa asimetría por cara en Alarcos, aunque de un tipo
diferente al que aquí presentamos (Soler del
Campo en Zozaya, 1995: 177), por tanto a fines
del s. XII. Más cercana es una punta procedente
de Luque (Córdoba), en un contexto próximo a
la conquista cristiana (R. Carmona, com. pers.).
Y casi idéntica al nº cat. 1675 es la punta conservada en la Real Academia de la Historia (Eiroa,
2006: 90, n. 90), que se ha fechado entre el siglo
XIII y el XIV. Sin embargo, su procedencia es
desconocida y los paralelos aducidos son problemáticos, por lo que podríamos encontrarnos
ante una atribución discutible.
Si por el contrario la punta tuvo originalmente sólo una aleta, sus paralelos más cercanos
para la Edad del Hierro serían las puntas de una
aleta desarrollada, nacida también del extremo
distal, del mundo galo, del Tipo B de (Duval,
1970: Planche I). El problema es que estas puntas de mediados del s. I a.C. tienen aletas muy
diferentes por su tamaño, proporciones y forma
a la de Las Albahacas. El reciente y detallado
estudio de Dubreucq (2008) remonta su fecha
desde época cesariana al final de La Tène B2/
Cc1, hacia la segunda mitad del s. III a.C., enlazando su datación con la posible del ejemplar de
Albahacas. Esta datación muy anterior a época
cesariana es confirmada por la aparición del
mismo tipo en Smihel (Horvat, 2002: Pl.16, nº 26,
27). Pero insistimos que tipológicamente estas
piezas no son cercanas salvo por la presencia de
una aleta lateral desarrollada, que es muchísimo
más grande en Albahacas.
Hay puntas morfológicamente similares en
contextos locales o romanos, como las puntas en
hierro de cubo, aletas desarrolladas y nervio de
Almedinilla (Schüle, 1969: Taf. 72.24,25), pero su
sección (lenticular, romboidal o con nervio) es
simétrica, y muy distinta de la asimetría de las
piezas de Albahacas.
En consecuencia, ante la ausencia de paralelos conocidos por nosotros para estas puntas
en época ibérica o romana, y la presencia de
paralelos cercanos atribuidos a época medieval, creemos que debemos presentar estas
piezas como ‘en cuarentena’ a la espera de
estudios ulteriores. Una posibilidad a explorar es que estas puntas asimétricas tengan un
origen norteafricano antiguo, se utilizaran en
La Albahacas en el s. III a.C., y que el modelo
retornara a Al Andalus en el s. XII desde el
Magreb con motivo de las penetraciones almorávides y almohades.
En conjunto, pues, relacionar la punta de Las
Albahacas con el tipo galo bien documentado de
barbelure (Poux, 2008: 360 ss.; Dubreucq, 2008),
incluso si remontamos su cronología desde el s.
I a fines del III a.C., nos resulta un poco forzado
en comparación con la alternativa de una datación medieval.
Un problema similar plantea un conjunto
de hasta siete puntas de hierro (Fig. 26, nº 1675,
365
Peso Gr.
An Mx Hj
Ø. Cb. Ext
Lg. Cb
Lg. Hj.
Lg. Mx.
Tipo
Metal
Núm.Cat.
El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula
5423
Fe
Aleta
lateral
5,9
4,2
4,1
0,8
2,3
11,1
1675
Fe
Reverso
plano
4,3
2,1
2,9
0,4
2
3,7
9458
Fe
Reverso
plano
5,1
1,8
3,3
0,6
2756
Fe
Reverso
plano
6,8
2,8
3,8
6153
Fe
Reverso
plano
6,8
2,5
4
5727
Fe
Reverso
plano
3012
Fe
Reverso
plano
2102
Fe
Reverso
plano
5,18
1,6
0,5
2,1
>6,9
6,9
1,7
>4,2
>3,4
2,9
1001a Fe
‘Virote’
>3,1
7368
Fe
‘Virote’
3,8
1,1
9464
Fe
Piramidal 6,1
3,8
2,7
1,9
>4
0,4
0,6
>2,2
0,5
0,8
4,1
0,5
7,89
366
Observaciones
Con dudas. No parece haber tenido dos
aletas, pero cabe la posibilidad. La aleta es
muy larga para punta romana, pero corta
para medieval, donde llega a la base del
cubo. Cubo de lámina plegado con sutura
visible. No se aprecia orificio de perforación.
Para Anch. Max. se ha medido solo desde el
extremo de la aleta al centro del eje del cubo
Con dudas. Punta de cubo largo (mayor
que la punta) con hoja de aletas laterales
muy desarrolladas y abiertas. Cara A a dos
mesas, cara B plana. ¿De caza?. Quizá
medieval. Puntas idénticas de los ss. XII-XIV
en España (Eiroa 2006:n.90).N.Inv. Mus.
Jaén 5402.
Punta de cubo largo (mayor que la punta)
con hoja triangular con aletas apenas desarrolladas. Cara A a dos mesas con arista; B
plana. Sutura visible en el cubo.
Punta de cubo largo (mayor que la punta)
con cabeza romboidal sin aletas. Cara A con
nervio marcado; B plana. Sutura visible en
el cubo.
Punta de cubo largo (mayor que la punta)
con hoja con aletas perdidas, dando aspecto
romboidal. Cara A con nervio marcado, B
plana. Sutura visible.
Punta de cubo (incompleto, pero largo). Hoja
triangular con aletas atrofiadas. Cara A con
nervio marcado, B plana. Falta extremo del
cubo.
Punta de cubo largo (mayor que la punta).
Hoja triangular con aletas atrofiadas. Cara
A con nervio marcado, B plana. Cubo con
pliegue visible. N.Inv. Mus. Jaén 5403.
Punta ¿de cubo o de pedúnculo? Eb nal
estado, de hoja triangular. Cara A a dos
mesas, dañada; cara B plana. N.Inv. Mus.
Jaén 5401.
Punta de cubo largo cónico. Cabeza maciza
piramidal alargada de sección cuadrada.
Reproduce a pequeña escala proyectiles
de catapulta. Paralelos romanos claros y
medievales claros.Ver 7368. N.Inv. Mus.
Jaén 5400.
Punta de cubo largo cónico. Cabeza maciza
piramidal alargada de sección cuadrada.
Reproduce a pequeña escala proyectiles
de catapulta. Paralelos romanos claros y
medievales claros. Ver 1001ª.
Punta pesada. Cubo circular se prolonga
en punta maciza de sección cuadrada sin
cabeza marcada salvo por la arista donde
convergen los planos para formar la punta.
Como 2691
FeRnAndo QuesAdA et al.
2691
Fe
Piramidal 8,9
4,5
4,4
0,6
6517
Fe
Sección
en V
7,3
5,4
2,3
0,5
6457
Fe
Sección
en V
5,3
3,2
2,1
0,5
9571
Fe
5,4
4,5
2740
Fe
Cónica
7644
Fe
Cónica
2130
Fe
Cónica
>4,8
7887
Fe
Cónica
>4,5
6,0
0,8
15,4
1,5
0,5
>0,6
>6,3
>0,7
>9,9
Punta muy pesada. Cubo circular se prolonga en punta maciza de sección cuadrada
con cabeza marcada por ligero estrangulamiento justo antes de la arista donde
convergen los planos para formar la punta.
Ver 9464.
Punta de cubo formada por lámina plegada y cizallada en la base de la hoja. Hoja
de forma triangular con aletas muy ligeras
(resultado del cizallamiento del inicio del
cubo). Como 6457 pero mayor. Sección en
‘V’. a dos mesas en la cara A y cóncava en
la B. Parece una lámina hecha a presión
sobre una matriz, de factura muy tosca.
Como 6457.
Punta de cubo formada por lámina plegada
y cizallada en la base de la hoja. Hoja de
forma triangular con aletas muy ligeras (resultado del cizallamiento del inicio del cubo).
Seccion en ‘V’. a dos mesas en la cara A y
cóncava en la B. Parece una lámina hecha
a presión sobre una matriz, de factura muy
tosca. Como 6517 pero más corta.
Punta incompleta de cubo, casi perdido.
Hoja lanceolada de tendencia romboidal con
el ancho máximo en el tercio proximal. Hoja
a cuatro mesas.
Punta en forma de contera, de cubo prolongado directamente en vástago apuntado
de sección cuadrada. Como un pequeño
regatón con extremo cuadrado macizo.
Extremo distal de posible punta de flecha en
forma de contera, con cubo prolongado en
punta maciza.
Extremo distal de posible punta de flecha.
Objeto de hierro (Lg. cons. 4,8 cm.) forjado
tosco, con sección irregular de tendencia
cuadrada.
Dudosa. Cubo ancho prolongado en punta
irregular con golpes de forja. Aspecto basto
y grueso.
Figura 25. Tabla de puntas de flecha de hierro.
Sólo en apariencia es más firme el terreno
que pisamos cuando nos enfrentamos a dos
puntas de cabeza piramidal casi idénticas (nº
cat. 1001A y 7368), que tienen exactamente la
misma forma, pero mucho menor tamaño, que
los proyectiles de catapulta que analizábamos en
el Apartado 377. En lugar de medir entre 10 y 18
cm con un peso en torno a los 50-80 g, nuestras
puntas miden entre 3 y 4 cm y pesarían, comple77
tas, poco más de unos 4,5 gramos. Sin embargo
su estructura es la misma: cubo cónico largo que
remata en una pirámide de sección cuadrangular muy compacta. Hay abundantes paralelos
para estas piezas en la República Romana que
suelen identificarse como puntas de catapulta,
venablo o flecha. De hecho, es extremadamente
difícil distinguir estas categorías en las puntas
piramidales, siendo el peso el mejor y casi único
criterio (Petulescu, 1991: 40; Baatz, 1966: 203 ss.).
Y que aparecen sistemáticamente en los grandes
depósitos militares republicanos: Smihel, Numancia,
Alesia, Osuna… Para el caso de Francia, ver la
recopilación y estudio estadístico reciente de Poux
(2008: 354-358).
En efecto, las puntas formalmente equivalentes de Numancia son mucho mayores que
las de Albahacas, con una longitud cercana a
367
El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula
Figura 26. Puntas de flecha de hierro.
368
FeRnAndo QuesAdA et al.
los cinco cm y un peso, el doble, de unos 8 gramos (Luik, 2002: Abb. 88.160; otros tipos, más
parecidos formalmente que el ejemplo elegido,
son aún mucho mayores). Lo mismo ocurre con
las puntas de Osuna, muy similares en forma,
pero de más del doble de tamaño que las de las
de Albahacas (Engel y Paris, 1906: 110 s. y Pl.
XXXVI; Sievers, 1997a: nº 60, 61; 1997b: Abb.1).
punta de 4,9 cm de longitud y una hoja maciza
piramidal (es difícil confirmarlo por el mal dibujo) más corta que el cubo (Casañas y del Nido,
1959: 115). Lo notable es que se publique junto
con una posible punta bipiramidal del tipo que
hemos estudiado antes.
Finalmente, y en el contexto de la conquista
tardía del norte de la Península, se han identificado estas puntas en contextos de campamentos romanos asociados a campos de batalla. El
proyectil de Andagoste, con sus 5,2 cm y su
cubo de casi 9 mm es el que más se acerca por
dimensiones a los de Albahacas (aunque sigue
siendo bastante mayor), pero su punta piramidal
achatada denuncia que, efectivamente, estamos
en un contexto en torno al 40-35 a.C., justo antes
de las campañas de Augusto (Ocharán y Unzueta 2002: 315, Fig. 2.1). Es el mismo tipo que
aparece poco después en Altikogaña de Eraul
(Navarra), como tipo A3 de Martínez Velasco
(2003: 164), de 6,5 cm de longitud (ya el doble
que en Albahacas).
Aparte de estos dos yacimientos romanos,
clásicos, en España se han identificado algunas
puntas de este tipo (Quesada, 11b/XVI) en
contextos indígenas, pero en general tienen el
mismo problema de ser bastante (o mucho)
mayores y más pesadas que las de Albahacas.
Abarcan un periodo amplio, pero en general a
partir del s. II a.C., salvo algunas excepciones:
se documentaron dos piezas (perdidas) de unos
13 cm de longitud en las Sepulturas 245 y 266
del Cabecico del Tesoro (Quesada, 1989). En el
interior peninsular es posible que en la Sep. 350
de la Osera haya dos puntas precedentes de
este tipo, aunque con punta maciza de sección
triangular en lugar de cuadrada (Cabré et al.,
1950: 130; 129; Schule, 1969: Taf.; Quesada, 1977:
nº cat. 4796 y 4797), con sólo 5-6 cm de longitud.
Dada la datación de esta tumba en el s. IV a.C.,
o como mucho principios del s. III, deberíamos
estar ante un precedente a explicar.
Fuera de Hispania, el depósito de Smihel de
c. 180 a.C. proporciona, una vez más, un amplio
repertorio en el que pueden distinguirse además
tres tamaños diferentes, el mayor para catapultas, el menor para flechas (Horvat, 1997: Fig. 8
y sobre todo 2002: Pl. 15 nº 17-18 por ejemplo).
Sin embargo, estas piezas miden 7 cm y pesan
10 gramos, son al menos el doble de grandes que
las de Albahacas.
La pieza de la Sep. 156 de Les Corts en Ampurias (Almagro, 1955: 378 y Fig. 382; Quesada,
1997: nº cat. 2792) con sus 9,1 cm de longitud
y un cubo muy grueso debe sin duda ser un
proyectil de artillería tardío, como también
probablemente las dos de Burriac, de más de 8
cm (Barbera y Pascual, 1979-80: 236 y Fig. 19.7
y 222 y Fig. 8.8 respectivamente). En todo caso,
en ambos casos estamos ante materiales de fines
del s. II o principios del I a.C. En cuanto a la
pieza del Castellet de Banyoles, desconocemos
las dimensiones, pero debe ser mayor que una
punta de flecha (Vilaseca et al., 1949:41 y Lám.
XXXV). Una pieza similar, de 8,6 cm procede
del campamento sertoriano de Cáceres el Viejo
(Ulbert, 1984: Taf. 24.185).
En la Galia, las reproducciones a pequeña
escala de las puntas de catapulta siguen siendo
sistemáticamente mucho mayores que las muy
pequeñas de Las Albahacas. En Bribacte un
ejemplar mide 9 cm (Pernet et al., 2008: 107 nº
23) y los más pequeños 6,5 cm, con una cabeza
más de tres veces más gruesa (ibidem p. 109), y
en Gergovia ocurre lo mismo (Poux et al., 2008:
206, Fig. 3).
Como decíamos antes, estos dos ejemplares
de Albahacas son más problemáticos de lo que
parece, porque puntas exactamente iguales
en forma, y mucho más próximas en peso y
tamaño, se consideran medievales o incluso
virotes de ballesta bajomedievales. Es el caso de
tres piezas depositadas en el MAN de Madrid,
Sorprendentemente, es en el santuario del
Collado de los Jardines donde hemos localizado
la referencia a la que podría ser la pieza más
próxima en tamaño a las de Las Albahacas, una
369
El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula
procedentes de Adra (Almería) y Mogón (Jaén)
(Soler del Campo, 1985: Fig. 1, nº 4-6 y p.320).
Podría aducirse, sin embargo, que en estos casos
–y como ocurre con muchas piezas medievales–,
podemos estar ante un círculo vicioso de conocimiento, ya que casi ninguna de estas piezas
medievales procede de contextos controlados
arqueológicamente, por lo que cabría pensar,
a la inversa, en una datación mucho más antigua que la asignada por los medievalistas78. El
problema es que hay una producción aún más
tardía, ya de los siglos XIV y XV, la de los virotes de ballesta bajomedievales (Lillo, l987: Fig.
9) que por su pequeño tamaño encaja con los
tipos de Las Albahacas, lo que demuestra que,
al menos, el tipo existió desde el s. XII al XV con
independencia de que existiera también en el s.
III a.C. Es el caso, por ejemplo, de los virotes del
s. XV hallados en excavación de castillo de Corullón (León), asociados además a otras puntas
de flecha también presentes en Las Albahacas
(González Castañón, 2012: 129 y Fig. 4).
(Orense) (Rodríguez Colmenero y Vega, 1996:
Figura 2.3).
Es una forma muy sencilla que cuenta con
algunos paralelos, especialmente en la Galia,
donde una tumba en Clermont-Ferrand ha proporcionado un lote de cuatro piezas similares,
aunque sin el claro regruesamiento de las de
Albahacas. La datación es compleja, entre el s.
II y el I a.C. (Poux et al., 2008: Fig. 11, nos. 5 a 8),
mientras que puntas similares en Alesia (Sievers,
2001:180, Fig. 13) tienen una clara datación hacia
el 52 a.C., formando parte del tipo A de Duval
(Planche 1, nos. 3 y 4).
Sin embargo, hay que decir también que
excelentes paralelos para estas puntas, casi
idénticos en forma y proporciones, e idénticos
en tamaño y peso, son medievales. Es el caso de
una punta procedente de Ronda la Vieja (Málaga) y fechada por Eiroa en los siglos XII-XIV
(Eiroa, 2006: 86); el de ejemplares igualmente
próximos procedentes del campo de batalla de
Alarcos (1195 d.C.) (Soler en Zozaya, 1995: 174),
y el de otros procedentes del de Las Navas de
Tolosa (1212) (Soler del Campo, 1986: Fig. IV, 1-5,
especialmente 1 y 2).
Las siguientes dos puntas son de nuevo
problemáticas, ya que sus mejores paralelos se
consideran tanto medievales como romanos. Se
trata de puntas de cubo largo que se prolongan
en una cabeza bipiramidal alargada (nº 9494,
2691). Tenemos un excelente paralelo en el
conjunto casi ‘hermano’ de La Palma, fechable
en torno a fines del s. III a.C. (Noguera et al.,
2013: Fig. 18.7), una punta de 6 cm idéntica a nº
cat. 9494, y que nos lleva a aceptar el tipo como
romano y coexistente con las otras puntas ya
estudiadas.
Incluso en épocas posteriores, las encontramos bien asociados a contextos medievales,
como los lotes de puntas del Castro de los Judíos de León (González Castañón, 2007: 76 ss.
y Fig.8), y en el castillo de Corullón en León,
en el contexto de las revueltas irmandiñas (s.
XV) (González Castañón, 2012: 130 ss. y Figs. 3
y 4), quizá como puntas de ballesta asimilables
al tipo A3 y B de Serdón (2095: 95 ss.). Quizá lo
más inquietante desde nuestro punto de vista
es que estos dardos se asocian en Corullón a
uno de los paralelos más próximos que tenemos
para las puntas piramidales cortas y gruesas (vid.
supra) que recuerdan, a muy pequeño tamaño,
las de catapulta romana, y que sin embargo no
se reproducen a tan pequeño tamaño hasta la
Baja Edad Media.
Puntas similares se documentan en Numancia (Luik, 2002: Abb. 188 183-189), y varios otros
yacimientos, pero sobre todo en contextos de
avanzada la conquista romana, como en Altikogaña de Eraul (Navarra) (Tipo A.4 de Martínez
Velasco, 2003: 164) y ya en época altoimperial,
como en el campamento de Aquae Querquennae
78
Incluso piezas con aparentemente buen contexto
dan que pensar. En el conjunto del campo de
batalla de Alarcos (ubicado como es sabido junto a
un importante yacimiento ibérico e iberorromano
hasta el s. I d.C.) se ha publicado algunas puntas
que sin dudar consideraríamos romanas de época
tardorepublicana o augustea (muchas de las incluidas
en la foto de Zozaya, 1995: 173).
Dado el caso citado de La Palma, que no
puede ser coincidencia (porque se suma además
a muchas otras armas), no dudamos de la fecha
antigua de las dos puntas de hierro de este tipo
de Las Albahacas, y sobre su coincidencia formal
370
FeRnAndo QuesAdA et al.
con las medievales sólo cabe decir que, como en
el caso de tantos instrumentos agrícolas, metalúrgicos o de carpintería de secular o milenaria
perduración, es seguro que fueran estas puntas
tan eficaces como sencillas, por lo que su manufactura en formas casi idénticas perdurara o
renaciera a lo largo de más de un milenio.
midal muy alargada de sección cuadrada a los
tipos B y C (Serdon, 2005: 95-128). Sin embargo,
estos paralelismos (y otros varios con otros tipos
de puntas romanas que no aparecen en Las Albahacas) sólo indican la eficacia que los modelos
de la Antigüedad alcanzaron, y su perduración
durante siglos, no son prueba alguna de que las
puntas de Las Albahacas sean medievales. Es el
contexto general y la asociación a otros materiales (pila, lanzas, monedas, cerámica, fíbulas y un
largo etcétera) el que permite señalar para estas
puntas de prospección una cronología antigua
en la gran mayoría de los casos, aunque quizá
no en todos.
Las dos puntas con sección en ‘V’ (nº 6517
y 6457) aparecidas en Las Albahacas son llamativas. Se trata de piezas toscas, relativamente
grandes (entre 5,5 y 7 cm de longitud) plegadas al parecer sobre una matriz, de forma que
la hoja tiene una llamativa sección en V, y un
cubo toscamente plegado tras cizallar la lámina
metálica de partida. No conocemos paralelos
para estas puntas ni en el mundo romano, ni en
el peninsular, pero tampoco en época medieval,
donde tipológicamente nos parece que casan
más. Será necesario seguir investigando sobre
este peculiar tipo.
Puntas de flecha de bronce o aleación de cobre
Junto con las puntas de flecha de hierro, en
el Cerro de Las Albahacas se ha recuperado otro
conjunto de puntas de flecha en bronce fundido,
con características por completo diferentes al
lote anterior.
Finalmente, hemos incluido dentro del grupo de puntas de flecha en hierro con cubo un
pequeño lote de cuatro pequeñas conteras de
hierro toscamente forjadas, con un tamaño de
entre 5 y 6 cm, y un cubo demasiado pequeño
para corresponder a astiles de jabalina, bastones, etc. En al menos un caso el cubo circular se
transforma en un extremo aguzado de sección
cuadrada intencional (nº cat. 2740). En numerosos yacimientos ibéricos, celtibéricos y romanos
republicanos (de Hispania y de la Gallia) aparecen
objetos de este tipo y tamaño que a menudo se
vienen interpretando como puntas de flecha
toscas y de fortuna.
Las puntas de bronce se subdividen a su vez
en dos grupos bien definidos tipológicamente.
Por un lado, contamos con cinco pequeñas
puntas de bronce con enmangue de cubo, del
tipo que genéricamente es conocido como ‘fenicio-púnico’. Se trata probablemente del modelo
más estudiado de la Protohistoria peninsular, así
como del Mediterráneo central (Quesada, 1997:
441-458; Ferrer, 1994, 1996; Elayi y Planas, 1995;
Ramón, 1983; García Guinea, 1967; Snodgrass,
1962-63, etc.).
Si comparamos el repertorio de puntas de
hierro halladas en Las Albahacas– con el reciente
y completo repertorio de puntas de flecha y ballesta medievales realizado por Valerie Serdon
para Francia, y que en buena medida es válido
también para la Península Ibérica, veremos que
casi todas las puntas de Las Albahacas tienen
paralelos muy cercanos con las medievales. Así,
las bipiramidales corresponden exactamente con
su tipo I; las de grandes aletas al tipo E; las de
aletas con reverso plano a modelos de Europa
central (Fig. 11, izquierda); las cortas con cabeza
piramidal compacta a una variante de su tipo D
(Fig. 45); las alargadas de cubo y cabeza bipira-
Con independencia de su remoto origen
escita, y de su transmisión por los fenicios al
Mediterráneo Occidental a partir del s. VIII
a.C. (Quesada, 1997:442 ss. y Fig. 262), lo que
a nosotros nos interesa ahora es si estas cinco
puntas (nº 5479, 5339, 6433, 6383, 6342) pueden
corresponder al momento de la batalla de Baecula, o en todo caso, a fines del s. III a.C.
El consenso general es que este grupo general de puntas llegó a Iberia vía la colonización fenicia hacia el s. VIII, como muestran ejemplares
en colonias como Toscanos o la Peña Negra de
Crevillente, en contextos al menos del s. VII a.C.
371
Peso Gr.
An Mx Hj
Ø. Cb.
Lg. Cb./Ped.
Lg. Hj.
Lg. Mx.
Tipo
Metal
Núm.Cat.
El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula
Observaciones
De cubo
5479 Ae
Arpón
11a
4,6
2,8
1,8
0,4
1
5,8
5339 Ae
Arpón
11a
5
3,3
1,6
0,4
0,9
5,4
6433 Ae
Arpón
12b
4,5
2,1
2,3
0,5
0,6
6
6383 Ae
Arpón
4,5
44a
Tipo 32 5
2,5
2
0,5
0,7
5,3
3,2
2,3
0,4
1,2
6,8
6911 Ae
C2 RZ/
IVB1 K
3,8
-
1,0
>3,7
7519 Ae
C2 RZ/
IVB1 K
6,8
4,3
-
1,8
6,1
1362 Ae
C2 RZ/
IVB1 K
8,1
3,75
-
1,4
5,4
1575 Ae
IIIBK?
6342 Ae
Punta de arpón lateral tipo 11a Ramón/Ferrer
con arpón desarrollado. Sin perforación en el
cubo. Nervio de sección circular no facetado.
Rotura en la base de la hoja, resultado de impacto (doblado en el cubo).
Punta de tipo 11a Ramón/Ferrer. Sin perforación
en cubo. Arpón lateral desarrollado. N.Inv. Mus.
Jaén 5410.
Punta de arpón lateral pseudo-fenestrada tipo
Ferrer (1996) 12b. Cuatro mesas, sin nervio.
Arpón muy desarrollado y delicado.
Punta de cubo y arpón lateral trilobulada tipo
44a. N.Inv. Mus. Jaén 5413.
Punta de cubo y aletas de la familia feniciopúnica. N.Inv. Mus. Jaén 5414.
De espiga
3,5
3,2
-
Punta similar a tipo IVB1 Kaiser/ C2 Ruiz Zapatero pero sin nervio tan marcado. Hoja alargada
de aletas cortas, a cuatro mesas con arista visible. Sin decoración incisa. Pedúnculo de sección
sub-rectangular, grueso. Roto en el arranque.
Punta de tipo IVB1 Kaiser/ C2 Ruiz Zapatero.
Hoja triangular alargada de aletas medias, con
nervio plano y pseudofenestrada. Pedúnculo de
sección rectangular, grueso.
Punta de tipo IVB1 Kaiser/ C2 Ruiz Zapatero.
Hoja alargada de aletas medias, con nervio
plano desgastado y pseudofenestrada. Pedúnculo de sección rectangular. Los dos filos con
melladura. Pedúnculo doblado por completo.
Punta de tipo IIIB Kaiser / C Zapatero. Faltan las
aletas, rotas. Sin nervio. Pedúnculo de sección
rectangular, partido.
Figura 27. Tabla de puntas de flecha de bronce.
A partir de ese momento las piezas de bronce
con cubo adquieren un carácter internacional,
difundiéndose junto con el mundo púnico por
todo el Mediterráneo centro-occidental (González Prats, 1983: 246), incluyendo por ejemplo el
entorno de Ampurias en el s. VI a.C.
convierten en un fósil director durante el Periodo Orientalizante en la cuenca occidental del
Guadalquivir (Murillo, 1994: 405), conociéndose
o asumiéndose una cronología global de entre
los siglos VII y V a.C. para los miles de piezas
documentadas (Ramón, 1983; González Prats,
1983; Murillo, 1989; Ferrer, 1994; Quesada, 1997:
447-448, etc.).
Hay consenso, confirmado por análisis
metalográficos (Quesada, 1997:446 ss.) en que
estas puntas comenzaron a fabricarse en la Península Ibérica al menos desde comienzos del
s. VI a.C. (Ferrer, 1994: 38; Elayi y Planas, 1995:
216; Sánchez Meseguer, 1974: 101), y en que se
Se admite una ocasional perduración hasta
mediados del s. IV a.C. en la Andalucía Occidental y en algunos contextos muy concretos en
el mundo ibérico, como en diversos contextos
372
FeRnAndo QuesAdA et al.
Figura 28. Puntas de flecha en bronce.
373
El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula
bien fechados en el s. IV en el mundo bastetanocontestano (análisis detallado caso por caso en
Quesada, 1997:448 y 459-463) o Ibiza (Ramón,
1983; Elayi y Planas, 1995: 173 ss.).
existían, asociadas a las de doble filo, en el s.
VII a.C. en Grecia por ejemplo (Snodgrass, 1964:
151), y que por tanto es seguro que llegaron a
Occidente ya juntas.
Frente a esta opinión generalizada sólo A.
López Palomo, excelente conocedor de la cuenca
del Genil, mantiene desde hace mucho que estas
puntas perdurarían incluso hasta Baja Época
Ibérica (López Palomo, 1987:184). Y aunque en
principio escépticos, los datos crecientes sobre
este tipo de puntas de flecha nos llevaron a conceder en 1997 que “quizá las tropas cartaginesas
y-o incluso los habitantes del Valle del Genil y
Bajo Guadalquivir- siguieran fabricando flechas
de bronce de estos tipos hasta el s. IV y quizá,
en tipos macizos de sección triangular, hasta el
s. III a.C. La dispersión de materiales… muestra
además una más que notable correlación con la
de campamentos militares cartagineses en los
que se ha hallado moneda púnica”(Quesada,
1997:448).
Valga toda esta discusión, ya larga, para
volver a examinar con mejor criterio las puntas
de Las Albahacas (Figura 28). Tres de ellas corresponden al tipo 1, de hoja de doble filo con
grueso nervio. De ellas dos son de la variante
11a, con arpón lateral (nº 5339 y 5479), y una de la
variante 12a (con arpón lateral y pseudofenestrada) (nº 6433), que es mucho menos frecuente en
el registro arqueológico, ya que supone menos
del 3% del total de las 538 puntas que hemos
tomado como muestra para el análisis estadístico
(ver Quesada, 1997: Figs. 267 y 271).
La cuarta punta (nº 6383) es un modelo de
triple filo con arpón (Tipo 44a), y la quinta (nº
6342) es una punta de la misma familia (cuyo
rasgo principal, insistimos, es el enmangue de
cubo, no el arpón), también de nervio circular
pero con dos aletas.
La referencia a los ‘tipos macizos de sección
triangular’ tardíos se debe a que estas puntas de
cubo tienen una amplia tipología (Ferrer, 1994
completa la de Ramon, 1983), donde los rasgos
comunes son el tamaño, el material, el acabado
y sobre todo el cubo79. La presencia de uno o dos
arpones es llamativa pero es un rasgo secundario. Entre todas las variantes destaca la punta
‘Macalón’, ‘de anzuelo’, ‘a barbillón’ o más
asépticamente tipo 11a Ramon/Ferrer. Este tipo
(normalmente con un arpón, a veces con dos o a
veces sin ninguno) se considera el más antiguo y
el de mayor dispersión (Quesada, 1997: Fig. 269).
Suele considerarse que, con el tiempo, el Tipo 11
de hoja plana con nervio se fue perfeccionando,
y que los tipos más tardíos buscaron cada vez
una mayor capacidad de penetración, por lo
que se fabricaron puntas de triple filo (e.g. tipo
44) y luego casi piramidales macizas (tipo 41),
siempre dentro del rango habitual de material,
enmangue por cubo, tamaño y peso. Estos tipos
supuestamente tardíos están bien documentados, por ejemplo, en Cartago en contextos del
s. III a.C. (Bartoloni, 1988: 132). Ahora bien,
los datos disponibles indican, y es importante,
que las puntas de triple filo más avanzadas ya
79
El tamaño de todas ellas (en torno a 5-6 cm
de longitud) y peso (en torno a los 5,5-6,8 gramos) son los habituales del grupo.
La aparición de una punta de triple filo en el
conjunto, y la repartición relativamente agrupada de estas flechas en el Cerro de Las Albahacas
nos hace reflexionar de nuevo sobre su empleo
en el s. III a.C. Si en principio no habría demasiado problema en aceptar el uso tardío de las
puntas de triple filo 44a, e incluso de la de tipo
32, descartar las de doble filo de origen más
antiguo del Tipo 11a (‘Macalón’) parece forzar
las cosas contra la evidencia.
Pero es que, además, descubrimientos muy
recientes, aunque ambiguos, ayudan a plantear
con mayor fuerza la hipótesis del empleo de las
puntas de arpón lateral sencillo en el tercio final
del siglo III a.C. Por un lado, en las prospecciones del campamento de La Palma en Tortosa,
de datación idéntica en términos arqueológicos
a la de los restos de Las Albahacas, y donde han
aparecido glandes de honda de peso idéntico a
los de nuestro yacimiento, se ha publicado el
hallazgo de al menos cuatro puntas del mismo
Sobre la importancia del cubo como rasgo, ver
Quesada (1997: 441).
374
FeRnAndo QuesAdA et al.
grupo (Noguera et al., 2013: Fig. 18, 6-11). El
conjunto es notable. Dos de las puntas (nº 8 y
10) son del modelo más común y de origen más
antiguo, el tipo 11a. Otra es un modelo mucho
menos habitual, el pseudofenestrado con arpón
lateral (12b) pese a lo cual coincide con una de las
puntas de Las Albahacas. La última es una punta
completamente piramidal de sección triangular
del Tipo 41 Ramón/Ferrer, el supuestamente
más tardío de a familia.
s. III, procedente de una factoría de salazones
gaditana, en el Puerto de Santa María (Algeciras,
2004:140-141).
Ante esta acumulación de datos, pero sobre
todo ante el caso de las coincidencias de Las
Albahacas con La Palma –las posibilidades de
aleatoriedad son bajas por las peculiaridades de
los tipos documentados- creemos que no cabe
negar que el lote de flechas de arpón lateral de
Las Albahacas corresponde a un contexto homogéneo con el resto de las armas de fines del s.III
a.C. que venimos analizando.
Es cierto que, como en Las Albahacas, en el
caso de La Palma nos hallamos ante una prospección superficial, y también lo es que bajo el
campamento de la Segunda Guerra Púnica está
la necrópolis ibérica antigua de Mas de Mussols,
donde puntas de flecha de los tipos de arpón
encontrarían fácil acomodo cronológico. Es
cierto también que se trata de un campamento
romano, donde el uso de estas puntas resulta
extraño salvo que presupongamos la existencia
de tropas procedentes de Las Baleares (idea no
tan absurda si aceptamos la presencia de un
posible contingente de honderos de esa procedencia, ver supra). Pero más cierto aún es que el
conjunto de puntas de La Palma es consistente
(por la pieza de Tipo 41) con la datación más baja
de la serie, y que es llamativa la coincidencia de
puntas pseudofenestradas, muy escasas, tanto
en La Palma como en Las Albahacas. Tendemos
pues a pensar que los conjuntos de puntas de
flecha ‘fenicio-púnicas’ de La Palma y de Las
Albahacas son consistentes, entre sí y también
con una fecha de finales del s. III a.C.
¿Quiénes emplearon pues estas puntas
broncíneas de cubo y arpón lateral en Las Albahacas? A nuestro juicio sin duda fueron las
tropas del bando cartaginés, y probablemente
contingentes locales procedentes del área turdetana o de la costa entre Almería y Cádiz, de
fuerte y antigua tradición semita, y donde las
puntas de estos grupos aparecen con frecuencia, como en la propia necrópolis de Baria (e.g.
Siret, 1906: Lám. VI, punta de tipo 42, tardía;
Lám VII.4, tipo 22, tardía; Astruc, 1951: 78, Lám
49.3, Tipo 42, y otra media docena publicada en
diversos trabajos).
El segundo –y último– lote de punta de bronce está formado por puntas de bronce de pedúnculo y hoja con aletas, tipológicamente bastante
homogéneas. Se trata de cuatro ejemplares Fig.
28) de pedúnculo largo y sección rectangular
robusta, con hoja triangular de filos de tendencia cóncava, con aletas cortas (pieza 6911, con
proporción de hoja más estilizada que las otras
tres), o largas (piezas 7519, 1362, 1575). Sin tener
propiamente un nervio, estas hojas tienen en la
arista de la hoja una parte aplanada que en el
arranque de la misma (extremo proximal, base
de la hoja) forma una prolongación del grueso
pedúnculo. Este rasgo es claramente visible en
las piezas nº cat. 7519 y1362, pero se aprecia con
desgaste también en nº cat. 1575 y 6911.
Pero es que además recientemente se ha
publicado el hallazgo de otra punta de este tipo
procedente del campamento romano de fecha
sertoriana de Villajoyosa en Alicante (yacimiento de la calle Colón 17). Es cierto que la punta,
asociada a materiales de la primera mitad del s. I
a.C., apareció en el contexto del relleno de la fossa
fastigata del campamento, no el más preciso de
los contextos posibles, pero es de nuevo un dato
importante sobre la aparición de estas puntas en
contextos militares muy tardíos (Espinosa et al.,
2008, Figura 4: UE1/71).
Incluso teniendo en cuenta las proporciones
más alargadas de la punta n. 6911, y la sección
más lenticular de nº cat. 1575, el conjunto es
homogéneo y responde a un grupo de puntas
características del Final de la Edad del Bronce
y principios de la Edad del Hierro (es uno de
Finalmente, se ha publicado una nueva punta de tipo 11a (con arpón lateral) procedente de
un contexto de mediados del s. IV a finales del
375
El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula
los modelos con mayor perduración) en toda
la fachada mediterránea de Iberia, con claras
penetraciones al interior. Corresponde con el
tipo C2 de Ruiz Zapatero (1983: 934 y Fig. 264,
sistematizado en Quesada, 1997: Fig. 277) y al
IVB1 de Kaiser (2003: 83).
Algo parecido ocurre en el yacimiento de
Ephyra, citado al principio por la presencia de
un pilum de tipo arcaico (Talamonaccio), donde aparecen también puntas triangulares con
espiga de tipo en apariencia antiguo (Völling,
1997: Abb 11b).
En principio, pues, no dudaríamos en considerar un lote de puntas semejante, procedente de
prospección superficial, como tipológicamente
de finales de la Edad del Bronce o Hierro I, con
una datación que como mucho podría bajar hasta quizá fines del s. VII o el s. VI a.C., forzando
como mucho hasta el s. V a.C. en el valle del Ebro
y área catalana. Sin embargo, hay consideraciones que nos llevan a matizar esta datación. Por
un lado, la homogeneidad misma del lote en el
contexto de Las Albahacas, y por otro el hecho de
que en otros yacimientos muy tardíos, asociados
a sucesos bélicos de época romana, se documentan puntas de flecha de bronce con aletas y
pedúnculo ‘que tampoco deberían estar allí’. Es,
de nuevo el caso del campamento de La Palma
(una vez más), donde se han recogido (Noguera
et al., 2013: Fig. 18) varias puntas de tipo B1 y
C3 de Ruiz Zapatero (=Kaiser IIIB1=Mailhac
I), correspondientes las primeras sobre todo a
un claro tipo Mailhac I norpirenaico (Ruiz Zapatero, 1983: 930). Estas puntas con pedúnculo
engrosado son características del Hierro I, pero
perduran hasta el s. III a.C. en sitios como Pech
Maho (Aude) al norte de los Pirineos o el poblado ibérico de la Cadira del Bisbe, que llaga al s.
III a.C. (Ruiz Zapatero, 1983: 933).
En estas condiciones, y con estos paralelismos, no nos atrevemos a negar que estas puntas
de bronce con espiga, tan arcaicas, llegaran también a ser utilizadas en la batalla que se libró en
Las Albahacas a fines del s. III a.C.
Síntesis
Con independencia de la presencia de
puntas de flecha de cronología y tipología
dudosas, el conjunto de puntas de flecha que
documentamos en Las Albahacas tiene rasgos
importantes tanto por las presencias como por
las ausencias. Llama la atención el predominio
masivo de las puntas bipiramidales elongadas,
que se documentan en el s. II en Numancia y en
la Galia, y que pudieran tener un origen hispano.
Igualmente es llamativa la presencia de tipos
en general sencillos, y de algunas puntas de
tipo virote que consideramos romanas dado el
contexto general del material, aunque podrían
ser igualmente medievales.
Con todo, la ausencias son tan llamativas
como las presencias: faltan por completo los
tipos más característicos de puntas republicanas de fines del s. II a.C. en adelante, como las
puntas de tipo Olinto D1 evolucionadas que
son las más características en Numancia (Luik,
2002: Abb. 89); así como las puntas trilobadas de
espiga, presentes desde c. 130 a.C. en Numancia
(Luik, 2002: Abb. 90, nº 188-190), en Andagoste
(Alava) c. 38 a.C. (Ocharan y Unceta, 2002: Fig.
2.6), y típicas del Alto Imperio, desde Herrera
de Pisuerga (Fernández Ibáñez, 2010: Fig. 4.9)
hasta Masada en Israel (Sitebel y Magness, 2007:
Pl. 24). La impresión que se obtiene es la de un
repertorio antiguo, por tanto coincidente con
la propuesta del conjunto a fines del s. III a.C.,
con independencia, insistimos, de los problemas
que plantean algunas puntas concretas y que no
ocultamos.
Esta perduración del tipo Mailhac I nos lleva
al caso del oppidum de La Cloche, en la desembocadura del Ródano, donde en un contexto del
destrucción de mediados del s. I a.C., en plena
época cesariana, se halla una punta de bronce
de hoja plana y espiga, muy arcaica, junto con
puntas galas à barbelure (ya citadas antes) típicas
del s. I a.C. (Chabot y Feugère: 1993: 340 y Fig.
4.4): El propio Michel Feugère, gran conocedor
de los militaria de la Galia meridional, escribe
sobre la punta que “bien que de type ancien,
cette armature a été recueillie dans la couche de
destruction du site: elle avait donc vraisemblablement fait l’objet d’une réutilisation au Ier s.
av. n è.” (ibidem p. 340, nº. 4).
376
FeRnAndo QuesAdA et al.
Es en efecto llamativo que las puntas romanas republicanas e imperiales sean normalmente
de hierro y con enmangue de espiga (Bishop y
Coulston, 2006: 58) y que en Albahacas, salvo
por el grupo principal de puntas bipiramidales,
todas las puntas de hierro localizadas, de tipología muy diversa, sean de cubo. Es probable
que, de ser antiguas, correspondan a variados
contingentes no itálicos ni hispanos, quizá con
un componente norteafricano fuerte, todavía
mal conocido.
Por otro lado, los datos de Las Albahacas nos
llevan a dar por buena la perduración de todos
los tipos de puntas de bronce de cubo ‘fenicio
púnicas’, incluyendo los tipos Ramón/Ferrer
11 y 12, y no solo los 42, incluso a fines del s. III
a.C., dada la acumulación de datos que se viene
produciendo desde el año 2000. Lo mismo ocurre con las puntas de bronce con pedúnculo y
aletas, que cualquier especialista reconoce como
propios originalmente de la Primera Edad del
Hierro, y que sin embargo están saliendo a la
luz en yacimientos muy tardíos, de la Segunda
Guerra Púnica e incluso de mediados del s. I a.C.
8.- CLAVI CALIGARES
análisis, hemos tomado una opción intermedia,
y hemos clasificado el material recuperado en
cuatro tipos, de acuerdo con los siguientes rasgos
(Figuras 29, 30 y 32):
El conjunto más numeroso de militaria del
Cerro de Las Albahacas está formado por hasta
526 clavos de hierro de cabeza hemisférica o de
tendencia cónica, en forma de ‘tachuela’, con
diversos grados de desgaste. El interior de la
cabeza es hueco, y de su centro parte el clavo
propiamente dicho, que en la mayoría de los
casos tiene su punta doblada en ángulo marcado,
casi de 90º (Figuras 29, 30, 31). Se trata obviamente de clavos con un extremo visible y funcional,
y una punta deliberadamente doblada para
asegurar la fijación en condiciones de uso riguroso. Dado el tamaño y grosor de estos clavitos,
dicho material hubo de ser necesariamente de
baja dureza, probablemente cuero. La mayoría
de las piezas son sin duda clavi caligares (v. infra)
aunque una parte de estas piezas, de apariencia
similar o idéntica al resto pero en la gama baja
de tamaños pudieron muy probablemente servir
además para otros usos, como fijar piezas de
cuero en atalajes de caballo y otras piezas de
indumentaria y equipo militar.
Tipo A (Figura 29): Cabeza de grandes
dimensiones, con un diámetro de en 1,0
cm o superior, incluso 1.5/1,6 cm, con un
margen entre 1,0 y 1,8 cm. La cabeza es de
tendencia más bien cónica, apuntada, que
hemisférica, aunque el desgaste e algunas
piezas hace que adopten una forma troncocónica. El hueco efectivo que dejan los clavos
doblados, que indica el grosor máximo del
material fijado, es de 0,3 a 0,8 cm Es el grupo menos numeroso, con 36 piezas (7% del
total, Figura 32).
Tipo B (Figura 29): Cabeza de grandes
dimensiones, con un diámetro de 1,0 cm o
superior (recorrido entre 0,9 y 1,5 cm), pero
con la cabeza mucho más aplanada que en el
tipo A. En muchos ejemplares con cierto desgaste (e.g. nº 4330, 7482, etc.) la atribución al
tipo A o B es discutible. Un índice puramente
numérico, como la relación diámetro/altura
de la cabeza tampoco resulta funcional. El
hueco efectivo de los clavos es de entre 0,3
y 0,9 cm. Se han documentado 94 piezas de
este tipo, un 18% del total, Figura 32. Cabría
pensar que buena parte de estas piezas son
fruto de desgaste y luego erosión durante dos
milenios del tipo A, pero por ahora hemos
decidido mantener separados los grupos.
De acuerdo a sus características formales
y tamaño, es tentador, con una muestra tan
grande, realizar una compleja Tipología80. Sin
embargo, una larga familiarización con estas
piezas nos lleva a pensar que el desgaste diferencial es responsable de variaciones que no se
aprecian bien necesariamente en dibujos o fotos,
pero sí en los originales mismos. Pese a ello, y
para asegurar una más correcta descripción y
80
Y de hecho, en una clasificación inicial distinguíamos
cinco Tipos y algunas Variantes.
377
El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula
Figura 29. Clavos de tipos A y B.
378
FeRnAndo QuesAdA et al.
Figura 30. Clavos de tipos C y D.
379
El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula
Figura 31. Dibujos de una muestra representativa de clavi caligares.
Figura 32. Proporción de los distintos tipos de clavi caligares.
380
FeRnAndo QuesAdA et al.
Tipo C (Figura 30): Cabezas de perfil cónico
o troncocónico, con un diámetro en torno a
1 cm en la mayoría de los casos (pero recorrido entre 0,6 y 1,0 cm) y huecos efectivos
mayores a los de los Tipos A y B, entre 0,7 y
1,2 cm. Conocemos 148 tachuelas del Tipo
C, un 28% del total (Figura 32).
El histograma de frecuencias por intervalos
de 0,1 cm (Figura 33) es bastante significativo.
Aunque la coincidencia no es absoluta, porque
alguna pieza se separa de los valores habituales,
los diámetros permiten predecir los tipos básicos
de cabeza. El Tipo D, el de cabezas más pequeñas de tipo cónico, es el que alcanza una mayor
variación de diámetros, entre 0,3 y 0,9 cm, con el
máximo de piezas en los 0,5-0,7 cm. El tipo C se
separa claramente tanto de su versión menor D
como de los modelos mayores y de cabezas aplanadas o hemisféricas A y B, la inmensa mayoría
de cuyas piezas parten de 1,1 cm de diámetro. La
Figura 34 muestra los solapamientos parciales
de dimensiones entre tipos.
Tipo D (Figura 30): Similar al Tipo C pero
con cabezas de menor diámetro, en torno a
los 0,6 cm con un recorrido relativamente
amplio por ambos lados de la curva (de 0,3 a
0,7 cm). Al igual que en el Tipo C, los huecos
efectivos son grandes, entre 0,8 y 1,4 cm. Es
el tipo más frecuente, con 246 ejemplares, un
47% del total (Figura 32).
Figura 33. Histograma de frecuencias de dimensiones de clavos (diámetro de la cabeza, en cm).
De entre las ‘tachuelas’ del tipo A destaca
un grupo muy reducido de sólo tres piezas (nº
1370, 2047y 2064) (Figura 35) que presentan en
su interior una serie de resaltes en relieve en
forma de pequeños glóbulos o segmentos rectos,
que son bien conocidos en los clavi de época
tardorepublicana o augustea. En el primer caso
se trata de ocho glóbulos de unos dos mm de
diámetro colocados perimetralmente. Corresponde al tipo B de Alesia de c. 52 a C. (BrouquierReddé, 1997:Fig. 7; Brouquier-Reddé, 2001: Pl.
93). El segundo modelo tiene sólo 4 glóbulos
y también corresponde al tipo B de Alesia. El
tercer ejemplar alterna glóbulos con barritas en
381
El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula
Figura 34. Tamaños de las cabezas de clavos por individuos y tipos.
de dispersión más o menos completo de los hallazgos galos de época republicana, todos ellos
dentro del s. I a.C.
relieve dispuestas radialmente, y corresponde
al tipo D de Alesia. El diámetro de las cabezas
de tendencia cónica o hemisférica (cercano a 1,5
cm), y el hueco limpio que deja libre el clavo
doblado (entre 0,7 y 1,2 cm) también son iguales. Otros yacimientos con contextos militares
romanos de cronología cesariana o ligeramente
posterior proporcionan clavos con estos mismos
elementos, tanto en la Galia como en Hispania.
Así, en la Galia aparecen en escasa proporción
respecto al número total de clavos de tipo Alesia
A (sin relieve) en Ribemont sur Ancre (c. 54 a.C.)
con tipos C y D de Alesia (Viand et al., 2008: Fig.
12); en el oppidum de Boviolles (Meuse) (s. I a.C)
con tipos B y D (Dechezleprêtre y Mourot, 2008:
Figs. 2 y 3); Butte Sainte-Geneviève (Meurtheet-Moselle) con tipo D (ibidem Fig. 5); Bibracte
(s. I a.C.) con tipos C y D (Pernet et al., 2008:Fig.
9), etc. Poux (2008: 379) ha publicado un mapa
En la península ibérica los clavos de bota
militar nunca han sido objeto de estudio sistemático, pero se han publicado ejemplos con elementos en relieve en Andagoste (c. 38 a.C.), con
clavos de tipo D de Alesia (Ocharan y Unzueta
2002: Fig. 2, nos. 11 y 12). Del mismo modo se
han identificado clavos con glóbulos en el trazado de una vía romana en el Campo de Montiel
(Rodríguez et al. 2012:152 ss.), sin un contexto
externo que permita una datación precisa.
Este tipo de clavos con relieves en el interior
de la cabeza son, por supuesto, ya muy característicos de todos los campamentos militares
y campos de batalla del limes altoimperial en
382
FeRnAndo QuesAdA et al.
Figura 35. Patrones de fijación de clavos del tipo A.
plena configuración en época augustea, caso
de Oberammergau (c. 15 a.C.) (en Varusslacht
Kataolg, 276, 3.7.11) o Kalkriese (probable localización de la Varusschlacht, 9 d.C.) (Moosbauer y
Wilbers-Rost, 2009: 65), con relieves similares o
idénticos a los de cincuenta o sesenta años antes
en Alesia. En Kalkriese se han localizado incluso
suelas completas de botas con sus clavi formando patrones a la vez funcionales y decorativos,
a unas 50-75 tachuelas por bota (Moosbauer y
Wilbers-Rost, 2007: 30; 2009: Abb. 6, 23).
de ella hallados todavía fijados a suelas de botas
militares, no cabe duda de la función idéntica de
la mayoría de los ejemplares de Las Albahacas.
No parece haber duda sobre nuestros tipos A y
B, por su diámetro y características. La Figura
36 proyecta sobre un cuadro correspondiente
a diversos yacimientos tardo-republicanos e
imperiales de la Galia y el Rhin las dimensiones
de los clavos A y B de Las Albahacas. Se observa
cómo, según el cuadro de Poux, los yacimientos
cesarianos (c. 55-50 a.C.) en las columnas 2 a 5
tienen clavos con cabezas de entre 1 y 2 cm de
diámetro (con algunas excepciones por encima
y por debajo); los altoimperiales (columnas
números 9 a 12) presentan clavos menores, con
cabezas de entre 0,5 y 1,5 cm de diámetro. Los yacimientos de larga duración, entre la República
e Imperio (columnas 6 a 8) cubren ambas gamas
de tamaño. Si proyectamos sobre esta figura las
tachuelas de los tipos A y B de Las Albahacas,
en principio las más antiguas de todas, se aprecia
que están a caballo entre las tardo-republicanas
e imperiales, con una mayoría entre los 0,9 y 1,6
cm. Da la sensación, pues, de que si aceptamos
una cronología del final del s. III a.C. para el
conjunto de Las Albahacas, estamos ante tipos
Estos motivos en relieve son descritos normalmente como ‘decorativos’ (Brouquier-Reddé
1997: 283; 2001: 303). Pero dado que una vez
colocados en su lugar (normalmente la suela
de una bota) estos resaltes serían por completo
invisibles, y dado el carácter a la vez elemental,
relativamente tosco y masivo de esta producción, creemos que son utilitarios, probablemente
para fijarse en la superficie del cuero e impedir
que los clavos rotaran al caminar y se desprendieran con facilidad.
Dada la ingente cantidad de paralelos en decenas de yacimientos militares romanos, muchos
383
El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula
Figura 36. Comparación entre el diámetro de los clavos de los Tipos A y B de Las Albahacas y una muestra recopilada por
M. Poux (2008:380, Fig. 56).
de tamaño medio, que crecieron hacia el final
de la República para volver a disminuir en el
Alto Imperio.
del armamento, según hemos analizado en las
páginas anteriores. Y desde luego es la opción
más económica frente a sostener que por Las
Albahacas habría pasado primero un ejército
cesariano hacia el 45 a.C. (posible) y medio siglo
después uno alto-imperial (sumamente improbable dado que a juzgar por la documentación
de todo tipo de que disponemos, sumamente
fiable para época augustea, no hubo campañas
ni legiones en la región en ese periodo).
Los clavos de los tipos Albahacas C y D,
de cabeza más pequeña, podrían plantear más
posibilidades. Personalmente creemos que la
mayoría –aunque no necesariamente todas– de
las piezas de tipo C, con diámetros en torno a
1 cm o ligeramente menores (recorrido entre
0,6 y 1,0 cm) pertenecieron también a caligae,
mientras que los clavos de tipo Albahacas D,
marcadamente cónicos, de cabeza bastante
menor de 1 cm (recorrido entre 0,3 y 0,7 cm) y
amplia longitud de hueco útil, pueden haber
correspondido, bien a un tipo de clavos pequeño
para caligae, bien para otro tipo de fijaciones de
cuero, como hemos sugerido antes. Recordemos
a este respecto que este tipo ‘D’ de menor tamaño
también aparece en Alesia, pero en bronce, y se
ha considerado empleada para atalajes y otros
elementos de indumentaria (Brouquier Reddé,
1997: 283, Fig. 7b).
Ahora bien, la importancia de la evidencia
de Las Albahacas radica en este caso en que supone un gran salto hacia atrás, de casi siglo y medio, en la datación de las más antiguas tachuelas
de hierro para caligae. Hasta ahora, como se ha
visto, las más antiguas se remontan a mediados
del s. I a.C., durante la campaña cesariana en las
Galias, y ahora estamos documentándolas en un
contexto de c. 208 a.C.
Es cierto, y es un problema, que no hay
documentación para estas piezas en Cáceres el
Viejo (c. 80 a.C.) o Numancia (c. 133 a.C.) lo cual
plantea un hiato en dos yacimientos importantes
donde cabría esperar su aparición. Es cierto que
se trata de excavaciones antiguas republicadas
La datación del conjunto de estos clavos en el
final del s. III a.C., viene apoyada por el contexto,
especialmente el numismático y el del conjunto
384
FeRnAndo QuesAdA et al.
numerosos guerreros armados con panoplia de
tipo helenístico, o en desnudo heroico, destaca,
justo a la derecha de la figura central del cegado
Edipo con los brazos en alto, la de su yacente hijo
Eteocles, sostenido por Yocasta (n.inv. 26016, Soprintendenza alle Antichità, Firenze). La posición
de este último permite ver, en una postura forzada que permite una perfecta visión, la suela de
una bota militar en la que destacan, claramente
representados, los clavi caligares (Massa Pairault,
1985: Fig. 78; Torelli, 2000: 268).
en fechas recientes, y que estos humildes elementos pudieron haberse perdido, o no haber
sido recogidas en su momento por A. Schulten.
Además, la ausencia de tachuelas en el material
conocido de Osuna, campo de batalla contemporáneo casi de Alesia, y donde sabemos pues
que sin duda los legionarios llevarían caligae con
clavos, es en indicio que apoya la idea de que
estos materiales pudieron haberse despreciado
y no haberse estudiado o incluso conservado.
Por otro lado, hemos de tener en cuenta el
casi total desconocimiento de la panoplia romana del s. III a.C., excepción hecha de depósitos
rituales como el de Talamonaccio –donde no
cabría esperar encontrar tachuelas de botas–,
carencia que sólo conjuntos como el de Las Albahacas comienza ahora a paliar.
Si tenemos en cuenta que la cuidadosa y
alabada restauración y reconstitución que ha
recibido el conjunto por parte de O.W. von Vacano (Massa Pairault, 1985: 131 con referencias),
y el cuidado con que se señalan los elementos
ausentes, parece seguro que se trata de parte
del modelado original sin adulterar. Aunque a
finales del s. XIX L.A. Milani consideró que la
fecha del frontón debía rondar el año 80 a.C. en
el entorno de las guerras civiles romanas (recogido en Torelli, 2000: 632 con fecha en abierta
contradicción con p. 264-265), hoy en día hay un
acuerdo generalizado en considerar el frontón
una obra helenística de mediados del s. II a.C.,
o más precisamente c. 170-140 a.C. (Pallottinno,
1984: 281-282; Massa–Pairault, 1985: 137 ss.,
especialmente p. 141 con discusión de la obra
de referencia inicial en proponer esta datación,
Von Vacano, 1975; Nijboer, 1991: 17 ss.; Giuliano
y Buzzi, 1992: 126-127; Spivey, 1997: 100-101;
Ciacci, 1999: 284-285; Torelli, 2000: 265; Barbagli,
2007: 205; Aldrete et al., 2013: 200, nº cat. T-23). En
tal caso, la bota de la figura yacente sería –hasta
ahora- la prueba más antigua, arqueológica, literaria o iconográfica, del empleo de suelas con
clavos, dato importantísimo que contribuye a
cerrar la brecha entre los hallazgos de Las Albahacas hacia el 208 a.C. y los de época cesariana
de c. 55-52 a.C82.
Además, las prospecciones en el probable
campamento –o zona de concentración y tránsito
de tropas– de La Palma en Tarragona, ya tantas
veces mencionado aquí por sus paralelos con Las
Albahacas, han proporcionado un cierto número
de clavos de nuestros cuatro tipos Albahacas
A-D (Noguera et al., 2013: 52, Fig. 20, nº 16 a 26),
lo que viene a ser una confirmación arqueológica
independiente de la existencia de esos clavi en
un contexto paralelo y coherente de fines del s.
III a.C. (además, la forma de los clavos de La
Palma, y la ausencia de clavos con relieves, nos
lleva a una fecha antigua dentro de la horquilla
temporal que venimos manejando).
Finalmente, y aunque esta es una información que sería decisiva pero que deseamos
confirmar y precisar con un estudio ulterior,
hemos de tener en cuenta el espléndido frontón
en terracota del templo etrusco en Telamon81.
Este santuario del s. IV a.C. fue reconstruido en
época helenística y dotado de un frontón decorado con escenas de los Siete Contra Tebas (sobre
el arte y artesanado etrusco itálico en época helenística, y en particular sobre este frontón, con
la bibliografía de referencia, ver Massa-Pairault,
1985: passim y 138 ss.). El elemento fundamental
para nosotros es que en el centro de la escena de
casi nueve metros de largo en la que aparecen
81
82
Agradecemos efusivamente a D. Alberto Pérez
Rubio que haya llamado nuestra atención sobre esta
escultura arquitectónica.
385
Los guerreros representados en el frontón que no van
en ‘desnudo heroico’ portan armamento defensivo de
tipo griego clásico o helenístico temprano, arcaizante
en el contexto del s. II a.C., incluyendo aspides, cascos
¿áticos?, y corazas de hombreras o con pteruges del
tipo IV de Jarva y la característica estrella en el pecho.
La figura de Eteocles lleva una variante de esta coraza
con plaquitas de metal no superpuestas cosidas sobre
un soporte, de tipo etrusco-itálico, con paralelos en
el llamado ‘Marte de Todi’ (Aldrete et al., 2013: 53 y
233, n. 65, cat. M-18), la estatuilla de Falterona (Stary,
El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula
En todo caso, la perduración sin cambios
durante siglo y medio, y luego más allá, de este
modelo de clavo para botas no debe llamarnos
especialmente la atención, dado que se produce
en tantas y tantas artesanías de instrumental
agrícola, de carpintería, armamento, etc: una
vez alcanzado el diseño de un tipo plenamente
eficaz, a menudo tal diseño ha perdurado no ya
unos siglos, sino milenios, caso de hoces, podones, tijeras de esquilar, y por supuesto remaches,
roblones y clavos de todas las formas y tamaños.
un área de cientos de hectáreas sólo cuadra con
el movimiento en un eje de progresión sur-norte
del ejército romano y un posterior despliegue
en sentido este-oeste y avance hacia la cima del
cerro.
De hecho, y por otro lado, entre los romanos
la bota claveteada militar, la caliga, era junto con
el balteus83, un atributo casi exclusivo de los militares, incluso cuando vestían ’de paisano’. Los
textos dan a entender que, al menos a comienzos
del Imperio, las caligae eran atributo de los militares y les distinguían, por lo que no debían ser
habituales entre paisanos salvo, probablemente,
los veteranos. Así, Juvenal describe en un pasaje
una aglomeración y avalancha en la que “un
soldado planta sus suelas claveteadas sobre mis
dedos” (Sat. 3, 248)84. En el Satiricon de Petronio
a un falso soldado le denuncia su calzado civil85,
y en el asedio de Jerusalén al veterano centurión
Juliano los remaches de sus botas militares, tan
útiles en el campo, le costaron la vida al resbalar
y caer rodeado de enemigos en las pulidas losas
del Templo (Josefo, Bell. Iud. 6, 81-89). De hecho,
en Roma los civiles se burlaban de los soldados
que resbalaban en las zonas pavimentadas (Tacito Hist. 2,88,3), lo que sin duda daría lugar a
numerosas trifulcas. Una revisión reciente y detallada de fuentes clásicas ha sido recientemente
publicada a raíz de otros hallazgos hispanos
(Rodríguez et al. 2012).
En consecuencia, cabe afirmar que los datos
de Las Albahacas llevan el origen de las caligae
claveteadas a la Segunda Guerra Púnica, al
menos. Si tenemos en cuenta que hasta 1998
se consideraba que la aparición de estas suelas
claveteadas era resultado de experimentación en
los campamentos augusteos del limes, y que solo
en 1997 se adelantó la fecha a época cesariana
(Poux, 2008: 377), se comprenderá la novedad
que esta aportación supone.
Una pregunta necesaria es la de quienes
pudieron ser los ‘propietarios’ de este tipo de
calzado en el contexto de nuestro campo de batalla. La respuesta obvia basada en la arqueología,
la iconografía y las fuentes literarias es que el
ejército romano, y probablemente sólo sus tropas
legionarias y de socii itálicos organizados y armados de manera similar o idéntica. No tenemos
noticias sobre botas claveteadas en el mundo
africano cartaginés, y tampoco, en absoluto,
entre los pueblos hispanos prerromanos, como
tampoco en el ámbito helénico, aunque sobre
esto podría haber alguna duda.
Las botas claveteadas parecen haber sido
empleadas no por los oficiales superiores, que
vestían calcei, sino por la tropa y los mandos
de centurión hacia abajo. Por ello la clase de
tropa era a veces apodada ‘caligati’ (Suetonio,
Aug. 25; Vitel. 7)86. De Mario se decía que había
Desde el punto de vista arqueológico, y en
el contexto de la reconstrucción del desarrollo
de la batalla, que cuadra bien con el de Baecula
descrito por las fuentes literarias, el trazado
rastreado por la prospección sistemática sobre
83
84
85
1981: Taf. 24.1; Aldrete et al., 2013: Fig. 2.13, cat. M25)
o el asa de la cista del Museo de las Termas (Aldrete,
2013: M-29) por ejemplo. Es esta figura la que lleva
las caligae más claras, con clavos, aunque no puede
descartarse que otras, en las que no se aprecia la
suela, pudieran llevarlas, claro es. No hay datos del
uso de tachuelas en el calzado griego antiguo, y el
aire etrusquizante de la figura de Telamon no debe,
a nuestro juicio, llevarnos a mirar fuera del ámbito
itálico para el origen de este calzado militar.
86
386
Sobre el problema terminológico cingulum/balteus
ver Bishop, Coulston (2006: 106-107).
Planta mox undique magna/calcor, et in digito clavus mihi
militis haeret.
“Quid tu, inquit, commilito, ex qua legione es aut
cuius centuria? constantissime et centurionem et
legionem essem ementitus: Age ergo, inquit ille,
inexercitu uestro phaecasiati milites ambulant?” (Satiricon 82), donde al militar le llama la atención que
un soldado se pasee phaecasiatus, con un afeminado
calzado de tipo griego.
E.g. “Dona militaria, aliquanto facilius phaleras et
torques, quicquid auro argentoque constaret, quam vallares
ac murales coronas, quae honore praecellerent, dabat;
FeRnAndo QuesAdA et al.
ascendido a caliga, es decir, desde las filas de los
soldados rasos (Seneca, De Benef. 5,16,2)87. No
hay probablemente que recordar que el sobrenombre de Cayo Julio César Augusto Germánico
venía de su infancia, cuando se paseaba por los
campamentos militares de su padre calzado
con botas militares en miniatura, de donde
Caligula (Suetonio, Calig. 8-9). Es probable que
con el tiempo esta cierta exclusividad se fuera
diluyendo, especialmente a partir de época augustea avanzada, o al menos así se plantea por
la aparición de clavos en contextos civiles y en
tumbas femeninas en la Galia a partir de este
momento (Poux, 2008: 377).
realizado por un grupo de reenactors alemanes
(Himmler, 2008). En un experimento bien concebido, cinco voluntarios caminaron, con equipo
completo, entre 16 y 21 días, cubriendo una distancia a pie de entre 400 y 530 kilómetros. Tres de
ellos iban armados como legionarios, uno como
arquero y otro como explorador, llevando pues
cargas diferentes. Además, su estilo de caminar
(‘cuidadoso’ y ‘agresivo’) fue tenido en cuenta.
Se contabilizó el ritmo de pérdida de clavi caligares según todos estos parámetros. En conclusión,
cada soldado perdió de media 15 clavos diarios
de sus botas (se emplearon dos modelos de los
ss. II-III d.C., uno con 130 tachuelas pequeñas
por bota y otro con unas 80), aunque el ritmo de
desgaste varía mucho según la forma de caminar
y el equipo del soldado. A medida que pasa el
tiempo el ritmo de pérdida crece mucho: en la
tercera semana de marcha cada soldado perdía
un clavo de media al día.
Sin duda, la estructura de la suela claveteada
de la caliga estaba perfectamente adaptada a las
largas marchas campo a través o por caminos no
pavimentados, que los legionarios debían recorrer incansablemente. De hecho, experimentos
modernos indican que la bota romana proporciona en terreno no pavimentado mejor tracción
que ninguna bota moderna (Himmler, 2008:
351). Sabemos por numerosas vías que en estas
largas marchas, cargados con veinte o treinta
kilogramos de equipo, las suelas se desgastaban
y se perdían tachuelas. Tácito (Hist. 3.50.3) nos
dice que en ocasiones, los soldados reclamaban
una paga especial específicamente llamada clavarius para un calzado del que gastaban hasta
tres pares al año. Y las tablillas del campamento
de Vindolanda, que son una verdadera mina de
información sobre la vida diaria de las tropas,
son claras al respecto. Durante la Fase III del
campamento (c. 97-103 a.C.), cuando estaba
ocupada por la Cohors VIIII Batavorvm, la tablilla
1528 C-E nos informa que Taurino compró, un
20 de Julio, 350 clavi caligares, y Tetrico, 6 (Birley,
2002: 101-102). Unos pocos años después, en la
Fase IV de Vindolanda, cuando el campamento
estaba ocupado por la Cohors I Tungronvm, uno
de sus hombres, Cerialis, compró por dos ases
cien clavi caligares (ibidem p. 103).
Si extrapolamos estos datos, y sabiendo
que la batalla en Las Albahacas se libró al cabo
de una larga marcha desde Tarraco al menos, y
calculando de manera conservadora, podemos
suponer que si Escipión llegó a las cercanías de
Baecula llevando unos 25.000/30.000 soldados
romanos e itálicos (ver Quesada, en este mismo
volumen para los cálculos), sólo en el día de la
batalla pudieron perder en torno a 25.000/30.000
clavos, lo que coloca en su correcta perspectiva
los 526 localizados hasta ahora, suponiendo que
todos ellos fueran de caliga: se ha recuperado en
torno al 1,8-2,1% de los que se pudieron perder
aquel día, y un nimio 0,017% del total de los clavos que hollaron el suelo aquel día si cada bota
de este periodo tenía unas 50 tachuelas (cien por
hombre), redondeando a la baja el número de
tachuelas conocido para las botas conservadas
más antiguas (sobre las botas y sus tachuelas,
van Driel-Murray, 1986: 23-27)88.
El conocimiento de las posibilidades que
permite el estudio de estos modestos clavos
comienza a dar resultados en la bibliografía. Por
poner dos ejemplos, en un muy reciente estudio
sobre la red viaria romana y los vasos de Vicarello (Benítez et al., 2012; Rodríguez et al., 2012), se
utiliza la aparición de tachuelas de caliga de los
Estas fuentes primarias documentan un
rápido desgaste de las botas claveteadas por
pérdida de los clavos. Y han sido verificadas por
un serio trabajo de arqueología experimental
87
has quam parcissime et sine ambitione ac saepe etiam
caligatis tribuit”.(Aug. 25.3).
C. Marius ad consulatus a caliga perductus.
88
387
El porcentaje cae al 0,011 % si calculamos 75 clavos
por bota, una cifra más probable.
El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula
tipos Albahacas A, B y D (ibidem p. 113-115), los
de tipo A y B con glóbulos en relieve, como un
elemento significativo sobre la construcción de
una vía importante en la provincia de Ciudad
Real y la intervención de militares en ella, sin
precisar fechas.
Molinos, 2011: 134-135). En este periodo, como
se ha dicho (Poux, 2008), el uso de las botas
militares parece –al menos en la Galia– haberse
extendido hacia una población no militar, por lo
que hay que ser precavido en la interpretación
(Serrano y Molinos, 2011: 149). Conviene tener en
cuenta además de que muchos clavos de forma
similar pero no idéntica pueden haber servido
a fines muy diferentes.
En otro trabajo reciente, de muy distinto
cariz, se documenta cuidadosamente la aparición de clavos, probablemente de caligae, en una
tumba (Sep. 223) de una necrópolis de la ciudad
romana de Jaén, en la que se muestran pervivencias indígenas en un contexto de avanzada
romanización (Serrano y Molinos, 2011). En esta
sepultura, fechable por cerámica sigillata desde
fines del s. I d.C., aparecen 145 clavos ubicados
en la zona ‘de los pies’ de la pira funeraria, lo
que parece descartar que pertenezcan a un ataúd
(aparecen además otros grandes clavos, totalmente diferentes, del lecho fúnebre) (Serrano y
Por ejemplo, algunos clavos de diámetro
similar a los clavi caligares grandes, pero de cabeza totalmente plana y en bronce en lugar de
hierro, como los documentados en el Tossal de
la Cala (Alicante), un yacimiento ibero-romano
recientemente reevaluado (Bayo, 2010: 126, Fig.
74), han sido identificados como partes de la
guarnición de un escudo en un contexto cronológico del s. III a.C. en Ambrussum, en el sur de
la Galia (Dedet, 2012: Fig. 96E).
9.- CALCARIA (Figura 37)
Hasta el momento, en el Cerro de Las Albahacas se han localizado tres espuelas (nº 2466,
2591, 2654, Figuras 37 y 38. Todas ellas constan
de un cuerpo en forma de lámina de hierro de
forma rectangular, curvada para adaptarse al
talón, a la que se remacha un aguijón, acicate o
estímulo de longitud variable (“calcaria dicta,
quia in calce hominis ligantur, ad stimulandos
equos, Isid”. Etym. 20, 16,6). Aunque normalmente la colocación del acicate es asimétrica para
facilitar la acción sobre los flancos del caballo, en
los ejemplos de Las Albahacas la posición exacta
del aguijón no es fácil de determinar.
Southern, 1992: Fig. 26; Quesada, 2005: Fig. 29),
las piezas de Las Albahacas parecen corresponder al segundo grupo, ya que no hay indicio de
que remataran en gancho mediante el plegado
del extremo de la placa, aunque no se puede
descartar esa posibilidad en la pieza 2591.
Dentro de nuestra clasificación, todas las
espuelas de Las Albahacas pertenecen al Grupo 3, y al tipo 3A, es decir, a piezas de placa
rectangular estrecha con ventanas u orificios de
fijación. No es posible precisar la variante por
faltar los extremos de las placas (Quesada, 2005:
132 y Fig. 356). El Grupo 3, y en particular el
tipo 3A es, con más de una veintena de piezas,
el más sencillo y a la vez el más frecuente en la
Península Ibérica durante la II Edad del Hierro.
Todas las piezas de Las Albahacas son de
hierro, lo que sin ser raro, es interesante ya
que es bastante habitual que la placa metálica
sea de lámina de bronce y el acicate de hierro,
aunque no son en absoluto raras las piezas todas
de hierro. Dada su morfología es probable que
contaran con un sistema de fijación mediante
orificios circulares o ventanitas rectangulares
para pasar las correas con que se sujetarían al
tobillo. De los tres grandes modelos de sujeción
que definen tres series distintas (por gancho,
fenestra o remache, ver Shortt, 1959; Dixon y
La espuela metálica fijada al talón mediante
correas (gr. μὐωψ, lat. calcar) era ya conocida por
los griegos al menos desde mediados del s. V a.C.
(ver Quesada, 2005: 125-126 para la recopilación
de fuentes literarias que describen el ‘tábano’;
Anderson 1978 para un caso iconográfico), y por
tanto es probable que desde el fin del s. III a.C. se
empleara en todo el Mediterráneo. En Iberia, en
388
FeRnAndo QuesAdA et al.
Figura 37. Espuelas halladas en Las Albahacas.
389
2466
Fe
3A
>3
1,1
Sección
acicate
Longitud
Acicate
Anchura
cuerpo
Longitud
Cuerpo
Tipo
Metal
Núm.Cat.
El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula
Observaciones
3,9
No se conservan los extremos del cuerpo, con
lo que no es posible determinar la variante, con
Cuadrada ventanas (3A.1) o con orificios circulares (3A.2).
Gran remache tosco para fijar un acicate muy
largo.
2591
Fe 3A
>3
1,1
1,7
No es posible determinar si el cuerpo tenía
Cuadrada fenestras rectangulares o circulares, o pequeños
orificios circulares.
2654
Fe 3A.2?
>4,2
0,4
1,2
Muy pequeña. De placa plana sin orificios
visibles ni ventanas para correas. Aguijón corto
de hierro, de tendencia bicónica, con sección cirRedonda
cular engrosada en el centro. Peso 3,1 gr. N.Inv.
Museo de Jaén 5347.
La indicación > ‘mayor que’ señala una pieza incompleta, cuyo tamaño original sería mayor que el recogido, que
es el tamaño conservado actualmente.
Figura 38. Tabla de caractertísticas de las espuelas.
particular, conocemos casi un centenar y medio
de espuelas fechables entre los siglos IV y I a.C.
procedentes tanto del ámbito ibérico como de las
dos mesetas (Quesada, 2002.3: Fig.2; Quesada,
2005: 128 ss.), y sabemos que eran consideradas
un objeto importante por los iberos, ya que tomaron particular cuidado en representarla, pese
a su pequeño tamaño, en la pintura vascular.
En particular en la cerámica de Lliria, fechable
a fines del s. III o principios del s. II a.C., las espuelas aparecen frecuentemente representadas
(Ballester et al., 1954: 110); incluso en un caso se
retoca la pintura mediante un perfilado inciso
que incluye la espuela (Bonet, 1995: Dpto. 91-92,
p. 224, Fig. 108 y Lám. XXVI). Precisamente por
ello la ausencia de espuelas en los fragmentos
de piernas y tobillos del conjunto de Porcuna
(Negueruela, 1990: Lám. XXXII), fechable hacia
mediados del s. V a C., y en el que todos los
otros tipos de armas y adornos son tallados con
pulcritud, puede proporcionar un terminus a quo
para la introducción de la espuela metálica en la
Península Ibérica.
imperial, de nuevo carecemos prácticamente de
trabajos de síntesis sobre el periodo republicano, cf. Shortt, 1959, Bockius, 1991, ver la línea y
media que se les dedica en Bishop y Coulston,
2006: 69). También hay catálogos importantes
de espuelas de procedencias variadas, bien de
un santuario como Olimpia (Baitinger, 2004) o
de colecciones antiguas (Sannibale, 1998: 212
ss.). Por otro lado, existen ya varios estudios
parciales sobre espuelas peninsulares de la
Edad del Hierro (sobre todo Cuadrado, 1979;
Pérez Mínguez, 1992; Quesada, 2001-2 y 2002-3b;
Ruiz Vélez, 2007; Pachón et al., 2010), pero sólo
un intento de sistematización general, que nos
sirve de base tipológica y de estudio cronológico
(Quesada, 2005: 125-134).
El lote de las tres espuelas de Las Albahacas
encuentra su mejor acomodo en el conjunto conocido de las escuelas peninsulares y en particular ibéricas, de una época ya avanzada (en el s. IV
a.C. sería esperable al menos una pieza de placa
más ancha, del Grupo Quesada, 1, y con cuerpos
y aguijones elaborados, cf. Quesada, 2005: Fig.
34). Es cierto que no sabemos nada de cómo
serían las espuelas de la caballería cartaginesa,
por lo que esta posibilidad debe quedar abierta.
Contamos con una amplia pero dubitativa
bibliografía sobre espuelas de tipo celta/galo
y germano (Dechelette, 1927: 708 ss.; Metzler,
1993; Kontny, 2009: Fig. 5; Filipovic, 2009: Fig.
8; ver síntesis reciente en Poux, 2008: 387 ss.),
y también de modelos ‘romanos’ (sobre todo
Ninguna de las espuelas de Las Albahacas
es de tipo galo o celta de botón y/o remache
390
FeRnAndo QuesAdA et al.
(cf. Quesada, 2005: Figs. 1 y 32 y supra). En
cuanto a las espuelas propiamente romanas,
nada sabemos de las empleadas en los siglos
IV-III a.C., pero en Las Albahacas no aparecen
las características espuelas romanas del tipo
Kobarid/Numancia, características de un ámbito geográfico tan amplio como el de las conquistas de la República Romana en la segunda
mitad del s. II a.C. y el s. I a.C. (Quesada, 2005:
Fig. 36; Sannibale, 1998: 215; Boziç com. pers.,
las conocemos en Numancia, Teruel, Telamon,
Eslovenia, Corinto, Dodona, Olimpia...), y que
quizá pudieran remontarse hasta fines del s. III
a.C. si atendemos a lo que estamos viendo en las
páginas anteriores sobre otros muchos tipos de
armas y de militaria. De hecho, Numancia es el
yacimiento romano republicano hispano donde
más espuelas han aparecido (Luik, 2002: Abb.
81, nos. 84 a 89; 172, nº 72 a 75), y aunque hay
alguna espuela simple de tipo 3A (Abb. 172, nº
cat. 72, 73), abundan los tipos más elaborados
en bronce. Lo mismo ocurre en Cáceres el Viejo,
en un contexto ya de c. 80 a.C., donde coexisten
espuelas de tipo 3 sencillo similares a las de Las
Albahacas (Ulbert, 1984: Taf.10.53) con otras más
elaboradas, por ejemplo con aguijón moldurado
(Ulbert, 1984: Taf. 10, n. 51, 52).
En conjunto, pues, aunque no puede descartarse el uso de las espuelas de Tipo 3A por
cualquiera de los bandos contendientes en la
Segunda Guerra Púnica, el candidato más probable es, en Las Albahacas, la caballería hispana.
10.- VAGINARUM FRAGMENTA (Figuras 39, 40)
del conjunto (por ejemplo, para falcatas ibéricas,
Cuadrado, 1989: Fig. 7; para espadas romanas
republicanas, Miks, 2007: Vortafel A; Taf. 1. Nº
cat. A123 (Delos).
De Las Albahacas proceden centenares de
fragmentos y piezas asociadas al equipo militar,
desde piquetas de tiendas de campaña (de un
tipo inhabitual y probablemente antiguo, sin
orificio ni anilla móvil en la parte superior)89,
chisqueros metálicos para hacer fuego, grilletes, amuletos, etc. Sin embargo, no se trata de
armas estrictamente, y su estudio detallado nos
llevaría demasiado lejos. Sin embargo, concluiremos nuestro catálogo con un pequeño lote
de conteras o extremos de vaina de espada o
(menos probablemente por su tamaño) de puñal
(Figura 39).
Sin embargo, y al contrario de lo que es
común en espadas de época romana imperial,
no son muy habituales las conteras metálicas
que reforzarían el extremo inferior de la vaina
y protegerían la punta. Por ejemplo, y en el
caso de la falcata ibérica, de la que conocemos
cientos de ejemplares, las conteras de vaina son
muy raras; el Cigarralejo, por ejemplo, Cuadrado hubo de reconstruir una contera lígnea
ficticia a falta de ejemplos reales entre decenas
de piezas (Cuadrado, 1989: Fig. 67). De hecho,
en las pocas vainas que fue posible reconstruir,
parece claro que no llevaban contera metálica
(Cuadrado, 1989: Fig. 10, Sep. 153; Fig. 22, Sep.
212, respectivamente Quesada, 1997: nº cat. 498
y 564). Sin embargo, sabemos que en ocasiones
sí se colocaron, caso de la contera arriñonada
y decorada con damasquinados en plata de la
falcata de la Sep. 53 de La Serreta de Alcoi (Reig,
2000: Lám. IV), fechada en el s. IV a.C. (Quesada,
1997: nº cat. 4557).
La vaina (gr. θηκη; lat. vagina) típica de
espadas y puñales parece haber sido en el Mediterráneo de la Edad del Hierro (excepción hecha
de las vainas enterizas de lámina de hierro de los
galos meridionales y de los iberos del nordeste,
de las que no se ha encontrado traza alguna en
Las Albahacas) una estructura de planchas de
material orgánico (madera y/o cuero) a veces
decoradas con placas de cobre, unidas mediante
un armazón de cantoneras de metal plegadas en
forma de ‘U’, fijadas entre sí y a las placas de
materia orgánica mediante remaches. A menudo
unas abrazaderas metálicas aseguran la solidez
89
Se documentan más cantoneras metálicas en
las espadas hispanas de hoja recta, como espadas
de frontón (La Serreta Sep. 50, Reig, 2000: Lám
Por otro lado documentadas en sitios como Alèsia
(cf. Poux, 2008: Fig. 64).
391
El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula
Figura 39. Conteras de vaina de espada o puñal (Dibujo: Paloma Serrano).
las espadas de tipo VI (‘Arcóbriga’) de las Seps.
182 y 200 de La Osera, en Ávila, fechables en las
primeras décadas del s. III a.C. (respectivamente
Cabré, Cabré y Molinero, 1950: 109 y Lám. 33,34,
Quesada, 1997: n ºcat. 4753 y Cabré, Cabré y
Molinero, 1950: 113 y Lám. 41; Quesada, 1997: nº
cat. 4770); o en la Se. 16 de Altillo de Cerropozo
(Cabré, 1929: Lám. 17; Schüle, 1969:Taf. 19.2=
Quesada, 3931) y otros muchos lugares como
Alpanseque. Con todo, las conteras algo más
antiguas de la Meseta suelen presentar apéndices decorativos triangulares ausentes en la pieza
de Las Albahacas.
VI; Quesada, 1997: nº cat. 4597), pero también,
y con formas muy diversas, en los yacimientos
celtíberos y vetones de la Meseta, como en Aguilar de Anguita (Schüle, 1969:Taf. 1 = Quesada,
1997: nº cat. 3217; Taf. 9.4=Quesada, 1997: nº
cat. 3224); Altillo de Cerropozo Sep. 13 (Cabré,
1929: Lám XV; Schüle, 1969: Taf. 17=Quesada,
3919); Alpanseque, Gormaz, La Mercadera, etc.,
o en Andalucía (Moraleda de Zafayona, Illora),
Lusitania (Alcacer do Sale) etc.
La contera núm. 2625, de forma arriñonada y con una amplia abertura, tiene paralelos
formales en la citada contera de la Sep. 53 de
La Serreta, fechable en la segunda mitad del s.
IV a.C., de forma arriñonada pero combinada
con una embocadura alta, y toda ella cubierta
con decoración damasquinada. Más cercanos
son los múltiples paralelos de la Meseta, como
Las otras tres conteras de Las Albahacas
forman parte de un mismo tipo, ya que tienen
planta circular de en torno a 2,2-2,6 cm de diámetro, pero con una embocadura de forma aproximadamente rectangular y de 1 a 1,4 cm de ancho,
392
Peso (gr.)
2,1
2,6*
1,4x0,8
27,7
2625
Fe
1,6
3,4
1,9x0,6
4825
Fe
2,3
2,2 *
1,0x0,8
23,5
6055
Fe
2,4
2,2
1,1x0,6
24,9
Altura
Fe
Metal
2582
Núm.Cat.
Espacio
interior
Long./ Diám.
FeRnAndo QuesAdA et al.
Observaciones
Extremo de contera de vaina en hierro, con orificios de
pasador y espacio hueco interior de tendencia rectangular.
Dos pares de orificios.
Tipo distinto al resto, arriñonado o en forma de ‘pelta’. Un
orificio completo asimétrico y restos del otro par. Es aplanada en lugar de circular.
Similar a la 2582, pero mucho más basta, y con espacio
para entrada de la armadura de la vaina mucho menor.
Podría ser incluso una contera roma de bastón. No hay
orificios de sujeción de la armadura.
Similar a la 2582, pero mucho más basta, y con espacio
para entrada de la armadura de la vaina mucho menor. Se
conserva un orificio en posición asimétrica, y posible indicio
del otro par.
Figura 40. Características de las conteras de vaina.
lo que sólo permitiría la unión de dos cantoneras
de sección en ‘U’, sin el elemento orgánico de
la vaina. Los pares de orificios de las conteras
sirven, obviamente para fijar mediante remaches
estas piezas a las cantoneras que se insertan en
ellas. Es una forma simple, que tiene numerosos
paralelos lejanos en la Meseta hispana (ver por
ejemplo Schüle 1969: passim), pero sobre todo
de forma esférica o discoidal, no con la carena
que aparece en las tres piezas de Las Albahacas.
romanos conocidas se fechan entre c. 133 a.C. y
época cesariana y augustea temprana, cerca ya
del cambio de Era. En estas espadas romanas
las conteras de vaina suelen ser distintas a las
de Albahacas: discoidales las de puñal, y muy
pequeñas y molduradas las de espada, como se
aprecia bien en el estudio de síntesis de Poux
para la Galia, que incluye otros elementos republicanos (Poux, 2008: 323, Fig. 15) y en el estudio
reciente de Miks sobre espadas romanas (Miks,
2007: Tafeln 3-4). De hecho, en el muy amplio
repertorio de conteras republicanas e imperiales
recogido por este último autor (Taf. 200-205)
sólo muy escasas conteras se aproximan a las
carenadas de Las Albahacas, se trata de piezas
de proporciones menos rechonchas y de época
muy tardo-republicana o alto-imperial temprana
(como en Magdalensberg, Miks A459, c. 30-20
a.C.; en Ljublanica, Miks A767, o ya en Kalkriese, A72, c. 9 d.C.), o en Pitres, Bâle-Munsterhügel
y Altenburg-Rheinau (Poux, 2008: Fig. 15). De
hecho, Poux considera que las formas ‘de pelta’ aplanadas y carenadas, ubicables entre las
puramente arriñonadas y las esferoidales, son
de procedencia hispana (Poux, 2008: 322), en lo
que coincidimos.
De hecho, los modelos más elaborados y
característicos de conteras hispanas están ausentes en Las Albahacas, caso de las arriñonadas
prolongadas en embocadura alta, como la ya
citada de Alcoi, o la discoidal con embocadura
alta de la espada de la Sep. 9 del Estacar de
Robarinas (Quesada, 1997: num. cat. 1694, cf.
García-Gelabert y Blázquez, 1988: Fig. 26.100),
fechable en el s. IV a.C. En conjunto, aunque
no existe un estudio de detalle, las conteras
metálicas de vaina del mundo hispano tienden
a simplificarse y a perder tamaño a medida que
avanza el tiempo, pero también se hacen más
habituales.
En una línea de indagación paralela, son tan
pocas las espadas romanas republicanas y sus
vainas que resulta imposible establecer criterios
cuantitativos, y se reducen a cero las del s. III
a.C. Las conteras de vaina de gladii y pugiones
En conjunto, y provisionalmente, consideramos de raíz ibérica o celtibérica la contera
arriñonada 2625, mientras que las otras tres conteras carenadas y rechonchas de Las Albahacas
393
El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula
pudieron haber sido empleadas por hispanos o
por romanos –nada sabemos de las espadas púnicas–, y constituir los precedentes más antiguos
de los tipos carenados en pelta más tardíos. Estas
conteras son en todo caso más primitivas y muy
distintas de las esferoidales y esferoidales mol-
duradas, aparecidas en época cesariana (como
en Berry-Bouy, cf. Miks, 2007: A160) y que se
harán características en el Alto Imperio, y de las
que se conservan docenas (Miks, 2007:Taf. 202 a
205; ver también Appels y Laycock, 2007: 46 ss.).
11.- CONCLUSIONES
El conjunto de armas hallado en las prospecciones y excavaciones en el Cerro de Las
Albahacas y sus aledaños es perfectamente
consistente con lo que cabe esperar en el registro arqueológico, tras una reflexión detallada
sobre los procesos tafonómicos, como materiales
resultado de una batalla campal librada en un
sólo día, en las inmediaciones del campamento
temporal de un bando, y en el que los vencedores permanecieron poco tiempo tras su victoria,
mientras que los vencidos se batían en retirada.
Así, hemos documentado un elevado número
de proyectiles propulsados (glandes de honda
y puntas de flecha), armas de las que las fuentes
literarias suelen decir poco, dado que su empleo
es característico de las fases iniciales de la batalla
y por parte de las tropas menos prestigiosas. Sin
embargo, en el caso de la batalla de Baecula, con
el que se postula la identificación, las fuentes
mencionan como especialmente relevante el
uso de estas armas, mencionando en particular
la honda (Liv. 27,18,7-12). En segundo lugar,
son comparativamente abundantes las armas
arrojadizas (pila y jabalinas), mientras que escasean las lanzas empuñadas y los elementos
de espada, al tiempo que no hemos localizado
armamento defensivo. Todo ello es consistente
con los patrones de deposición de armas y de
recogida de despojos y restos que cabe esperar
en un campo de batalla.
tienden a acabar empleando similares armas
ofensivas y defensivas, es complicado asignar
armas concretas a contingentes precisos. Con
todo, ha sido posible mostrar que determinados
objetos deben asignarse probablemente a combatientes romanos (pila de tipo Talamonaccio, tachuelas de caligae), baleares (glandes de honda),
cartagineses (puntas de bronce con enmangue
de cubo), hispanos (espuelas). Otros tipos en
cambio debieron ser empleados tanto por iberos
como por romanos y africanos (veruta, lanzas y
jabalinas, conteras, etc.).
El problema fundamental es el de la cronología. Si bien conocemos bastante sobre el
armamento ibérico tardío, no es fácil distinguir
entre tipos de finales del s. III y de principios del
s. I a.C., ya que pertenecen a la fase avanzada del
armamento peninsular. Por otro lado, sabemos
poco –por no decir casi nada– de la tipología del
armamento cartaginés o númida a fines del s. III
a.C. Y finalmente, aunque el armamento romano
republicano de los siglos II y I a.C. es bastante
bien conocido (sobre todo en Hispania y gracias
a conjuntos como los de Smihel, Numancia,
Cáceres el Viejo, La Caridad, Valentia, Alesia,
Osuna, y un largo etcétera), para la época de las
Guerras Púnicas nuestro conocimiento arqueológico era hasta ahora casi nulo, excepción hecha
del conjunto de Talamonaccio y lotes aislados
como los de Castelruf. Incluso la descripción
de Polibio, que describe el ejército romano del
mediados s. II a.C., suele ser proyectada hacia
atrás medio siglo para llenar ese vacío.
En un choque en el que combatieran contingentes romanos, itálicos, cartagineses (a su vez
de procedencias distintas, púnicos, númidas y
probablemente libios), iberos de diferentes regiones de la Península y Baleares, cabe esperar
una variada tipología de armas. Sin embargo, y
dado que de acuerdo a lo dicho antes, no aparecen las armas más diagnósticas para intentar
dichas identificaciones, y dado que en campañas
y guerras prolongadas los diferentes bandos
El conjunto de Las Albahacas podría en un
primer vistazo ser considerado apropiado tanto
para época cesariana (c. 50 a.C.), sertoriana (c.
80/70 a.C.), como para la época de las Guerras
Celtibéricas y Lusitanas (c. 150-130 a.C.). Y ello
precisamente debido a nuestro desconocimiento
394
FeRnAndo QuesAdA et al.
del armamento romano de fines del s. III a.C.
Hay, sin embargo, suficientes elementos en el
conjunto de armas (especialmente pila, veruta,
y puntas de flecha) como para remontarnos a
fases tan antiguas como el depósito de Smihel
(c. 180 a.C.) y más allá, al momento del depósito
de Talamonaccio (c. 225 a.C.) y de los pila de
Castelruf (c. 200 a.C.) o de los glandes de Puntal
dels Llops (c. 190 a.C.).
Hay, es cierto, alguna sorpresa. Hasta ahora
la fecha más antigua conocida para los clavos
de bota militar romana no llegaba a fechas
anteriores a las campañas de César (y antes no
se consideraban anteriores a Augusto), aunque
hay al menos un dato iconográfico, el frontón
del templo de Telamon, que permite llegar hasta
mediados del s. II a.C. Los datos de Las Albahacas llevan a proponer que el diseño de estos
clavos, en forma, tamaños y detalles idénticos a
los de c. 55 a.C., debe elevarse al menos hasta c.
208 a.C. Sin embargo, ya hemos argumentado
que tal perduración tipológica en unas piezas
tan sencillas es perfectamente habitual, como
se demuestra en instrumental agrícola, puntas
de lanza y otros tipos de objetos que alcanzaron
pronto una excelente adecuación entre forma y
función, y que incluso han perdurado hasta la
actualidad sin apenas cambios, tras milenios y
no décadas.
Pero –y sobre todo– contamos además con
un fuerte conjunto de evidencia externa, la
Numismática. Aunque esa disciplina presenta
sus propios problemas y dudas, en el caso de
Las Albahacas el conjunto más importante y
homogéneo de monedas se data sin duda en
los últimos años del s. III a.C., con una precisión
incomparable en otros tipos de materiales.
Si la Numismática proporciona una datación muy cercana a la batalla de Baecula para los
hallazgos de Las Albahacas; si algunas armas
encuentran sus mejores paralelos a fines del s. III
a.C.; si el resto presenta un abanico cronológico
amplio que puede perfectamente remontarse
al 208 a.C.; y si además la variedad tipológica
apunta a la presencia en Las Albahacas de tropas
baleares (glandes), africanas (algunas flechas),
romanas (pila, clavos de caligae, veruta) e hispanas (espuelas), resulta difícil negar que estamos
ante un campo de batalla de la Segunda Guerra
Púnica, y que tal lugar sólo puede corresponder a
Baecula si atendemos a toda la evidencia adicional
que se presenta en otros capítulos de esta obra.
Los datos de Las Albahacas confirman la
sospecha de que unos pequeños objetos hasta
ahora a menudo considerados como punzones
o leznas debieron ser multifuncionales, o incluso
que fueron en su casi totalidad puntas de flecha
empleadas por los romanos o sus auxiliares, quizá tomando el modelo de prototipos hispanos.
A los muchos ejemplares de Numancia, Alesia y
otros yacimientos de época romana republicana
se une ahora, de forma aplastante, la evidencia
del Cerro de Las Albahacas.
Desde el punto de vista tipológico, el estudio
de las armas de Las Albahacas permite además
plantear otras hipótesis nuevas, sustentadas estadísticamente, como la del peso creciente de los
glandes de plomo en el occidente Mediterráneo
desde el s. III al I a.C. y la posterior disminución
de nuevo de los pesos. Hemos concluido además
que algunas puntas que a menudo, y de manera
poco reflexiva, se han atribuido a catapulta, son
jabalinas de morfología similar pero no idéntica
y que es posible proponer criterios de distinción.
Es llamativo, por la proximidad en el tiempo
de los descubrimientos, que el yacimiento que
ha proporcionado un conjunto de materiales
más próximo, en tipología y proporción de los
diferentes tipos, aunque con un mucho menor
número absoluto de piezas, sea el posible campamento de La Palma en Tortosa, cerca de la
desembocadura del Ebro, en uno de los enclaves
militares más importantes de la Segunda Guerra
Púnica en la Península Ibérica. Las múltiples
coincidencias –también en numismática y cerámica– no pueden ser casuales y así lo hemos
ido analizando al estudiar los diversos tipos de
armas. Es un elemento adicional que nos ayuda a
fechar el conjunto de Baecula-Albahacas, aunque
no el primordial en absoluto.
Es cierto también que algunos de los tipos
de punta de flecha de Las Albahacas plantean
serios problemas de adscripción, por la presencia de puntas tipológicamente muy anteriores
(bronces con pedúnculo) y posteriores (hierros).
Hemos concluido que algunas de ellas son
395
El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula
probablemente puntas medievales, y que otras
podrían fecharse quizá en el Periodo Orientalizante, aunque hay pruebas de que formas
que un medievalista consideraría ‘suyas’ se
dan también en época romana, y de que otras
‘prehistóricas’ seguían usándose incluso en el s.
I a.C. Por ello, dejamos planteadas las distintas
opciones y nuestras opiniones para cada caso en
particular, sabiendo que a partir de ahora será
más fácil discutir los nuevos datos o replantearse
los antiguos.
Pero en combinación con los otros hallazgos
(numismáticos, cerámicos, restos de estructuras
excavadas...), el gran conjunto de Las Albahacas
multiplica su consistencia cronológica y tipológica, permitiendo plantear el problema del
bagaje real portado por los ejércitos durante la
Guerra de Aníbal.
Y toda esta suma de datos, integrada en un
contexto geográfico gracias al empleo sistemático de SIG para ubicar topográficamente cada
objeto, y en el contexto del análisis de las fuentes literarias, permite a nuestro juicio afirmar
con nulo margen de duda que estamos ante un
campo de batalla de la Segunda Guerra Púnica y
que tal batalla no puede ser otra que la ubicada
junto a Baecula por distintas fuentes literarias,
que describen un entorno geográfico local, y
unos movimientos de tropas, plenamente consistentes con los tipos y dispersión de las armas
que aquí hemos estudiado.
En conjunto, pues, el conjunto de armas de
Las Albahacas, por sí solo, tiene el importantísimo valor de que comienza a llenar el vacío
existente sobre el armamento –especialmente
el romano– en la Segunda Guerra Púnica,
confirmando que muchos tipos característicos
de mediados del s. II a. C. ya existían muchas
décadas antes.
396
Bibliografía
BIBLIOGRAFÍA
ADROHER, A. y LÓPEZ, A. (2000): “Ánforas de tipo
ibérico en las depresiones intrabéticas granadinas”, Revista de Estudios Ibéricos, 4: 105-150.
AIBÉO, C.L.; GOFFIN, S.; SCHALM, O.; VAN DER
SNICKT, G.; LAQUIÈRE, N.; EYSKENS, P. y
JANSSENS, K. (2008): “Micro-Raman Analysis for
the Identification of Pigments from 19th and 20th
Century Paintings”, Journal of Raman Spectroscopy,
39: 1091-1098.
ALDERETE, B. (1614): Varias antiguedades de España,
África, y otras provincias, por el doctor Bernardo
Aldrete [sic]..., Amberes.
ALDRETE, G.S.; BARTELL, S. y ALDRETE, A. (2013):
Reconstructing ancient linen body armor, Johns
Hopkins University Press, Maryland.
ALEXANDROPOULOS, J. (2000): Les monnaies de
l’Afrique antique: ( 400 av.J.C.- 40 ap. J.C.), Toulouse.
ALEXANDROPOULOS, J. (2007): Les monnaies de
l’Afrique antique, 400 -40 av. J.C., Tempus, Toulouse.
ALFARO ASINS, C. (1988): Las monedas de Gadir/
Gades, Fundación para el fomento de estudios
numismáticos, Madrid.
ALFARO ASINS, C. (1991): “Monedas cartaginesas
y norteafricanas halladas en Ampurias”, Huelva
Arqueológica 13, 2: 173-202.
ALFARO ASINS, C. (2000): “Consideraciones sobre
la moneda foránea en la Península Ibérica y su
entorno”, Boletín del Museo Arqueológico Nacional,
18: 21-68.
ALFARO ASINS, C. (2002): “La moneda púnica
foránea en la península ibérica y su entorno”,
Actas del X Congreso Nacional de Numismática,
Madrid: 17-69.
ALFARO ASINS, C. y MARCOS, C. (1994): “Tesorillo de moneda cartaginesa de la Torre de Doña
ABAD CASAL, L. (1984): Los orígenes de la ciudad de
Alicante, Instituto Juan Gil-Albert, Alicante.
ABAD, L. y SALA, F. (eds.) (2001): Poblamiento
ibérico en el Bajo Segura: El Oral (II) y La Escuera,
Bibliotheca Archaeologica Hispana, 12, Real
Academia de la Historia, Madrid.
ABASCAL, J.M. y ALBEROLA, A. (2007): Monedas
antiguas de los museos de Elche, Real Academia de
la Historia, Madrid.
ACQUARO, E. (1974): “Kpoaoou da Mozia”, RSF,
II, 2: 174-185.
ADAM, J. P. (1982): L’architecture militaire Grecque,
CNRS-Picard, París.
ADAM, J. P. (1984): La construction romaine. Materiaux
et techniques, CNRS-Picard, París.
ADAMESTEANU, D. (1986): “Quadro storico delle
fortificazioni greche della Sicilia e della Magna
Grecia”, en P. LERICHE y H. TRÉZINY (eds.),
actes du colloque international: la fortification et sa
place dans l’histoire politique, culturelle et sociale du
monde grec, Valbonne 1982, Paris: 105-110.
ADROHER, A. (1998): “Materiales de los siglos III y
II a.n.e en Lattes (Hérault, Francia)”, en Les fàcies
ceràmiques d’importació a la costa ibèrica, les Balears i
les Pitiüses durant el segle III a.C. i la primera meitat
del segle II a.C., Arqueomediterránia, 4: 217-241.
ADROHER, A. y BLÁNQUEZ, J. (2006): “Vajilla de
barniz negro en Carteia”, en L. ROLDÁN, M.
BENDALA, J. BLÁNQUEZ Y S. MARTÍNEZ
(Dir.), Estudio histórico-arqueológico de la ciudad de
Carteia (San Roque, Cádiz), 1994-1999, Arqueología
Monografías, Junta de Andalucía: 327-339.
ADROHER, A. y LÓPEZ, A. (1996): “Las cerámicas de
barniz negro II. Cerámicas campanienses”, Florentia iliberritana: Revista de estudios de antigüedad
clásica, 7: 11-37.
653
Bibliografía
Blanca (Puerto de Santa María, Cádiz)”, Archivo
Español de Arqueología, 67: 229-244.
ALFARO ASINS, C. y MARCOS, C. (1994): “Avance
sobre la circulación monetaria en le Torre de Doña
Blanca (Puerto de Sta. Mª, Cádiz)”, Actas del II
Congreso Internacional del Estrecho de Gibraltar,
Ceuta: 391-402.
ALFÖLDY, G. (1995): Corpus Inscriptionum Latinarum
II / 14, fasc. 1, Berlín.
ALLEN, K.M.S.; GREEN, S.W.; ZUBROW, E.B.W.
(1990): “Interpreting Space”, en K.M.S. ALLEN,
S.W. GREEN y E.B.W. ZUBROW (Eds.), Interpreting Space: GIS and Archaeology, Taylor & Francis,
London: 383-387.
ALMAGRO BASCH, M. (1955): Las necrópolis de Ampurias II. Necrópolis romanas y necrópolis indígenas,
Seix y Barral, Barcelona.
ALONSO, N. (1999): De la llavor a la farina. Els
processos agrícoles protohistòrics a la Catalunya
occidental, Monographies d’Archéologie Méditerranéennes-CNRS, 4, Lattes.
ALONSO, N.; CANTERO, F. J.; JORNELL, R.; LÓPEZ,
D; MONTES, E.; PRATS, G. y VALENZUELA, S.
(2014): “Milling wheat and barley with rotary
querns: the Ouarten women (Dahmani, Kef,
Tunisia)”, en Selsing, L. (Ed.): Seen through a
millstone. AmS-Skrifter, 24, Arkeologisk museum,
Universiterer i Stavanger: 11-30.
ÁLVAREZ, R. y CUBERO, M. (1999): “Los pila del poblado ibérico de Castellruf”, Gladius, 19: 121-142.
ANDERSON, J.K. (1978): “New evidence on the Origin of the Spur”, Antike Kunst, 21: 46-48.
ANGUILANO, L.; REHREN, TH.; MÜLLER, W. y
ROTHENBERG, B. (2010): “The importance of
lead in the silver production at Riotinto (Spain)”,
Archaeosciences, 34: 269-276.
ANTOLINOS MARÍN, J.A. (2006): “Hallazgos íberos,
púnicos y romanos en Cartagena: excavación
en calle Palas n. 5-7”, en M. B. SÁNCHEZ, M.
LECHUGA y P. E. COLLADO (coord.), XVII Jornadas de Patrimonio Histórico. Intervenciones en el
patrimonio arquitectónico, arqueológico y etnográfico
de la región de Murcia, Murcia: 101-104.
ANTOLINOS MARÍN, J.A. (2010): “El trazado urbanístico y viario de la colonia romana”, en J. M.
NOGUERA y M. J. MADRID (eds.), Arx Asdrubalis, la ciudad reencontrada, Murcia: 59-67.
APPELS, A. y LAYCOCK, S. (2007): Roman buckles and
military fittings, Greenlight Publishing, Witham.
AQUILUÉ, X.; CASTANYER, P.; SANTOS, M. y TREMOLEDA, J. (2004): “L’evolució dels contextos de
materials amfòrics en la Palaia Polis d’Empòrion
entre els segles VI i II a.C.”, en J. SANMARTÍ;
D. UGOLINI; J. RAMON y D. ASENSIO (Eds.),
La circulació d’àmfores al Mediterrani Occidental
durant la Protohistòria (segles VIII – III a.C.): aspectes quantitatius i anàlisi de continguts, Actes de
la II Reunió Internacional d’Arqueologia de Calafell,
Arqueomediterrània, 8, Barcelona: 165-183.
ARANEGUI, C. (1987): «La cerámica gris de tipo
ampuritano: las jarritas grises», en P. LÉVÊQUE
y J.P. MOREL (eds.), Céramiques Hellénistiques et
Romaines II, Univ. de Besançon: 87-97.
ARANEGUI, C. (1994): “Arse-Saguntum: una estrategia para consolidar el poder”, en Leyenda y arqueología de las ciudades prerromanas de la Península
Ibérica I, Ministerio de Cultura, Madrid: 31-43.
ARANEGUI, C. (2003): “Proyectiles de honda con
epígrafes griegos atribuidos a Sagunto”, Romula.
Homenaje a Pierre Gros, 2: 43-52.
ARANEGUI, C. (2004): Sagunto. Oppidum, emporio y
municipio romano, Editorial Bellaterra, Barcelona.
ARANEGUI, C. (2006): “From Arse to Saguntum”, en
L. ABAD, S. KEAY, S. RAMALLO (Eds.), Eaerly
Roman Towns in Hispania Tarraconensis, JRA, suppl.
62, Portsmouth, Rhode Island: 64-74.
ARANEGUI C. (2012): Los iberos ayer y hoy. Arqueologías y culturas, Editorial Marcial Pons, Madrid.
ARANEGUI, C.; DE JUAN, C. e IZQUIERDO, A.
(2004): “Sagunto como puerto principal. Una
aproximación náutica”, en Méditerranée occidentale
antique: les échanges, Soveria Mannelli: 75-100.
ARASA, F. (1996): “Les vies romanes en l’obra
d’Antoni Chabret”, Braçal, 14: 37-54.
ARASA, F. (2000): “El conjunto monumental de Almenara (La Plana Baixa, Castelló)”, en A. RIBERA
(Ed.), Los orígenes del cristianismo en Valencia y su
entorno, Valencia: 113-118.
ARCELIN, P. y GIRARD, B. (2013): “L’oppidum d’Entremont (Aix-en-Provence, Bouches-du-Rhône)”,
en B. GIRARD (ed.), Au fil de l’épée. Armes et guerriers en pays celte méditerranéen, Nîmes: 332-341.
ARÉVALO, A. (1998): “Las imitaciones de moneda
romano-republicana de bronce”, en C. ALFARO
et al. (eds.), Historia monetaria de Hispania Antigua,
Madrid: 318-325.
ARÉVALO, A., BERNAL, D. y TORREMOCHA, A.
(Coord., 2004): Garum y salazones en el Círculo del
Estrecho, Catálogo de la Exposición, Fundación
Municipal de Cultura “José Luis Cano”, Algeciras, mayo-septiembre 2004.
ARIAS BONET, G. (1987): “¿Una vía prerromana?
Anzoal y el estaño”, en Repertorio de caminos de
la Hispania romana. Estudios de Geografía Histórica,
Madrid: 386 ss.
ARNIM, A. von (1892): “Ineditum Vaticanum”, Hermes,
27:118-130.
ARRAYÀS, (2002): Morfologia històrica del territorium de
Tarraco en època tardo-republicana romana o ibèrica
final (ss. III-I a.C.): cadastres i estructures rurals,
Universitat Autònoma de Barcelona, Barcelona
[en línia].
http://hdl.handle.net/10803/5537 [Consulta: 6
de setiembre de 2012].
654
Bibliografía
ARRIETA, N.; GOIENAGA, N.; MARTÍNEZ-ARKARAZOA, I.; MURELAGAB, X.; BACETAB, J.I.;
SARMIENTOC, A. y MADARIAGA, J.M. (2011):
“Beachrock formation in temperate coastlines:
Examples in sand-gravel beaches adjacent to the
Nerbioi-Ibaizabal Estuary (Bilbao, Bay of Biscay,
North of Spain)”, Spectrochimica Acta Part A, 80:
55-65.
ARROYO, R.; LEFORT, F.; DE ANDRÉS, M.T.; IBÁÑEZ, J.; BORREGO, J.; JOUVE, N.; CABELLO, F.
y MARTÍNEZ, J.M. (2002): “Chloroplast microsatellite polymorphisms in Vitis species”, Genome,
45-6: 1142-1149.
ARTEAGA, O. y BLECH, M. (1987a): “Excavaciones
en el Cerro de Maquiz (Mengíbar, Jaén). Campaña de 1985”. Anuario Arqueológico de Andalucía
de 1985. Volumen II. Actuaciones sistemáticas.
Sevilla: 169-172.
ARTEAGA, O. y BLECH, M. (1987b): “La romanización en las zonas de Porcuna y Mengíbar”. Coloquio ‘Los asentamientos ibéricos ante la romanización’.
Madrid, 27-28 de febrero de 1986. Ministerio de
Cultura-Casa de Velázquez. Madrid: 89-99.
ASENSIO, D. (2001-2002): “Àmfores importades,
comerç i economia entre els pobles ibèrics de la
costa catalana (segles VI-II aC): un exercici de
quantificació aplicada”, Revista d’Arqueologia de
Ponent, 11-12: 67-86.
ASENSIO, D. (2010): “Evidencias arqueológicas de
la incidencia púnica en el mundo ibérico septentrional (siglos VI-III a.C.). Estado de la cuestión
y nuevos enfoques”, Mainake XXXII, II: 705-734.
ASENSIO, D. (2010): “El comercio de ánforas itálicas
en la Península Ibérica entre los siglos IV y I a.C.
y la problemática en torno a las modalidades de
producción y distribución”, XVII International
Congress of Classical Archaeology, Roma 22-26 Sept.
2008, Bolletino di Archeologia on line, Roma:
23-41.
ASENSIO, D. (2010): “La problemática en torno a las
modalidades de producción y distribución”, en
XVII International Congress of Classical Archaeology, Roma, 2008, Bollettino di Archeologia, on line.
Volume speciale: 23-41.
ASENSIO, D.; MARTÍN, A. (1999): “El derelicte
de Bon Capó (l’Ametlla de Mar): l’inici de
l’expansió de vi itàlic a la Península Ibèrica”, El
vi a l’Antiguitat. Economia, producció i comerç al
Mediterrani Occidental, II Col·loqui Internacional
d’Arqueologia Romana, Monografies Badalonines,
14, Badalona: 138-150.
ASTIN, A.E. (1967): Scipio Aemilianus, Oxford at the
Clarendon Press, Oxford.
ASTIN, A.E. (1967): “Saguntum and the origin of the
Second Punic War”, Latomus, XXVI: 577-596.
ASTRUC, M. (1951): “La necrópolis de Villaricos”,
Informes y Memorias de la Comisaría General de
Excavaciones Arqueológicas, 25, Madrid.
AUBET, M. E. (2009): Tiro y las colonias fenicias de occidente, Editorial Bellaterra, Barcelona.
AVELLÀ, J. (1967): Tarragona romana. Síntesis histórica,
Imp. Moncunill, Tarragona.
AYMARD, A. (1954): “Polybe, Scipion l’Africain et le
titre du roi”, Revue du Nord, 38: 121-128.
ÁYORA, M. J.; DOMÍNGUEZ, A. y DOMÍNGUEZ
VIDAL, A. (2011): “Raman Microspectroscopic
study of Iberian pottery from the La Vispesa
archaeological site, Spain”, Journal of Raman
Spectroscopy, 43: 317-322.
BAATZ, D. (1966): “Zur Geschützbewaffnung rómischer Auxiliartruppen inder frühen und mittleren
Kaiserzeit”, Bonner Jahrbücher, 166: 194-207.
BAITINGER, H. (2004): „Hellenistisch-frühkaiserteitliche Reitersporen aus dem Zeusheiligtum von
Olympia“, Germania, 82: 351-380.
BALLESTER, I.; FLETCHER, D.; PLA, E.; JORDA,
F. y ALCACER, F. (1954): Cerámicas del Cerro de
San Miguel, Liria, Corpus Vasorum Hispanorum,
CSIC, Madrid.
BARBA, V., FERNÁNDEZ, A. y TORRES, M. J. (en
prensa): Almacén comercial tardorrepublicano en la
Alta Andalucía. El Cerro de la Atalaya de Lahiguera
(Jaén), Textos CAAI, Universidad de Jaén, Jaén.
BARBAGLI, D. (2007-8): “Frontón de Talamone”, en
Los Etruscos, Catálogo de la Exposición, Madrid.
BARBERÁ, J. y PASCUAL, R. (1979-80): “Burriac
(Barcelona). Un yacimiento protohistórico de la
costa catalana”, Ampurias, 41-42: 203-242.
BARBERÀ, J.; NOLLA, J.M. y MATA, E. (1993): “La
ceràmica grisa emporitana”, Cuadernos de Arqueología, 6, Barcelona.
BARCELÓ, P. (1996): “Reflexiones en torno al establecimiento del poderío cartaginés en Hispania”,
Millars. Espai i història, XIX: 5-19.
BARCELÓ, P. (2010): “Otra vez el Tratado de Asdrúbal: hipótesis y evidencias”, Mainake, XXXII (1):
407-416.
BARCELÓ, P. (2010): Aníbal: estratega y estadista, La
Esfera de los Libros, Madrid.
BARCHIESI, V.M. (1962): Nevio epico, Cedam, Padova.
BARREDA, E. (2002): Paisajes culturales en los Andes:
memoria narrativa, casos de estudio, conclusiones y
recomendaciones de la Reunión de expertos, Arequipa
y Chivay, Perú, mayo de 1998, UNESCO, Lima.
BARRIONUEVO, F. J.; RUIZ MATA, D. y PÉREZ,
C. (1999): “Fortificaciones de Casernas del Castillo de Doña Blanca (El Puerto de Santa María,
Cádiz)”, en Actas del XXIV Congreso Nacional de
Arqueología (Cartagena, 1997), vol. 3: 115-124.
BARTOLONI, P. (1988): “L’essercito, la marina e la
guerra”, en S. MOSCATI (ed.), I Fenici, Milano:
132-138.
BARTOLONI, P. (1998): “Le navi e la navigazione”, in
S. MOSCATI (ed.), I Fenici, Catalogo della Mostra,
Milano: 72-77.
655
Bibliografía
BELLÓN, J.P.; GÓMEZ; F.; RUIZ, A.; CÁRDENAS, I.;
MOLINOS, M. y RUEDA, C. (2012): “Un escenario bélico de la Segunda Guerra Púnica: Baecula”,
en S. REMEDIOS, F. PRADOS Y J. BERMEJO
(Eds): Aníbal de Cartago. Historia y Mito, Edic.
Polifemo, Madrid: 345 - 379.
BELLÓN, J.P.; MOLINOS, M.; GÓMEZ, F.; RUIZ,
A.; RUEDA, C. (2013): “Baecula: arqueología de
una batalla”, Desperta Ferro Antigua y medieval,
17: 28-31.
BELLÓN, J.P.; MOLINOS, M.; GÓMEZ; F.; RUIZ, A.;
RUEDA, C. (2013): “La batalla de Baecula: tras los
pasos de Escipión el Africano”, en M. BENDALA
(ed.), Fragor Hannibalis. Aníbal en Hispania, Museo
Arqueológico Regional, Madrid: 313-333.
BELLÓN, J.P.; RUEDA, C.; OSANNA, M. y RUIZ,
A. (2013): “Numistro. De loco ad pugnan eligendo”,
SIRIS, Studi e richerce della Scuola di Specializzazione
in Beni Archeologici di Matera, Vol. 13: 91-115.
BELLÓN, J. P.; RUIZ, A.; GÓMEZ, F.; MOLINOS, M.;
RUEDA, C. Y CÁRDENAS, I. (2014): “Analyse
archéologique d’un champ de bataille de la deuxième guerre punique: Baecula”, La guerre et ses
traces. Ausonius, Bourdeaux: 25 - 53.
BELTRÁN, E. (1984): “Problemas en torno al comienzo de la II Guerra Púnica”, Hannibal Pyrinaeum
transgreditur, 5è Col·loqui d’Arqueologia de Puigcerdà: 147-171.
BELTRÁN LLORIS, F. (1990): “La ‘pietas’ de Sertorio”,
Gerion, 8: 211-226.
BELTRÁN MARTÍNEZ, A. (1952): “El plano arqueológico de Carthago Nova”, Archivo Español de
Arqueología, XXV: 47-82.
BELTRÁN VILLAGRASA, P. (1972): Obra completa
(1889-1971), I, Antigüedad, Librería General,
Zaragoza.
BENDALA, M. (2003): “La influencia feniciopúnica
en Alicante y su ámbito geográfico y cultural”,
Canelobre, 48: 21-33.
BENDALA, M. (2005): “La Contestania ibérica y el
mundo púnico”, en L. ABAD, F. SALA e I. GRAU
(eds.), La Contestania Ibérica, treinta años después,
Alicante: 37-52.
BENDALA, M. (2010): “La retaguardia hispana de
Aníbal”, Mainake 32, 1: 437-460.
BENDALA, M.; BLÁNQUEZ, J. (2002-2003): “Arquitectura militar púnico-helenística en Hispania”,
en P. MORET, M. BENDALA Y F. QUESADA
(eds.), Formas e imágenes del poder en los siglos III
y II a.C.: modelos helenísticos y respuestas indígenas,
Madrid: 145-159.
BENDALA, M. y BLÁNQUEZ, J. (2002-2003): “Arquitectura militar púnico-helenística en Hispania”, Cuadernos de Prehistoria y Arqueología de la
Universidad Autónoma de Madrid, 28-29: 145-158.
BENEDETTI, L. (2012): Glandes perusinae. Revisione e
aggiornamenti, Quasar, Roma.
BATS, M. (1988): “Vaisselle et alimentation à Olbia de
Provence (v. 350 -v.50 av. J.C.). Modèles culturels
et catégories céramiques”, Revue Archéologique de
Narbonnaise, Supplément 18, Etidions du CNRS,
Paris.
BAYO, M. (2010): El yacimiento ibérico de ‘El Tossal de
la Cala’. Nuevo estudio de los materiales depositados
en el MARQ correspondientes a las excavaciones de
J.Belda y M.Tarradell, Trabajos de Arqueología, 1,
MARQ, Alicante.
BECK, H. (2007): “The Early Roman Tradition”, en
J. MARINCOLA (Ed.), A Companion to Greek and
Roman Historiography, Vol. I, Oxford: 259-265.
BECKER, G.H. (2008): Form, Intent, and the Fragmentary
Roman Historians. 240 to 63 B.C.E., PhD. Diss.,
University of Florida.
BEJARANO, V. (1987): Fontes Hispaniae Antiquae, vol.
VII, Barcelona.
BELÉN, M. y LINEROS, R. (2001): “15 años de arqueología en Carmona”, en A. CABALLOS RUFINO
(Ed.), Carmona romana, Carmona: 109-134.
BELL, M.J.T. (1965): “Tactical reform in the Roman
Republican army” Historia 14.4: 404-422.
BELLEN, H. (1985): “Metus Gallicus-metus Punicus.
Zum Furchtmotiv in der römischen Republik”,
Abhandl. Der Akademie der Wissensch. in Mainz, 3,
Stuttgart: 46 pp.
BELLÓN, J. P. (2012): “Estudio de los escenarios
bélicos anibálicos de Numistro y Grumentum
(Basilicata, Italia): Numistro”, Informes y Trabajos,
7: 229-243.
BELLÓN, J.P., SERRANO, J.L., BARBA, V. y ZAFRA,
J. (1998): “La prospección de superficie, el poblamiento y el territorio”, en M. MOLINOS, T.
CHAPA, A. RUIZ, J. PEREIRA, C. RÍSQUEZ, A.
MADRIGAL, A. ESTEBAN, V. MAYORAL, y M.
LLORENTE, El santuario heroico de “El Pajarillo”
(Huelma, Jaén), Servicio de Publicaciones e Intercambio Científico de la Universidad de Jaén,
Jaén: 243-264.
BELLÓN, J. A.; GÓMEZ, F.; GUTIÉRREZ, L.; RUEDA,
C.; RUIZ, A.; SÁNCHEZ, A.; MOLINOS, M.;
WIÑA, L.; GARCÍA, Mª. A.; LOZANO, G. (2004):
Baecula. Arqueología de una batalla, en A. GÁLVEZ
DEL POSTIGO (coord.), Proyectos de Investigación
2002-2003, Universidad de Jaén: 11-66
(en línea: http://eehar.csic.es/docdow.
php?id=126).
BELLÓN, J. P.; GÓMEZ, F.; RUIZ, A.; MOLINOS,
M.; SÁNCHEZ, A.; GUTIÉRREZ, L.; RUEDA,
C.; WIÑA, L.; GARCÍA, Mª. A.; MARTÍNEZ,
A.; ORTEGA, C.; LOZANO, G.; FERNÁNDEZ,
R. (2009): “Baecula. An archaelogical analysis
of the location of a battle of the Second Punic
War”, en A. MORILLO, R. HANEL y E. MARTÍN
(eds.), Limes XX, Actas XX Congreso Internacional
Estudios sobre la frontera romana, Anejos de Gladius,
13: 253-266.
656
Bibliografía
BENÍTEZ DE LUGO, L. (2004): Mentesa Oretana (19982002). Diputación de Ciudad Real. Ciudad Real.
BEN Í T EZ D E L UG O , L . ; ÁLVAR EZ , H . J . ;
FERNÁNDEZ, J. L.; MATA, E.; MORELEDA, J.;
SÁNCHEZ, J. y RODRÍGUEZ, J. (2012): “Estudio
arqueológico en la Vía de los Vasos de Vicarello.
A Gades Romam, entre las estaciones de Mariana
y Mentesa (Puebla del Principe-Villanueva de
la Fuente)”, Archivo Español de Arqueología, 85:
101-118.
BENOIT, F. (1961): “Fouilles sous-marines: l’épave du
Grand Congloué a Marseille”, Gallia, 14.
BERGER, F. (1996): Kalkriese I, Die römischen Fundmünzen, Mainz.
BERGER, F. (2000): “Die Münzen from Kalkriese.
Neufunde und Ausblick”, en R. WIEGLES (ed.),
Die Münzen von Kalkriese und die frühkaiserzeitliche
Münzprägung, Osnabrück: 11-46.
BERMÚDEZ, J. (2006): “El análisis de las redes viarias
en la antigüedad a partir de las posibilidades que
ofrecen los SIG. Rutinas para el cálculo acumulado de vías óptimas con el programa Idrisi”, en I.
GRAU (Ed.), La aplicación de los SIG a la Arqueología del Paisaje, Publicaciones Universidad de
Alicante, Alicante: 91-97.
BERNABEU, J.; AURA, J.E. y BADAL, E. (1993): Al
oeste del Edén. Las primeras sociedades agrícolas en
la Europa mediterránea, Editorial Síntesis, Madrid.
BERNAL, D.; SÁEZ ROMERO, A.M. y BUSTAMANTE, M. (2011): “Púrpura y pesca en el Gadir tardopúnico. La fosa-conchero de desechos haliéuticos
de la C/ Luis Milena (San Fernando, Cádiz)”,
en C. ALFARO et al. (Eds.), Purpureae Vestes III.
Symposium Internacional sobre Textiles y Tintes del
Mediterráneo en el mundo antiguo (Nápoles, 13-15
de noviembre de 2008), Universidad de ValenciaCentre Jean Berard, Valencia: 157-180.
BETTINI, M. (2007): C´era una volta il mito, Editorial
Sellerio, Palermo.
BIRLEY, A. (2002): Garrison life at Vindolanda, Stroud,
Tempus.
BISHOP, M.C. y COULSTON, J.C.N. (2006 2a ed.):
Roman Military Equipment. From the Punic Wars
to the Fall of Rome, Oxbow, Oxford.
BLANCO, A. y LA CHICA, G. (1960): “De situs Iliturgis”, Archivo Español de Arqueología, 33 (101-102):
193-196.
BLÁNQUEZ, J. y ROLDÁN, L. (2009): “La muralla
de casernas de la ciudad púnica de Carteia (San
Roque, Cádiz)”, Almoraima, 39: 93-104.
BLÁZQUEZ, C. (2006): “La moneda partida en los
campamentos romanos del norte”, en M. P. García-Bellido (coord.) Los campamentos romanos en
Hispania (27 a.C. -192 d.C.) CSIC, Madrid: 529-556.
BLÁZQUEZ, J. Mª (1974): “Economía de Hispania durante la República romana”, Revista Internacional
de Sociología 32, 9-10: 19-57.
BLÁZQUEZ, J. Mª (1981): Mosaicos romanos de Córdoba, Jaén y Málaga. Corpus de mosaicos de España,
3, Madrid.
BLÁZQUEZ, J. Mª (1996): “Las alianzas en la península Ibérica y su repercusión en la progresiva
conquista romana”, en J.Mª BLÁZQUEZ, España
Romana, Madrid: 95-117.
BLE, E. (2012): “Análisis de los modos de navegación
y estacionamiento de la flota romana: el caso de
Iberia durante la Segunda Guerra Púnica”, Actas
das IV Jornadas de Jovens em Investigação Arqueológica - JIA 2011 Faro (Portugal), Vol. II, Promontoria
Monográfica, 16: 93-98.
BLE, E.; LACRUZ, S.; NOGUERA, J. y VALDÉS, P.
(2011): “La Palma: un campamento de Publio
Cornelio Escipión ‘Africano’ durante la Segunda Guerra Púnica en Iberia”, Ex-novo, Revista
d’Historia i Humanitats, 7: 105-132.
BOCKIUS, R. (1991): “Zu den Elbgermanischen Kreisplattensporen der früher Römischen Kaiserzeit“,
Jahrbuch RGZM 38, 2: 497-514.
BONACINA, L. (2007): “Il pilum: riconsiderazioni sul
suo uso e la sua costruzione”, Vexillum. Giornale
della Società Italiana per gli Studi Militari Antichi,
1: 35-43.
BONET, H. (1995): El Tossal de Sant Miquel de Llíria.
La antigua Edeta y su territorio, Diputación de
Valencia, Valencia.
BONET, H. y MATA, C. (1997): “La cerámica ibérica
del siglo V a.C. en la Edetania”, Recerques del
museu d´Alcoi, 6: 31-47.
BONET, H. y MATA, C. (2001): “Organización del
territorio y poblamiento en el País Valenciano
entre los siglos VII al II a.C.”, en L. BERROCAL y
PH. GARDES (Coords.), Entre celtas e iberos. Las
poblaciones protohistóricas de las Galias e Hispania,
Madrid: 175-186.
BONET, H. y MATA, C. (2002): El Puntal dels Llops. Un
fortín edetano, SIP, Trabajos Varios, 99, Valencia.
BONET, H.; GARIBO, J.; GUÉRIN, P.; MATA, C.;
VALOR, J.P. y VIVES-FERRÁNDIZ, J. (2004):
“Las ánforas importadas en las comarcas centrales del País Valenciano”, en J. SANMARTÍ, D.
UGOLINI, J. RAMON y D. ASENSIO (Eds.), La
circulació d’àmfores al Mediterrani occidental durant
la Protohistòria (segles VIII-III a.C.): aspectes quantitatius i anàlisi de continguts, Arqueomediterrània
8, Barcelona: 203-227.
BOSCH GIMPERA, P. (1932): Etnología de la Península
Ibérica. Barcelona.
BOSCH GIMPERA, P. (1965): “El pas del Pirineu per
Anibal”, en Homenaje a Jaime Vicens Vives, Barcelona: 135-141.
BOSCH, P. y AGUAYO, P. (1955): “La conquista de
España por Roma, 218 a 19 a.C.”, en M. MENÉNDEZ PIDAL (dir.), Historia de España II. España
Romana, Espasa-Calpe, Madrid: 3-282.
657
Bibliografía
BOSMAN, A.V.A.J. (1995): “Pouring lead in the pouring rain. Making lead slingshot under battle
conditions”, JRMES, 6: 99-103.
BOUCHARD, M. y SMITH, D.C. (2003): “Catalogue
of 45 reference Raman spectra of minerals concerning research in art history or archaeology,
especially on corroded metals and coloured
glass”, Spectrochimica Acta Part A, 59: 2247-2266.
BRAGG, E. (2010): “Roman Seaborne Raids During
the Mid-Republic: Sideshow or Headline Feature”, Greece and Rome, 57-1: 47-64.
BRAVO, S.; VILA, M.; DORADO, R. y SOTO, A.
(2009): “El tesoro de Cerro Colorado. La Segunda
Guerra Púnica en la costa occidental malagueña
(Benahavis, Málaga)”, En A. ARÉVALO (ed.), XIII
Congreso Nacional de Numismática, Cádiz: 105-118.
BREWITH, W. (1914): Scipio maior in Spanien, Diss.
Tübingen.
BRIQUEL, D. (1986): “La tradition sur l’emprunt
d’armes samnites par Rome”, en A.M.ADAM Y
A. ROUVERET (eds.), Guerre et Sociétés en Italie
aux Ve et Ive Siècles avant J.-C..), CNRS, Paris:
65-86.
BRISCOE, J. (1964): “Q. Marcius Philippus and nova
sapientia”, JRS, LIV: 66-77.
BRISCOE, J. (1989): “The Second Punic War”, en A.E.
ASTIN, F.W. WALBANK, M.W. FREDERIKSEN,
R.M. OGILVIE (ED.), Cambridge Ancient History
t. VIII, Cambridge (nueva ed.): 44-80.
BRISSON, J.P. (1969) : “Les mutations de la Seconde
Guerre Punique”. En J.P. Brisson (ed.) Problèmes
de la guerre à Rome. Paris.La Haye: 33-59.
BRIZZI, G. (1982): “I sistemi informativi dei Romani.
Principî e realtà nell’età delle conquiste oltremare
(218-168 a.C.)”, Historia Einzelschriften, Heft 39,
Wiesbaden: 110-175.
BRIZZI, G. (1984): Annibale strategia e immagine, Città
di Castello.
BRIZZI, G. (1986): “Nuove considerazioni sulla ´leggenda´ di Annibale”, RSA, XVI: 111-137.
BRIZZI, G. (1989): “Liv.XXIV, 46-47 e XXVI, 29-32:
variazioni sul tema della fides romana”, in Carcopino, Cartagine e altri scritti, Ozieri: 117-142.
BRIZZI, G. (1990): “Giugurta, Calama e i Romani sub
iugum”, in L’Africa romana. Atti del VII Convegno
di Studio. Sassari, 15-17 dicembre 1989, Sassari:
855-870.
BRIZZI, G. (1995): “L´armée et la guerre”, in V.
KRINGS (ed.), HdO.- La civilisation phénicienne et
punique- Manuel de récherche, Leiden-New YorkKöln: 312-315.
BRIZZI, G. (1997): Storia di Roma. Dalle origini ad Azio,
Pàtron Editore, Bolonia.
BRIZZI, G. (1998): “Fides, Mens, nova sapientia:
radici greche nell’approccio di Roma a politica
e diplomazia verso l’Oriente ellenistico”, in M.
BERTINELLI, L. PICCIRILLO (eds.), Linguaggio e terminologia diplomatica dall’antico Oriente
all’impero bizantino (Rome: L´Erma di Bretschneider): 121-131.
BRIZZI, G. (2002): Il guerriero, l’oplita, il legionario.
Gli eserciti del mondo classico, Editore Il Mulino,
Bologna.
BRIZZI, G. (2005): “Cartagine e Roma: dall’intesa al
confronto”, en C. BEARZOT, F. LANDUCCI y G.
ZECCHINI (Eds.), L’equilibrio internazionale dagli
antichi ai moderni, Milán: 29-43.
BRIZZI, G. (2005): “Si vis pacem, para bellum”, in
Storia romana e storia moderna. Fasi in prospettiva,
Bari: 11-26.
BRIZZI, G. (2008): Il guerriero, l’oplita, il legionario.
Gli eserciti del mondo classico, Editore Il Mulino,
Bologna.
BRIZZI, G. (2007): Scipione e Annibale. La guerra per
salvare Roma, Editore Laterza, Roma-Bari.
BRIZZI, G. (2009): Escipión y Anibal: La guerra para
salvar Roma (trad. esp. de Scipione e Anibale. La
guerra per salvare Roma, 2007), Ariel, Barcelona.
BRIZZI, G. y GAMBINI, E. (2007): “Di nuovo sulla
battaglia del Trasimeno: qualque ulteriore considerazione”, Rivista Storica dell’Antichità, XXXVII:
77-100.
BROCH, A. (2004): “De l’existència dels lacetans”,
Pyrenae, 35-2: 7-2.
BROUGHTON, T.R.S. (1951-1960): The Magistrates of
the Roman Republic, American Philological Association, Nueva York.
BROUQUIER-REDDÉ, V. (1997): “L’équipement militaire d’Alésia d’après les nouvelles recherches
(prospections et fouilles)”, en M. FEUPERE (ed.),
L’équipement militaire et l’armement de la République
(= JRMES, 8): 277-288.
BROUQUIER-REDDÉ, V. y DEYBER, A. (2001): “Fourniment, harnachement, quincaillerie, objets divers”, en REDDE, S. VON SCHNURBEIN (eds.),
Alésia. Fouilles et recherches franco-allemandes sur
les travaux militaires romains autor du Mont-Auxois
(1991-1997). T. 2 Le matériel, De Boccard, París:
293-362.
BRÚ, S. (1963): Les terres valencianes durant l’època
romana, L’Estel, Valencia.
BRUNT, P.A. (1971): Italian Manpower 225 B.C.-A.D.
14, Oxford University Press, Oxford.
BURCH, J. ; NOLLA, J. M.; PALAHÍ, LL.; SAGRERA,
J.; SUREDA, M. y VIVÓ, D. (2001): Excavacions
arqueològiques a la muntanya de Sant Julià de Ramis.
El sector de l’antiga església parroquial, Sant Julià de
Ramis, 1, Girona.
BURILLO, F. (2001-02): “Propuesta de una territorialidad étnica para el Bajo Aragón: los Ausetanos
del Ebro u Ositanos”, Kalathos, 20-21: 159-187.
BUXÓ, R. (1997): Arqueología de las plantas., Ed. Crítica,
Barcelona.
BUXÓ, R. (2004): “La explotación de los recursos vegetales en la Cueva de El Toro”, en D. MARTÍN;
M. D. CÁMALICH y P. GONZÁLEZ QUINTERO
658
Bibliografía
CAMPANELLA, L. (1999): Ceramica punica di età ellenistica da Monte Sirai, Consiglio Nazionale delle
Ricerche, Roma.
CAMPBELL, D.B. (2003): Greek and Roman Artillery
399 BC-AD 363, Osprey, London.
CAMPO, M. (1976): Las monedas de Ebussus, Instituto
Antonio Agustín de Numismática del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Barcelona.
CAMPO M. (2000): “Las producciones púnicas y la
monetización en el nordeste y levante peninsulares”, en M.P. GARCÍA-BELLIDO Y L. CALLEGARIN (eds.), Los cartagineses y la monetización del
Mediterráneo occidental, Anejos de Archivo Español
de Arqueología, Madrid: 89-100.
CAMPO, M. (2006): “Circulación monetaria en los
poblados indigetes de Ullastret”, Numisma, 250:
255-278.
CAMPS, G. (1960): “Massinissa ou les débuts de
l´histoire”, Libyca VIII, 1: 192-194.
CANTO, A. M. (1996): “Oppida stipendiaria: los municipios flavios en la descripción de Hispania de
Plinio”, Cuadernos de Prehistoria y Arqueología de
la Universidad Autónoma de Madrid, 23: 212-243.
CANTO, A. M. (1999): “Ilorci, Scipionis rogus (Plinio,
NH III, 9) y algunos problemas de la Segunda
Guerra Púnica en la Bética”, Rivista Storica
dell’Antichità, XXIX/1: 127-167 (en línea:
http://www.academia.edu/1095227/Ilorci_Scipionis_rogus_Plinio_NH_III_9_y_algunos_problemas_de_la_Segunda_Guerra_Punica_en_Hispania)
CANTO, A. M. (2011): “La batalla de Baecula no pudo
ser en Santo Tomé”, Revista Municipal del Excmo.
Ayuntamiento de Bailén, julio: 50-53 (en línea en
https://www.academia.edu/1125472/La_batalla_de_Baecula_no_pudo_ser_en_Santo_Tome)
CAPALVO, Á. (1996): CELTIBERIA. Un estudio de
fuentes literarias antiguas, Institución Fernando el
Católico, Zaragoza (en línea:
h t t p : / / i f c . d p z . e s / re c u r s o s / p u b l i c a c i o nes/17/59/_ebook.pdf
CAPARRÓS LORENZO, R. (2001): “Arquitectura
militar en la Sierra de Segura. Una interpretación
paisajística y territorial”, PH. Boletín del Instituto
Andaluz del Patrimonio Histórico, 36: 225-233 (en
línea IAPH).
CÁRDENAS, I.; MOZAS, F.; VALDERRAMA, J.M.
(2011): “Baecula battle Geographic Information
System”, en Proceedings of the IMProVe 2011,
Venecia: 920-925.
CARDENETE, R. y LINEROS, R. (1988): “Excavaciones arqueológicas de urgencia practicadas en el
solar nº 2 C/Barbacana Alta, Carmona, Sevilla”,
Anuario Arqueológico de Andalucía, III, Sevilla:
264-270.
CARMAN, J. y HARDING, A. (eds., 1999): Ancient
Warfare: archaeological perspectives. Sutton, Stroud.
(Eds.), La cueva de El Toro (Sierra de El Torcal-Antequera-Málaga). Un modelo de Ocupación Ganadera en
el Territorio Andaluz entre el VI y II Milenios A.N.E.,
Monografías de Arqueología, Junta de Andalucía,
Sevilla: 267-284.
BUXÓ, R. (2008): “The agricultural consequences
of colonial contacts on the Iberian Peninsula in
the first millennium B.C”, Vegetation History and
Archaeobotany, 17: 145-154.
BUZGAR, N.; IONUT, A. y BUZATU, A. (2013):
“Characterization and source of Cucuteni black
pigment (Romania)”, Journal of Archaeological
Science, 40: 2128-2135.
CABRÉ, J. (1929): Excavaciones en la necrópolis celtibérica del Altillo de Cerropozo, Atienza (Guadalajara),
Memorias de la Junta Superior de Excavaciones
y Antigüedades, Madrid.
CABRÉ AGUILÓ, J.; CABRÉ DE MORAN, M.E.; MOLINERO PÉREZ, A. (1950): El Castro y la Necrópolis
del Hierro Céltico de Chamartín de la Sierra (Ávila),
Acta Arqueológica Hispánica V, Madrid.
CADIOU, F. (2001): “Les guerres en Hispania et
l’émergence de la cohorte Légionnaire dans
l’armée romaine sous la République: une révision
critique”, Gladius 21: 167-182.
CADIOU, F. (2003): “Garnisons et camps permanents:
Un réseau défensif des territoires provinciaux
dans l’Hispanie républicaine?”, en A. MORILLO,
F. CADIOU y D. HOURCADE (coords.), Defensa
y territorio en Hispania de los Escipiones a Augusto,
Universidad de León-Casa de Velásquez, Madrid:
81-100.
CADIOU, F. (2008): Hibera in terra miles: Les armées
romaines et la conquête de l’Hispanie sous la République (218-45 aDJc.), Bibliothèque de la Casa de
Velázquez 38, Paris.
CADIOU, F. y NAVARRO, M. (2008): “Qu’est-ce
qu’une trace de guerre?”, Salvie, 8: 13-18.
CADIOU, F. y NAVARRO, M. (eds., 2014): La guerre et
ses traces. Conflits et sociétés en Hispanie à l’époque de
la conquête romaine (IIIe - Ier s. av. J. -C.). Mémoires
Ausonius, Burdeos.
CALVO, C y CABRÉ, J. (1917): Excavaciones de la
Cueva y Collado de los Jardines (Santa Elena- Jaén),
Memoria de los trabajos realizados en el año 1916,
Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades,
Madrid.
CALVO, C. y CABRÉ, J. (1918): Excavaciones de la
Cueva y Collado de los Jardines (Santa Elena, Jaén),
Memoria de los trabajos realizados en el año 1917,
Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades,
Madrid.
CALVO, C. y CABRÉ, J. (1919): Excavaciones de la
Cueva y Collado de los Jardines (Santa Elena, Jaén),
Memoria de los trabajos realizados en el año 1918,
Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades,
Madrid.
659
Bibliografía
CARRETERO POBLETE, P. (2004): “Producciones
cerámicas de ánforas tipo Campamentos Numantinos en San Fernando. Los hornos de Pery
Junquera”, en Actas del Congreso Internacional
Figlinae Baeticae 2003. Talleres Alfareros y producciones cerámicas en la Bética romana (ss. II a.C. - VII
d.C.), Universidad de Cádiz (Cádiz, noviembre
2003), BAR International Series 1266, vol. II,
Oxford: 427-440.
CARRETERO POBLETE, P. (2007): “Las villas agrícolas púnico-turdetanas de la campiña gaditana
(Cádiz-España)”, en J. LÓPEZ CASTRO (Ed.),
Las ciudades fenicio-púnicas en el Mediterráneo Occidental, Universidad de Almería-CEFYP (UCM),
Almería: 187-208.
CARRETERO POBLETE, P. A. (2007): Agricultura y
Comercio Púnico-Turdetano en el Bajo Guadalquivir.
El inicio de las explotaciones oleícolas Peninsulares
(siglos IV-II a.C.), British Archaeological Reports
International Series, Oxford.
CARUSO, E. (2006): “Le fortificazioni di Lilibeo: un
monumentale esempio delle poliorcetica punica
in Sicilia”, en, Guerra e pace in Sicilia e nel Mediterraneo antico (VIII-III sec. a.C.), Arte, prassi e teoria
della pace e delle guerra, Edizioni della Normale,
vol. I, Pisa: 283-305.
CARY, M. y SCULLARD, H. H. (1975): A History of
Rome down to the Reign of Constantine, Bedford
Books, Londres (3ª ed.).
CASAÑAS, J. y DEL NIDO, R. del (1959): “Prospecciones arqueológicas en el Collado de los Jardines
de Despeñaperros”, Boletín del Instituto de Estudios
Giennenses, 21: 103-117.CASTANYER, P.; SANMARTÍ, E. y TREMOLEDA, J. (1993): “Céramique
grise de la côte catalane”, Lattara, 6: 391-397.
CASTIELLA RODRÍGUEZ, A. Y SESMA SESMA, J.
(1988-89): “Piezas metálicas de la Protohistoria
Navarra: armas”, Zephyrus, 41-42: 383-404.
CASTRO, M. y ESTEBAN, A. (1990): “Excavaciones
arqueológicas en los Castellones de Cazorla”,
Anuario Arqueológico de Andalucía, Vol. I: 35.
CASTROVIEJO, S.; LAÍNZ, M.; LÓPEZ GONZÁLEZ,
G.; MONTSERRAT, P.; MUÑOZ GARMENDIA,
F.; PAIVA, J. y VILLAR, L. (Eds.) (1986): Flora Iberica. Plantas vasculares de la Península Ibérica e Islas
Baleares, Real Jardín Botánico, C.S.I.C., Madrid.
CEACERO, A. (2005): Corpus de inscripciones latinas de
Santo Tomé, Jaén.
CEÁN BERMÚDEZ, J. A. (1832): Sumario de las antigüedades romanas que hay en España, en especial las
referentes a las Bellas Artes, Madrid.
CENTENO, R. (1979): “Reseña a Joaquim Torres,
Tesouro monétario do Castro de Alvarelhos”,
Nummus 2ª, II: 105-109.
CERDÀ I JUAN, D. (1974): “Hallazgos submarinos
y relaciones intermediterráneas”, en Prehistoria
y Arqueología de las Islas Baleares, VI Symposium
Internacional de Prehistoria, Barcelona: 435-445.
CERDÀ I JUAN, D. (1978): “Una nau cartaginesa a
Cabrera”, Fonaments, 1: 89-105.
CHABÁS, R. (1889): “Etimología de Alicante”, El
Archivo III, cuaderno XI: 241-245.
CHABOT, L. y FEUGERE, M. (1993): “Les armes de
l’oppidum de la Cloche (B. du Rh.) et la destruction du site au Ier siècle avant notre ère”,
Documents d’Archéologie Méridionale, 16: 337-351.
CHAMORRO, J.G. (1994): “Flotation Strategy:
Method and Sampling Plant Dietary Resources
of Tartessian Times at Doña Blanca”, en E. ROSELLÓ y A. MORALES (Eds.), Castillo de Doña
Blanca. Archaeo-environmental investigations in the
Bay of Cádiz, Spain (750-500 B.C.), BAR International Series, 593:21-36.
CHAMPION, C. B. (2007): “Empire by Invitation:
Greek Political Strategies and Roman Imperial
Interventions in the Second Century B.C.E.”,
Transactions of the American Philological Association,
137: 255-275.
CHAMPION, C.B. (2011): “Polybius and the Punic
Wars”. En D. Hoyos (ed.) A companion to the Punic
Wars. Oxford, Wiley-Blackwell: 95-110.
CHANTRAINE, H. (2002): “Varus oder Germanicus?
Zu den Fundmünzen von Kalkriese”, Thetis, 9:
81-93.
CHAPA, T.; FERNÁNDEZ, M.; PEREIRA, J. y RUIZ,
A. (1984): “Análisis económico y territorial de Los
Castellones de Ceal (Jaén)”, Arqueología Espacial,
4: 223-240.
CHAPA, T. y MAYORAL, V. (1998): “Explotación
económica y fronteras políticas: diferencias entre
el modelo ibérico y el romano en el límite entre
la Alta Andalucía y el Sureste”, Archivo Español
de Arqueología, 71: 63-77.
CHAVES, F. (1990): “Los hallazgos numismáticos y el
desarrollo de la Segunda Guerra Púnica en el sur
de la Península Ibérica”, Latomus, 49/3: 613-622
(en línea en jstor).
CHAVES, F. (1996): Los tesoros en el sur de Hispania:
conjuntos de denarios y objetos de plata durante los
siglos II y I a C, Fund. El Monte, Sevilla.
CHAVES, F. y PLIEGO, R. (2011): “Trueque, dinero
y moneda en Oretania: nuevos documentos”, en
Mª P. GARCÍA-BELLIDO, L. CALLEGARIN y A.
JIMÉNEZ (eds.), Barter, money and coinage in the
Ancient Mediterranean (10th-1st centuries BC), Anejos de Archivo Español de Arqueología, 58: 243-246.
CHIC GARCÍA, G. (1978): “La actuación políticomilitar cartaginesa en la Península Ibérica entre
los años 237 y 218”, Habis, 9: 233-242 (en línea
en use.es).
CIACCI, A. (1999): “Talamone”, en M. CRISTOFANI (ed.), Dizionario illustrato della civiltá etrusca,
Giunti, Firenze: 284-285.
CIASCA, A. (1995): “Il sistema fortificato di Mozia
(Sicilia)”, en III Congrès International des Études
Phéniciennes et Puniques, Tunis (1991): 271-278.
660
Bibliografía
COUISSIN, P. (1926): Les armes romaines. Essai sur les
origines et l’evolution des armes individuelles du
légionnaire romain, H. Champiom, Paris.
COULSTON, J.C. (1985): “Roman Archery Equipment”, en M.C. BISHOP (ed.), The production and
distribution of Roman Military Equipment. Proc. 2nd
Roman Military Equipment Research Semninar, BAR
Int. series, 275: 220-366.
COULSTON, J. (2001): “The archaeology of Roman
Conflict”, en P.W.M. FREEMAN y A. POLLARD
(Eds.), Fields of conflict, BAR Int. series, 958: 23-49.
CRAWFORD, M.H. (1974): Roman Republican Coinage,
Vol. II., Cambridge University Press, Cambridge.
CRESPO GARCÍA, J. M. y PÉREZ BAREAS, C. (1987):
“Prospecciones arqueológicas superficiales en
el término municipal de Orcera”, Anuario Arqueológico de Andalucía, tomo III (actividades de
urgencia): 329-337.
CUADRADO, E. (1979): “Espuelas Ibéricas”, en XV
Congreso Nacional de Arqueología (Lugo 1977):
735-740.
CUADRADO, E. (1987): La necrópolis ibérica de El Cigarralejo (Mula, Murcia), Bibliotheca Praehistorica
Hispana, XXIII, CSIC, Madrid.
CUADRADO, E. (1989): La panoplia ibérica de “El
Cigarralejo” (Mula, Murcia), Documentos Serie
Arqueología, Murcia.
CUADRADO, E. (1991): “El castro de la Dehesa de
la Oliva”, Arqueología, Paleontología y Etnografía,
2: 189-255.
CUADRADO, E. y QUESADA, F. (1991): “La cerámica
ibérica de “El Cigarralejo”(Murcia). Estudio de
Cronología”, Verdolay, 1: 49-115.
CURCHIN, L. A. (2010): “Toponimia antigua de Oretania y Bastitania”, Boletín del Instituto de Estudios
Giennenses, 201: 11-25 (en línea).
CURTIS, J.E. (1987): “Bronze Arrowheads”, in R.D.
BARNETT y C. MENDELSON (eds), Tharros,
London.
DE FARIA, D. L. A. y LOPES, F. N. (2007): “Heated
Goethite and Natural Hematite: Can Raman
Spectroscopy be used to differentiate them?”,
Vibrational Spectroscopy, 45: 117-121.
DE SANCTIS, G. (1917): Storia dei romani, L’età delle
guerre puniche”. Vol. III.2. Florencia.
DE SOCIO, P. (1983): “Appunti per uno studio sui
materiali da costruzione nella Sicilia e Sardegna
fenicio-puniche”, en Atti del I Congresso Internazionale di Studi fenici e punici (Roma, 1979), Roma:
97-106.
DE SOUZA, P. (2008): “Naval Battles and Sieges”, en
P. SABIN, H. VAN WEES y M. WHITBY (eds.),
The Cambridge History of Greek and Roman Warfare
Vol.1: Greece, the Hellenistic World and the Rise of
Rome, Cambridge University Press, Cambridge:
434-489.
CLARKE, D. (1977): Spatial Archaeology, Academic
Press, Boston.
CLASTRES, P. (1997): Archéologie de la violence. La
guerre dans les sociétés primitives. Marsella.
COARELLI, F. (1996): “Il sepolcro degli Scipione”,
Revixit Ars: 179-238.
COARELLI, F. (2001): “Origo Sagunti: l’origine mitica
di Sagunto e l’alleanza con Roma”, en V. FROMENTIN y S. GOTTELAND (Eds.), Origenes
gentium, Burdeos-París: 321-326.
CODINA, F.; DE PRADO, G. y MARTÍN, A. (2012):
“La recerca arqueològica en el conjunt ibèric d’Ullastret en els darrers anys”, Tribuna
d’Arqueologia, 2010-2011: 63-99.
COLLANTES, E. (1980): “Muestra de divisores
hispano-cartagineses hallados en Montemolín
(Sevilla)”, Acta Numismática, 10: 29-39.
COMPAÑA, J. M.; LEÓN, L.; CAPEL, C.; JORGE, S.
E.; HERNÁNDEZ, V. y GARCÍA, M. A. (2012):
“Archaeometric study of Iberian pottery from “El
Castillejo” (Alameda, Málaga, Spain)”, Estudos
Arqueológicos de Oeiras, 19: 43-50.
CONDE BERDÓS, Mª J. (1990): “Los kalathoi “sombreros de copa” de la necrópolis del Cabecico del
Tesoro de Verdolay (Murcia)” Verdolay, 2: 149-160.
CONNOLLY, P. (1997): “Pilum, gladius and Pugio in
the Late Republic”, en L’équipement militaire et
l’armement de la République, JRMES, 8: 41-57.
CONNOLLY, P. (1998): Greece and Rome at war, Greenhill books, London.
CONNOLLY, P. (2001-02): “The pilum from Marius to
Nero - a reconsideration of its development and
function”, JRMES, 12-13: 1-8.
CONOLLY, J. y LAKE, M. (2009): Sistemas de Información Geográfica aplicados a la arqueología, Ediciones
Bellaterra, Barcelona.
CONTRERAS, F.; NOCETE, F. y SÁNCHEZ, M.
(1987): “Análisis histórico de las comunidades de
la Edad del Bronce de la Depresión Linares-Bailén
y Sierra Morena. Sondeo estratigráfico en el cerro
de la Plaza de Armas de Sevilleja (Espeluy, Jaén)
1985”, Anuario Arqueológico de Andalucía 1985,
II: 141-149.
CONTRERAS RODRIGO, F. y MÜLLER, R. (20062007): “Estudio pormenorizado de los glandes
de plomo depositados en el CEHIMO”, Cuadernos de Estudios del CEHIMO-Centor de Estudios de
Monzón y Cinca Medio, 33: 1-47.
CONTRERAS RODRIGO, F.; MÜLLER, R. y VALLE,
F.J. (2006): “El asentamiento militar romano de
Sanitja (123-45 a.C.): una aproximación a su contexto histórico”, Mayurqa, 31: 231-250.
CORZO SÁNCHEZ, J. R. (1975): “La Segunda Guerra
Púnica en la Bética”, Habis, 6: 213-245.
CORZO SÁNCHEZ, R. (1992): Las vías romanas de
Andalucía. Junta de Andalucía, Sevilla.
661
Bibliografía
the archaeology of the Roman Republic, Wiley-Blackwell: 214-234.
DOMERGUE, Cl. (1987): Catalogue des mines et des fonderies antiques de la Péninsule Ibérique, Publications
de la Casa de Velázquez, Serie Archeologie VIII,
2 vols., Madrid.
DOMÍNGUEZ MONEDERO, A.J. (1993): “Mecanismos, rutas y agentes comerciales en las relaciones económicas entre griegos e indígenas en el
interior peninsular”, Estudis d’Història Econòmica:
39-74.
DOMÍNGUEZ MONEDERO, A. (2005): “Los mercenarios baleáricos”, en Guerra y Ejército en el
mundo fenicio-púnico, XIX Jornadas de Arqueología
fenicio-púnica, Eivissa: 163-189.
DU CANGE, E. et al. (1954): Glossarium mediae et infimae latinitatis, éd. augm., Niort, L. Favre, Graz:
18831887 (en línea http://ducange.enc.sorbonne.
fr).
DUBREUCQ, E. (2008): “Les pointes de flèches à
barbelure unique de Bourguignon-lès-Morey
(Haute-Saône). Un cotnexte plus précoce?”, en
M. Poux (ed.), Sur les traces de César (=Bribacte
14): 165-171.
DUBUISSON, M. (1988): “´Delenda est Carthago´:
remise en cause d´un stérèotype”, en Punic Wars.
Procedings of the Conference held in Antwerp from
the 23th to the 26th of November 1988 (=Studia
Phoenicia, X), Leuven: 279-287.
DUFF, J.D. (1961): Silius ltalicus. Punica, Ed. Loeb,
Londres.
DUVAL, A. (1970): “Les pointes de flèche d’Alésia au
Musée des Antiquités Nationales”, Bulletin des
Antiquités Nationales, 2: 35-51.
EBEL, CH. (1976): Transalpine Gaul. The emergence of a
Roman Province, Studies of the Dutch Archaeological and Historical Society, IV, E.J. Brill, Leiden.
ECKSTEIN, A. M. (1987): Senate and General. Individual
decision-making and Roman foreign relations 264-194
B.C., University of California Press, Berkeley, Los
Angeles, London.
EDLUND, I. (1967): “Before Zama: A Comparison
between Polybios’ and Livy’s Descriptions of the
Meeting between Hannibal and Scipio”, Eranos,
65: 146-178.
EDWARDS, H. G. M. (2002): “Raman Microscopy in
Art and Archaeology. Illumination of historical
mysteries in rock art frescoes”, Spectroscopy, 17:
16-40.
EIROA, J.A. (2006): Antigüedades Medievales. Real
Academia de la Historia, Real Academia de la
Historia. Madrid.
ELAYI, J. y PLANAS, A. (1995): Les pointes de flèches
en bronze d’Ibiza dans le cadre de la colonisation
phénico-punique, Transeuphratène, Suppl. 2, Paris.
ENGEL, A. y PARIS, P. (1906): “Une fortresse ibèrique
à Osuna. Fouilles de 1903”, Nouvelles Archives des
Missions Scientifiques, XIII: 357-487.
DECHELETTE, J. (1927): Manuel d’archéologie préhistorique et celtique. IV Second Age du Fer ou Epoque
de La Tène, Picard, Paris.
DECHEZLEPRETRE, T. y MOUROT, F. (2008): “Présence de militaria sur quelques oppida de lést de
la Gaule”, en M. Poux (ed.), Sur les traces de César.
Actes Table Ronde (=Bribacte 14): 93-102.
DEDET, B. (2012): Une nécropole du Second Age du Fer à
Ambrussum (Hérault), Bibliothèque d’archéologie
méditerranéenne et africaine, 11, Aix-en-Provence/Paris.
DELBRÜCK, H. (1990, ed. original 1920): History of the
Art of War within the framework of Political History.
Col. I. Antiquity. Westport, Connecticut.
DEMPSEY, G. (2011): Albuera 2011, Frontline Books,
Barnsley.
DESANGES, J. (1995): “Massinissa et Carthage entre
la deuxième et la troisième guerre punique: un
problème de cronologie”, in Actes du IIIe Congrès
intern. des Etudes phéniciennes et puniques (Tunis,
11-16 novembre 1991), Tunis: 352-358.
DESBAT, A. y MAZA, G. (2008): “Militaria de la
moyenne vallée du Rhône (Lyon, Vienne, Valence)”, en M. Poux (ed.), Sur les traces de César.
Actes Table Ronde (=Bribacte, 14): 237-250.
DETIENNE, M. y VERNANT, J.P. (2005): Le astuzie
dell´intelligenza nell´antica Grecia, Editore Laterza,
Roma-Bari.
DETLEFSEN, D. (1870): “VII. Die geographie der
provinz Bätica bei Plinius (N.H. III, 6-17)“, Philologus. Zeitschrift für antike Literatur und ihre Rezeption, XXX, 1-6, Dez.: 265–310 (en línea 10.1524/
phil.1870.30.16.265).
DEVELIN, R. (1977): «Scipio Africanus imperator»,
Latomus, 36: 110-113.
DEYBER, A. (2008): «Des pointes de traits en fer de
‘type Numance’ (Espagne, province de Soria) à
Alésia (Côte-d’Or) et à Montmartin (Oise)», en
M. Poux (ed.), Sur les traces de César. Actes Table
Ronde (= Bribacte, 14): 173-179.
DÍAZ ARIÑO, B. (2005): “Glandes inscriptae de la
Península Ibérica”, Zeitschrift für Papyrologie und
Epigraphik, 153: 219-236.
DÍAZ TEJERA, A. (1996): El tratado del Ebro y la Segunda Guerra Púnica, Sevilla.
DILLERY, J. (2002): “Quintus Fabius Pictor and GrecoRoman historiography at Rome”, en J.F. MILLER,
C. DAMON y K.S. MYERS (Eds.), Vertis in usum.
Studies in Honor of Edward Courtney, MunichLeipzig: 1-23.
DIXON, K.R. y SOUTHERN, P. (1992): The Roman
Cavalry, Routledge, London.
DOBSON, M. (2008): The Army of the Roman Republic:
the second century BC. Polybius and the Camps at
Numantia, Spain, Oxbow Books, Oxford.
DOBSON, M. (2013): “No holiday camp. The Roman
Republican Army camp as a Fine-Tuned Instrument of War”, en J. DeRose (ed.), A companion to
662
Bibliografía
FELICIANI, N. (1907): “La Battaglia di Cissis (218 av.
Chr.)”, Boletín de la Real Academia de la Historia,
50: 346-355.
FERNÁNDEZ DE AVILÉS, A. (1942): “Relieves hispanorromanos con representaciones ecuestres”,
Archivo Español de Arqueología, XV: 199-215.
FERNÁNDEZ IBÁÑEZ, C. (2010): “Restos del
armamento de la Legio IIII Macedónica hallados
en su campamento de Herrera de Pisuerga (Palencia, España)”, en F. QUESADA, M. NAVARRO, y
F. CADIOU (eds.), De armas, de hombres y de dioses
(= Gladius XXX): 99-116.
FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, D. (2005): “La toma
de Cartago Nova por Publio Cornelio Escipión:
¿leyenda o realidad?”, POLIS. Revista de ideas y
formas políticas de la Antigüedad Clásica, 17: 31-72.
FERRARI, F. (1605): Epitome geographicum: in quattuor
libros divisum, Ticino.
FERRARI, F. (1670): Lexicon geographicum, in quo universi orbis oppida… primum in lucem edidit Philippus
Ferrarius,... nunc Michael Antonius Baudrand,...
hanc editionem... dimidia parte auctiorem fecit, París.
FERRER ALBELDA, E. (1994): “Algunas cuestiones
sobre cronología y dispersión de las puntas de
flecha orientalizantes en la Península Ibérica”,
Anales de Arqueología Cordobesa, 5: 33-60.
FERRER ALBELDA, E. (1996): “Sistematización de
las puntas de flecha orientalizantes. Aspectos
terminológicos y tipológicos”, Antiquitas, 7: 45-53.
FERRER ALBELDA, E y GARCÍA FERNÁNDEZ, F.
J. (2008): “Cerámica turdetana”, en D. BERNAL
CASASOLA y A. RIBERA LACOMBA (Eds.),
Cerámicas hispanorromanas. Un estado de la cuestión,
Servicio de Publicaciones de la universidad de
Cádiz, Cádiz: 201-219.
FERRER ALBELDA, E. y PLIEGO, R. (2007): “Carthaginian Garrison in Turdetania”, A. Dowler &
E. Galvin (edd.), The monetary evidence, Money,
Trade and Trade Routes in Pre-Islamic North Africa,
London: 33-41.
FERRER ALBELDA, E. y PLIEGO, R. (2011): “Carthaginian Garrisons in Turdetania. The Monetary
Evidence”, en A. DOWLER y E. R. GALVIN (ed.),
Money, Trade and Trade Routes in Pre-Islamic North
Africa, British Museum: 33-41.
FERRER MAESTRO, J. J. (2004): “Gastos de guerra
y administración de bienes de dominio público
en la gestión púnica de España”, en A. GONZÁLEZ BLANCO, G. MATILLA SÉIQUER y A.
EGEA VIVANCOS (Coords.), El mundo púnico:
religión, antropología y cultura material, Actas del
II Congreso Internacional sobre el Mundo Púnico,
Murcia: 439-449.
FERRER MAESTRO, J. J. (2006): “El aprovechamiento
financiero de los Bárquidas en Hispania”, en B.
COSTA y J. H. FERNÁNDEZ (Eds.), Economía y
finanzas en el mundo fenicio-púnico de Occidente,
EQUIPS PONTÓS I ULLASTRET (1998): “Les facies
ceràmiques d’importació de l’Empordà durant
el segle III i la primera meitat del segle II a.C.
a través dels jacimtes de Pontós i Ullastret”, en
Les fàcies ceràmiques d’importació a la costa ibèrica,
les Balears i les Pitiüses durant el segle III a.C. i la
primera meitat del segle II a.C., Arqueomediterránia,
4: 129-156.
ERDKAMP, P. (1998): Hunger and the sword. Warfare
and food supply in roman republican wars (264-30
B.C.), J.C., Gieben, Amsterdam.
ERDKAMP, P. (2006a): “Late-Annalistic battle scenes
in Livy (Books 21-44)”, Mnemosyne, 59: 525-563.
ERDKAMP, P. (2006b): “Valerius Antias and Livy’s
casualty lists”, en C. DEROUX (Ed.), Studies in
Latin literature and Roman History, Bruselas, 13:
166-182.
ERDKAMP, P. (2007): “Polybius and Livius on the
Allies in the Roman Army”, en L. DE BLOIS y
E. LO CASCIO (Eds.), The Impact of the Roman
Army (200-BC-AD 476). Economic, Social, Political,
Religious and Cultural Aspects, Leiden: 47-74.
ESPINOSA, A.; RUIZ, D.; MARCOS, A. y PEÑA, P.
(2008): “Nuevos testimonios romano-republicanos en Villajoyosa: un campamento militar
del s. I a.C.”, en J. UROZ, J. M. NOGUERA y
F. COARELLI (eds.), Iberia e Italia, Tabvlarivm,
Murcia: 199-220.
ESQUEMBRE, M.A. y ORTEGA, J.R. (2008): “La terracota de una birreme”, en M. A. ESQUEMBRE
y J.R. ORTEGA (coords.), Surcando el tiempo. Un
barco de terracota de época ibérica (Tossal de les Basses,
Alicante), MARQ, Alicante: 37-51.
FANTAR, M.H. (1975): “Le problème de l’eau potable dans le monde phénicien et punique: les
citernes”, Les Cahiers de Tunisie, XXIII: 9-18.
FANTAR, M. H. (1986): “Fotification punique: les
murailles de Kerkouane, Actes du colloque internacional”, en Actes du Colloque International La
fortification et sa place dans l’histoire politique, culturelle et sociale du monde grec, Valbonne: 241-250.
FANTAR, M.H. (1992): “L’eau dans le monde punique:
alimentation et évacuation”, en G. ARGOUD. y
C. VILLAIN-GANDOSSI, L’eau et les hommes en
Mediterrannée et en Mer Noire dans l’antiquité. De
l’époque Mycénienne au Regne de Justinien, Atenas:
319-337.
FARIA, A. MARQUES DE (1999): “Novas notas de
onomástica hispânica pré-romana”, Revista Portuguesa de Arqueologia, 2/1: 153-161.
(en línea http://www.patrimoniocultural.pt/
media/uploads/revistaportuguesadearqueologia/2_1/9.pdf).
FARIA, A. MARQUES DE (2003): “Crónica de onomástica paleo-hispânica (5)”, Revista Portuguesa de
Arqueologia, 6/1: 211-234 (en línea http://www.
academia.edu/536076/Cronica_de_onomastica_paleo-hispanica_5_).
663
Bibliografía
FOULON, E. (1992): “Βασιλεύς Σκιπίων”, Bulletin de
l’Association Guillaume Budé: 9-30.
FOX, R.A. (1993): Archaeology, History, and Custer’s Last
Battle, University of Oklahoma Press, Norman.
FREEMAN, P.W. y POLLARD, A. (2001): Fields of Conflict. Progress and Prospect in Battlefield Archaeology,
Univ. Of Glasgow Conference, April 2000, BAR
Int. Series, 958, Oxford.
FRIEDERSDORFF, F. (1869): Livius et Polybius: Scipionis Rerum Scriptores, G.F. Kaestner, Gotinga.
FRONDA, M. P. (2010): Between Rome and Carthage.
Southern Italy during the Second Punic War, Cambridge University Press, Cambridge.
FROST, H. (1990): “The Prefabricated Punic Ship”, en
E. LIPINSKI y H. DEVIJVER (eds.), Studia Phoenicia X. Punic Wars, Peeter Press, Louvain: 127-135.
GABALDÓN, M.M. (2002-2003): “El trofeo y los
rituales de victoria como símbolos de poder en
el mundo helenístico”, en M. BENDALA, P. MORET y F. QUESADA (eds.), Formas e imágenes del
poder en los siglos III y II a.C.): modelos helenísticos
y respuestas indígenas. Seminario Casa de VelázquezUAM, febrero 2004 (=CuPAUAM 28-29, 2002-2003),
Madrid: 127-143.
GARCÍA-BELLIDO, Mª P. (1982): “Problemas técnicos
de la fabricación de moneda en la Antigüedad”,
Numisma, 174-176 (V Congreso Nacional de Numismática): 9-50.
GARCÍA-BELLIDO, Mª P. (1990): El tesoro de Mogente y su entorno monetal, Generalitat Valenciana,
Valencia.
GARCÍA-BELLIDO, Mª P. (1993): “El proceso de
monetización en el levante hispánico durante la
Segunda Guerra Púnica”, en J. UNTERMANN y
F. VILLAR (eds.), Lengua y cultura en la Hispania
prerromana, Actas del V coloquio sobre Lenguas y
culturas, Colonia: 317-347.
GARCÍA-BELLIDO, Mª P. (2000-2001): “Roma y
los sistemas monetarios provinciales: monedas
romanas acuñadas en Hispania en la Segunda
Guerra Púnica”, Zephyrus, 53-54: 551-577.
GARCÍA-BELLIDO, Mª P. (2004): Las legiones hispánicas en Germania. Moneda y ejército, Anejos Gladius,
6, CSIC, Madrid.
GARCÍA-BELLIDO, Mª P. (2006, Coord..): Los campamentos romanos en Hispania (27 a.C.-192 d.C.).
El abastecimiento de moneda (Vol. 1), Anejos de
Gladius, 9, CSIC, Madrid.
GARCÍA-BELLIDO, Mª P. (2010): “À propos
de l’identification de Dae Caelestis sur des
monuments du Musée du Bardo (Tunis)”, en A.
FERJAOUI (coord.), Carthage et les auctochtones de
son empire du temps de Zama. Hommages à Mahamed
Hassine Fantar, Tunez: 269-280.
GARCÍA-BELLIDO, Mª P. (2010): “¿Estuvo Ákra
Leuké en Carmona?”, Serta Palaeohispanica J. de
Hoz; Palaeohispanica, 10: 201-218.
XX Jornadas de Arqueología fenicio-púnica, Ibiza:
107-126.
FERRER, J., GARCÉS, I., GONZÁLEZ, J .R., PRINCIPAL, J.; RODRÍGUEZ, J. I. (2009): “Els materials
arqueològics i epigràfics de Monteró (Camarasa,
La Noguera, Lleida). Troballes anteriors a les exscavacions de l’any 2002”, Quaderns de Prehistòria
i Arqueologia de Castelló, 27: 109-154.
FEUGERE, M. (1994): “L’équipement militaire
d’époque républicaine en Gaule”. C. Driel-Murray (ed.) Military Equipment in context. JRMES,
5: 3-23.
FIGUERAS PACHECO, F. (1932): Akra Leuka, la ciudad
de Amílcar, Alicante.
FIGUERAS PACHECO, F. (1954): Las ruinas de Acra
Leuca. Explicación del director de las excavaciones
ante el IV Congreso Arqueológico del sudeste español,
reunido el 17 de Mayo de 1948, en la Acrópolis del
Tossal de Manises de Alicante, Gráficas Moscat,
Alicante.
FIGUERAS PACHECO, F. (1959): Dos mil años atrás.
Las ciudades, el puerto y la necrópolis de la Albufereta,
Instituto de Estudios Alicantinos, Alicante.
FILIPOVIC, V. (2009): “Spurs in the Late Serbian Iron
Age” (en Serbio cirílico con resumen en inglés),
Journal of the Serbian Archaeological Society, 25:
163-188.
FISCHER, T. (2012): Die Armee der Caesaren. Archäologie
und Geschichte, Fr.Pustet Vrlg, Regensburg.
FITA Y COLOMÉ, F. (1885): “Inscripciones romanas
de Cáceres, Úbeda y Alcalá de Henares”. Boletín
de la Real Academia de la Historia, VII, Cuadernos
I-III: 45-53.
FIZ, I. (2008): “Simulando una vía de comuniación:
el tramo de la vía romana entre el Coll de Panissars y Girona”, Revista d’Arqueología de Ponent,
18: 203-216.
FLETCHER VALLS, D. (1985): Textos ibéricos del Museo
de Prehistoria de Valencia, SIP Trabajos Varios, 81,
Diputación de Valencia, Valencia.
FLETCHER VALLS, D.; PLA BALLESTER, E.; ALCACER, J. (1969): La Bastida de Les Alcuses (Mogente,
Valencia), II, SIP Trabajos Varios, 25, Diputación
de Valencia, Valencia.
FONT QUER, P. (2009): Plantas medicinales: el Dioscórides renovado, Península, Barcelona (1ª edición
de 1961).
FONTÁN, A.; GARCÍA, I.; DEL BARRIO, E. y ARRIBAS, Mª L. (Trads., 1998): Plinio El Viejo. Historia
Natural. Libros III-VI , Gredos, (Biblioteca Clásica
Gredos, 250), Madrid.
FONTENLA BALLESTA, S. (2005): “Glandes de honda procedentes de la batalla de Asso”, Alberca,
3: 67-84.
FORTEA, J. y BERNIER, J. (1970): Recintos y fortificaciones ibéricas en la Bética, Memoria del Seminario
de Prehistoria y Arqueología, Salamanca.
664
Bibliografía
de pan en la Oretania Septentrional”, Trabajos de
Prehistoria 63, nº1: 157-166.
GARCÍA JIMÉNEZ, G. (2006): Entre Iberos y Celtas: las
espadas de tipo La Tène del Noreste de la Península
Ibérica, Anejos de Gladius, 10, Madrid.
GARCÍA JIMÉNEZ, G. (2012): El armamento de influencia la Tène en la Península Ibérica (siglos V-I
a.C.), Monographies Instrumentum, 43, Eds.
M.Mergoil, Montagnac.
GARCÍA JIMÉNEZ, G. (2013): “El pilum romano en la
Segunda Guerra Púnica”, Desperta Ferro Antigua
y medieval, 17: 44-45.
GARCÍA LORCA, S. y GIMÉNEZ LÓPEZ, F. (2007):
“Una vivienda del siglo III a. C. en Cartagena”,
Mastia, 6: 105-122.
GARCÍA MARTÍN, J.M. (1996): “Les ceràmiques
àtiques del Tossal de Manises (Alacant, l’Alacantí). Els fons antics del Museu Arqueològic
Provincial d’Alacant”, en Actas del XXIII Congreso
Nacional de Arqueología, Elche: 467- 472.
GARCÍA MORA, F. (1991): Un episodio de la Hispania
republicana: la guerra de Sertorio, Universidad de
Granada, Granada.
GARCÍA Y BELLIDO, A. (1947): “¿Un templo romano
arcaico en Valencia?”, Archivo Español de Arqueología, XX: 149-151.
GARCÍA Y BELLIDO, A. (1963): “Das Artemision von
Sagunt”, MDAI(M), IV: 87-98.
GARLÁN, Y. (1974): Recherches de poliorcétique grecque,
Bibliothèque des Écoles Françaises d’Athènes et
de Rome 223, Paris, Diffusion de Boccard.
GARRIGÓS, I. y MELLADO, J.A. (2004): “Les monedes de la Serreta: consideracions sobre la circulació monetària a les comarques meridionals
del País Valencià”, Recerques del Museu d’Alcoi,
13: 201-226.
GEIER, C.R.; BABITS, L.E.; SCOTT, D.D. y ORR, D.G.
(eds.) (2011): Historical Archaeology of Military
Sites. Method and Topic, Texas Univ. Press., Texas.
GELZER, M. (1933): “Römische Politik bei Fabius
Pictor”, Hermes, 68: 129-166.
GENZKEN, E. (1879): De rebus a P. et Cn. Scipionibus
in Hispania gestis, Diss. Gottingen.
GESCHWINDE, M.; HASSMANN, H.; LOHNNE, P.;
MEYER, M. y MOOSBAUER, G. (2009): “Roms
vergessener Feldzug. Das neu entdeckte Schlachtfeld am Harzhorn in Niedersachsen“, 2000 Jahre
Varusschlacht. Konfikt, Theiss, Stuttgart: 228-232.
GIL, E. (2002): “Testimonios arqueológicos en torno al
mundo militar romano en Vasconia/Euskal Herria”, en A. MORILLO (coord.), Arqueología militar
romana en Hispania, Anejos de Gladius, 5: 245-273.
GILBERT, CH.; PICARD, C. (1970): Vie et mort de
Carthage, Hachette, Paris.
GIULIANO, A.; BUZZI, G. (1992): Etruscos. Esplendor
de una civilización, Anaya, Madrid.
GODELIER, M. (1990): Lo ideal y lo material, Madrid.
GARCÍA-BELLIDO, Mª P. (2010): “Etnias y armas
en Hispania: los escudos”, en F. QUESADA, M.
NAVARRO, y F. CADIOU (eds.), De armas, de
hombres y de dioses, Gladius, XXX: 155-170.
GARCÍA-BELLIDO, Mª P. (2012): “Los retratos de la
“dinastía” bárquida en las monedas de Iberia”, en
S. RAMOS y J. BERMEJO (eds.), Aníbal Cartago.
Historia y mito: 431-455.
GARCÍA-BELLIDO, Mª P. (2013): “Apéndice: la
leyenda púnica de la moneda de Sacili” (pp.
53-54), en R. RODRÍGUEZ PÉREZ, “La ceca de
Sacili: un nuevo ejemplar de la emisión bilingüe
latino-punica del elefante”, Revista Numismática
OMNI, 7: 48-56.
GARCÍA-BELLIDO, Mª P.; CALLEGARIN, L. y JIMÉNEZ, A. (2011): Barter, Money and Coinage in
the Ancient Mediterranean (10th-1st centuries BC),
Anejos de AEspA 58, Madrid.
GARCÍA Y BELLIDO, A. (1993): Álbum de dibujos
de la colección de bronces antiguos de la colección
de Antonio Vives y Escudero (con texto de Mª. P.
García-Bellido), Anejo de AespA, XIII, Madrid.
GARCÍA CANO, J. M. (1997): Las necrópolis ibéricas
de Coimbra del Barranco Ancho (Jumilla, Murcia) I:
las excavaciones y estudio analítico de los materiales,
Universidad de Murcia, Murcia.
GARCÍA CANO, C.; GARCÍA CANO, J .M. y RUIZ
VALDERAS, E. (1989): “Las cerámicas campanienses de la necrópolis ibérica del Cabecico del
Tesoro (Verdolay, Murcia)”, Verdolay, Revista del
Museo de Murcia, 1: 117-187.
GARCÍA CANO, C.; GUILLERMO, M.; MURCIA, A.
y MADRID, Mª. J. (1999): “Aportación al estudio
del poblamiento del s. IV a. C. en el entorno de
Cartagena. El yacimiento de La Mota (Sierra de
la Atalaya)”, en Actas del XXIV Congreso Nacional
de Arqueología, vol.3, Cartagena, (1997): 243-252.
GARCÍA-DILS, S. y MENÉNDEZ ARGÜIN, A.R.
(2006): “Punta de pilum hallada en las proximidades del yacimiento de ‘El Guijo’ (Écija, Sevilla)”,
Habis, 37: 247-252.
GARCÍA GARRIDO, M. (1990): “El hallazgo de Villarrubia de los Ojos”, Acta Numismática, 20: 37-78.
GARCÍA GARRIDO, M. y LALANA, L. (1993): “Algunos glandes de plomo con inscripciones latinas y
púnicas halladas en Hispania”, Acta Numimástica,
Homenatge al Dr. Leandre Villaronga, 21-23: 101-108.
GARCÍA-GELABERT, M.P. y BLÁZQUEZ, J.M. (1988):
Cástulo, Jaén, España. Excavaciones en la necrópolis
ibérica el Estacar de Robarinas (s.IV a.C.), B.A.R.
International Series, 425, Oxford.
GARCÍA GUINEA, M. A. (1967): “Las puntas de
flecha con anzuelo y doble filo y su proyección
hacia Occidente”, Archivo Español de Arqueología,
40: 69-87.
GARCÍA HUERTA, R.; MORALES, J.; VÉLEZ, J.;
SORIA, L. y RODRÍGUEZ, D. (2006): “Hornos
665
Bibliografía
GOFFER, Z. (2007): Archaeological Chemistry (2ª Ed.),
John Wiley & Sons, New Jersey.
GOLDSWORTHY. A. (1996): The Roman Army at War,
100 BC-AD 200. Oxford, Clarendon press.
GOLDSWORTHY, A. (2000): The Punic Wars, Cassell
(trad. esp. Barcelona, 2002; publicado en 2012
como eBook: The Fall of Carthage. The Punic Wars
265-146 BC, Phoenix, en línea: http://books.
google.es/books?id=jM1sFXcAPvAC ).
GOLDSWORTHY, A. (2007): The Fall of Carthage: The
Punic Wars 265-146 BC, Cassell Military Paperbacks, Phoenix.
GOLDSWORTHY, A. (2008): La caída de Cartago. Las
Guerras Púnicas (trad. esp.), Ariel, Barcelona.
GÓMEZ BELLARD, C. (1985): “Asentamientos rurales
en Ibiza”, Aula Orientalis, 3: 177-192.
GÓMEZ CABEZA, F. (2004): La Segunda Guerra Púnica
en Jaén: Hipótesis y escenarios/ fuentes y arqueología:
Memoria de iniciación a la investigación inédita,
Universidad de Jaén.
GÓMEZ PANTOJA, J.L. y MORALES HERNÁNDEZ, F. (2008): “Los etolios en Numancia”, en F.
CADIOU, M.A. MAGALLÓN y M. NAVARRO
(eds.), La guerre et ses traces (=Saldvie, 8): 37-58.
GOMME, A.W (1933): “A Forgotten Factor of Greek
Naval Strategy”, Journal of Hellenic Studies, 53:
16-24.
GONZÁLEZ, C. y MANGAS, J. (1991): Corpus de
inscripciones latinas de Andalucía. Vol. III, Jaén.
Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía,
Sevilla.
GONZÁLEZ CASTAÑÓN, M. (2007): “Un conjunto
de puntas de proyectil recuperadas en la excavación del Castro de los Judíos (Puente Castro,
León) y el uso de arcos y ballestas en la Edad
Media”, Estudios Humanísticos. Historia, 6: 65-84.
GONZÁLEZ CASTAÑÓN, M. (2012): “El castillo de
Corullón: estudio de un conjunto de proyectiles
en el contexto de las revueltas irmandiñas”, Gladius, 32: 121-138.
GONZÁLEZ PRATS, A. (1983): “Estudio Arqueológico del poblamiento antiguo de la sierra de
Crevillente (Alicante). 1a. y 2a campañas”, Anejo
I de Lucentum, Alicante.
GONZÁLEZ REYERO, S. (2009): “Collado de los
Jardines. Una aproximación a la arquitectura
del santuario a partir de la documentación de
Juan Cabré”. En P. MATEOS, S. CELESTINO. A.
PIZZO y T. TORTOSA (Ed.), Santuarios, oppida y
ciudades: arquitectura sacra en el origen y desarrollo
urbano del Mediterráneo Occidental, Anejos de Archivo Español de Arqueología, vol. 45: 203-220.
GONZÁLEZ SIMANCAS, M. (1927): “Excavaciones
en Sagunto. Memoria de los trabajos realizados
de 1923 -1926”, Memorias de la Junta Superior de
Excavaciones y Antigüedades, 92: 3-31.
GORGES, J.G. y RODRÍGUEZ, F.G. (2006): “Un probable complejo militar romano de época republi-
cana en la Beturia Túrdula: notas preliminares
sobre el campamento del “Pedrosillo” (Casas de
Reina, Badajoz)”, Arqueología Militar Romana en
Hispania, II: 655-670.
GORGUES, J. G.; MORILLO, A.; RODRÍGUEZ
MARTÍN, G. y MARTÍN HERNÁNDEZ, E.
(2009): «Le campement romano-républicain du
‘Pedrosillo’ (Casa de Reina, Badajoz, Espagne) à
l’épreuve des sondages: premiers résultats de la
campagne 2006», en A. MORILLO, R. HANEL y
E. MARTÍN (eds.), Limes XX. Actas XX Congreso
Internacional Estudios sobre la frontera romana (León
2006), Anejos de Gladius, 13: 267-279.
GOUKOWSKY, P. (1997): Appien. Histoire Romaine
II.VI: L’lbérique, (col. Budé), París.
GRAB, M. (2011): «Das marianische pilum. Der römische Mythos im Test“, en C.KOEPFER y F.W.
HIMMLER (eds.), Die römische Armee im Experiment, Frank&Timme, Berlin: 83-92.
GRACIA ALONSO, F. (2000): “Análisis táctico de
las fortificaciones ibéricas”, Gladius, 20: 131-170.
GRACIA ALONSO, F. (2001): “Sobre fortificaciones
ibéricas, el problema de la divergencia respecto
al pensamiento único”, Gladius, XXI: 155-166.
GRACIA ALONSO, F. (2006): “Las fortificaciones
ibéricas. Análisis poliorcético y concepto de empleo táctico en la guerra de sitio”, en A. OLIVER
(Coord.), Arquitectura defensiva. La protección de la
población y del territorio en época ibérica, Castellón:
62-122.
GRIFFITHS, W.B. (1989): “The sling and its place in the
Roman Imperial Army”, en C. VAN DRIEL MURRAY (ed.), Roman military Equipment: the Sources
of Evidence. Prof. 5th Roman Military Equipment
Conference (= B.A.R. Intern. Series, 476): 255-279.
GRIMAL, P. (1975): Le siècle des Scipions. Rome et l´hellénisme au temps des guerres puniques, Aubier, Paris.
GRIMAL, P. (1994): La littérature latine, Fayard, Paris.
GROSSKOPF, B; ROST, A y WILBERS-ROST, S. (2012):
“The ancient battlefield at Kalkriese”, in M.
HARBECK, K. V. HEYKING and H. SCHWARZBERG (Eds.), Sickness, Hunger, War, and Religion.
Multidisciplinary Perspectivesk, RCC Perspectives
2012/3, Online-Publ., München: 91–111.
GSELL, S. (1918): Histoire ancienne de l´Afrique du nord,
II, Paris.
GSELL, S. (1918): Histoire ancienne de l´Afrique du nord,
III, Paris.
GUERRERO, L. J. (2009): “Construcciones hidráulicas en la ciudad romana de Ocuri (Salto de la
Mora, Ubrique)”, en L.G. LAGÓSTENA y F.B.
DE ZULETA (Coords.), La captación, los usos y la
administración del agua en la Baetica. Estudios sobre
el abastecimiento hídrico en comunidades cívicas del
conventus Gaditanus, Cádiz: 256-308.
GUERRERO AYUSO, V. (1980): “Las cerámicas pseudocampanienses en Mallorca”, Archéologie en
Languedoc, 3: 169-194.
666
Bibliografía
HIMMLER, F. (2008): “Testing the ‘Ramshaw’ boot.
Experimental Calceology on the March”, en 15th
Roman Military Equipment Conference, Budapest
2005 (= JRMES 16): 347-357.
HINARD, F (2000): “À Rome, pendant la guerre de
Sicile (264-241 a.C.)”, Rivista storica dell’antichità,
XXX: 73-90.
HOFFMANN, W. (1960): “Die römische Politik des 2.
Jh. und das Ende Karthagos”, Historia, IX: 309-364.
HOLDER, A. (1961): Altceltischer Sprachschatz, 2ª ed.,
Graz.
HOLMES, R. (2004): Casacas rojas. Una historia de la
infantería imperial británica, Edhasa, Madrid.
HOPF, M. (1978): “Plants remains, strata V-I”, en R.
AMIRAN (Ed.), Early Arad I. The chalcolithic settlement d early bronze age city, Israel Explor. Soc.,
Jerusalén: 64-82.
HORN, H.; RUGER, C. (eds.) (1979): Die Numider.
Bonn.
HORVAT, J. (1997): «Roman Republican weapons
from Smihel in Slovenia», en M. FEUGERE (ed.),
L’équipement militaire et l’armement de la République
(=JRMES 8): 105-120.
HORVAT, J. (2002): “The Hoard of Roman Republican
Weapons from Grad near Smihel”, Arheoloski
Vestnik, 52: 117-192.
HOYOS, D. (1998): Unplanned Wars. The Origins of the
First and Second Punic Wars, De Gruyter, Berlin.
HOYOS, D. (2001): “Generals and Annalists: geographic and chronological obscurities in the
Scipios’ campaigns in Spain, 218–211 B.C.”, Klio,
83/1: 68-92.
HOYOS, D. (2002): “The battle-site of Ilipa”, Klio, 84:
101-113.
HOYOS, B.D. (2003): Hannibal’s Dynasty. Power and
Politics in the Western Mediterranean. London,
Routledge.
HOYOS, D. (ed.) (2011): A Companion to the Punic Wars,
Wiley-Blackwell, Malden.
HURST, H. (1983): “The War Harbour of Carthage”,
in Atti del I Congresso Internazionale di Studi Fenici
e Punici, Roma: 603-610.
HURST, H. (1994): Excavations at Carthage: The British
Mission, Vol. II, 1. The Circular Harbour, North
Side: the Side and Finds other than Pottery, Oxford
University Press, Oxford,
HURST, H.: “Understanding Carthage as a Roman
Port”, Bollettino di Archeologia on line, I (2010)/Volume speciale (=Roma 2008 – International Congress
of Classical Archaeology. Meetings between Cultures
in Ancient Mediterranean): 49-68.
HUSS, W. (1985): Geschichte der Karthager, Verlag
C.H.Beck, München.
IZQUIERDO BENITO, R. (1994): Ciudad hispanomusulmana Vascos (Navalmoralejo, Toledo). Campañas
(1983-1988), Junta de Comunidades de Castilla-La
Mancha, Toledo.
GUERRERO AYUSO, V. (1995): “La vajilla púnica
de usos culinarios” Rivista di Studi Fenici, vol.
XXXIII, 1: 61-99.
GUERRERO AYUSO, V.; MARTÍN CAMINO, M. y
ROLDÁN BERNAL, B. (1988): “Complemento al
estudio de las ánforas púnicas Mañá C”, Rivista
di Studi Fenici, XVI, 2: 195-206.
GUERRERO AYUSO, V. M.; MIRÓ, J. y RAMÓN
TORRES, J. (1989): “El pecio de Binisafúller
(Menorca), un mercante púnico del siglo III a.C.”,
Meloussa, 2: 9-30.
GUERRERO AYUSO, V. M.; MIRÓ, J. y RAMÓN
TORRES, J. (1991): “L’épave de Binisafuller (Minorque), un bateau de commerce punique du IIIe
siècle av. J.-C.”, en H. DEVIJVER y E. LIPINSKI
(Eds.), Punic Wars, Studia Phoenicia, 10, Leuven:
115-125.
GUILAINE, J. y ZAMMIT, J. (2002): El camino de la
guerra. La violencia en la prehistoria. Ariel Prehistoria, Barcelona.
GURT, J. M. y TUSET, F. (1982): “Recents troballes
numismàtiques a la comarca de La Noguera”,
Gaceta Numismàtica, 66: 31-39.
GUTIÉRREZ, L. Mª (2002): El oppidum de Giribaile,
Servicio de Publicaciones de la Universidad de
Jaén, Jaén.
GUTIÉRREZ , L. Mª (2011): Guía arqueológica de Giribaile, ASODECO, Jaén.
HALLWARD, B.L. (1939): “The Roman Defensive. The
Roman Disaster in Spain”, en Cambridge Ancient
History, t. VIII, cap. IX, (reed. 1981), Cambridge.
HANSON, V. D. (2011): Guerra: el origen de todo.
Madrid.
HARDY, R. (1976): Longbow. A social and military History. Cambridge.
HARNECKER, J., (2004): Arminius, Varus and the Battlefield at Kalkriese. An introduction to the archaeological investigations and their results, Bramsche.
HARNECKER, J. (2008): Kalkriese 4. Katalog der römischen Funde vom Oberesch, Die Schnitte 1–22.
Röm.-Germ. Forsch, 66, Mainz.
HARNECKER, J. (2009): “Wie die Vergangenheit
gestalt annimmt. Funde aus Prospektion, Sondierungen und Plangrabungen“, en Varusschlacht
im Osnabrüker land. Philipp von Zabern, Mainz:
93-99.
HARNECKER, J. (2011): Kalkriese 5. Katalog der römischen Funde vom Oberesch, Die Schnitte 23-39.
Röm.-Germ. Forsch, Mainz.
HERAS, F. J. (2009): “El Santo de Valdetorres (Badajoz,
España). Un nuevo enclave militar romano en la
línea del Guadiana”, en A. MORILLO, R. HANEL
y E. MARTÍN (eds.), Limes XX. Actas XX Congreso
Internacional Estudios sobre la frontera romana. (León
2006), Anejos de Gladius, 13: 315-328.
HESSELBARTH, H. (1889), Historisch-kritische Untersuchungen zur dritten Dekade des Livius, Halle (en
línea en archive.org).
667
Bibliografía
KAYE, S. (2013): Roman marching camps in Britain:GIS,
statistical analysis and hydrological examination of
known camps sites, resulting in the prediction of possible camp site (en línea: https://www.academia.
edu/3009419/Roman_Marching_Camps_in_
Britain_GIS_statistical_analysis_and_hydrological_examination_of_known_marching_camps_
resulting_in_the_prediction_of_possible_camp_
sites._Steve_Kaye._2013)
KEEGAN, J. (1978): The Face of Battle. Londres.
KEEGAN, J. (1996) : Histoire de la guerre. Du Néolithique
à la guerre du Golfe, París.
KEELEY, L. (1996): War before civilization, Oxford
University Press, Nueva York-Oxford.
KELLY, A. (2012): “The Cretan slinger at war- a
weighty exchange”, ABSA, 107: 273-311.
KEPPIE, L. (1998): The Making of the Roman Army: From
Republic to Empire, New Fetter Lane, London.
KNECHT, H. (1997): “The history and development of
projectile technology research”, en H. KNECHT
(ed.), Projectile Technology, New York-London:
3-35.
KONTNY, B. (2009): ”Horse and its use in the
Przeworsk Culture in the light of Archaeological
Evidence”, Archaeologia Baltica, 11: 92-114.
KRAUS, C.S. (2005): “Historiography and Biography”, en S. HARRISON (Ed.), A Companion to
Latin Literature, Oxford: 242-256.
KROMAYER, J. y VEITH, G. (1903-1931): Antike Schlachtfelder, 4 vols., Berlin.
KROMAYER, J. y VEITH, G. (1922): Schlachtenatlas
zur antiken Kriegsgeschichte, Wagner & E. Debes,
Leibzig.
KROMAYER, J. y VEITH, G. (1924): Antike Schalchtfelder. Bausteine zu einer antiken Kriegsgeschichte.
Vol. 4, Weidmannschen Buchhandlung, Berlín.
KÜSTER, H. (1991): “Phytosociology and Archaeobotany”, en D.R HARRIS y K.D. THOMAS (Eds.),
Modelling Ecologial Change, London: 17-25.
LAFUENTE VIDAL, J. (1957): Alicante en la Edad
Antigua, Gráficas Gutenberg, Alicante.
LAMBOGLIA, N. (1955): “Sulla cronología delle anfore di età republicana (II-I secolo a.C.)”, Rivista
di Studi Liguri, 21: 241-270.
LANCEL, S. (dir.) (1979): Byrsa I, Collection de l’École
Française de Rome, 41, Roma.
LANCEL, S. (dir.) (1982): Byrsa II, Collection de l’École
Française de Rome, 41, Roma.
LANCEL, S. (1987): “La céramique punique d’epoque
hellénistique”, en Céramiques Hellénistiques et
Romaines, II, Bensançon: 99-137.
LANCEL, S. (1992): Carthage, Paris.
LANCEL, S. (1992): “Les ports puniques de Carthage.
État des questions”, in CXV Congrès des Sociétés
savantes, Paris: 297-315.
LANCEL, S. (1994): Cartago, Editorial Crítica, Barcelona.
LANCEL, S. (1995): Hannibal, Fayard, Paris.
JACOB, P. (1987-88): “Un doublet dans la geographie
livienne de l’Espagne antique: les Ausetans de
l’Ebre”, Kalathos, 7-8: 135-147.
JACQUAT, C. (1988): “Hauterive-Champréveyres, 1.
Les plantes de l’âge du Bronze. Catalogue des
fruits et des graines”, Archéologie neuchâteloise, 7.
JACQUIOT, C. (1955): Atlas d’anatomie des bois des coniféres, Editions du Centre technique du Bois, Paris.
JACQUIOT, C.; TRENARD, Y. y DIROL, D. (1973):
Atlas d’anatomie des bois des angiosperme, Editions
du Centre technique du Bois, Paris.
JAEGER, M. (2006): “Livy, Hannibal’s Monument,
and the Temple of Juno at Croton”, Transactions of
the American Philological Association, 136: 389-414.
JARVA, E. (1995): Archaiologia on Archaic Greek Body
Armour, Studia Archaeologica Septentrionalia,
3, Rovaniemi.
JENKINS, J.K. (1969): Sylloge Nummorum Graecorum.
The Royal Collection of Coins and Medalls, Danish
National Museum. NorthAfrica-Syrtica-Mauritania,
Copenhagen.
JENKINS, J.K. y LEWIS, R.B. (1963): Carthaginian Gold
and Electrum Silver. Londres.
JIMÉNEZ DE CISNEROS, D. (1902): “Dos descubrimientos arqueológicos”, Mediterráneo. Diario
Independiente, 8 de noviembre de 1902, Cartagena.
JIMENO, A.; DE LA TORRE, J.I.; BERZOSA, R. y
MARTÍNEZ, J.P. (2004): La Necrópolis celtibérica de
Numancia, Memorias de Arqueología en Castilla
y León, 12.
JESSOP, O. (1996): “A new artefact typology for the
Study of Medieval arroheads” Medieval Archaeology, 40: 192-205.
JONES, C. (2010): Finding Fulford. The Search for the
first battle of 1066. London
JUAN TRESSERRAS, J. y MATAMALA, J. C. (2004):
“Los contenidos de las ánforas en el Mediterráneo
Occidental. Primeros resultados”, en J. SANMARTÍ, D. UGOLINI, J. RAMON y D. ASENSIO
(Eds.), La circulació d’àmfores al Mediterrani Occidental durant la Protohistòria (segles VIII – III a.C.):
aspectes quantitatius i anàlisi de continguts, Actes de
la II Reunió Internacional d’Arqueologia de Calafell,
Arqueomediterrània, 8, Barcelona: 283-291.
JULIEN, C.M.; MASSOT, M. y POINSIGNON, C.
(2004): “Lattice vibrations of manganese oxides.
Part I. Periodic structures”, Spectrochimica Acta
Part A, 60: 689-700.
JUNKELMANN, M. (1986): Die Legionen des Augustus,
Philipp von Zabern Vrlg, Mainz am Rhein.
JUNYENT, E. y ALASTUEY, A. (1991): “La vaixella
ilergeta de vernis roig”, Revista d’Arqueologia de
Ponent, 1: 9-50.
KAISER AGUILAR, J.M. (2003): “Puntas de flecha
de la Edad del Bronce en la Península Ibérica.
Producción, circulación y cronología”, Complutum, 14: 73-106.
668
Bibliografía
LLOBREGAT, E. (1966): “Un hallazgo de moneda
púnica en la provincia de Alicante”, Caesaraugusta, 27-28: 71-75.
LLOBREGAT, E. (1972): Contestania ibérica, Instituto
de Estudios Alicantinos, Alicante.
LLOBREGAT, E. (1980): “Revisión del papel de los
cartagineses en la historia antigua del País Valenciano”, en I Congrés d’Història del País Valencià
(València, abril de 1971), vol. II, Valencia: 283-290.
LLOBREGAT, E.; CORTELL, E.; MOLTO, J.; OLCINA,
M. y SEGURA, J. (1995): “El sistema defensiu de
la porta d’entrada del poblat ibéric de La Serreta.
Estudi preliminar”, Recerques del Museu d’Alcoi,
4: 135-162.
LÓPEZ, A. (2003): “La fortificación ibérica del Turó del
Montgros (El Brull, Barcelona)”, Alebus: Cuadernos
de Estudios Históricos del Valle de Elda, 13: 105-131.
LÓPEZ, D. (2004): “Primers resultats arqueobotànics
(llavors i fruits) al jaciment protohistòric del Turó
de la Font de la Canya (Avinyonet del Penedès)”,
Revista d’Arqueologia de Ponent, 14: 149-177.
LÓPEZ, J.A. y CONTRERAS, S. (2002): Cartografía
histórica giennense (Siglos XVII-XX), Instituto de
Estudios Giennenses, Diputación de Jaén, Jaén.
LÓPEZ CASTRO, J. L. (2003): “Baria y la agricultura
fenicia en el Extremo Occidente (Villaricos)”, en
C. GÓMEZ BELLARD (ed.): Ecohistoria del paisaje
agrario. La agricultura fenicio-púnica en el Mediterráneo, Valencia: 93-110.
LÓPEZ CASTRO, J. L. (2005): “Astarté en Baria. Templo y producción entre los fenicios occidentales”,
Archivo Español de Arqueología, 78: 5-21.
LÓPEZ CASTRO, J. L. (2006): “Las ciudades fenicias
occidentales: producción y comercio entre los
siglos VI-III a.C.”, en B. COSTA y J. H. FERNÁNDEZ (Eds.), Economía y finanzas en el mundo feniciopúnico de Occidente, XX Jornadas de Arqueología
fenicio-púnica, Ibiza: 27-50.
LÓPEZ CASTRO, J. L. (2007): “La ciudad fenicia de
Baria. Investigaciones 1987-2003”, Actas de las
Jornadas sobre la Zona Arqueológica de Villaricos,
Sevilla: 19-39.
LÓPEZ CASTRO, J. L.; ESCORIZA MATEU, T.; ALCARAZ HERNÁNDEZ, F. (1990): “Excavación
arqueológica de urgencia en Villaricos (Cuevas
del Almanzora, Almería) en 1987”, Anuario Arqueológico de Andalucía 1987, vol. III: 18-26.
LÓPEZ CASTRO, J. L. y ADROHER AUROUX, A.
(2008): “Andalucía Oriental durante el I Milenio
a.C.: la costa fenicia y la Bastetania ibera”, Mainake, 30: 145-156.
LÓPEZ CASTRO, J. L. y ALCARAZ HERNÁNDEZ,
F. (2001): “Informe sobre la excavación de urgencia efectuada en el solar situado en la Calle ‘la
Central’ de Villaricos (Cuevos del Almanzora)”,
Anuario Arqueológico de Andalucía 1997, vol. III,
Sevilla: 14-19.
LAQUEUR, R. (1921): “Scipio Africanus und die Eroberung von Neukarthago“, Hermes, 56: 131-225.
LAUNEY, M. (1949): Recherches sur les armées hellénistiques, I, Boccard, Paris.
LAZENBY, J. F. (1978): Hannibal’s War. A Military History of the Second Punic War, Warminster.
LAZENBY, J.F. (1988): Hannibal’s War. A Military History of the Second Punic War, 2ª ed., University of
Oklahoma Press, Norman.
LE BOHEC, Y. (1996): Histoire militaire des guerres
puniques, Du Rocher, Paris.
LE BOHEC, Y. (2011): “The Third Punic War: the Siege
of Carthage (149-146 BC)”, in D. HOYOS (ed.),
A companion to the Punic Wars, Malden: 431-437.
LE BOHEC, Y. (ed., 2015): The Encyclopedia of the Roman
Army. Willey-Blackwell.
LE ROUX, P. (1997) “Glandes”, en P. ROUILLARD,
Antiquités de l’Espagne, Musee du Louvre, Paris:68-70.
LECHUGA GALINDO, M. (1991-1993): “La presencia
púnica en Cartagena: testimonios numismáticos”,
Acta Numismática, 21-23: 155-166.
LEE, J.W. (2001): “Urban combat at Olyntos, 348 BC”,
en P.W.M. FREEMAN y A. POLLARD (Eds.),
Fields of conflict., BAR IS, 958: 11-22.
LEFEBVRE, H. (1979): Du rural à l’urbain, Textos
agrupados por Mario Gaviria, Antrophos, Paris.
LEGODI, M. A. y DE WAAL, D. (2003), “Raman
analysis of red-brown and gray shards from 16th
and 17th century Portuguese shipwrecks”, Crystal
Engineering, 6: 287-299.
LEGODI, M. A. y DE WAAL, D. (2007): “The Preparation of magnetite, goethite, hematite and maghemite of pigment quality from mill scale iron
waste”, Dyes and Pigments, 74: 161-168.
LEIDL, CHR. (1996): Appians Darstellung des 2. Punischen Krieges in Spanien: Iberike c.1-38 [Paragraphen]
1-158a. Text und Kommentar, Editio Maris.
LEIGH, M. (2007): “Epic and Historiography at
Rome”, en J. MARINCOLA (Ed.), A Companion
to Greek and Roman Historiography. Vol. II, Oxford:
483-492.
LENDON, J. E. (2006) : Le ombre dei guerrieri. Strategie
e battaglie nell’età antica, Turín.
LEVENE, D.S. (2005): “Polybius on ‘seeing’ and
‘hearing’: 12.27”, Classical Quarterly, 55: 627-629.
LEVENE, D.S. (2010): Livy on the Hannibalic War,
Oxford University Press, Oxford.
LILLO CARPIO, P.A. (1987): “Notas sobre la ballesta
y el cuadrillo en la Baja Edad Media”, Homenaje
al Profesor J. Torres Fontes, Murcia: 871-880.
LINDENSCHMIT, L. (1865): “Le pilum. lettre a M.J.
Quicherat”, Revue Archéologique, 1: 387-391.
LITTRÉ, É. (1848): Pline l’Ancien. Histoire Naturelle de
Pline, avec la traduction en français par É. Littre, vol.
I, Dubochet, París.
669
Bibliografía
LORETO, L. (2001): “La convenienza di perdere una
guerra. La continuità della grande strategia cartaginese, 290-238/7”, in Y. LE BOHEC (ed.), La
Première Guerre Punique. Autour d l´oeuvre de M.H.
Fantar, Actes de la Table Ronde de Lyon (mercredi 19
mai 1999), Lyon: 39-105.
LORRIO ALVARADO, A.J. (1994): “La evolución de
la panoplia celtibérica”, Madrider Mitteilungen,
35: 212-258.
LORRIO ALVARADO, A.J.; SÁNCHEZ DE PRADO,
M.D. (2009): La necrópolis celtibérica de Arcóbriga.
Monreal de Ariza, Zaragoza, Institución Fernando
el Católico, Diputación de Zaragoza, Zaragoza
(= Caesaraugusta, 80).
LORRIO, A.; MIGUEL, P. de; SÁNCHEZ (2010):
“Enterramientos infantiles en el oppidum de El
Molón (Camporrobles, Valencia)”, CAUN, 18:
201-262.
LOZANO VELILLA, A. (1987): “Conquista de España
por Roma”. Historia General de España y América,
Tomo I.2. Madrid, Rialp: 385-502.
LUIK, M. (2000): “Republikanische pilumfunde vom
‘Talamonaccio”Italien”, Archäologisches Kirrespondenzblatt, 30: 269-276.
LUIK, M. (2002): Die Funde aus den Römischen Lagern
um Numantia im Römisch-Germanischen Zentralumuseum, RGZM Vrlg, Mainz.
LUJÁN, E.R. (2003): “En torno a la identificación de
la ceca IKALE(N)SKEN (MLH A.95)”, Palaeohispanica, 3: 129-135.
LUJÁN, E. (2005): “Los topónimos en las inscripciones
ibéricas”, Acta paleohispánica, IX: 471-489.
LYDING WILL, E. (1982): “Greco-Italic amphoras”,
Hesperia, 51: 338-356.
MADRID BALANZA, M. J. (2004): “Primeros avances
sobre evolución urbana del sector oriental de
Carthago Nova”, Mastia, 3: 31-70.
MADRID BALANZA, M. J. y VIZCAÍNO SÁNCHEZ,
J. (2008): “Barrio Universitario de Cartagena
(PERI CA 4)”, en XIX Jornadas de Patrimonio
Cultural de la Región de Murcia, Murcia: 255-256.
MALINOWSKI, B. (2008): Sulla Guerra, Roma.
MARCHETTI, P. (1978): Histoire économique et monétaire de la Deuxième Guerre Punique, Académie
royale de Belgique, Bruselas.
MARÍN BAÑO, C. (1998): “Un modelo estratigráfico
de la Cartagena púnica: la muralla de QuartHadast”, AnMurcia, 13-14: 121-139.
MARÍN Y PEÑA, S. (1956): Instituciones militares
romanas. Enciclopedia clásica II. Madrid, CSIC.
MARMORALE, E.V. (1945): Naevius poeta: saggio biobibliografico con edizione critica dei Frammenti, G.
Crisafulli, Catania.
MARÓTI, E. (1983): “On the Causes of Carthage´s
Destruction”, Oikoumene, IV: 223-231.
MARQUIS, TH. (1931): Wooden Leg. A warrior who
fought Custer (Lincoln without year, Reprint of
the edition from 1931).
LÓPEZ CASTRO, J. L.; ALCARAZ HERNÁNDEZ,
F. M.; ORTIZ SOLER, D.; SANTOS PAYÁN, A. y
MARTÍNEZ HAHNMÜLLER, V. (2009): “Informe
sobre la excavación de urgencia efectuada en el
solar situado en la calle ‘La central’ esquina calle
‘La balsa’ de Villaricos (Cuevas del Almanzora,
Almería)”, Anuario Arqueológico de Andalucía 2004,
vol. I, Sevilla: 49-61.
LÓPEZ CASTRO, J.L.; ALEMÁN, B. y MOYA, L.
(2010): “Abdera y su territorio: descubrimientos
recientes”, Mainake, 32: 91-107.
LÓPEZ CASTRO, J. L.; MANZANO-AGUGLIARO,
F. y ALEMÁN OCHOTORENA, B. (2010): “Altos
de Reveque: un asentamiento fortificado feniciopúnico en el litoral de Andalucía Oriental”,
AEspA, 83: 27-46.
LÓPEZ CASTRO, J. L.; MARTÍNEZ HAHNMÜLLER,
V.; MOYA COBOS, L. y PARDO BARRIONUEVO,
C. A. (2011): Baria I. Excavaciones Arqueológicas en
Villaricos. La Excavación de urgencia de 1987, Editorial Universidad de Almería, Almería.
LÓPEZ CASTRO, J.L.y MARTÍNEZ HAHNMÜLLER,
V. (2012): “Baria en la segunda guerra romanocartaginesa: su papel histórico a través de la
documentación literaria y arqueológica”, en S.
REMEDIOS, F. PRADOS Y J. BERMEJO (eds.),
Aníbal de Cartago. Historia y Mito, Editorial Polifemo, Madrid: 329-344.
LÓPEZ MARTÍNEZ, M. V. y EGEA VIVANCOS,
A. (2009): “Excavación arqueológica en la calle
Serreta esquina Martín Delgado, Cartagena”,
XIX Jornadas de Patrimonio Cultural de la Región
de Murcia, Murcia: 275-278.
LÓPEZ MULLOR, A. (2003): “La fortificación ibérica
del Turó del Mongròs (El Brull, Barcelona)”,
Alebus: Cuadernos de Estudios Históricos del Valle
de Elda, 13: 105-131.
LÓPEZ PALOMO, L.A. (1987): Santaella. Raices históricas de la Campiña de Córdoba, Serie Estudios
Cordobeses, 42, Córdoba.
LÓPEZ ROZAS, J., ZAFRA. N. y CRESPO, J.M.
(1993a): “Prospección arqueológica superficial
en el Valle del Guadalquivir. Campaña de 1991”,
Anuario Arqueológico de Andalucía 1991, II: 275-278.
LÓPEZ ROZAS, J., CRESPO, J.M. y ZAFRA. N.
(1993b): “Prospección arqueológica superficial en
la cuenca del Guadalquivir, Valle del Guadalimar,
provincia de Jaén. Campaña 1991. Campaña de
1991”, Anuario Arqueológico de Andalucía 1991,
II: 279-282.
LÓPEZ SÁNCHEZ, F. (2010): “Dracmas ampuritanas y marsellesas acuñadas para Cartago (218211/209 a.C.)”, Mainake XXXII, I: 601-617.
LÓPEZ VILAR, J. (2013): “Glandes Inscriptae a l’ager
Tarraconensis”, en J. LOPEZ VILAR (ed.), Tarraco
biennal. Actes 1 Congrès Internacional, Tarragona:
175-184.
670
Bibliografía
en A. Morillo, R. Hanel y E. Martín (eds.), Limes
XX. Actas XX Congreso Internacional Estudios sobre
la frontera romana (León 2006), Anejos de Gladius,
13: 365-374.
MARTÍNEZ, A.; OLCINA, M. y SALA, F. (2009):
“Nueva lectura de la arquitectura doméstica de
la Illeta dels Banyets (el Campello, Alacant)”, en
L’espai domèstic i l’organització de la societat a la protohistòria de la Mediterrània occidental (Ier mil·lenni
aC), Arqueo Mediterrània, 11: 153-163.
MARTÍNEZ GÁZQUEZ, J. (1981): “Sobre Aníbal y
su paso por los Pirineos», Faventia, 3, 2: 223-226.
MARTÍNEZ HAHNMÜLLER, V. (2011): La política
social y económica de los bárquidas en la Península
Ibérica, Tesis doctoral, Almería.
MARTÍNEZ HAHNMÜLLER, V. (2012): Baria II. La
conquista romana de Baria, Editorial Universidad
de Almería, Almería.
MARTÍNEZ HAHNMÜLLER, V. (e.p.): «El comercio
en Baria a finales del siglo III a.C.», en Actes du
VIIème Congrès International des Études Phéniciennes et Puniques, Hammamet.
MARTÍNEZ LÓPEZ, E.J. (2012): “Conjeturas sobre las
defensas arsetanas”, Arse, 46: 109-170.
MARTÍNEZ VELASCO, A. (2003): “Altikogaña (Eraul,
Navarra) y la conquista romana de los pueblos
del extremo oriental del Cantábrico”, Revista
Española de Historia Militar, 40: 163-167.
MAS, J. (1972): Perspectivas actuales de la arqueología en
Cartagena y su proyección submarina, Cartagena.
MASSA-PAIRAULT, F.H. (1985): Recherches sur l’art
et l’artisanat étrusco-italique à l’époque hellénistique,
Ecole Française de Rome, Rome.
MATA, C. (2000): “La Segunda Guerra Púnica y su
incidencia en los pueblos indígenas de la costa
mediterránea peninsular”, en B. COSTA, J.H.
FERNÁNDEZ (Eds.), La Segunda Guerra Púnica
en Iberia, XIII Jornadas de Arqueología fenicio-púnica
en Ibiza, Treballs del MAEF, 44: 27-49.
MAYANS Y SISCAR, G. (1746): “Carta a Enrique Flórez de 19 de marzo de 1746”, en Biblioteca Archivo
Hispano Mayansiano nº 138 (y cf. Biblioteca Digital
Valenciana en bivaldi.gva.es).
MAYHOFF, C. e IAN, L. (1906): C. Plini Secundi Naturalis Historiae libri (ed. Teubner: 1892-1933), t. I,
Leipzig (reed. Stuttgart, 1967).
MAYORAL, V. (2000): Conflicto social y paisajes agrarios
en Andalucía Oriental durante el periodo ibérico tardío, Tesis Doctorales, Universidad Complutense
de Madrid, 2000.
Mc DONNELL-STAFF, P. (2010): “The peg that would
break. Marius and the pilum: a roman myth”,
Ancient Warfare, V.1: 34-36.
Mc LEOD, W. (1965): “The Range of the Ancient bow”,
Phoenix, 19.1: 1-14.
Mc LEOD, W. (1972): “The range of the ancient bow:
Addenda”, Phoenix, 26: 78-82.
MARSDEN, E.W. (1969): Greek and Roman Artillery.
Historical Development, Clarendon press, Oxford.
MARTÍ, Mª Á. (1998): El área territorial de ArseSaguntum en época ibérica, Institución Alfons el
Magnànim, Estudios Universitarios 72, Valencia.
MARTÍN-BUENO, M. (2008): “La guerra y la arqueología: carencias y evidencias”, Saldvie, 8: 9-12.
MARTÍN ÁVILA, G. (1963-1964): “La terra sigillata
hispánica en Sagunto”, RCRF, V-VI: 37-46.
MARTÍN ÁVILA, G. (1971): “El problema de las
lagunas de Almenara”, en III Congresso Int. di
Archaeologia sottomarina, Bordighera: 91-99.
MARTÍN CAMINO, M. (1994): “Colonización fenicia
y presencia púnica en Murcia”, en A. GONZÁLEZ BLANCO, J.L. CUNCHILLOS ILARRI y M.
MOLINA MARTOS (coord.), El mundo púnico.
Historia, sociedad y cultura, Actas del I Congreso Internacional sobre el Mundo Púnico, Murcia: 291-324.
MARTÍN CAMINO, M. (1996): “Relaciones entre
la Cartagena prebárquida y la Magna Grecia y
Sicilia antes de la Primera Guerra Púnica. Consideraciones a partir de algunas marcas de ánforas
(I)”, Cuadernos de Arqueología Marítima, 4: 11-37.
MARTÍN CAMINO, M. (1998): “Un contexto cerámico
de finales del s. III a.C.: el vertedero púnico de
la Plaza de San Ginés (Cartagena)”, en Les fàcies
ceràmiques d’importació a la costa ibèrica, les Balears i
les Pitiüses durant el segle III a.C. i la primera meitat
del segle II a.C., Arqueomediterránia, 4: 9-28.
MARTÍN CAMINO, M. (2000): “Cartagena durante la
época bárquida: precedentes y estado de la cuestión”, en La Segunda Guerra Púnica en Iberia. XIII
Jornadas de Arqueología fencio-púnica, Ibiza: 9-26.
MARTÍN CAMINO, M. y ROLDÁN BERNAL, B.
(1994): “Un tipo de ánfora púnica centromediterránea en occidente durante época bárquida:
Merlin/Drappier-3”, en A. GONZÁLEZ BLANCO, J. L. CUNCHILLOS ILARI y M. MOLINA
MARTOS (Coords.), El mundo púnico: historia,
sociedad y cultura, Actas del I Congreso Internacional
sobre el Mundo Púnico, Murcia: 465-475.
MARTÍN CAMINO, M.y ROLDÁN BERNAL, B.
(1997): “Calle Serreta números 8,10 y 12”, Memorias de Arqueología. Excavaciones Arqueológicas en
Cartagena 1982-1986, Murcia: 73-94.
MARTÍN CAMINO, M. y ROLDÁN BERNAL, B.
(2000): “Cerámica de cocina de importación en
la Cartagena púnica: los morteros y grandes
platos. Siglo III a.C.”, en Actas del IV Congreso
Internacional de Estudios Fenicios y Púnicos (Cádiz,
2 al 6 de octubre de 1995), vol. IV, Cádiz: 1615-1623.
MARTÍN RUIZ, J. A. (2010): “El comercio cananeo y
fenicio a través del cargamento transportado en
los pecios hallados en el Mediterráneo”, Revista
Atlántica-mediterránea de Prehistoria y Arqueología
Social, 12: 127-138.
MARTÍNEZ, A. (2009): “Campamentos romanos de
campaña en el extremo oriental del Cantábrico”,
671
Bibliografía
MEIJER, F.J. (1984): “Cato´s African Figs”, Mnemosyne,
XXXVII: 117-124.
MELGARES GUERRERO, J.A. (1982): “La Falárica
de Asso. Contribución al estudio del armamento
ibérico en la región murciana”, en Homenaje a
Conchita Fernández Chicarro, Madrid: 288-291.
MELTZER, O. (1879 i 1896): Geschichte der Karthager,
2 vols., Berlín.
MELTZER, O. y KAHRSTEDT, U. (1913): Geschichte
der Karthager, t. III, Berlín.
METZLER, J. (1993): “Les sepultures de l’aristocratie
en Gaule Belgique”, Les Celtes en Normandie. Revue
Archéologique de l’Ouest. Supplément, 6: 267-277.
MÉNDEZ ORTIZ, R. y MARTÍNEZ ANDREU, M.
(1997): “Calle del Duque, esquina Montanaro”,
Memorias de Arqueología. Excavaciones arqueológicas
de Cartagena 1982-1988, Murcia: 272-273.
MEYER, E. (1924): Kleine Schriften, t. II, Halle (Saale).
MIKS, C. (2007): Studien zur Römischen Schwertbewaffnung in der Kaiserzeit, Kölner Studien zur Archäologie der Römischen Provinzen (KSARP), 8, Vrlg.
Marie Leidorf, Rahden.
MILES, R. (2011): “Hannibal and Propaganda”, en
D.B. HOYOS (Ed.), A Companion to the Punic Wars,
Oxford: 260-279.
MINEO, B. (2011): “Principal literary sources for the
Punic Wars (apart from Polybius)”, en D. Hoyos
(ed.): A companion to the Punic Wars. Oxford, Wiley-Blackwell: 111-127.
MIRA GUARDIOLA, M.A. (2000): Cartago contra
Roma. Las guerras púnicas. Madrid, Alderabán.
MOLINOS, M., RÍSQUEZ, C., SERRANO, J.L. y
MONTILLA, S. (1994): Un problema de fronteras
en la periferia de Tartessos: las Calañas de Marmolejo,
Colección Martínez de Mazas. Serie Monografías
de Arqueología Histórica, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Jaén, Jaén.
MOLINOS, M.; CHAPA, T.; RUIZ, A.; PEREIRA,
J.; RÍSQUEZ, C.; MADRIGAL, A; ESTEBAN,
A.; MAYORAL, V. y LLORENTE, M. (1998): El
santuario heroico de ‘El Pajarillo’, Huelma, Jaén,
Universidad de Jaén, Jaén.
MOMMSEN, TH. (1885): “Die Örtlichkeit der Varusschlacht”, an Sitzungsberichte der Preußischen
Akademie der Wissenschaften, Berlin: 63-92.
MONTANERO VICO, D. (2008): “Los sistemas defensivos de origen fenicio-púnico del sureste
peninsular (siglos VIII-III a.C.): nuevas interpretaciones”, en Arquitectura defensiva fenicio-púnica,
XXII Jornadas de Arqueología Fenicio-púnica, Eivissa: 91-144.
MONTENEGRO, A. (1986): “La conquista de Hispania por Roma”. En Historia de España R. Menéndez
Pidal, II.1, España Romana. Madrid, Espasa: 5-193.
MONTERO RUIZ, I.; GENER, M.; HUNT, M.; RENZI,
M. y ROVIRA, S. (2008): “Caracterización analítica de la producción metalúrgica protohistórica
de plata en Cataluña”. Revista d´Arqueología de
Ponent, 18: 292-316.
MONTERO RUIZ, I.; PERÉZ, A. y RAFEL, N. (2011):
“Sobre la procedencia de los metales de las primeras monedas del NE ibérico. Aplicación de
análisis de isótopos de plomo”. En Mª Paz GarcíaBellido, Laurent Callegarin y Alicia Jiménez
(eds.): Barter, Money and coinage in the ancient
mediterranean (10th-1st Century BC). Anejos de
Archivo Español de Arqueología, LVIII: 203-212.
MONTES, E. (2009): “Una aproximación a los recursos
agrícolas de la Bastetania”, en A.M. ADROHER
y J. BLÁNQUEZ (coords.), Serie Varia 9, Actas del
I Congreso Internacional de Arqueología Bastetana,
Granada: 293-300.
MONTES, E. (2014): Las Prácticas Agrícolas en la Alta
Andalucía a través de los análisis carpológicos: Desde
la Prehistoria Reciente al s. II d.n.e. Tesis doctoral
inédita. Universidad de Jaén.
MONTES, E. (2015): “La Agricultura y la gestión de
los recursos vegetales en el Oppidum de Puente
Tablas” en A. Ruiz y M. Molinos (Ed.): Jaén, Tierra
Ibera: 40 años de Investigaciones arqueológicas en
Jaén. Universidad de Jaén: 127-135.
MONTILLA, S. y RÍSQUEZ, C. (1991): “Delimitación,
levantamiento topográfico, limpieza y dibujo de
estructuras en el yacimiento arqueológico de Los
Castellones de Cabiedes, Cazorla, Jaén. Actividad
de urgencia”, Anuario Arqueológico de Andalucía,
1989 III, Junta de Andalucía, Sevilla: 266-269.
MOOSBAUER, G. y WILBERS-ROST, S. (2007): „Kalkriese-Ort der Varusschlacht?“, En R. Wiegels
(ed.), Die Varusschlacht. Wendepunkt der Geschichte?, Theiss Vrlg., Stuttgart: 23-36.
MOOSBAUER, G. y WILBERS-ROST, S. (2009): “Kalkriese und die Varusschlacht. Multidisziplinäre
Forschungen zu einem militärischen Konflikt“,
2000 Jahre Varusschlacht. Konfikt, Theiss Vrlg.,
Stuttgart: 56-67.
MORALES, A. DE (1575): Las Antigüedades de las Ciudades de España..., Alcalá de Henares.
MORATALLA JÁVEGA, J. (1994): “La agricultura de
L’Alcoia-Comtat en época ibérica: datos para su
estudio”, Recerques del Museu d’Alcoi, 3: 121-133.
MOREL, J. P. (1998): “Que buvaient les Carthaginois?”, en El vi a l’Antiguitat. Economia, producción i comerç al Mediterrani Occidental, II Col·loqui
Internacional d’Arqueologia Romana (Badalona),
Monografies Badalonines, 14: 29-38.
MORENO, Mª. I. (2012): La decoración de la cerámica
ibérica del Alto Guadalquivir: el caso de Turruñuelos
(Villacarrillo-Úbeda, Jaén), Trabajo Fin de Máster,
Universidad de Jaén, inédito.
MORENO, Mª. I. (2013): “La cerámica ibérica con
decoración geométrica de Castellar y Turruñuelos. Breves consideraciones”, Santuarios Iberos:
territorio, ritualidad y memoria. Actas del Congreso
El santuario de La Cueva de la Lobera de Castellar.
672
Bibliografía
yacimientos andaluces”, en XIX CNA Castellón,
1987: 457-465.
MURILLO REDONDO, J.F. (1994): La cultura tartésica
en el Guadalquivir medio (=Ariadna, 13-14), Ayuntamiento de Palma del Río y Diputación Provincial
de Córdoba, Córdoba.
MUTZ, A. (1988): “Die Deuting eines eisenfundes aus
dem Römischen Lager Cáceres el Viejo“, MM,
29: 201-207.
NEGUERUELA MARTÍNEZ, I. (1990): Los monumentos escultóricos ibéricos del Cerrillo Blanco de Porcuna
(Jaén), Ministerio de Cultura, Madrid.
NICOLET, C. (1984): Roma y la conquista del mundo
mediterráneo 264-27 a. de J. C., t. 2, Editorial Labor,
Barcelona.
NICOLINI, G., RÍSQUEZ, C., RUIZ, A. y ZAFRA, N.
(2004): El santuario ibérico de Castellar, Jaén. Intervenciones arqueológicas 1966-1991, Arqueología
Monografías, Consejería de Cultura de la Junta
de Andalucía, Sevilla.
NIJBOER, A. (1991): “Funerary symbols on the temple decorations from the Talamonaccio”, Papers
from the Institute of Archaeology, Univ. of London,
2: 17-28.
NIVEAU DE VILLEDARY Y MARIÑAS, A. Mª. (1999):
“Ánforas turdetanas, mediterráneas y púnicas del
s. III del Castillo de Doña Blanca (El Puerto de
Santa María, Cádiz)”, en XXIV Congreso Nacional
de Arqueología, vol. 3, Cartagena: 133-140.
NIVEAU DE VILLEDARY Y MARIÑAS, A. M. (2002):
“Las ánforas turdetanas del tipo Pellicer D. Ensayo de clasificación”, SPAL, 11: 233-252.
NIVEAU DE VILLEDARY Y MARIÑAS, A. M.
(2003): “El uso ritual de la vajilla cerámica en la
necrópolis púnica de Cádiz”, Archivo Español de
Arqueología, 76: 3-30.
NIVEAU DE VILLEDARY Y MARIÑAS, A. Mª. (2003):
Las cerámicas gaditanas “tipo Kuass”. Bases para el
análisis de la bahía de Cádiz en época púnica, Real
Academia de la Historia, Bibliotheca Archaeologica Hispana, 21, Madrid.
NIVEAU DE VILLEDARY Y MARIÑAS, A. M. (2004):
“La cerámica púnico-gaditana del s. III a.C. El
uso de la vajilla en el ámbito funerario y ritual
de la Necrópolis”, en A. GONZÁLEZ BLANCO,
G. MATILLA SÉIQUER y A. EGEA VIVANCOS
(Coords.), El mundo púnico: religión, antropología y
cultura material, Actas del II Congreso Internacional
sobre el Mundo Púnico, Murcia: 267-297.
NIVEAU DE VILLEDARY Y MARIÑAS, A. Mª (2008):
“La cerámica “Tipo Kuass””, en D. BERNAL
CASASOLA y A. RIBERA LACOMBA (Eds.),
Cerámicas hispanorromanas. Un estado de la cuestión,
Servicio de Publicaciones de la Universidad de
Cádiz, Cádiz: 245-262.
NIVEAU DE VILLEDARY Y MARIÑAS, A. Mª. (2011):
“La producción alfarera extremo-occidental entre
los ss. III y I a.C. Balance historiográfico y estado
1912-2012 (RÍSQUEZ, C. y RUEDA, C., eds.),
Asociación para el desarrollo rural de la Comarca
de El Condado, Jaén: 397-411.
MORET P. (1990): “Fortins, “tours d’Hannibal”
et fermes fortifiées dans le monde ibérique”,
Mélanges de la Casa de Velázquez, 26/1: 5-43 (en
línea: http://www.persee.fr/web/revues/
home/prescript/article/casa_0076-230X_1990_
num_26_1_2558).
MORET, P. (1991): “Facteur indigènes et exogènes
dans l’evolution de l’architecture défensive ibérique”, en Fortificacions. La problemàtica de l’Iberic
Ple (segles IV-III a.C.), Manresa: 265-271.
MORET, P. (2001): “Del buen uso de las murallas
ibéricas”, Gladius, 21:137-144.
MORET, P. (2004): “Tours de guet, maisons à tour
et petits établissements fortifiés de l’Hispanie
républicaine: L’apport des sources littéraires”,
en P. MORET y T. CHAPA (eds.), Torres, atalayas y casas fortificadas. Explotación y control del
territorio en Hispania (S. III a. de C. - S. I d. de C.),
Universidad de Jaén-Casa de Velázquez, Jaén:
13-30 (en línea: http://hal.archives-ouvertes.fr/
docs/00/36/52/83/PDF/Turres2004.pdf).
MORET, P. y CHAPA, T. (2004): Torres, atalayas y casas
fortificadas: explotación y control del territorio en
Hispania (fines del siglo III a. C.-siglo I d.C.), Servicio de Publicaciones de la Universidad de Jaén,
Centro Andaluz de Arqueología Ibérica y Casa
de Velázquez, Jaén.
MORILLO, A. (1991): “Fortificaciones campamentales
de época romana en España”, Archivo Español de
Arqueología, 64: 135-190.
MORILLO, A. (coord.) (2002): Arqueología militar
romana en Hispania, Anejos de Gladius 5, CSIC,
Madrid.
MORILLO, A. (2003): “Los establecimientos militares
temporales: Conquista y defensa del territorio en
la Hispania Republicana”, en A. MORILLO, F.
CADIOU y D. HOURCADE (coords.), Defensa y
territorio en Hispania de los Escipiones a Augusto,
Universidad de León-Casa de Velásquez, Madrid: 41-80.
MORILLO, A. (ed.) (2006): Arqueología militar romana
en Hispania. Producción y abastecimiento en el ámbito
militar, Universidad de León, Ayuntamiento de
León.
MOSCATI, S. (1972): I Fenici e Cartagine, Unione tipografico-editrice torinese, Torino.
MOZAS, S. (2006): “Consideraciones sobre las emisiones de Iltiraka: procedencia y tipología”, Actas
del XII Congreso Nacional de Numismática. MadridSegovia octubre 2004: 269-286.
MÜLLER, L. (1860): Numismatique de l’ancienne Afrique. Reprint.: OBOL Inter., 1977 Chicago.
MURILLO REDONDO, J.F. (1989): “Nuevas puntas
de flecha con doble filo y arpón procedentes de
673
Bibliografía
of Hispania. Archaeological evidence of the
assault and destruction of the Iberian city of Castellet de Banyoles (Tivissa, Tarragona)”, Journal
of Roman Archaelogy, 27: 60-81.
NOLLA BRUFAU, J.M.; PALAHI, L. y VIVO, J. (eds.)
(2010): De l’oppidum a la civitas. La romanització inicial de la Indigècia, Universitat de Girona, Girona.
NORA, P. (2001): “Entre mémoire et histoire“, en
Pierre Nora (ed.), Les lieux de mémoire, t. 1, La
République, 2a ed., Paris, Gallimard: 23-43.
NORDSTRÖM, S. (1961): Los cartagineses en la costa
alicantina, Sucesor de Such, Serra y Cía., Alicante.
NORDSTRÖM, S. (1967): Excavaciones en el poblado de
La Escuera (San Fulgencio, Alicante), T.V. del S.I.P.,
34, Valencia.
ÑACO, T.; ANTELA-BERNÁRDEZ, B.; ARRAYÁSMORALES, I. y BUSQUET-ARTIGAS, S. (2009):
“The civilian impact of the Roman intervention in
Greece and Asia Minor (88-63 BC)”, en B. ANTELA-BERNÁRDEZ y T. ÑACO DEL HOYO (eds.),
Transforming Historical Landscapes In The Ancient
Empires, BAR Int.Ser., Oxford: 33-51.
OCHARÁN, J. A. y UNZUETA, M. (2002): “Andagoste (Cuartango, Álava): un nuevo escenario de las
guerras de conquista en el norte de Hispania”, en
A. MORILLO (coord.), Arqueología militar romana
en Hispania, Anejos de Gladius 5, CSIC, Madrid:
311-325.
OLCESE, G. (2008): “The production and circulation
of Greco-Italic amphorae of Campania (Ischia/
Bay of Naples) - The data of the archaeological
and archaeometric research”, Skyllis (=Transportkeramik: Ein Massenartikel als Schlüssel zur
Wirtschafts- und Handelsgeschichte der Antiken Welt,
Frankfurt am Main 2006), Jahrgang 7 - 2005/2006,
Heft 1-2: 60-75.
OLCESE, G. (2010): Le anfore greco italiche di Ischia:
archeologia e archeometria Artigianato ed economia
nel Golfo di Napoli, Edizioni Quasar, Roma.
OLCINA, M. (1987): “La ocupación ibérica y romana
del cerro del Castell”, en VV.AA., Guía de los
monumentos romanos y del Castillo de Sagunto,
Generalitat Valenciana, Valencia: 72-108.
OLCINA, M. (1991): “Fortificaciones en el Tossal de
Manises. Estado de la cuestión”, en R. AZUAR
(ed.), Fortificaciones y castillos de Alicante, Publicaciones de la CAM, 157, Alicante: 25-60.
OLCINA, M. (1999): “Fortificacions al Tossal de
Manises (Alacant): les aportacions de la sedimentología”, en Geoarqueología y Quaternari litoral.
Memorial M. P. Fumanal, Valencia: 205-216.
OLCINA, M. (2005): “La Illeta dels Banyets, el Tossal
de Manises y la Serreta”, en L. ABAD, F. SALA,
I. GRAU (eds.), Contestania ibérica, treinta años
después, Alicante: 147-177.
OLCINA, M. (2009): Lucentum (Tossal de Manises,
Alicante). Historia y Arqueología, Diputación de
Alicante, Alicante.
de la cuestión”, en Yõserim: La producción alfarera
fenicio-púnica en occidente, XXV Jornadas de Arqueología fenicio-púnica (Eivissa), Treballs del Museu
Arqueològic d’Eivissa i Formentera, 66: 107-164.
NOCETE, F. (1990): “Morrón de Guadahornillos (Beas
de Segura, Jaén). Una actuación de urgencia sin
sondeo estratigráfico”, Anuario Arqueológico de
Andalucía 1998, III: 211-219.
NOGUERA, J. (2007): Gènesi i evolució de l’estructura
del poblament ibèric en el curs inferior del riu Ebre:
la Ilercavònia septentrional, Tesi Doctoral, Universitat de Barcelona (en línia <http://hdl.handle.
net/10803/2599> [Consulta: 6 de setiembre de
2012].
NOGUERA, J. (2008): “Los inicios de la conquista
romana en Iberia. Los campamentos de campaña
del curso inferior del río Ebro”, Archivo Español
de Arqueología, 81: 31-48.
NOGUERA, J. (2009): “Los campamentos romanos en
el curso inferior del río Ebro durante la Segunda
Guerra Púnica”, en A. MORILLO, R. HANEL y
E. MARTÍN (eds.), Limes XX. Actas XX Congreso
Internacional Estudios sobre la frontera romana (León
2006), Anejos de Gladius, 13: 329-338.
NOGUERA, J. (2012): “La Palma-Nova classis. A
Publius Cornelius Scipio Africanus encampment
during the Second Punic War in Iberia”, Madrider
Mitteilungen, 53: 262-288.
NOGUERA, J.; TARRADELL-FONT, N. (2009a):
“Noticia sobre las monedas del campamento
romano de la Segunda Guerra Púnica de la Palma
(l’Aldea, Tarragona)”, en A. ARÉVALO GONZÁLEZ (ed.), XIII Congreso Nacional de Numismática
“Moneda y Arqueología”, Cádiz-Madrid: 119-142.
NOGUERA, J. y TARRADELL-FONT, N. (2009b):
“Avance al estudio de las monedas del Camí
del Castellet de Banyoles (Tivissa, Tarragona)”,
en A. ARÉVALO (Ed.), XIII Congreso Nacional
de Numismática “Moneda y Arqueología”, CádizMadrid: 143-162.
NOGUERA, J.; MADRID, Mª. J. y VELASCO, V.
(2011-2012): “Novedades sobre el arx Hasdrubalis
de Qart Hadast (Cartagena): nuevas evidencias
arqueológicas de la muralla púnica”, Cuadernos
de Prehistoria y Arqueología de la Universidad Autónoma de Madrid, 37-38: 479-507.
NOGUERA, J.; BLE GIMENO, J. y VALDES MATÍAS,
P. (2013): La Segona Guerra Púnica al nord-est
d’Ibèria: una revisió necessària, Societat Catalana
d’Arqueologia, Barcelona.
NOGUERA, J.; ASENSIO, D. y JORNET, R. (2012): “La
destrucción del Castellet de Banyoles (Tivissa,
Tarragona)”, en II Congreso Internacional Iberos del
Ebro, 16-19 noviembre 2011, Alcañíz – Tiviss, Sèrie
Documenta 25, Institut Català d’Arqueologia
Clàssica, Tarragona: 231-246.
NOGUERA, J.; ASENSIO, D.; BLE, E. y JORNET, R.
(2014): “The beginnings of the Roman conquest
674
Bibliografía
PARETI, L. (1953): Storia di Roma, Unione Tipografico-Editrice Torinese, Torino.
PARIS, P. (1914): “Histoire de Carthage de 218 à 146”,
Bulletin Hispanique: 372-381.
PARKER, A. J. (1992): “Ancient Shipwrecks of the
Mediterranean & Roman Provinces”, British
Archaeological Reports International Series, 580,
Oxford.
PARRAS, D.; MONTEJO-GÁMEZ, M.; RAMOS-MARTOS, N. y SÁNCHEZ, A. (2006): “Analysis of
Pigments and Coverings by X-Ray Diffraction
(XRD) and Micro Raman Spectroscopy (MRS) in
the Cemetery of Tutugi (Galera, Granada, Spain)
and the Settlement Convento 2 (Montemayor,
Córdoba, Spain)”, Spectrochimica Acta Part A: Molecular and Biomolecular Spectroscopy, 64: 1133-1141.
PARRAS, D. (2008): Análisis en contextos arqueológicos de Andalucía mediante Microscopía Raman y
Cromatografía de Gases-Espectrometría de Masas,
Departamento de Patrimonio Histórico de la
Universidad de Jaén, Jaén.
PARRAS, D.; VANDENABEELE, P.; SÁNCHEZ, A.;
MONTEJO, M.; MOENS, L. y RAMOS, N. (2010):
“Micro-Raman spectroscopy of decorated pottery
from the Iberian archaeological site of Puente Tablas (Jaén, Spain, 7th-4th Century B.C.)”, Journal of
Raman Spectroscopy, 41: 68-73.
PASCUAL, I. (1991): “Una torre defensiva romana
bajo la calle de la Muralla (Sagunto, Valencia)”,
Arse, 26: 123-132.
PASCUAL, I. y ARANEGUI, C. (1993): “Una torre
defensiva de época republicana en el Castell de
Sagunt”, Saguntum, 26: 189-203.
PASTOR, M.; CARRASCO, J.; PACHÓN, J.A. (1992):
“Paleoetnologia de Andalucia Oriental (Etnogeografia)”, Paleoetnología de la Peninsula Ibérica (Actas Congreso 1989), ed. M. Almagro Gorbea y G.
Ruiz Zapatero, Complutum 2-3, Madrid: 119-136.
PEÑA-CHOCARRO, L. (1999): “Prehistoric Agriculture in Southern Spain during the Neolithic and
the Bronze Age. The application of ethnographic
models”, BAR International Series, 818, Oxford.
PERALTA LABRADOR, E. (2009): “La II Guerra Púnica”. M. Almagro-Gorbea (ed.) Historia Militar de
España. Prehistoria y Antigüedad. Madrid, Defensa
y Eds. Laberinto: 174-193.
PEREA YÉBENES, S. (1999): “Dos nuevas glandes inscriptae de la provincia de Córdoba”, en Homenaje
al Profesor Montenegro. Estudios de Historia Antigua,
Valladolid: 553-560.
PÉREZ, J. M. y ESTEVE-TÉBAR, R. (2004): “Pigment
Identification in Greek Pottery by Raman Microspectroscopy”, Archaeometry, 46: 607-614.
PÉREZ BALLESTER, J. (2002): Vasos sobrepintados italiotas del Museo Arqueológico de Madrid, Fundación
Cajamurcia, Murcia.
OLCINA, M. (ed.) (2009): Lucentum. (Tossal de Manises,
Alicante). Arqueología e Historia, MARQ, Alicante.
OLCINA, M.; GRAU, I.; SALA, F.; MOLTÓ, S.; REIG,
C.; SEGURA, J.M. (1998): “Nuevas aportaciones
a la evolución de la ciudad ibérica: el ejemplo de
La Serreta”, en Actas del Congreso Internacional:
Los iberos. Príncipes de Occidente, Barcelona: 35-46.
OLCINA, M. y PÉREZ, R. (1998): La ciudad ibero-romana de Lucentum (El Tossal de Manises, Alicante).
Introducción a la investigación del yacimiento arqueológico y su recuperación como espacio público,
Diputació d’Alacant, Alicante.
OLCINA, M.; GRAU, I. y MOLTÓ, S. (2000): “El
sector I de La Serreta: noves perspectives sobre
l’ocupació de l’assentament”, Recerques del Museu
d’Alcoi, 9: 119-144.
OLCINA, M.; GUILABERT, A. y TENDERO, E. (2010):
“Lectura púnica del Tossal de Manises (Alicante)”, Mainake, 32 (I): 229-249.
OLCINA, M.; GUILABERT, A. y TENDERO, E. (2012):
Memoria de excavaciones. Actuación arqueológica en
el foro y las termas de Popilio de Lvcentvm (Tossal de
Manises, Alicante), memoria inédita depositada
en la Conselleria de Cultura de la Generalitat
Valenciana.
OLCINA, M.; MARTÍNEZ, A. y SALA, F. (2009): La
Illeta dels Banyets (El Campello, Alicante). Épocas
Ibérica y Romana I, MARQ, Alicante.
OLIVER, A. (1989): “Evidence of the Second Punic
War in Iberian settlements south of the Ebro”,
Studia Phoenicia, 10: 205-211.
OREJAS, AL. (2001): “Los parques arqueológicos y
el paisaje como patrimonio”, Arqueoweb: Revista
sobre Arqueología en internet, vol. 3, nº 1.
OTIÑA, P. y RUIZ DE ARBULO, J. (2000): “De Cese
a Tárraco: evidencias y reflexiones sobre la Tarragona ibérica y el proceso de romanización”,
Empúries, 52: 107-136.
PACHÓN, J.A.; CARRASCO, J.L. y GAMIZ, J. (2010):
“Espuela de bronce en el Cerro de las Agujetas
de Pinos Puente, Granada. Un vestigio artístico
de la toréutica aplicada a la implementa de los
caballeros ibéricos”, Antiquitas, 22: 57-75.
PALLOTTINO, M. (1990, ed.or. 1984): Etruscologia,
Hoepli, Roma.
PANDOLF, K. B.; GIVONI, B. Y GOLDMAN, R. F.
(1977): “Predicting energy expenditure with loads
while standing or walking very slowly”, Journal
of Applied Physiology, 43: 577-581.
PARATORE, E. (1970): “Ancora su Nevio, B.P., fr. 23
M”, in Festschr. K, Büchne, II, Wiesbaden: 224-243.
PARCERO, C. (2006): “Diseño metodológico para el
análisis locacional de asentamientos a través de
SIG de base raste”, en I. GRAU (ed.), La aplicación
de los SIG a la Arqueología del Paisaje, Publicaciones
Universidad de Alicante, Alicante: 69-89.
675
Bibliografía
PLIEGO, R. (2005): “Un nuevo conjunto monetal
cartaginés procedente de El Gandul (Alcalá de
Guadaira, Sevilla”, en Actas del XIII Congreso
Internacional de Numismática, I, Madrid: 531–533.
PONSICH, M. (1969): “Les céramiques d’imitation:
La campanienne de Kouass. Region d’Arcila-Maroc”, Archivo Español de Arqueología, 42: 56-80.
POPPER, V.S. (1988): “Selecting Quantitative
Measurements in Paleoethnobotany”, en C.A.
HASTORF y V.S. POPPER (Eds.), in Current
Paleoethnobotany. Analytical Methods and Cultural
Interpretations of Archaeological Plant Remains,
Chicago: 53-71.
POUX, M. (ed.) (2008): Sur les traces de César. Militaria
tardo-républicains en contexte gaulois, Actes Table
Ronde 17 Octobre 2002 (=Bribacte, 14), Glux-enGlenne.
POUX, M. (2008): “L’empreinte du militaire tardo-républicain dans les faciès mobiliers de La Tène
finale”, en M. POUX (ed.), Sur les traces de César.
Actes Table Ronde (=Bribacte, 14): 299-432.
POUX, M.; FEUGERE, M. y DEMIERRE, M. (2008):
“Autour de Gergovie. Découvertes anciennes et
récentes”, en M. Poux (ed.), Sur les traces de César.
Actes Table Ronde. (=Bribacte, 14): 203-223.
PRADOS, L. (1994): “Los santuarios ibéricos. Apuntes
para el desarrollo de una arqueología de culto”,
Trabajos de Prehistoria, 51: 127-140.
PRADOS, F.; BLÁNQUEZ, J. J. (2007): “Las fortificaciones coloniales de la Península Ibérica: de
los modelos orientales a los sistemas púnicohelenísticos”, en L. BERROCAL-RANGEL y P.
MORET (eds.), Paisajes fortificados de la Edad del
Hierro, Real Academia de la Historia-Casa de
Velázquez, Madrid: 57-74.
PRATT, G.M. (2009): “How do you know it’s a battlefield?”, en D. SCOTT, L. BABITS, C. HAECKER
(eds.), Fields of conflict, Potomac books, Washington: 5-37.
PRINCIPAL PONCE, J. (1998): Las importaciones de
vajilla fina de barniz negro en la Cataluña sur y occidental durante el siglo III aC.: Comercio y dinámica
de adquisición en las sociedades indígenas, BAR, I.s.,
729, Oxford.
PROCTOR, D. (1974): La expedición de Aníbal en la
historia, Espasa-Calpe, Madrid.
PUIG, A.M. (2006): “El taller ceràmic de Roses i les
seves produccions”, en A. M. PUIG y A. MARTÍN (coord.), La colònia grega de Rhode (Roses, Alt
Empordà), Museu de Catalunya Girona, Sèrie
Monogràfica, 23: 295-560.
PURITANI, L. (2002): “Problemi di classificazione e
di datazione della cosiddetta ceramica di Gnathia”,
Archeologia Classica, 53: 379-403.
PY, M. (1990): “La céramique de l’îlot 1”, Lattara, 3:
71-91.
PÉREZ BALLESTER, J. (2008): “La cerámica de barniz
negro”, en D. BERNAL CASASOLA y A. RIBERA
LACOMBA (Eds.), Cerámicas hispanorromanas. Un
estado de la cuestión, Servicio de Publicaciones de
la Universidad de Cádiz, Cádiz: 263-274.
PÉREZ BALLESTER, J. y GÓMEZ BELLARD, C.
(2009): El depósito rural púnico de Can Vicent d’en
Jaume (Santa Eulària des Rius, Ibiza), Treballs del
Museu Arqueològic d›Eivissa i Formentera 63,
Ibiza.
PÉREZ BALLESTER, J y BERROCAL CAPARRÓS,
M.ª C. (2013): “Los niveles bárquidas del área del
Anfiteatro de Cartagena”, Mastia 9-10: 111-131
PÉREZ JORDÀ, G. (1993): La producció d’oli al món
ibèric: l’exemple del Camp de Túria, tesis de licenciatura, Universidad de Valencia.
PÉREZ JORDÁ, G. (2000): “La conservación y la transformación de los productos agrícolas en el Mundo
Ibérico”, SAGVNTVM-PLAV, (Extra-3): 47-68.
PÉREZ JORDÁ, G.; ALONSO, N. y IBORRA, M.P.
(2007): “Agricultura y ganadería protohistóricas
en la Península Ibérica: Modelos de Gestión”, en
Arqueología de la tierra. Paisajes rurales de la protohistoria peninsular, Cáceres: 327-373.
PÉREZ MÍNGUEZ, R. (1992): “Acicates ibéricos del
Museo de Prehistoria de Valencia”, en Homenaje
a E. Pla Ballester (Valencia), SIP, Trabajos Varios,
89: 215-220.
PÉREZ VILATELA, L. (1994): “Onus(s)a: toponimia y
comercio antiguos en el litoral del Maestrazgo”,
Polis, 6: 269-306.
PÉREZ VILATELA, L. (2009): “Iconología e ideología
de los reversos monetales de Ikalkumsken”,
Estudios de Lengua y Epigrafía Antiguas (ELEA),
9: 61-114.
PERNET, L. (2010): Armement et auxiliaires gualois (IIe
et Ier siècles avant notre ère), Monique Mergoil,
Montagnac.
PERNET, L.; POUX, M. y TEEGEN, W.R. (2008):
“Militaria gaulois et romains sur l’oppidum de
Bibracte, Mont Beuvray (Nièvre)”, en M. Poux
(ed.), Sur les traces de César. Actes Table Ronde
(=Bribacte 14): 103-139.
PESCE, B. (1966): Tharros, Cagliari.
PETULESCU, L. (1991): “Bronze spearheads and spear
butts from Dacia”, JRMES, 2: 35-59.
PINA POLO, F. y ZANIER, W. (2006): “Glandes inscriptae procedentes de la Hispania Ulterior”, Archivo
Español de Arqueología, 79: 29-50.
PITCHER, L. (2009): Writing Ancient History. An Introduction to Classical Historiography, I.B. Tauris &
Co. Ltd., Nueva York.
PLIEGO, R. (2003): “Sobre el reclutamiento de mercenarios turdetanos: el campamento cartaginés de
El Gandul (Alcalá de Guadaira, Sevilla)”, Habis,
34: 39-56.
676
Bibliografía
QUESADA SANZ, F. (2006a): “Not so different:
individual fighting techniques and small unit
tactics of Roman and Iberian armies within the
framework of warfare in the Hellenistic Age”,
in P. FRANCOIS, P. MORET, S. PÉRÉ-NOGUÈS
(eds.), L’Hellénisation en Méditerranée Occidentale
au temps des guerres puniques (=Pallas 70), Toulouse: 245-263.
QUESADA SANZ, F. (2006b): “Armamento indígena
y romano republicano en Iberia (siglos III-I a.C.):
compatibilidad y abastecimiento de las legiones
republicanas en campaña”, en A. MORILLO (ed.),
Arqueología militar romana en Hispania, producción
y abastecimiento en el ámbito militar, Univesidad
de León, León: 75-96.
QUESADA SANZ, F. (2007a): “Hispania y el ejército
romano republicano, interacción y adopción de
tipos metálicos”, Sautuola, XIII: 379-401.
QUESADA SANZ, F. (2007b): “Punta de fletxa Olinto
D1”, en Menorca i la mar a l’antiguitat, Menorca,
Museu: 31.
QUESADA SANZ, F. (2008a): “La ‘Arqueología de
los campos de batalla’. Notas para un estado de
la cuestión y una guía de investigación», en F.
CADIOU, M. A. MAGALLÓN, M. NAVARRO
(eds.), La guerre et ses traces (=Saldvie 8), ZaragozaBurdeos: 21-35.
QUESADA SANZ, F. (2008b): Armas de Grecia y Roma,
Madrid, la Esfera.
QUESADA SANZ, F. (2008c):“Armamento romano
e ibérico en Urso (Osuna): testimonio de una
época”, Cuadernos de los amigos de los Museos de
Osuna, 10: 13-19.
QUESADA SANZ, F. (2011): “El armamento de un poblado ibérico del siglo IV a.C.: una oportunidad
excepcional”, en H.BONET, J. VIVES-FERRÁNDIZ (eds.), La Bastida de les Alcusses 1928-2010,
Museu de Prehistoria, Valencia: 196-219.
QUESADA SANZ, F. (2013a): “Baecula: ¿batalla campal importante o acción de retaguardia reñida?”,
Desperta Ferro. Historia Antigua y medieval, 17:
22-26.
QUESADA SANZ, F. (2013b): “Aníbal, strategos
carismático, y los ejércitos de Cartago”. M. Bendala (ed.) Fragor Hannibalis. Aníbal en Hispania,
Madrid, Museo Arqueológico Regional: 255-283.
QUESADA SANZ, F. (2013c): “Aníbal Barca y Publio
Cornelio Escipión el Africano: vidas divergentes,
muertes paralelas”. F. García Romero, A. Moreno
(eds.) Enemistades peligrosas. Encuentros y desencuentros en el mundo antiguo. Sociedad Española
de Estudios Clásicos, Madrid: 175-207.
QUESADA SANZ, F. y GARCÍA-BELLIDO, M.P.
(1995): “Sobre la localización de Ikale(n)sken y la
iconografía de sus monedas”, La moneda hispánica.
Ciudad y Territorio. Anejos AEspA, 14: 65-73.
PY, M.; SOURISSEAU, J. CH. (2007): “Amphores
grecques”, Dictionnaire des céramiques antiques
(VIIe s. av. n. è.-VIIe s. de n. è.) en Méditerranée
nord-occidentale (Provence, Languedoc, Ampurdan),
Lattara, 6: http://lattara.net/ArcheOnLine/
PUB1/PUB000006.pdf
QUESADA SANZ, F. (1989): Armamento, Guerra y
Sociedad en la necrópolis ibérica de “El Cabecico del
Tesoro” (Murcia, España), B.A.R. International
Series, 502, 2 vols., Oxford.
QUESADA SANZ, F. (1994): “Machaira, kopis, falcata”, en J. DE LA VILLA (ed.), Dona Ferentes.
Homenaje a F. Torrent, Eds. Clásicas, Madrid: 75-94.
QUESADA SANZ, F. (1997): El armamento ibérico. Estudio tipológico, geográfico, funcional, social y simbólico
de las armas en la Cultura Ibérica (siglos VI-I a.C.),
Monographies Instrumentum 3, Ed. Monique Mergoil, Montagnac.
QUESADA SANZ, F. (1998): “El guerrero y sus armas”, Museo de El Cigarralejo (Mula, Murcia),
BAEAA, 38: 187-217.
QUESADA SANZ, F. (1999): “Romanos, cartagineses
e hispanos en la Batalla de Baecula”, en II Jornadas de Estudios Históricos: La Batalla de Baecula,
Mengíbar: 46-70.
QUESADA SANZ, F. (2001): “En torno al análisis
táctico de las fortificaciones ibéricas. Algunos
puntos de vista alternativos”, Gladius, 21: 145-154.
QUESADA SANZ, F. (2002-2003): “Innovaciones de
raíz helenística en el armamento y tácticas de
los pueblos ibéreicos desde el siglo III a.C.”, en
M. BENDALA, P. MORET, F. QUESADA (eds.),
Formas e imágenes del poder en los siglos III y II a.C.):
modelos helenísticos y respuestas indígena, Seminario
Casa de Velázquez-UAM, febrero 2004 (=CuPAUAM
28-29, 2002-2003), Madrid: 69-94.
QUESADA SANZ, F. (2002-2003b): “Mirando el
mundo desde lo alto: espuelas y otros elementos
asociados al caballo en el poblado de La Serreta de
Alcoi”, Recerques del Museu d’Alcoi, 11-12: 85-100.
QUESADA SANZ, F. (2003a): “El legionario romano
en época de las Guerras Púnicas: forams de combate individual, táctica de pequeñas unidades e
influencias hispanas”, en Armas, legiones y limes:
el ejército romano (=Espacio, Tiempo y Forma, Serie
II, Historia Antigua, 16): 163-196.
QUESADA SANZ, F. (2003b): “La guerra en las comunidades ibéricas (c.237-c. 195 a. C.). Un modelo
interpretativo”, en A. MORILLO, F. CADIOU y
D. HOURCADE (coords.), Defensa y territorio en
Hispania de los Escipiones a Augusto, Universidad
de León-Casa de Velásquez Madrid: 101-156.
QUESADA SANZ, F. (2005): “El gobierno del caballo
montado en la Antigüedad clásica con especial
referencia al caso de Iberia. Bocados, espuelas y
la cuestión de la silla de montar, estribos y herraduras”, Gladius, 25: 97-150.
677
Bibliografía
les Balears i les Pitiüses durant el segle III a.C. i la
primera meitat del segle II a.C., Arqueomediterránia,
4: 157-173.
RAMON TORRES, J. (2004): “La producción anfórica
gaditana en época fenicio-púnica”¸ en Actas de los
XVI Encuentros de Historia y Arqueología de San Fernando (San Fernando, noviembre de 2000), Fundación Municipal de Cultura, Córdoba: 63-100.
RAMON TORRES, J. (2011): “El sector alfarero de la
ciudad púnica de Ibiza”, en Yõserim: La producción
alfarera fenicio-púnica en occidente, XXV Jornadas de
Arqueología fenicio-púnica (Eivissa, 2010), Treballs
del Museu Arqueològic d’Eivissa i Formentera,
66, Ibiza: 165-221.
RAMON TORRES, J.; SANMARTÍ, J.; ASENSIO, D. y
PRINCIPAL, J. (1998): “Introducció”, en Les fàcies
ceràmiques d’importació a la costa ibèrica, les Balears i
les Pitiüses durant el segle III a.C. i la primera meitat
del segle II a.C., Arqueomediterránia, 4: 7-8.
RAMÓN SÁNCHEZ, J. R. (2002): “El hallazgo de
moneda Hispano-Cartaginesa de La Escuera (Alicante)”, en X Congreso Nacional de Numismática
(Albacete 1998), Albacete: 243-251.
RANITZSCH, K.H. (2000): “Missile ranges and wargaming rules- a survey”, Slingshot, 211: 32-39.
RANKOV, B. (1996): “The Second Punic War at Sea”,
en T. CORNELL, B. RANKOV, PH. SABIN (eds.),
The Second Punic War: A Reappraisal, Bulletin of
the Institute of Classical Studies Supplement 67,
London: 49-57.
REBUFFAT, R. (2008): “D’Honorius Augustodunensis
à Caton. L’épaisseur du rampart de Carthage”,
en J.M. CARDAU MORÓN, F. J. GONZÁLEZ
PONCE y A. L. CHÁVEZ REINO (coords.), Libyae
lustrare extrema. Realidad y literature en la visión
grecorromana de África, Homenaje al prof. Jehan
Desanges, Sevilla: 145-155.
REDDÉ, M. y VON SCHNURBEIN, S. (1995): Fouilles
et recherches nouvelles sur les travaux de César devant
Alésia (1991-1994), Bericht der Rómisch-Germamischen Kommission, 76.
REDDÉ, M. y VON SCHNURBEIN, S. (2001): Alésia.
Fouilles et recherches franco-allemandes su les travaux
militaires romaines autour du Mont-Auxois (19911997). T. 2: Le matériel, Mémoires de l›Académie
des Inscriptions et Belles Lettres, De Boccard,
Paris.
REEVES, M.B. (2011): “Civil War Battlefield Archaeology. Examining and interpreting the debris of
battle”, en C.R. GEIER; L.E. BABITS; D.D. SCOTT;
D.G. ORR (eds.), Historical Archaeology of Military
Sites. Method and Topic, Texas Univ. Press., Texas:
87-98.
REIFFERSCHEID, A. (1971): Praeter Caesarum libros
reliquiae, [Leipzig, 1860], Hildesheim.
REIG SEGUI, C. (2000): “El armamento de la necrópolis ibérica de La Serreta de Alcoi (Alicante,
España)”. Gladius, 20: 75-117.
RAAFLAUB, K. A. (ed., 2007): War and peace in the
ancent world. Blackwell Publishing, Oxford.
RACKHAM, H. (1942): Pliny the Elder’s Naturalis
Historia, t. II, ed. Loeb, Harvard.
RAKOB, F. (1979): “Numidische Königsarchitektur
in Nordafrika”, en H.G. HORN & CH. RÜGER
(eds.), Die Numider, Köln/Bonn: 119-171.
RAKOB, F. (1990): Karthago 1, Deutsches Archäologisches Institut, Mainz.
RAKOB, F. (2002): “Cartago. La topografía de la ciudad púnica. Nuevas investigaciones”, en M. VEGAS (ed), Cartago fenicio-púnica: las excavaciones
alemanas en Cartago 1975-1997, Barcelona: 15-46.
RAMALLO, S. F. (2001): “Sistemas, diseños y motivos
en los mosaicos romanos de Cartago Nova: a propósito de los pavimentos de la calle del Duque”,
en E. RUIZ VALDERAS (coord.), La casa romana
en Cartago Nova. Arquitectura privada y programas
decorativos, Murcia: 169-209.
RAMALLO, S. F. (2011): Carthago Nova: puerto mediterráneo de Hispania, Fundación Cajamurcia,
Murcia.
RAMALLO, S. F. y ARANA, R. (1987): Canteras romanas de Carthago Nova y alrededores (Hispania
Citerior), Editum, Murcia.
RAMALLO, S. F. y RUIZ VALDERAS, E. (1994): “Un
edículo republicano dedicado a Atargatis en
Cartago Nova”, Archivo Español de Arqueología,
67: 79-102.
RAMALLO, S. F. y RUIZ, E. (2009): “El diseño de una
gran ciudad del sureste de Iberia”, en S. HELAS
y D. MARZOLI (eds.), Phönizisches und punisches
Städtewesen, Iberia Archaeologica, Band 13, Mainz
am Rhein: 529-543.
RAMON TORRES, J. (1983): “Nuevas puntas de flechade bronce fenicio-púnicas halladas en Ibiza:
algunos materiales inéditos”, en Homenaje al
Profesor M. Almagro Basch, II, Madrid: 309-323.
RAMON TORRES, J. (1991): Las ánforas púnicas de
Ibiza, Treballs del Museu Arqueològic d’Eivissa i
Formentera, 63, Ibiza.
RAMON TORRES, J. (1993): “Un barrio industrial de
la ciudad púnica de Ibiza: el taller AE-20”, Cuadernos de Prehistoria y Arqueología Castellonenses,
15: 247-285.
RAMON TORRES, J. (1994): El pozo púnico del “Hort
d’En Xim (Eivissa), Treballs del Museu Arqueològic d’Eivissa i Formentera, 32, Ibiza.
RAMON TORRES, J. (1995): Las ánforas fenicio-púnicas
del mediterráneo central y occidental, Col.lecció Instrumenta 2, Universitat de Barcelona, Barcelona.
RAMON TORRES, J. (1997): FE-13. Un taller alfarero de
época púnica en “Ses Figueretes” (Eivissa), Treballs
del Museu Arqueològic d’Eivissa i Formentera,
39, Ibiza.
RAMON TORRES, J. (1998): “La facies cerámica de
importación en Eivissa durante el siglo -III”, en
Les fàcies ceràmiques d’importació a la costa ibèrica,
678
Bibliografía
ROBINSON, D.M. (1941): Excavations at Olynthus. Part
X: Metal and Minor Miscellaneous Finds. Oxford.
ROBINSON, A. H.; SALE, R. D.; MORRISON, J. L.
y MUEHRCKE, P. C. (1987): Elementos de Cartografía, Ediciones Omega, Barcelona.
RODDAZ, J.M. (1998): «Les Scipions et l’Hispanie»,
Revue des Études Anciennes 100, 1-2: 341-358.
RODRÍGUEZ, A. (2012): La cerámica en un contexto
campamental y bélico. El conjunto anfórico del Cerro
de las Albahacas, Memoria para la obtención del
DEA, Universidad de Jaén, inédito.
RODRÍGUEZ ADRADOS, F. (1950): “Las rivalidades
de las tribus del NE español y la conquista romana”, Estudios Menéndez Pidal, I: 563-585.
RODRÍGUEZ-ARIZA, M.O. (1992): Las relaciones
hombre-vegetación en el Sureste de la Península
Ibérica durante las Edades del Cobre y Bronce a
partir del análisis antracológico de siete yacimientos
arqueológicos, Tesis doctoral, Departamento de
Prehistoria y Arqueología, Facultad de Filosofía
y Letras, Universidad de Granada.
RODRÍGUEZ-ARIZA, M.O. (2005): Análisis antracológico del Cerro de Montecristo (Adra, Almería).
Informe inédito.
RODRÍGUEZ-ARIZA, M.O. (2007): Análisis antracológico de la habitación ibérica (E54) de Alarcos
(Ciudad Real). Informe inédito.
RODRÍGUEZ-ARIZA, M.O. (2011): “Evolución y uso
de la vegetación durante la Prehistoria en el Alto
Guadalquivir”, Menga: Revista de Prehistoria de
Andalucía, 2: 35-58.
RODRÍGUEZ-ARIZA, M.O.; AGUAYO, P. y MORENO, F. (1992): “The environment in the Ronda
Basin (Malága, Spain) based on an anthracological study of Old Ronda”, Societé Botanique de
France 139, Actualites botaniques, 2/3/4: 715-725.
RODRÍGUEZ-ARIZA, M.O y RUIZ, V. (1993): “Acción
antrópica sobre el medio natural en el Sureste
de Andalucía durante la Prehistoria Reciente y
Época Romana”, Investigaciones arqueológicas en
Andalucía 1985-1992 (Proyectos), Consejería de
Cultura y Medio Ambiente de la Junta de Andalucía, Huelva: 417-428.
RODRÍGUEZ-ARIZA, M.O. y MONTES, E. (2005):
“On the Origin and domestication of Olea europaea L. (olive) in Andalucia, Spain, based on
the biogeographical distribution of its finds”,
Vegetation History and Archaeobotany, 15: 551-561.
RODRÍGUEZ-ARIZA, M.O. y MONTES, E. (2010):
“Paisaje y gestión de los recursos vegetales en
el yacimiento romano de Gabia (Granada) a
través de la Arqueobotánica”, Archivo Español de
Arqueología, 83: 85-107.
RODRÍGUEZ COLMENERO, A. y VEGA, T. (1996):
“Equipamiento militar del campamento romano
de Aquae Querquennae (Portoquintela, Ourense,
España)”, JRMES, 7: 21-36.
REINACH, A.J. (1907): “L‘origine du pilum“, Revue
Archéologique, 1-2: 243-252,425-435.
RIBERA LACOMBA, A. (1995): “La primera evidencia
arqueológica de la destrucción de Valentia por
Pompeyo”, Journal of Roman Archaeology, 8: 19-40.
RIBERA, A. y TSANTINI, E. (2009): “Las ánforas del
mundo ibérico”, en D. BERNAL y A. RIBERA
(eds.), Cerámicas hispanorromanas. Un estado de la
cuestión, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz, Cádiz: 617-633.
RICH, J. (2005): “Valerius Antias and the construction
of the Roman past”, Bulletin of the Institute of
Classical Studies, 48: 137-161.
RICHARDSON, T. (1998): “The ballistics of the sling”,
Royal Armouries Yearbook, 3: 44-49.
RICHARDSON, J. S. (1986): Hispaniae, Spain and the
development of Roman imperialism, 218-82 BC, Cambridge University Press, Cambridge.
RICHARDSON, J. S. (2004): Hispaniae: Spain and the
Development of Roman Imperialism, 218-82 BC,
Cambridge University Press, Cambridge (en
línea: http://books.google.es/books?id=rCXVeXrRrHAC).
RICO, C. (1996): “Sur les traces d’Hannibal dans les
Pyrenees: une nouvelle approche”, Itaca, 9-11:
111-119.
RIHLL, T. (2009): “Lead slingshot (glandes)”, Journal
of Roman Archaeology, 22: 147-169.
RIPOLLÉS ALEGRE, P.P. (1982): La circulación monetaria en la tarraconense mediterránea, SIP, Serie de
Trabajos Varios, 77, Valencia.
RIPOLLÉS ALEGRE, P.P. (1984): “Los hallazgos de
moneda romano-republicana en la Tarraconenses
Mediterránea y las Baleares”, Itaca, 17: 91-126.
RIPOLLÉS ALEGRE, P.P. (1999): “De nuevo sobre la
localización de Ikale(n)sken”, en M.A.VALERO
(ed.), 1as Jornadas de Arqueología Ibérica en CastillaLa Mancha, Toledo: 145-168.
RIPOLLÈS ALEGRE, P. P. (2008): “The X4 Hoard
(Spain): Unveiling the Presence of Greek Coins
during the Second Punic War”, Israel Numismatic
Research, 3: 51-64.
RIPOLLÉS, P.P. y ABASCAL, J.M. (1998): “Varia Metallica, II: anàlisis de monedes antigues”, Acta
Numismatica, 28: 33-52.
RIPOLLÈS, P.P. y LLORENS, Mª. M. (Eds.) (2002):
Arse-Saguntum. Historia monetaria de la ciudad y
de su territorio, Bancaja, Sagunto.
RÍSQUEZ, C.; RUEDA, C. y GARCÍA, Mª A. (2013):
Un Plan Director para el santuario ibero de la Cueva
de la Lobera (Castellar, Jaén), Textos CAAI, nº 4,
Universidad de Jaén.
RIVERA, D. y OBÓN, C. (1991): La guía de INCAFO de
las plantas útiles y venenosas de la Península Ibérica
y Baleares (excluidas medicinales), Incafo, Madrid.
RIVERO GRACIA, M.P. (2006): Imperator Populi
Romani. Una aproximación al poder republicano,
Institución Fernando el Católico, Zaragoza.
679
Bibliografía
RODRÍGUEZ MORALES, J.; FERNÁNDEZ MONTORO, J.L. y SÁNCHEZ, J. (2012): “Los clavi caligarii
o tachuelas de cáliga. Elementos identificadores
de las calzadas romanas”. Lucentum, 31, 147-164.
ROLDÁN, J.M. (1975): Itineraria Hispana, Madrid.
ROLDÁN, J.M. (1978): “Cartago y Roma en la Península Ibérica”, en J.M. BLÁZQUEZ et al. (eds.),
Historia de España Antigua. Hispania Romana,
Madrid: 15-49.
ROLDÁN, J.M. (1981): Historia de Roma. I. La República
Romana, Catedra, Madrid.
ROLDÁN, J.M. (1997): “Romanos y cartagineses en la
Península Ibérica. La Segunda Guerra Púnica”,
en La guerra en la Antigüedad. Una aproximación
al origen de los ejércitos en Hispania (cat. expos.),
Madrid: 271-279.
ROLDÁN, J.M. (2001): “Conquista e integración
administrativa”. J.M. Roldán, F. Wulff, Citerior
y Ulterior. Las provincias romanas de Hispania en la
era republicana. Historia de España, Vol. III. Madrid,
Istmo: 17-348.
ROLDÁN, L.; BENDALA, M.; BLÁNQUEZ, J. y MARTÍNEZ, S. (2006): Estudio histórico-arqueológico de
la ciudad de Carteia (San Roque, Cádiz) 1994-1998,
Madrid.
ROLDÁN GÓMEZ, L.; BENDALA GALÁN, M.;
BLÁNQUEZ PÉREZ, J. y MARTÍNEZ LILLO, S.
(dirs.): Estudio histórico-arqueológico de la ciudad de
Carteia (San Roque, Cádiz) 1994-1999, vol. I, Sevilla.
ROLDÁN HERVÁS, J. M. y WULFF ALONSO, F.
(2001): Historia de España Antigua. Citerior y
Ulterior. Las provincias romanas de Hispania en era
republicana, Istmo, Madrid.
ROMÁN PULIDO, T. (1914): “Apuntes para la historia de Mentesa Oretana, II”, Don Lope de Sosa,
16: 117-120.
ROMÁN PULIDO, T. (1915): “Apuntes para la historia
de Mentesa Oretana, III”, Don Lope de Sosa, 25: 14.
ROMEO, F. y GARAY, J.I. (1995): “El asedio y toma
de Sagunto según Tito Livio XXI. Comentarios
sobre aspectos técnicos y estratégicos”, Gerión,
13: 241-274.
ROMERO, Mª V. (1989): “Las lucernas republicanas
de los campamentos de Numancia”, Boletín del
Seminario de Estudios de Arte y Arqueología de la
Universidad de Valladolid, LV: 257-290.
ROMERO DE TORRES, E. (1916, inéd.): Catálogo
Monumental y Artístico de la provincia de Jaén.
Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes.
ROMEROSA, A. (2011): “Evaluación de muestras de
pastas cerámicas fenicias de Villaricos mediante
difracción de Rayos X de polvo en capilar”, Baria I. Excavaciones Arqueológicas en Villaricos.
La Excavación de urgencia de 1987, Almería:
151-155.
ROS SALA, M. M. (2005): “La Punta de los Gavilanes
en el contexto histórico de Mazarrón”, en Carlan-
tum. Jornadas de estudio sobre Mazarrón, Universidad Popular de Mazarrón: 43-70.
ROSSER, P.; ELAYI, J. y PÉREZ, J. M. (2003): El Cerro
de las Balsas y El Chinchorro: una aproximación a la
arqueología del poblamiento prehistórico e ibérico de la
Albufereta de Alicante, LQNT, nº Extra 2, Alicante.
ROSSER, P.; FUENTES, C. (coords.) (2007): El yacimiento arqueológico del Tossal de les Basses. Seis mil
años de historia de Alicante, Patronato Municipal
de Cultura, Alacant.
ROSSER, P.; ORTEGA, J.R.; ESQUEMBRE, M.A.;
MOLINA, F. y MOLTÓ, J. (2008): “El yacimiento
del Tossal de les Basses (Albufereta, Alicante) y
el hallazgo de una terracota de barco”, en M. A.
ESQUEMBRE y J.R. ORTEGA (coords.), Surcando
el tiempo. Un barco de terracota de época ibérica (Tossal
de les Basses, Alicante), Alicante: 13-35.
ROSSI, A. (2004): “Parallel Lives: Hannibal and Scipio
in Livy’s Third Decade”, Transactions of the American Philological Association, 134: 359-381.
RÖSSLER, M. (2002): “Los paisajes culturales y la
Convención del Patrimonio Mundial Cultural
y Natural: resultados de reuniones temáticas
previas”, en E. MÚJICA (ed.), Paisajes culturales
en los Andes: memoria narrativa, casos de estudio,
conclusiones y recomendaciones de la Reunión de
expertos, Arequipa y Chivay, Perú, mayo de 1998,
UNESCO, Lima: 49-57.
ROST, A. (2007): “Characteristics of Ancient Battlefields: Battle of Varus (9 AD)”, in D. SCOTT, L.
BABITS and CH. HAECKER (eds.), Fields of Conflict. Battlefield Archaeology from the Roman Empire
to the Korean War, Volume 1, Searching for War in the
Ancient and Early Modern World, Westport: 50-57.
ROST, A. (2008): “Conditions for the preservation
of Roman military equipment on battlefieldsthe example of Kalkriese”, 15th Roman Military
Equipment Conference, Budapest 2005 (= JRMES,
16): 219-224.
ROST, A. (2009a): “Alesia, Kalkriese, Litte Big Horn.
Das neue Forschungsgebiet der Schlachtfeldarchäologie“, En Varusschlacht im Osnabrüker land,
Philipp von Zabern, Mainz: 101-117.
ROST, A. (2009b): “Das Schlachtfeld von Kalriese.
Eine archäologische Quelle für die Konfliktforschung“, en 2000 Jahre Varusschlacht III. Konflikt,
Theiss Vrlg., Stuttgart: 68-76.
ROST, A. (2009c): “The battle between Romans and
Germans in Kalkriese: interpreting the archaeological remains from an ancient battlefield”, in A.
MORILLO, N. HANEL, E. MARTIN (eds.), Limes
XX, Roman Frontier Studies, Anejo de Gladius, 13:
1339-1345.
ROST, A. y WILBERS-ROST, S. (2010): “Weapons at
the battlefield of Kalkriese”, en F. QUESADA,
M. NAVARRO, F.C ADIOU (eds.), De armas,
de hombres y de dioses. El papel de las armas en la
680
Bibliografía
(Un caso de sociedad agrícola con estado)”, Arqueología Espacial, 4: 187-206.
RUIZ, A. y MOLINOS, M. (1987a): “Informe preliminar de la Campaña de excavación sistemática en
el Cerro de la Plaza de Armas de Puente Tablas,
Jaén”, Anuario Arqueológico de Andalucía 1985, II,
Junta de Andalucía, Sevilla: 345-351.
RUIZ, A. y MOLINOS, M. (1987b): “Excavación arqueológica sistemática en Puente Tablas, Jaen”,
Anuario Arqueológico de Andalucía 1986, II, Junta
de Andalucía, Sevilla: 401-407.
RUIZ, A. y MOLINOS, M. (1993): Los iberos. Análisis
arqueológico de un proceso histórico. Crítica. Barcelona.
RUIZ, A. y MOLINOS, M. (2007): Iberos en Jaén. Textos
CAAI Ibérica, 2. Servicio de Publicaciones de la
Universidad de Jaén. Jaén.
RUIZ, A. y MOLINOS, M. (en prensa): “Diacronía
corta/territorio extenso: Viaje al Tiempo de los
Iberos”, Seminario ibérico Paisagem, Arqueologia
e Monumentos, Museu Monográfico de Conimbriga, Conimbriga.
RUIZ, A., MOLINOS, M., GUTIÉRREZ, L.M. y BELLÓN, J.P. (2001): “El modelo político del pago
en el Alto Guadalquivir (s. IV-III a.n.e.)”, en A.
MARTÍN y R. PLANA (dir.), Territori polític i
territori rural durant l´edat del Ferro a la Mediterrània Occidental, Monografíes d´Ullastret, 2, Museu
d´Arqueologia de Catalunya, Ullastret: 11-22.
RUIZ, A.; MOLINOS, M. y SERRANO, J. L. (2012):
“El paisaje periurbano en los oppida iberos del
Alto Guadalquivir”, en M. C. BELARTE y R.
PLANA (Ed.), El paisatge periurbà a la Mediterrània occidental durantla protohistòria i l’antiguitat,
Documenta, 26, Institut Català d’Arqueologia
Clàssica: 215-230.
RUIZ, A. y RUEDA, C. (en prensa): “Los exvotos en
bronce de la colección Marsal: oppida y santuarios”, La Colección Marsal, Instituto de Patrimonio
Andaluz, Sevilla.
RUIZ, A.; RUEDA, C.; BELLÓN, J.P.; GÓMEZ, F.
(2013): “El factor ibero en la Batalla de Baecula:
los efectos colaterales de la guerra”, Cuadernos
de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de
Granada, 23: 199-225.
Ruiz, A.; RuedA, C. y MOLINOS, M. (2010): “Santuarios y territorios iberos en el Alto Guadalquivir (siglos IV a.n.e.-siglo I d.n.e.)”, en T. TORTOSA y S. CELESTINO (Eds.), Debate en torno a la
religiosidad protohistórica, Anejos de Archivo Español
de Arqueología LV, Madrid: 65-81.
RUIZ GIMÉNEZ, J (1879): Apuntes para la Historia de
la provincia de Jaén. Jaén.
RUIZ VALDERAS, E. (2004): “Cerámicas campanienses de Cartagena: el registro arqueológico y la
dinámica comercial”, en M. LECHUGA (coord.),
Scombraria. La Historia oculta bajo el mar, Murcia:
89-106.
conquista romana de la Península Ibérica (=Gladius,
XXX):117-136.
ROST, A. y WILBERS-ROST, S. (2012): Kalkriese 6.
Verteilung der Kleinfunde auf dem Oberesch in
Kalkriese. Kartierung und Interpretation der römischen Militaria unter Einbeziehung der Befunde,
Römisch-Germanische Forschungen, 70, Mainz.
ROUILLARD, P. (1979): Investigaciones sobre la muralla ibérica de Sagunto (Valencia), T.V. del SIP, 62,
Valencia.
ROVIRA, N. (2007): Agricultura y gestión de los recursos
vegetales en el Sureste de la Península Ibérica durante
la Prehistoria Reciente, Tesis Doctoral, Universitat
Pompeu Fabra, Institut Universitari d’Història
Jaume Vicens i Vives, Barcelona.
RUEDA, C. (2008): “Las imágenes de los santuarios
de Cástulo: los exvotos ibéricos en bronce de
Collado de los Jardines (Santa Elena) y Los Altos
del Sotillo (Castellar)”. Palaeohispánica 8: 55-87.
RUEDA, C. (2011): Territorio, culto e iconografía en
los santuarios iberos del Alto Guadalquivir (ss. IV
a.n.e.-I d.n.e.), Textos CAAI, nº 3, Universidad
de Jaén, Jaén.
RUEDA, C. (2013): “Ritos de paso de edad y ritos
nupciales en la religiosidad ibera: algunos casos
de estudio”, en C. RÍSQUEZ y C. RUEDA (eds.),
Santuarios Iberos: territorio, ritualidad y memoria.
Actas del Congreso El santuario de La Cueva de la
Lobera de Castellar. 1912-2012, Asociación para el
desarrollo rural de la Comarca de El Condado,
Jaén, 341-383.
RUEDA, C.; BELLÓN, J.P. y GÓMEZ, F. (2010): “Prospección arqueológica superficial al sur del santuario de Los Altos del Sotillo (Castellar, Jaén)”,
Anuario Arqueológico de Andalucía 2006. Junta de
Andalucía, Sevilla: 657-670.
RUIZ, A. (1978): “Los pueblos iberos del Alto Guadalquivir. Análisis de un proceso de transición”,
Cuadernos de Prehistoria de la Universidad de Granada, 3: 255-284.
RUIZ, A. (1982): “Jaén, desde los primeros pobladores
a la Era de Augusto”, Historia de Jaén, Diputación
Provincial, Jaén.
RUIZ, A. (2006): “De la muralla de Ibros al lobo de
Huelma: Jaén en la lenta construcción de una
identidad para los iberos”. En Arturo Ruiz, Alberto Sánchez y Juan Pedro Bellón (Editores): Los
archivos de la arqueología ibérica: una arqueología para
dos españas. Textos CAAI Ibérica. Universidad de
Jaén. Jaén: 87-100.
RUIZ, A.; MOLINOS, M.; LÓPEZ, J.; CRESPO, J.;
CHOCLÁN, C. y HORNOS, F. (1983): “El Horizonte Ibérico Antiguo del Cerro de la Coronilla
(Cazalilla, Jaén). Corte A-F.”, Cuadernos de prehistoria de la Universidad de Granada, 8: 251-300.
RUIZ, A. y MOLINOS, M. (1984): “Elementos para
un estudio del patrón de asentamiento en el Alto
Guadalquivir durante el horizonte Pleno Ibérico
681
Bibliografía
SABIN, P. (1996): “The mechanics of Battle in the
Second Punic War”. T. Cornell, B. Rankov, P.
Sabin (eds.), The Second Punic War, a reappraisal,
LondonInst. Of Classical Studies: 59-79.
SAINTY, J. y MARCHE, J. (2006): “Pointes de flèche en
fer forgé du Moyen Âge: recherche expérimentale
sur leur technique de fabrication”, Revue Archéologique de l’Est, 55: 323-338.
SALA SELLÉS, F.; GRAU MIRA, I.; OLCINA DOMÈNECH, M. y MOLTÓ POVEDA, J. (2004): “El
comerç d’àmfores en época protohistórica ibérica
a les terres de la Contestània”, en J. SANMARTÍ,
D. UGOLINI, J. RAMON y D. ASENSIO (Eds.),
La circulació d’àmfores al Mediterrani Occidental
durant la Protohistòria (segles VIII – III a.C.): aspectes quantitatius i anàlisi de continguts, Actes de
la II Reunió Internacional d’Arqueologia de Calafell,
Arqueomediterrània, 8, Barcelona: 229-251.
SALA SELLES, F.; BAYO FUENTES, S. y MORATALLA JAVEGA, J. (2013): “Dianium, Sertorio y los
piratas cilicios. Conquista y romanización de
la Contestania”, en A. ÁLVAREZ-OSSORIO, E.
FERRER, E. GARÍA (eds.), Piratería y seguridad
marítima en el Mediterráneo Antiguo, Spal Monografías, XVII, Sevilla: 187-210.
SALINAS DE FRÍAS, M. (2011): “Sobre la memoria
histórica en Roma: los Escipiones y la tradición
de los celtíberos”, Studia Historica. Historia Antigua, 29: 97-118.
SÁNCHEZ J.J. y SALAS, J. (1983): “Tipos de fíbulas
procedentes del campamento de Caceres el Viejo”, Homenaje al Profesor Martin Almagro Basch.
Vol. III, Ministerio de Cultura, Madrid: 387-397.
SÁNCHEZ MESEGUER, J. (1974): “Nuevas aportaciones al tema de las puntas ‘a barbillon’”, Cuadernos
de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de
Madrid, 1-4: 71-101.
SÁNCHEZ MORENO, E. y GÓMEZ PANTOJA, J. L.
(2013): Protohistoria y Antigüedad de la Península
Ibérica. Vol. II. La Iberia prerromana y la Romanidad,
Sílex, Madrid.
SÁNCHO ROYO, A. (1980): Apiano. Historia romana,
I. Traducción y notas, Gredos 34, Madrid.
SÁNCHEZ, A.; PARRAS, D.; MONTEJO, M. y RAMOS, N. (2008): “Análisis Físico-Químico en las
casas 6 y 7 del asentamiento ibérico de Puente
Tablas”, en S. ROVIRA LLORENS, M. GARCÍAHERAS, M. GENER MORET y I. MONTERO
RUIZ (Eds.), Actas del VII Congreso Ibérico de
Arqueometría, Madrid: 601-610.
SÁNCHEZ, A.; TUÑÓN, J.; MONTEJO-GÁMEZ,
M. y PARRAS-GUIJARRO, D. (2012): “Micro
Raman spectroscopy (MRS) and energy dispersive X-ray microfluorescence (µEDXRF) analysis
of pigments in the Iberian cemetery of Tutugi
(from the fourth to the third century BC, Galera,
Granada, Spain)”, Journal of Raman Spectroscopy,
43: 1788-1795.
RUIZ VALDERAS, E. (2008): “La cerámica de barniz
negro en el registro estratigráfico de Carthago
Nova: de la fundación bárquida a la conquista
romana”, en J. UROZ, J.M. NOGUERA y F.
COARELLI (Eds.), Iberia e Italia: modelos romanos
de integración territorial, Murcia: 669-686.
RUIZ VÉLEZ, I. (2007): “Las espuelas y la caballería en
la necrópolis de Villanueva de Teba (La Bureba,
Burgos)”, Boletín de la Institución Fernán González,
235: 311-336.
RUIZ ZAPATERO, G. (1983): Los Campos de Urnas del
Nordeste de la Península Ibérica, Tesis doctorales de
la Universidad Complutense de Madrid, Madrid.
RUIZ ZAPATERO, G. (1985): Los Campos de Urnas
del Nordeste de la Península Ibérica, Universidad
Complutense, Madrid.
RUIZ ZAPATERO, G. FERNÁNDEZ, V. (1984): “El
análisis de territorios arqueológicos. Una introducción crítica”, Arqueología Espacial, volumen
1: 55-72.
RUMPF, L. (2006): “Scipio und Hannibal vor Zama:
Beobachtungen zur Struktur historischer Urteile
und Vergleiche bei Livius und Polybios“, Hermes,
134: 159-180.
SÁEZ, R. (2006): Artillería y poliorcética en el mundo
grecorromano, Anejos de Gladius, CSIC, Madrid.
SÁEZ ABAD, R. (2005): Artillería y poliorcética en
el mundo grecorromano, Anejos de Gladius, 8,
Madrid.
SÁEZ ROMERO, A. M. (2006): “Aproximación a la
tipología de la cerámica común púnica-gadirita
de los ss. III-II”, SPAL, 14: 145-177.
SÁEZ ROMERO, A. M. (2008a): La producción cerámica
en Gadir en época tardopúnica (siglos -III/-I), 2 vols.,
BAR International Series, 1812, Oxford.
SÁEZ ROMERO, A. M. (2008b): “El sistema alfarerosalazonero de Gadir/Gades. Notas sobre sus procesos de transformación y adaptación en época
helenística”, Sagvtvm, 40: 141-160.
SÁEZ ROMERO, A. M. (2010): “La producción alfarera y la economía salazonera de Gadir: balance y
novedades”, Mainake, XXXII (II): 885-932.
SÁEZ ROMERO, A. M. (2011): “Alfarería en el extremo occidente fenicio. Del renacer tardoarcaico a
las transformaciones helenísticas”, en Yõserim:
La producción alfarera fenicio-púnica en occidente,
XXV Jornadas de Arqueología fenicio-púnica (Eivissa,
2010), Treballs del Museu Arqueològic d’Eivissa
i Formentera, 66, Ibiza: 49-106.
SÁEZ ROMERO, A. M.; DÍAZ RODRÍGUEZ, J. J. y
MONTERO FERNÁNDEZ, R. (2004): “Acerca de
un tipo de ánfora salazonera púnico-gadirita”,
Habis, 35: 109-133.
SÁEZ ROMERO, A. M. y DÍAZ RODRÍGUEZ, J. J.
(2007): “La producción de ánforas de tipo griego
y grecoitálico en Gadir y el área del Estrecho.
Cuestiones tipológicas y de contenido”, Zephyrus,
60: 195-208.
682
Bibliografía
SCOTT, D.; HAAG, L. (2009): “Listen to the Minié
Balls: Identifying Firearms in battlefield archaeology”, en D. SCOTT, L. BABITS, C. HAECKER
(eds.), Fields of conflict, Potomac books, Washington: 102-120.
SCOTT, D.D.; BABITS, L.; HAECKER, C. (Eds.) (2009):
Fields of Conflict. Battlefield archaeology from the
Roman Empire to the Korean War, Potomac Books,
Washington.
SCULLARD, H.H. (1930): Scipio Africanus and the
Second Punic War, Cambridge.
SCULLARD, H.H. (1951): Roman Politics 220-150 B.C.,
Oxford.
SCULLARD, H.H. (1970): Scipio Africanus: Soldier and
Politician, Thames & Hudson, Londres.
SCULLARD, H.H. (1980): A History of the Roman World
753-146 B. C. (cf. “Rome and Carthage: 212-229”),
4ª ed., Londres (reed. 2013: Hispania cf. 190-192
y 202-206) (y cf. sub CARY, M.).
SERDON, V. (2005): Armes du diable. Arcs et arbalètes
au Moyen Âge, Rennnes, Presses Univ.
SERRANO, J.L. (2004): Aurgi: estudio del municipio
romano desde la arqueología urbana de Jaén 19851995, Servicio de Publicaciones Universidad de
Jaén, Jaén.
SERRANO, J.L. y MOLINOS, M. (2011): ”La aristocracia ibérica ante la romanización. Ideología y
espacios funerarios en Marroquíes Bajos (Jaén)”,
Archivo Español de Arqueología, 84: 119-152.
SHEBANOVA, O. N. y LAZOR, P. (2003a): “Raman
Spectroscopic Study of Magnetite (FeFe2O4): A
New Assignment for the Vibrational Spectrum”,
Journal of Solid State Chemistry, 174: 424-430.
SHEBANOVA, O. N. y LAZOR, P. (2003b): “Raman
Study of Magnetite (Fe3O4): Laser-Induced Thermal Effects and Oxidation”, Journal of Raman
Spectroscopy, 34: 845-852.
SHORTT, H. de S. (1959): “A Provincial Roman spur
from Longstock, Hants, and Other Spurs from
Roman Britain”, Antiquaries Journal, 39: 61-76.
SIEVERS, S. (1997a): “Armes“, en P. ROUILLARD
(ed.), Antiquités de l’Espagne, Musee du Louvre,
Paris:58-67.
SIEVERS, S. (1997b): “Alesia und Osuna: Bemerkungen zur Normierung der Spätrepublikanischen
Bewaffnung und Ausrüstung“, en M. FEUGÈRE
(ed.), L‘équipement militaire et l‘armement de la
République, JRMES, 8: 271-276.
SIEVERS, S. (2001): “Les armes d’Alèsia”, en REDDÉ,
S. VON SCHNURBEIN (eds.), Alésia. Fouilles et recherches franco-allemandes sur les travaux militaires
romains autor du Mont-Auxois (1991-1997). T. 2 Le
matériel, De Boccard, París: 211-292.
SILLIÈRES, P. (1977): “Le «camino de Anibal». Itinéraire des gobelets de Vicarello, de Castulo à
Saetabis”, MCV, 13: 31-83 (en línea en Persée.fr).
SANCTIS, G. De (1967-1970): Storia dei Romani, (2a
ed.), t. III. 2, Florencia.
SANMARTÍ, J. (1978): La cerámica campaniense de
Emporion y Rhode, Institut de Prehistòria i Arqueologia de la Diputació Provincial de Barcelona,
Barcelona.
SANMARTÍ, J. (1981): “Las cerámicas de barniz negro y su función delimitadora de los horizontes
ibéricos tardíos (ss. III-I a.C.)”, en La Baja época
del Mundo Ibérico, Madrid: 163-179.
SANMARTÍ, E. (1985): “Las ánforas romanas del campamento numantino de Peña Redonda, Garay,
Soria”, Empuries, 47: 130-161.
SANMARTÍ, E. y PRINCIPAL, J. (1997): “Las cerámicas de importación itálicas e ibéricas procedentes de los campamentos numantinos”, Revista
d’Arqueologia de Ponent, 7: 35-75.
SANMARTÍ, J. y SANTACANA, J. (2005): Els ibers del
nord, Rafael Dalmau, Barcelona.
SANNIBALE, M. (1998): Le armi della collezione Gorga
nel Museo Nazionale Romano, L’Erma di Bretschneider, Roma.
SANTOS, N. (1989): “El paso de Aníbal por los Pirineos”, Memorias de Historia Antigua, 10: 125-140.
SANZ MÍNGUEZ, C. (1998): Los Vacceos: cultura y
ritos funerarios de un pueblo prerromano del valle
medio del Duero, Arqueología en Castilla y León,
Salamanca.
SCHEPENS, G. (1989): “Polybius on the Punic Wars.
The problem of objectivity in History”, en H.
DEVIJVER y E. LIPINSKI (Eds.), Punic Wars,
Studia Phoenicia, 10, Lovaina: 317-327.
SCHÜLE, W. (1969): Die Meseta-Kulturen der Iberischen
Halbinsel, 2 vols., Water de Gruyter, Berlin.
SCHULTEN, A. (1914): “Ilorci”, en P. W. KROLL (ed.),
Realencyclopädie der classischen Altertumswissenschaft, t. IX/1, col. 1089, Stuttgart.
SCHULTEN, A. (1927): Numantia III. Die Läger des
Scipio, München.
SCHULTEN, A. (1935): Fontes Hispaniae Antiquae, III.
Las guerras de 237-154 a de J.C., Librería A. Bosch,
Barcelona.
SCHULTEN, A. (1943): “Pilum“. R.E. Pauly-Wissowa,
Stutggart: 1333-1370.
SCHWARTE, K.H. (1983): „Der Ausbrück des zweiten
Kriege. Rechtsfrage und Überlieferung“, Historia
Einzelschriften (=Wiesbaden 1983), Heft 43.
SCHWEINGRUBER, F.H. (1990): Anatomie europäischer
Hölzer, Haupt, Bern und Stuttgart.
SCOTT, D. (2009): “Battlefield Archaeology: Some
New Insights into Custer’s Last Stand”, in H.
MELLER (ED.), Schlachtfeldarchäologie. Battlefieldarchaeology, Tagungen des Landesmuseums für
Vorgeschichte Halle, Bd. 2, Halle: 253–258.
SCOTT, D.D.; FOX, R.A.; CONNOR, M.A.; HARMON, D. (1989): Archaeological perspectives on
the battle of the Little Bighorn, Univ. of Oklahoma
Press, Norman.
683
Bibliografía
SILLIÈRES, P. (1982): “Une grande route romaine
menant à Carthagène: la voie Saltigi-Carthago
Nova”, Madrider Mitteilungen, 23: 247-257.
SILLIÈRES, P. (1990): Les voies de communication de
l’Hispanie méridionale, Publications du Centre
Pierre Paris, Paris.
SILLIÈRES, P. (2003): “Voies romaines et contrôle de
l´Hispanie à l’époque républicaine: l’exemple
de l’Espagne ultérieure”, en A. MORILLO, F.
CADIOU y D. HOURCADE (coords.), Defensa y
territorio en Hispania de los Escipiones a Augusto,
Universidad de León-Casa de Velázquez, Madrid: 25-40.
SIM, D. (1992): “The manufacture of disposable weapons for the Roman Army”, JRMES, 3: 105-119.
SIRET, L. (1906): Villaricos y Herrerías. Antigüedades
Púnicas, Romanas, Visigóticas y Arabes, Dirección
General de Bellas Artes y Archivos, Madrid.
SMITH, G. D. y CLARK, R. J. H. (2004): “Raman
Microscopy in Archaeological Science”, Journal
of Archaeological Science, 31: 1137-1160.
SNODGRASS, A.M. (1962-63): “The metalwork”,
en B.S.J. ISSERLIN et al. (eds.), Motya, a Phoenician-Punic site near Marsala, Annals of the Leeds
University Oriental Society, 4: 127-130.
SNODGRASS, A.M. (1964): Early Greek armour and
weapons. From the end of the Bronze Age to 600
B.C., American Anthropological Association,,
Edinburg.
SOLER DEL CAMPO, A. (1986): “Aportación al estudio del armamento medieval: un lote de piezas
fechadas entre los siglos X-XIII”, en Actas del I
Congreso de Arqueología Medieval Española, Huesca
(1985): 313-329.
SOUSA, E. (2009): “A cerâmica de tipo Kuass no
Algarve: os casos de Castro Marim e Faro”, Cadernos da UNIARQ 4, Centro de Arqueologia da
Universidade de Lisboa, Lisboa.
SPIVEY, N. (1997): Etruscan Art, Thames and Hudson,
London.
STARY, P.F. (1981): Zur Eisenzeitlichen Bewaffnung
und Kampfesweise in Mittelitalien (ca. 9 bis 6 Jh. v,
Chr.), 2 vols., Marburger Studien zur vor-und
frügeschichte, 3.
STEPHENSON, M. (2013): The last full measure. How
soldiers die in battle¸ Duckworth, London.
STIEBEL, G. y MAGNESS, J. (2007): The military equipment from Masada. Masada, VIII, Israel Exploration
Society, Jerusalem: 1-94.
STRZELECKI, L. (1935): De Naeviano Belli Punici carmine quaestiones selectae, Polska Akad, Krakow.
STYLOW. A.U. (1990): “Lápidas romanas de Santo
Tomé (Jaén)”, Gerion, 8: 273-285.
STYLOW, A. U. y GIMENO, H. (2004): “Emil Hübner”, Pioneros de la Arqueología en España, Zona
Arqueológica, 3: 333-340.
SUMNER, GV. (1968): “Roman Policy in Spain before
the Hannibalic War”, Harvard Studies in Classical
Philology 72: 205-246.
TARRADELL-FONT, N. (2003-2004): “Les monedes
del Castellet de Banyoles de Tivissa (Ribera
d’Ebre, Catalunya). Noves troballes de les excavacions 1998-1999 i revisió de les anteriors”,
Fonaments, 10/11: 245-317.
TERRAY, E. (1969): Le Marxisme devant les sociétés «Primitive?’: deux etudes, Ed. Francois Maspero, Paris.
THIEL, J.H. (1954): A History of Roman Sea-Power before
the Second Punic War, North-Holland Publishing
Company, Amsterdam.
THORDEMAN, B. (1939, reimpr. 2001): Armour from
the battle of Wisby (1361), Chivalry Bookshelf,
Stockholm.
THORNE, J. (2007): “Battle, Tactis, and the Emergence
of the Limites in the West”, en P. ERDKAMP (Ed.),
A Companion to the Roman Army, Oxford: 218-234.
THOUVENOT, R. (1973): Essai sur la province romaine
de Bétique (lª ed., 1940), De Boccard, París.
TIPPS, G.K. (1991): “The Rogum Scipionis and Gnaeus
Scipio’s Last Stand”, The Classical World, 85.2:
81-90.
TOMASINI, E. P.; HALAC, E.-B.; REINOSO, M.;
DI LISCIA, E. J. y MAIER, M. S. (2012): “Micro-Raman spectroscopy of carbon-based black
pigments”, Journal of Raman Spectroscopy, 43:
1671-1675.
TORELLI, M. (ed.) (2000): The Etruscans. Catálogo de
la Exposición de Venecia (2000-2001), Bompiani,
Veneci.
TORREGARAY PAGOLA, E. (1998): La elaboración de la
tradición sobre los Cornelii Scipiones: Pasado histórico
y conformación simbólica, Institución Fernando el
Católico, Zaragoza.
TORRES, C.; GUTIÉRREZ, L. Mª; GARRIDO, Mª.
S.; RUEDA, C.; DÍAZ, Mª. J. (2001): “El oppidum
ibérico Cerro Torrejón: aplicación del GPS como
apoyo al muestreo arqueológico”, IV Congreso
Nacional de Arqueometría, Valencia.
TORRES, C. y GUTIÉRREZ, L. Mª (2004): “Poblamiento ibérico Tardío en la provincia de Jaén.
Dos casos de estudio: el Arroyo Salado de Los
Villares y los Castilletes de Sierra Morena”. En P.
MORET y T. CHAPA (eds.): Torres, atalayas y casas
fortificadas (s. III a. de C.- s. I d. de C). Universidad
de Jaén: 133-144.
TOVAR, A. (1989): lberische Landeskunde. II.3: Tarraconensis, Baden-Baden.
TOYNBEE, A.J. (1965): Hannibal´s Legacy. The Hannibalic War´s Effects on Roman Life II, Oxford
University Press, Oxford.
TRÄNKLE, H. (1977): Livius und Polybius, Schwabe,
Basilea.
684
Bibliografía
VANDENABEELE, P.; EDWARDS, H.G.M. y MOENS,
L. (2007): “A decade of Raman spectroscopy in Art
and Archaeology”, Chemical Reviews, 107: 675-683.
VAN LEUSEN, P. M. (1999): “Line-of sight and cost
surface analysis using GIS”, en J. A. BARCELÓ,
I. BRIZ Y A. VILA (Eds.), New Techniques for
Old Times: Computer Applicattions in Archaeology
(1998), BAR Int. Series 757, Oxford: 215-223.
VAN LEUSEN, P. M. (2000): Pattern to process: Methodological investigations into the formation and interpretation of spatial patterns in archaeological landscapes,
tesis doctoral, Universidad de Leiden, Leiden.
VARUSSCHLACHT (2009): 2000 Jahre Varusschlacht.
Imperium, Konrad Theiss Vlg., Stuttgart.
VASSAL, V. (2006): Les pavements d’opus signinum.
Technique, décor, fonction architecturale, BAR I.S.,
1472, Oxford.
VÉLEZ, J. y PÉREZ AVILÉS, J. (2009): «El bastiónalmacén del Cerro de las Cabezas, Valdepeñas”,
en R. GARCÍA HUERTA, D. RODRÍGUEZ
GONZÁLEZ (Eds.), Sistemas de almacenamiento
entre los pueblos prerromanos peninsulares, UCLM,
Cuenca: 241-256.
VERNET, J.L.; OGEREAU, P.; FIGUEIRAL, I.;
MACHADO, C. y UZQUIANO, P. (2001): Guide
d’identification des charbons de bois préhistoriques
et récents. Sud-Ouest de l’Europe: France, Péninsule
Ibérique et Îles Canaries, C.N.R.S. ed., Paris.
VIAND, A.; PERNET, L. y DELESTREE, L.P. (2008):
“L’armement d’époque césarienne à Ribemontsur-Ancre (Somme)”, en M. POUX (ed.), Sur les
traces de César, Actes Table Ronde (=Bribacte 14):
63-92.
VICENTE REDON, J.D.; PUNTER, M.P. y EZQUERRA, B. (1997): “La catapulta tardo-republicana
y otro equipamiento militar de ‘La Caridad’
(Caminreal, Teruel)”, en M. FEUGÈRE (ed),
L’équipement militaire et l’armement de la République,
JRMES, 8: 167-199.
VIDAL NAQUET, P. (2006): Il cacciatore nero. Forme
di pensiero e forme di articolazione sociale nel mondo
greco antico, Feltrinelli Editore, Milano.
VILASECA, S. y SERRA RAFOLS, J. de C.; BRULL,
L. (1949): “Excavaciones del plan nacional en
el Castellet de Bañoles de Tivissa (Tarragona)”,
Informes y Memorias, 20, Madrid.
VILLAR, F. (2000): Indoeuropeos y no indoeuropeos en
la Hispania prerromana, Estudios filológicos 277,
Universidad de Salamanca.
VILLARONGA, L. (1973): Las monedas hispanocartaginesas, Círculo Filatélico y Numismático,
Barcelona.
VILLARONGA, L. (1983): “Diez años de novedades
en la numismática hispano-cartaginesa 19731983”, Suppl. Rivista di Studi Fenici, XI: 57-73.
VILLARONGA, L. (1983): “Necesidades financieras
de la Segunda Guerra Púnica”. Nummus, 4-6:
119-154.
TREZINY, H. (1986): “Les techniques grecques de
fortification et leur diffusion à la périphérie du
monde grec d’Occident”, en La fortification et sa
place dans l’histoire politique, culturelle et sociale du
monde grec, Valbonne : 185-200.
TREZINY, H. (1992): “Imitations, emprunts, détournements: sur quelques problèmes d’architecture et
d’urbanisme en Gaule méridionale”, en Marseille
grecque et la Gaule, Actes du Colloque International
d’Histoire et d’Archeologie du 5e Congrès Archéologique de Gaule Méridionale, Marseille : 337-349.
TUPET, A.M. (1970): “Didon magicienne”, REL, XLVIII: 229-258.
TWYMAN, B.L. (1987): “Polybius and the Annalists
on the Outbreak and Early Years of the Second
Punic War”, Athenaeum, 65: 67-80.
ULBERT, G. (1979): “Das Schwert und die eisernen Wurfgechosspitzen aus dem Grab von Es
Soumâa“, en H.HORN, C. RÜGER (eds.), Die
Numider, Colonia: 333-338.
ULBERT, G. (1984): Cáceres el Viejo. Ein spätrepublikanisches Legionsläger in Spanisch-Extremadura,
Madrider Beiträge, 11, Mainz am Rheim.
ULBERT, G. (1984): Cáceres el Viejo, ein spätrepublikanisches Legionslager in Spanisch-Extremadura,
Deutsches Archäologisches Institut, Mainz.
ULUBEY, A.; FAZLIOGLU, I. y ERDOGU, B. (2008):
“Pigment Identification in Hellenistic Ceramics
from the Tuz Gölü Region of Central Anatolia
by Confocal Raman Spectroscopy“, Ceramics Silikáty, 52: 201-204.
UNZUETA, M. y OCHARÁN, J.A. (2006/2009): “El
campo de batalla de Andagoste (Álava)”, en Mª.
P. GARCÍA-BELLIDO (coord.), Los campamentos
romanos en Hispania (27 aC.-192 dC.). El abastecimiento de moneda, Anejos de Gladius, 9. Vol. II.:
473-491.
URSO, G.P. (1994): “Il concetto di ´alienigena´ nella
guerra annibalica”, in M. SORDI (ed.), Emigrazione e immigrazione nel mondo antico, CISA XX, a
cura di M. Sordi, Milano: 223-236.
VACANO, O.W. von (1975):“Der Tempelgiebel con
Telamon“, Mitteilungen des Deutschen Archaologischen Instituts (Römische Abteilung), 82: 217-256.
VACANTI, C. (2012): Guerra per la Sicilia e Guerra della
Sicilia. Il ruolo delle città siciliane nel primo conflitto
romano-punico, Jovene Editore, Napoli.
VALERO CAMBRONERO, E. y MARTÍNEZ
HAHNMÜLLER, V. (2010): “Actividad arqueológica preventiva realizada en ‘C/ Central s/n’
sector 9 de Villaricos (Cuevas del Almanzora,
Almería)”, Anuario Arqueológico de Andalucía,
2006: 74-81.
VAN DRIEL-MURRAY, C. (1986): “Leatherwork in
the Roman Army. Part II“, Exercitus, 2.2: 23-27.
VAN DER MERSCH, C. (1994): Vins et amphores de
Grande Gréce et de Sicile. IV-III ss. avant J.-C., Centre
Jean Bérard, Études I, Naples.
685
Bibliografía
VILLARONGA, L. (1993): Tresors monetaris de la Península Ibèrica anteriors a August: repertori i anàlisi,
Asociación Numismática Española-Societat Catalana d’Estudis Numismàtics, Barcelona.
VILLARONGA, L. (1998): Les dracmes ibèriques i llurs
divisors, Societat Catalana d’Estudis Numismàtics, Barcelona.
VITA FINZI, S. y HIGGS, E. (1970): “Prehistoric Economy in the Mount Carmel Area of Palestine; Site
Catchment Analysis”, Proceedings of the Prehistoric
Society, XXXVI: 1-37.
VIVES ESCUDERO, A. (1917): Estudio de Arqueología
Cartaginesa. La necrópolis de Ibiza, Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas,
Madrid.
VOGEL- WEIDEMANN, U. (1989): “Carthago delenda est: aitia and prophasis”, Acta Classica, XXXII:
79-95.
VÖLLING, T. (1990): “Funditores im römischen
Heer”, Saalburg-Jahrbuch, 45: 24-58.
VÖLLING, T. (1997): “Römische Militaria in Griechenland: ein Überblick“, en M. FEUGÈRE (ed.),
L‘équipement militaire et l‘armement de la République,
JRMES 8: 91-103.
VON ALBRECHT, M. (1997): A History of Roman
Literature from Livius Andronicus to Boethius with
Special Regard to its Influence on World Literature.
Vol.I, Brill, Leiden.
VON HAASE, W.: “‘Si vis pacem para bellum’. Zur
Beurteilung militärischer Starke in der römischen
Kaiserzeit”, in Limes, Akten des XI Internationalen
Limeskongresses, Budapest.
VV.AA. (1989): Punic Wars. Proceedings of the conference held in Antwerp 23-26 November 1988, edd.
H. Devijver y E. Lipinski, Studia Phoenicia X
y Orientalia Lovaniensia Analecta 33, Lovaina.
VV.AA. (1991): Fortificacions, la problemàtica de I’Ibèric
Ple (segles IVIII a.C.), Simposi Internacional
d´Arqueologia Ibèrica (Manresa, 6-7-8 i 9 de
desembre del 1990), Centre d´Estudis del Bages–Societat Catalana d´Arqueologia, Manresa.
VV.AA. (1996): The Second Punic War. A Reappraisal,
edd. T. Cornell, B. Rankov y Ph. Sabin, Institute
of Classical Studies, School of Advanced Study,
Universidad de Londres.
VVAA. (2004): Xàbia. Arqueología y Museo,Museos
Municipales en el MARQ, MARQ, Alicante.
VV.AA. (2011): A Companion to the Punic Wars, D.
HOYOS (ed.), ser. Blackwell Companions to
the Ancient World, Wiley-Blackwell, Oxford
(índice en línea: http://onlinelibrary.wiley.com/
doi/10.1002/9781444393712.index/pdf).
WALBANK, F.W. (1957): A Historical commentary on
Polybius. Vol.I, Clarendon Press, Oxford.
WALBANK, F.W. (1962): “Polemic in Polybius”, Journal of Roman Studies, 52: 1-12.
WALBANK, F.W. (1967): A Historical commentary on
Polybius. Vol. II, Clarendon Press, Oxford.
WALBANK, F. W. (1982): A Historical commentary on
Polybius, vol. II, Oxford University Press, Oxford.
WEISSENBORN, W. y MÜLLER, H.J. (1895): Titi Livi
Ab Urbe condita libri, t. 5 (libros XXXIV-XXVI),
reed. Dublín-Zürich, 1968.
WEISSENBORN, W. y MÜLLER, H.J. (1895): Titi Livi
Ab Urbe condita libri, t. 5 (libros XXXIV-XXVI),
reed. Dublín-Zürich 1968.
WELWEI, K.W. (1989): “Zum metus Punicus in Rom
um 150 v. Chr.”, Hermes, CXVII: 314-320.
WIEGELS, R. (ed.) (2000): Die Fundmünzen von
Kalkriese und die frühkaiserzeitliche Münzprägung,
Akten des wissenschaftlichen Symposions in
Kalkriese, 15.-16 April 1999, Osnabrücker Forschungen zu Altertum und Antike-Rezeption 3,
Möhnesee.
WIEGELS, R. (ed.) (2007): Die Varusschlacht. Wendepunkt der Geschichte?, K. Theiss Vlg., Stuttgart.
WILBERS-ROST et al. (2007): Kalkriese 3. Interdisziplinäre Untersuchungen auf dem Oberesch in
Kalkriese. Archäologische Befunde und naturwissenschaftliche Begleituntersuchungen, Römisch-Germanische Forschungen 65, Mainz.
WILBERS-ROST, S. (2007): “Die archäologischen
Befunde”, in WILBERS-ROST et al. (eds.),
Kalkriese 3. Interdisziplinäre Untersuchungen auf
dem Oberesch in Kalkriese. Archäologische Befunde
und naturwissenschaftliche Begleituntersuchungen,
Römisch-Germanische Forschungen 65, Mainz:
1-107.
WILBERS-ROST, S. (2009): “The site of the Varus Battle
at Kalkriese. Recent results from archaeological
research”, in A. MORILLO, N. HANEL, E. MARTIN (eds.), Limes XX, Roman Frontier Studies, Anejo
de Gladius 13, Madrid:1347-1352.
WILBERS-ROST, S. y ROST, A. (2009): “Bones and
equipment of horses and mules on the ancient
battlefield of Kalkriese, Northern Germany”, in
A. BLIUJIENE (ed.), The horse and man in European
Antiquity (worldview, burial rites, and military and
everyday life), Archaeologia Baltica 11, Klaipeda:
220-228.
WILSON, A. (1998): “Water supply in ancient Carthague”, en Carthage Papers. The early colony’s
economy, water supply, a public bath, and the mobilization of state olive oil, J.R.A., Supplementary Series
number, 28: 65-68.
WINKLER, G. y KÖNIG, R. (1979): Plinius der Ältere.
Leben und Werk eines antiken Naturforschers etc.,
Artemis & Winkler Verlag, Múnich.
WINKLER, G. y KÖNIG, R. (1988): Plinius der Altere.
Naturalis Historia (Text und Fragmente der verlorenen Werke), ed. Tusculum (1973 ss.), Munich.
WISEMAN, T.P. (2007): “The Prehistory of Roman
Historiography”, en J. MARINCOLA (ed.), A
Companion to Greek and Roman Historiography. Vol.
I, Oxford: 67-75.
686
Bibliografía
ZIEMANN, M. A. (2006): “In situ micro-Raman
spectrocopy on minerals on-site in the Grotto Hall
of the New Palace, Park Sanssouci, in Potsdam”,
Journal of Raman Spectroscopy, 37: 1019-1025.
ZOHARY, D. y HOPF, M. (2004): Domestication of
plants in the Old Wold, Clarendon Press. 3rd Edition, Oxford.
ZOIDO, F. (2004), “El paisaje patrimonio público y
recurso para la mejora de la democracia”, PH
Boletín del Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico,
nº 50, Sevilla: 66-73.
ZOPPI, A.; CASTELLUCCI, E. M.; LOFRUMENTO,
C. y SCIAU, PH. (2008): “Al-for-Fe substitution
in hematite: the effect of low Al concentrations in
the Raman spectrum of Fe2O3”, Journal of Raman
Spectroscopy, 39: 40-46.
ZOZAYA STABEL-HANSEN, J. (1995): Alarcos. El fiel
de la balanza, Comunidad de Castilla-La Mancha,
Toledo.
WOLTERS, R. (2003): “Hermeneutik des Hinterhalts:
die antiken Berichte zur Varuskatastrophe und
der Fundplatz von Kalkriese”, Klio, 85: 131–170.
YELO TEMPLADO, A. (1977-1978): “Ilorci: ¿Una
población de la cuenca del Segura?”, Anales de
la Universidad de Murcia. Filosofía y Letras, XXXVI, 1/2: 151-162 (en línea: http://hdl.handle.
net/10201/21895).
ZANCAN, L. (1936): “Le cause della terza guerra
púnica”, en Atti dell´ Istituto Veneto di Scienze,
Lettere ed Arti, XV: 529-601.
ZECCHINI, G. (1995): “Polybios zwischen metus
hostilis und nova sapientia”, Tyche, 10: 219-232.
ZECCHINI, G. (1997): Il pensiero politico romano.
Dall’età arcaica alla tarda antichità, Carocci, Roma.
ZECCHINI, G. (2002): “Scipione in Spagna: Un approccio critico alla tradizione polibiano-liviana”,
en G. URSO (Ed.), Hispania terris omnibus felicior.
Premesse ed esiti di un processo di integrazione, Pisa:
87-103.
FUENTES CLÁSICAS1
APIANO Historia Romana. Traducción y notas de A.
Sancho Royo. Biblioteca Clásica Gredos. Madrid,
1980.
FRONTINO Stratagems. Traducción y notas de C.E.
Bennett. Loeb Classical Library, Cambridge Mass.
–London, 1980.
LIVIO Historia de Roma desde su fundación. Traducción
y notas de J. A. Villar. Biblioteca Clásica Gredos.
Madrid, 2001.
LIVIO Historia de Roma desde su fundación. Traducción
de J. Solís y F. Gascó. Alianza Editorial. Madrid,
1992.
POLIBIO Historias. Traducción y notas de M. Balasch.
Biblioteca Clásica Gredos. Madrid, 1981.
1
Recogemos aquí las indicadas por los autores en
sus respectivos capítulos.
687